Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

34. La cobardía y un destino

Tomé la decisión más difícil de mi vida, y mi vida era ya larga. Ayer cumplí ochenta años y al mes que viene hacíamos, este muermo y yo, cincuenta y siete de casados.

No era aburrido porque fuera viejo, siempre fue así, pero cuando le conocí tenía unos ojos muy bonitos y buen carácter. De mayor se volvió cascarrabias y el brillo de sus ojos se empañó por unas cataratas que nunca se quiso operar, porque además de cascarrabias era un cobarde. Aunque más cobarde soy yo, porque nunca me atreví a matarlo.

Ayer me despertaron sus ronquidos infames y, cuando mis piernas respondieron, me levanté, desayuné tranquila mirando el cuchillo con el que cortó anoche unas lonchas de jamón; como el médico le había dicho que no podía comer grasa, dejó allí los hilillos de tocino y ahora me tocaba a mí limpiar. Pero antes agarré el cuchillo y avancé despacio por el pasillo, el muy cerdo ya había dejado de roncar, justo después de fastidiarme a mí el sueño. Cuando me acerqué a la cama con el arma en alto, me di cuenta de que también había dejado de respirar.

33. Partos difíciles

Ahí. A ese momento volvería para quedarme. Al instante en que por fin te tuve entre mis brazos, después de meses de espera que se me hicieron eternos. Ahí volvería. Al segundo en que sentí la emoción de reconocernos con la mirada. Mis ojos oscuros y tus ojos azules. La ternura que papá captó en la cámara de su móvil. Recuerdo que los dos lloramos de felicidad. Y tú, que ya sabías sonreír, habías llegado, sin saberlo, para cambiarnos la vida.

«Te llamaremos Elsa», muy bajito te susurré al oído. y horas después volábamos lejos, dejando atrás el frío y la soledad del orfanato.

32. NACER (Paloma Casado)

Te lleva un tiempo transitar por ese túnel palpitante en busca de la luz. Al fin, alguien te ayuda a salir celebrando tu llegada: primero la cabeza, enseguida los brazos y el resto del cuerpo, tan pequeño, tan perfecto y, aunque ya era sabido, ese alguien proclama tu sexo como si se tratara de un ritual. Lloras por el esfuerzo y quizás por sentirte expulsado de ese mundo acuático donde eras un príncipe pez. Recobras la calma sobre el vientre redondo de tu madre que es calor y latido de su corazón cercano, el compás con el que te mecías. Han cortado el cordón que os unía, aunque el otro, el que no puede verse os tendrá siempre conectados. Ahora ella introduce en tu boca una carnosidad pequeña y suave, como hecha a tu medida, de la que surge un líquido templado que instintivamente comienzas a succionar. Ya saciado, sientes una placidez calma con la que te vas quedando dormido. Así comienza todo, pero no serás tú quien narres el inicio de tu vida ni tu muerte, los dos actos en que eres protagonista serán parte de la memoria de otros.

31. Lo efímero (Susana Revuelta)

No sujetó la mano de Sandra entre las suyas, por más que ella se lo pidió, ni aspiraron y expiraron juntos, acompasadamente, mientras empujaba. No le apartó su flequillo pegado a la frente por el sudor, ni le susurró al oído cuánto la amaba. Tampoco lloró ni moqueó con ella, mejilla con mejilla, juntando sus lágrimas, ni la llenó de besos cuando la cabecita cubierta de pelo negro de Nacho empezó a asomar entre sus piernas. No sujetó al recién nacido entre sus brazos cuando la enfermera se lo ofreció, ni sintió el latido del cuerpecito tibio, ni olió su piel, ni cortó el cordón umbilical. Tenía las manos ocupadas y la vista fija en lo que estaba grabando, muy pendiente de que la imagen quedase bien enfocada.

Mientras ocurría el milagro de la vida, él lo veía a través de la pequeña pantalla de su móvil. Porque las cosas importantes, pensaba, hay que conservarlas.

Cuando salió del paritorio y fue a revisar el vídeo se quedó anonadado: por los nervios, no había pulsado el botón de «Play» y no había grabado nada.

(Fuera de concurso)

30. Juramentos

El rubio está tumbado en la cama. Lleva un rato abrazado a la almohada, contemplando absorto el reloj de la mesilla de noche. También piensa en la Mara. El tictac del segundero marca el compás a las gotas de lluvia, que golpetean con fuerza contra la marquesina de la ventana. El ritmo del latido de la Mara cuando me acurruco en su pecho, piensa el rubio. Anoche volvió a soñar con ella. Y, como si de un fa mayor se tratase, el rubio sostiene el embeleso en el que flota hasta que suena el despertador. Entonces, se pone en pie, estira los brazos para desentumecerse y se atusa los rizos.

Ha llegado el día, se dice.

Enfundado en su traje nuevo, coge los anillos y se dirige a casa del flaco. Nada más entrar, ve a su amigo vestido de novio, se emociona y los dos se funden en un abrazo infinito.

—Hoy me caso con la Mara —susurra el flaco—. Pero no pienses que cambiará nuestra amistad.

—Claro que no —contesta el rubio, que se jura a sí mismo no volver a pensar en ella.

Luego brindan felizmente, sin saber que la Mara hace horas que se ha fugado.

29. ARMONÍA (A. Barceló)

Cierra los párpados suavemente y comienza a respirar de forma consciente, profunda y acompasada: cuatro segundos de inspiración, siete de retención y ocho de espiración. A la cuarta o quinta serie se siente relajado y puede observar un cielo azul celeste lentamente atravesado por blancas y almidonadas nubes de caprichosas formas. Continúa controlando su respiración y consigue percibir un reconfortante aroma de petricor. Centrado en su paz mental, comienza a escuchar la suite para piano de Debussy “Claro de luna”. Ha conseguido abstraerse completamente de todo cuanto le rodea. Unas voces interrumpen su meditación, el equipo de salvamento en alta montaña ha conseguido localizarle, justo en el momento en que él acababa de encontrarse a sí mismo.

 

28. DESARMADOS (Belén Sáenz)

No era inusual que hubieran instalado las cámaras con antelación en aquel despacho. Tampoco que se emitieran en directo pruebas de grabación. El acontecimiento era de tal magnitud que la gente se agolpaba desde la madrugada ante los escaparates de tiendas de televisores y en los bares no cabía un alfiler.

Ni era necesaria música ambiente ni había narrador. En un primer plano, dos hombres se besaban en la boca. Algo que ya casi a nadie escandaliza, pero que a todos nos hacía contener la respiración. El más corpulento acariciaba la entrepierna del otro al tiempo que le posaba delicadamente la mano en la nuca antes de reclinarle sobre la mesa del escritorio. Con su flequillo rubio le hacía cosquillas en la mejilla. Se frotaron la nariz punta con punta y culminaron el gesto con un leve lamido de la comisura, como buscando la gota perdida de un vodka raro y exquisito.

El clamor de los aplausos y vítores desde todos los rincones del planeta atravesó fronteras y les llegó a través de la ventana entreabierta. Hicieron una reverencia desbordante de expectativas, sonrieron a la pantalla y carraspearon juguetones.

«¿Estás preparado para la rueda de prensa, Don?»

«Sí, Vladímir».

27. En blanco y negro (Ana María Abad)

Mis sueños solían ser blanditos como mullidas ovejas saltando en fila india una valla de madera pintada de verde. O idílicos como velas blancas y azules flotando en el horizonte de un mar en calma. O amables como nubecillas de algodón desfilando por el cielo al compás de la suave brisa del oeste.

¡Cómo añoro esa etapa de la niñez, llena de inocencia y de buenos deseos, de colorines, de helados de fresa y nata, de cuentos en los que el lobo nunca vence!

La dura verdad es que, en la vida real, son los lobos los que triunfan y, después de toparme con unos cuantos en mi camino, ahora paso muchas de mis noches en blanco, entre despidos improcedentes, hipotecas abusivas y letras impagadas. Y, si en algún momento me quedo traspuesta, mis sueños son negros, tan negros como el carbón que siempre falta en la vieja cocina.

26. El mundo al revés

Los compañeros de la inmobiliaria apagan sus ordenadores y él, con la excusa de una hoja de cálculo engorrosa, espera a que todos salgan. Los techos son altos. Eso ayuda. Una vez solo se arremanga, inspira hondo y coloca una silla sobre su mesa, formando una atalaya. La escala y logra hacer el pino allí arriba, con los pies rozando los focos. El equilibrio perfecto de un gimnasta bien entrenado. Mercurio, Venus, Tierra, Marte se alinean en ese instante sublime que prolonga durante un minuto. Sesenta segundos de placer en que los escritorios penden del suelo sin obedecer a la fuerza de la gravedad gracias a su pericia. En ese tiempo invertido es el héroe de su propia infancia, aquel artista que viera en el circo. No hay hojas de cálculo, fincas urbanas ni rústicas. Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno también en línea. Sonríe y, con los pies en el suelo, esa mueca con las comisuras de los labios hacia abajo podría leerse como un gesto triste. Cuestión de perspectiva. Entonces, con movimientos lentos, baja de su atalaya, ordena las sillas, apaga el ordenador, las luces, echa el cierre y se dirige a casa silbando el Carmen de Bizet.

25. Calostro (Aurora Rapún Mombiela)

Una ligera presión, un dulce dolor. Un fluido que pasa de un cuerpo a otro. Dos seres acoplándose por puro instinto. Vida a vida desde el origen de los tiempos. Irrepetible, perfecto, inolvidable.

24. ¡OCUPADO!

Ni su atuendo guerrero ni su voz de mando le sirvieron para echar abajo la puerta del servicio de la taberna donde, al salir de mis quehaceres, lo encontré, retorcido de vergüenza, cansado de gritar en vano y apestando a orines, como un pordiosero.
− ¡Ocupado!
Al llegar el comando, aquel insolente lloraba con los pantalones mojados, por lo que no ofreció resistencia alguna mientras los soldados, disimulando sus distintivos, lo arrastraban a empujones hacia el furgón, cubriendo su menguado uniforme con un saco de yute como único atuendo, ya sin medallas ni dignidades, y algo más limpio. Debía de ser alguien importante aquel fulano a juzgar por la cara de respiro que mostraba todo el mundo. Mirando hacia atrás, no me quitaba la vista de encima, a mí, a un aldeano con cara de bobo, vestido casi como él, aunque con ropa más aseada.
Pocos días después, entre los papeles del retrete se podía leer una primera página rasgada en la que se aplaudía el heroísmo anónimo frente al déspota. Viendo girar el gurruño en el agua, me sentí como el héroe discreto que siempre fui y que acababa de salvar al mundo.

23. CONVERGENCIA INVERSA (Mariángeles Abelli Bonardi)

Un desperfecto mecánico y un teléfono prestado los habían llevado a ese momento, a ese lugar… ¿El tren pasa una sola vez en la vida? Se lo volvió a preguntar allí, con ese Adonis besando su piel madura, entre sábanas mecidas por el aire de la costa amalfitana… Ella sesenta, él treinta… ¿Podía ser? Si la diferencia hubiese sido a la inversa, no hubieran enfrentado los prejuicios que después enfrentaron…

Había pensado que ya nadie la vería así, pero se equivocaba… En ese lugar, en ese momento, el amor no tenía edad.

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