Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

33. Mila’s peluquería (Ginette Gilart)

Desde muy pequeña Milagros quiso ser peluquera. Todo empezó la primera vez que acompañó a su madre a que le dieran el tinte. Quedó impresionada del ajetreo en el salón, de los grandes espejos, del olor a champú, a laca y de lo guapas que estaban las clientas cuando salían. Al principio practicó el corte de pelo con sus muñecas. Luego ensayó con sus amigas que se prestaban a que les hicieran todo tipos de peinados. El día que montó su propia peluquería ya tenía clientela asegurada. Pasaron los años y llegó el tedio, acabó aburrida de tanto pelo, su naturaleza inquieta le pedía cambio. Acostumbrada a oír lamentaciones tuvo una idea, reformó el local, puso una sala de espera y un despacho, quitó el antiguo letrero y en su lugar colocó una placa de metal donde figura:
Milagros Todoído
Psicoterapeuta

32. Cambio climático (Susana Revuelta)

—Chica, Mariluz, vaya remolinos se te forman en la nuca. Se me ha acabado el bote de laca y no he conseguido domarlos.

—Pues abre otro. Que no se mueva un pelo en todo el día.

Mariluz se casa esta tarde y en vez de disfrutarlo se la nota de lo más estresada.

—No sabe una ni qué ropa ponerse —farfulla mientras ojea una revista de viajes.

—¿Qué? —se sorprende la peluquera—. Pues hija, el vestido de novia y por la noche el de cóctel.

—No, me refería —explica la joven, fijando su mirada en el cielo color aceituna— al viaje de bodas.

—¿Y a dónde vais?

—A mí me apetecía muchísimo ver las tormentas de arena en las Rías Baixas o las granizadas en las playas de Chiclana. ¡Para una vez que salgo de casa!

—¿Y no prefieres sol?

—Tú igual que Nacho, qué pesadez con pasar calor. Pues al final lo echamos a cara o cruz y ganó él. Nos vamos una semana al desierto de Pirineos. A ver cactus y escorpiones, mira tú qué plan. Ponme más laca en el flequillo, anda.

—No te deprimas, mujer, que igual hasta veis una aurora boreal.

 

31. El beso de la soledad (Manoli VF)

Ella estira mis cabellos, tensándolos hacia atrás. Los recoge sobre mi nuca, convertidos en finísimas cuerdas, que sitiarán mis recuerdos impidiéndoles escapar. Me pide que cierre los ojos y con su mano de niebla rocía, alrededor de mi cabeza, ráfagas de memoria que rescata de algún extraño lugar. Me da un beso silencioso y permanece a mi lado mientras la nube de incienso mezcla ensueño y realidad.

30. Flashback

Maquillaje, flores, peluquería… Qué fue de la «ceremonia sencilla», piensa espantada. Lo que peor lleva es el fotógrafo que está haciéndole fotos desde que se ha levantado, al grito de » tú, como si yo no estuviera». Pese a todo está feliz de ver junta a toda la gente que ahora es su familia y que la ayudó a reconstruir su vida cuando tuvo que salir de su país siendo una niña. Cuando la voz profesional de la peluquera le dice que cierre los ojos, imágenes que creía olvidadas la visitan de nuevo. Ve su remota aldea en Kandahar. Ve a su hermana pequeña jugando con su muñeca de trapo. Ve a sus padres que la repudiaron y al terrateniente local 30 años mayor que ella con el que la iban a casar. Nunca podrá olvidar aquel bigote poblado y aquéllos ojos como brasas que la miraban fijamente mientras discutía con sus padres los términos del acuerdo. La voz del fotógrafo la devuelve a la realidad, «tú, como si yo no estuviera».

29. Despeinada (Blanca Oteiza)

Esta tarde quizás vaya al cine a ver esa película que lleva semanas en cartelera. Sentarme en mitad de la sala rodeada de gente y concentrarme en las palomitas. Seguramente termine con el rostro lleno de lágrimas y se me acabe el paquete de pañuelos de papel. Después caminaré por las calles adoquinadas del centro hasta la cafetería donde mis sueños duermen. Escogeré la mesa del rincón frente al ventanal que da a la plaza y contemplaré el ir y venir de la gente. Puede que vea a los novios felices cogidos de la mano, mientras las mías acaricien la taza vacía de una vida solitaria.
Esta noche, vencida por el cansancio de la espera y del día marcharé a mi casa. Me tumbaré en la fría cama y contaré las estrellas que asomen por la ventana. Y seguiré por las mañanas peinando novias mientras mi melena se arruga como la piel que no se riega.
Termino ya”, le digo a la novia que se cubre el rostro. Termino de divagar en mares que me llevan a la deriva, mientras el peine y el secador se cobijan en mis manos.

28. ¡ABRE LOS OJOS, QUERIDA! (Petra Acero)

Madre trata de convencerme con voz empalagosa, pero ni una mosca cojonera se dejaría atrapar por miel pulverizada: sin brillos dorados, sin untuosidad ni sabor, sin olor a primavera ni calidez otoñal. El insecto se cubriría los ojos con su media docena de patas y recordaría, con nostalgia, a la madrasta de Blancanieves. ¡Esa bruja sí sabía engañar a su hijastra con métodos apetecibles! Debajo de mis manos, aprieto los labios y cierro los ojos. No quiero un alma. Me conformo con comer, beber, dormir y copular; seguir caminando bajo atmósferas azules o vespertinas; sentir la luz y el calor de todos los soles en mi superficie veteada; moverme libremente entre caliente y frío, suave o áspero, seco y húmedo, blando o duro, sin porqués ni responsabilidades… ¡Quiero mi madera!

—Hijita, si no abres los ojos, no funciona —insiste Gepetta, a cada bocanada mágica.

Pinocha separa las manos a modo de ventana. Sus ojos analizan una nariz prominente que, sintiéndose observada, se frunce incómoda. Luego, tras enjuiciar cada oreja, llega a la conclusión de que la derecha, todavía, no parece humana.

27. Lo que bien empieza

El día comenzó perfecto. Hacer el amor en ese dulce estado entre el sueño y el despertar… y una buena ducha. Bienvenido, sábado. Música mientras preparamos el desayuno, un baile matinal aún descalzos, un beso apasionado. Resbala de sus manos la mermelada, risas cómplices mientras recogemos los cristales, todos, menos el que acaba perforando mi talón. Sangro, y no tenemos botiquín. Corre a la farmacia. Suena mi móvil: “¡Cerrada, cojo el coche,  la de guardia cae lejos!”.  Intento levantarme pero caigo al resbalar con la toalla, roja, empapada. Otra vez el móvil: “La policía no me deja pasar, una multitudinaria carrera solidaria. Tardaré.” Me mareo, salgo a suplicar a algún vecino,  pero nadie contesta. Corriente de aire, portazo: me quedo en el rellano en pijama, descalza, sin móvil y sin llaves. Bajo con esfuerzo a la calle, pasa rápido un coche de policía, los llamo y persigo. Se van. Mi pie deja huellas rojas. Decido entrar en un bar. Asombro y bromas de los clientes hasta que alguien se ofrece para llevarme al hospital, pero continúa la eterna carrera…  Acaba, y atasco monumental. Llegamos a urgencias, saturadas…

– Vaya día…

– Angustioso. ¿Aún te queda espray del olvido? Pues dale…

26. La niebla (Manuela Balastegui)

«98, 99 y 100, ahí voy». Su grito reverberó en el parque. Como si se tratara de un libro abierto apartó las manos de su cara. Le gritó al aire:¿dónde estáis escondidos?. Entre risas empezó a buscar en los sitios habituales. Nada. Buscó de forma más concienzuda: debajo de los bancos, detrás de las hojas tristes del sauce, por los alrededores del kiosco y en medio del seto de rosas. Nada. Su voz pasó de la risa al nerviosismo, y a los minutos a una angustia atroz «Juan, Lara ya está bien de bromas». Se echó a llorar y llamó a la policía. Se hizo noche, los faros del coche patrulla empezaron a pixelar la niebla como laca de peluquera. Al amanecer era un hecho, sus hijos se habían disipado como la niebla.

 

25. EL ESPEJO (Paloma Casado)

Es el día de su boda. Se contempla satisfecha con el peinado y el maquillaje que enmascara su pequeña cicatriz, antes de que una nube de laca la obligue a protegerse la cara. Así ensimismada, con los ojos tapados, imagina cómo será su futuro. Ve una casa pequeña pero sumergida en luz, una mesa con dos cubiertos y una cama con sábanas revueltas que huelen a él, a los dos.

Sonriendo, aparta las manos y encuentra en el espejo un rostro que se parece al de su madre, pero sin ser ella, con esa cicatriz que se hizo cuando era niña. Su sonrisa es ahora el rictus de unos labios vencidos. Pero el reflejo ignora que lo es y reclama su autenticidad. Sabe de silencios enfrentados, de rutinas por las que se filtra el deseo hasta la última gota, de excusas que ni se creen ni se replican, de llamadas telefónicas a las que nadie contesta y por fin del abandono y la soledad.

Entonces se pregunta qué fue de aquellos años gloriosos y entiende que el tiempo, al igual que el amor, es un dios con alas.

24. DÉJAME GUAPA, LUISA

¡Déjame guapa, Luisa. Tengo que dejarlo noqueado al contemplar mi belleza mientras estemos rodeados de lo más granado de la ciudad!
Por favor, ¡ponme mucha laca. Así mi pelo parecerá el de una Reina!
Quiero lucir lo máximo posible. Necesito que todos los invitados aseguren, que sin duda, soy la más guapa de la fiesta.
¡Quizás sea la primera vez en la que esté orgulloso de mí! Tal vez deje de plantearse si han valido la pena todos sus desvelos y crea que ha servido todo lo que lleva invertido en mí!
Si se siente envidiado por los empresarios de la comarca, puede que llegue a pensar que le ha compensado desembolsar los cinco mil euros que pagó al traficante.
Así podré sentirme segura. Sabré que se quedará conmigo, y que, entonces, no me venderá al dueño del club que me ha echado el ojo.

23. PÁJAROS EN LA CABEZA (Nani Canovaca)

Por el momento les dejo hacer, me tapo y ensayo para cuando tenga que ponerme la venda. Dicen que tengo pájaros, que soy soñadora y eso no gusta. Me censuran porque soy diferente y no consiento que me impongan. Por eso me rocían la cabeza con un elixir que dicen apartan los sueños (me hubieran metido fuego). No quiero ser princesa, señora, prometida o azafata. Solo quiero seguir siendo mujer.  No tener que andar sometida por el poder y el patriarcado. Quiero vivir tranquila cuando camino por la calle. No soporto que se haga el distraído y me roce, cuando voy a recoger los documentos o el director me acorrale cuando le llevo las nóminas. Creo haberlo dejado bien claro. Ha sido suficiente con mirarles. Una daga les ha atravesado y saben que puedo hundirla en sus entrañas con más fuerza, sin necesidad de armas. Quiero terminar mis estudios. Nadie impedirá que llegue a ser la juez que recupere la dignidad y la verdad. Quiero que los ancianos tengan paga, vivienda y comida digna, que los niños jueguen y sus padres vivan libres. Quiero decir con mis actos que se trata de sensibilidad y justicia, nada más. Alguien debe empezar.

22. La boda de Ella

Años de “¿tienes ya novio?”, “se te va a pasar el arroz” y “a ver cuándo sientas la cabeza” más tarde, por fin llega el gran momento: el día de su boda. Se emociona. Se acuerda de Pedro, el niño de la guardería que fue su primer amor. Sonríe. Piensa en David: su pareja en el instituto. Se sonroja. Recuerda a Antonio, su primer amor verdadero; al que siguieron un par de amores definitivos más. Ahora que se ha encontrado a sí misma sabe lo que quiere y, hoy, toca disfrutar. Tras los últimos retoques saldrá a disfrutar del evento, rodeada de familiares y amigos. Mientras la peinan ante el espejo ha de taparse la cara, da mala suerte ver con quién se va a casar una antes del enlace.

 

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