Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

21. Por fin no cierro los ojos

Cerrar los ojos para no ver, hay cosas que es mejor no ver.

Maria entró en la peluquería.

Buenos días, me gustaría aclarar mi pelo”.

La peluquera la empezó a acomodar y fue enseñándole tonalidades.

Creo que esta, esta es la que quiero” 

Pero es muy radical, ¿no?” preguntó la peluquera.

Si” contestó Maria, “pero es lo que busco”

Esta bien, empecemos».

Cuando Maria retiró las manos de su cara, con las que se había protegido de las nubes de laca, comprobó como había cambiado y se gustó.

Al salir de la peluquería se dirigió a la consigna de la estación de autobuses, la abrió, cogió su maleta y sonrió.

Maria, ¿Está la comida?” gritó su marido al llegar a casa.

Silencio. Nadie contestó.

Paco empezó a impacientarse, de pronto vio en la mesa la alianza de Maria y una nota con un:

«Adiós».

Paco no cerró los ojos, al contrario, sus ojos se abrieron enormemente.

En el autobús que Maria cogió a la libertad, una música sonaba en su cabeza.

Maria no estará sola”

Maria no estará triste”

El sol le daba en la cara.

20. ALT CONTROL SUPR ( Paloma Hidalgo)

Ni de cinco lobitos, ni de aserrín aserrán, ella siempre fue una niña de cucú tras. Que papá chillaba a mamá, cucú tras. Que los niños se reían en el colegio de su dislexia, aunque entonces no sabía aún que su problema se llamaba así, cucú tras. Cucú tras cuando aquel amigo de papá, tan sobón, se empeñaba en cogerla en brazos. Siempre funcionaba. Al abrir los ojos, parecía que la vida se reiniciaba más amable. Sin embargo, hoy, que tanto lo necesitaba, le iba a fallar. La primera vez, en la peluquería. Cuando retiró las manos de su rostro, en el espejo seguía su yo más triste, envuelto todavía en laca. La segunda en su casa, ya vestida de novia, y la tercera, al responder un no alto y claro y echar a correr hasta la calle, donde al abrir las manos, solo vio durante un segundo el parabrisas de un autobús interurbano.

19. Conversación con mi peluquera (Javier Ximens)

 

Cuando se murió mi marido lo tuve claro, nada de llevar sus restos al cementerio de la Almudena y tener que ir los fines de semana a llevarle flores, novedades y reproches. Como además de mi pensión me quedó la de viudedad, decidí que esta me la gastaría en arreglarme. Así pues, lo incineraron y sin que nadie lo supiera tiré sus cenizas en el cine París. Entonces sí, cada vez que había estreno, compraba un clavel y me iba a visitarlo en mi butaca preferida. Nunca pensé que el cine cerrase, me disgusté cuando abrieron los Salones Reina, pero me vino bien. Empecé a venir a tu peluquería, me aviaba con mis mejores vestidos, me presentaba por parte del novio y me sentaba en la tercera mesa de la izquierda, donde aproximadamente reposaba mi marido. Hice buenas amistades. Si había promociones comerciales, allí estaba yo, no compraba nada y me traía el regalo. Sin embargo, como sabes, con la crisis el salón cerró y abrieron el  Mercadona. Mi marido queda justo en la sección de charcutería, estará contento con lo que nos gustaban las gallinejas, pero ahora sí, chica, me remuerde la conciencia y me he hecho vegetariana.

 

18. Mis(s) Cicatrices

Aún recuerdo el repulsivo olor a laca, aquel spray que se te metía por las fosas nasales y no te abandonaba hasta que, al día siguiente, te lavabas el pelo. Varias veces. Con un champú de aroma casi balsámico y relajante que jamás he vuelto a encontrar.

Y es que los olores te marcan para siempre. Como las cicatrices que hieren la piel.

Y desde entonces, cuando asistía a aquellos concursos de misses infantiles, ese olor me recuerda a ella.

ELLA. Mi Madre. Que sí quiso triunfar en la pasarela pero no pudo. No la dejaron. Mi abuela era demasiado estricta, demasiado tradicional como para que una hija suya enseñara más allá de la rodilla en público. Y volcó su sueño. En su retoño.

YO. Su Único Hijo.

Que vivió una infancia ambigua. Entre purpurinas y sueños imposibles e insultos y palizas continuas en el colegio. Por ser el Niño-Niña. El Raro.

Ahora, años después, cuando paso delante de una peluquería y huelo el rastro de la laca cierro los ojos. Y vuelvo a convertirme en aquella pequeña y extraña miss a la que su madre ahuecaba y lacaba el peinado.

Esa cicatriz me acompaña de por vida.

17. En la peluquería (Luisa Hurtado)

Del peinado de la Tere (la mosquita muerta) me encargo yo, no os preocupéis. La voy a dejar guapísima (hecha un cuadro, eso es lo que me gustaría). El moño que quiere llevar el día de su boda a mí me sale de fábula (mucho cuento tiene la niña) y se lo haré bien tirante (todo lo que pueda) para que se le vea bien la cara (esa cara dura que lleva) y esa sonrisa de dientes blancos que tiene (que no ha dejado de lucir desde que mi Antonio se fue con ella) tan perfecta (y de mentira, dicho sea de paso). Le sujetaré el pelo con muchísimas horquillas perfectamente ocultas (como sus intenciones) y lo remataré con un poco de gomina (¿por qué no pegamento?) o de laca (sí, esa que viene en un bote como el de los insecticidas); y acabará llorando de emoción (o de lo que sea, pero llorará fijo).
No os preocupéis, chicas, estoy bien; yo me encargo, no hay problema. Será como tiene que ser, un día inolvidable (y es que me voy a encargar personalmente de que no se nos olvide nunca).

16. EL EFECTO MARIPOSA (Jesús Alfonso Redondo Lavín)

Poca lectura había, para mí, un niño, en aquel cuarto de costura de mis primas en las Callejas de Rubayo; solo la revista “AMA”, el “HOLA” de los años cincuenta. La cerrada España se asomaba al exterior por aquellas páginas. La divina soprano María Callas, la bella Soraya, sustituida por infértil por la Farah Diva y sobre todo Paola de Bélgica. A esa rubia la peinaban con la forma de un algodón de azúcar, dulce que por aquellos años, por la película Pollyanna, empezó a popularizarse por ferias y romerías. Las chicas, aún las recién púberes, pedían peinarse a “lo Paola”. No, no se fumigaban la cabeza con un “fliss”, aquel trasto en forma de bote pegado a una bomba de bicicleta, sino con un invento, que con solo un dedo propulsaba chorros de laca micronizados por la presión de escape de los gases clorofluorocarbonados, los CFC.

Así, Beatriz Anna Cabot Lodge, la hija del embajador americano John Davis Lodge, se paseaba en un descapotable por la Gran Vía madrileña sin despeinarse.

Y en la cordillera de Los Andes, vicuñas, llamas y guanacos empezaron a despeñarse ciegos de cataratas. Y los melanomas de los tanoréxicos se multiplicaban año tras año.

14. Complementarios (Carmen Cano)

Me cubro los ojos con las manos porque me he puesto en las de una especialista de la belleza. Ha realzado mis rasgos, que dices amar, con las tonalidades de sus pinceles. Una neblina de vapor desciende sobre mi nuevo peinado.
Hoy quiero que tus ojos, que serán los míos para siempre, me vean hermosa. Yo caminaré lenta, sin errar. Los síes disolverán nuestras dos soledades y seremos uno, en carne y hueso.
Por tus ojos miraré el mundo, sus colores, las flores, las estrellas del cielo y su reflejo en el mar. Yo te subiré a la cima del beso, a la delicia del tacto, a la dicha de la carne entregada.
Con mis pies, como alas, andaré -andaremos- alejándonos del pasado. Te conduciré, a través de primaveras y otoños, hacia el futuro.
Tu voz densa y cálida me guiará en la oscuridad y yo empujaré con mi fuerza, bien medida, tu silla de ruedas.

13. LACA NO, POR FAVOR (Mercedes Marín del Valle)

Mi poder adivinatorio se manifiesta en mis sueños.
La mañana del lunes, de camino al colegio, nos cruzamos con la peluquera de mi madre, mi padre la saludó y ella lo entretuvo. Mientras le hablaba acariciaba una horquilla azul de extraño brillo que sujetaba su pelo. No me gustó la luz que despedía.
Aquella noche soñé:
Mi madre le decía que le hiciera un peinado especial para su aniversario de boda. La peluquera con sonrisa ladina, prometió llenarle la cabeza de rizos, a mi madre, que tenía el pelo más liso que una japonesa. El truco está en esta laca, prosiguió en un susurro misterioso, es importada, una maravilla, lleva esencia de ciervo almizclero siberiano. Tu cabello quedará ligero, perfumado, maravilloso.
Mi madre entusiasmada cerró los ojos y… ya no los abrió más, su cara había desaparecido.
Después de mi sueño, mi madre, muy a su pesar, canceló la cita con su peluquera.
El periódico local abrió con la noticia:
“Una peluquera es detenida por asesinato. En el lugar de los hechos se halló un envase de laca que previamente había sido manipulado y que contenía un gas tóxico. La víctima murió asfixiada, envuelta en una nube glamurosa de rinfinidio”.

12. Princesa (María José Escudero)

Era la chica más linda del barrio. Aunque también la más inaccesible. Si te acercabas para charlar o para invitarla a bailar, te echaba con cajas destempladas y te espetaba aquello de: “No se hizo la miel para la boca del asno”. Si insistías, te soltaba con altanería y desprecio:”Hasta los gatos quieren zapatos”. Me tenía muy puesto, pero me cansé de batirme el cobre por ella y tiré la toalla.

Ella siguió viviendo en su trono imaginario esperando un príncipe azul a la altura de sus encantos. Al final, se quedó a palo seco.

Desde niña despuntaba maneras. En el colegio no daba ni  clavo, sin embargo, en el recreo siempre era el centro. Presumía de sus vestidos nuevos, de su colección de autógrafos, de sus peinados. Pasados los años, sus pretensiones dieron al traste. Desapareció el brillo de sus ojos y la frescura intensa de sus labios. Dejó de dar el pego. Ahora suele pasear más sola que la una, y no la dora la píldora ni la brisa del atardecer. Me da pena y cuando paso por su lado, me hago el sueco. Temo que lea en mi mirada: “Princesa, te quedaste para vestir santos”.

11. LA MALDICIÓN DEL SILENCIO

Mientras la peluquera fija el peinado de Sara con laca, ésta se tapa el rostro desolada ante el inminente desenlace que cambiará su vida sin remedio.

Ella que siempre ha sido una soñadora, se ve empujada por las circunstancias, a dar el famoso “sí quiero” a un hombre que le dobla la edad y al que ni siquiera ama, sabiendo que será guiada hasta el altar cogida del brazo del gran amor de su vida. Ese hombre que ha permanecido siempre a su lado en los buenos y los malos momentos, y que la juró amor eterno con una amapola recién cogida, hacía ya tantos años, cuando tan sólo eran unos críos.

¡Qué lejos quedan esos recuerdos infantiles!, cuando ella llegó a aquella casa como una extraña. Y él ejerció de amigo y hermano desde el primer instante. ¡Qué complicado y qué hermoso fue todo, cuando, ya de adolescentes la pasión estrelló los labios de uno contra los del otro! ¡Qué doloroso tener que callarlo por inapropiado!

10. EL DÍA MÁS DURO DE DANNA

Había llegado uno de los días más tristes en la vida de Elenne.

Todo estaba preparado; la catedral adornada, más de 350 invitados para la ocasión. El vestido era el secreto mejor guardado y se encontraba bajo llave en uno de los armarios del S.XVI de su abuela. El ramo lo habían elaborado con doce rosas negras escogidas de los jardines de su futura suegra y la peluquería elegida para embellecerla, la de toda la vida de la familia.

Habían ensayado una docena de peinados, pero solo el último le convenció, liso y suelto.

– ¿De verdad estás segura? – Preguntó Danna, su peluquera.

– No tengo otra opción. Sabes que todo esto es por nuestro bien.

– Aún estamos a tiempo de huir, Elenne. – Parecía casi suplicarle.

– Sabes que tengo un deber y sé que algún día me perdonarás pero hoy mi familia ya ha elegido por mi, quieren un heredero para el país.

Elenne se levantó, la besó apasionadamente y despidiéndose de ella con lágrimas en los ojos se dirigió al coche oficial para ir hasta el Palacio Real y proseguir con lo que su familia había decidido para ella sin contar con ella.

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