Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

09. C´est fini! (María José Viz)

 

La Puri se ha pasado siete pueblos. Somos muchas las afectadas, por eso nos hemos asociado: la “Asociación Española de Estropeadas por la Puri” cada vez tiene más afiliadas. Se lo contaré, con pelos y señales, no se preocupe. La susodicha me puso tinte rubio platino cuando le pedí un caoba oscuro. Reme, que quería cortar solo las puntas de su hermosa melena, salió con la cabeza a lo Kojak, pero sin el chupa-chups. María deseaba un alisado japonés y… ¿adivina cómo salió de la peluquería? Pues sí, con la cabeza a lo afro. Pero la guinda del pastel fue el “arreglo” de Marta, el día de su boda. Una experiencia dantesca.

No solo nuestras cabezas sufren por los desatinos de la peluquera, también la ropa y los zapatos se transforman en un cuadro de Miró, con colores imposibles de eliminar.

¿Comprende, ahora, la desesperación que nos embarga? No podemos permitir que la tipa nos siga tomando el pelo. Va a saber lo que vale un peine; es tan cierto esto que digo como que me llamo Preciosa Peinado Claro. Aquí dejo estas palabras para que puedan servir de testimonio de las atrocidades de la interfecta.

08. Concesiones contradictorias (Aurora Rapún Mombiela)

Ahora que me he escondido me siento mucho mejor. Creo que no voy a ser capaz de quitarme las manos de delante de la cara. Al final voy a pasar por el aro. Es que no me puedo creer que haya sido tan blanda. Toda una vida de rebeldía vistiéndome de negro y cortándome el pelo a trasquilones para acabar metida en este circo blanco que huele a laca y a canapé. Pero si lo que yo quería era una boda íntima con mi novio heavy de toda la vida. Solos él y yo en el juzgado con los guitarristas del grupo como únicos testigos de nuestro amor.

A ver cómo salgo yo allí, delante de todo el mundo vestida de tarta de nata y con estos pelos, que ni me reconozco.

No me quiero ni imaginar cómo debe estar el pobre “Púas” en estos momentos. Con traje de chaqueta y corbata, ¡nada menos!

La enfermedad de mi madre y la muerte de su abuela nos han ablandado el corazón y nos hemos prestado al bodorrio para dar un poco de alegría a la familia.

Por fortuna, la orquesta la he elegido yo. 

¡Van a flipar!

07. Abre los ojos

Tu novio tiene la mirada más bonita del mundo y su boca, su boca es para comérsela, sobre todo cuando sonríe al mirarte. Te tiemblan las piernas bajando la cuesta desde tu portal hasta la esquina donde te espera cada tarde. No sube a recogerte a casa porque tu padre y tus hermanos no lo quieren y a ti te lo explican cada vez que te ven con él. Es un hombre malo, de malas costumbres, te dicen, hijo de un maltratador que pegaba a su madre, que fue denunciado por su primera novia. Pero tú no les crees, ellos no lo conocen, no saben que es cariñoso y dulce y que está enamorado de ti con toda su alma. Sueñas con que llegue el día de tu boda, el que será el día más feliz de tu vida como te cuentan tus amigas. Llevarás un vestido blanco, discreto, sin mucho escote, zapatos de tacón mediano, no vayas a ir provocando, el pelo recogido, maquillaje suave, como a él le gusta, un toque de laca, las uñas sin pintar. Le quieres, le quieres, porque el amor es ciego y tú, tú aún no te has dado cuenta.

06. De trece en trece y tiro porque te toca

“Tranquila, es esta niebla, que tiene vida propia”, ¿recuerdas?: tú, yo, nuestros catorce, el vapor de tu bañera… Mis labios en tus dedos, y viceversa.

“Tranquila, es la maldita niebla, que lo mezcla todo, pero seréis muy felices”, mentiste. Yo, tú, los veintisiete, el humo de las dudas, un sí quiero sin querer… Tu adiós en mis lágrimas, y viceversa.

A lo mejor ya es tarde. Y es invierno. Pero regreso. “Tranquila, es esta niebla, que lo aclara todo”, te susurro, y me sonríes. Tú, yo, nuestros cuarenta…, mis dedos en tus labios. Y viceversa.

05. CAPAS (Mariángeles Abelli Bonardi)

Debajo del secador de pie,

la negra redecilla,

los apretados ruleros,

el nuevo color de cabello,

la tintura,

los químicos de la tintura,

y los átomos de cada uno de esos químicos,

no tiene ni un pelo de tonta, porque aunque finja

hojear la revista,

y mirarse las uñas relucientes,

recién pintadas,

lo sabe bien:

No hay átomo,

ni químico,

tintura,

color,

rulero,

redecilla o secador de pie que pueda

frenar un chisme.

04. Push-up labial

Me la recomendó Teresa, mi amiga viuda, experta  en cambios radicales urgentes de todo tipo. A mí jamás se me hubiera ocurrido. Pero la situación era desesperada.

Me puse en manos de aquella profesional que ayudaba, por una pequeña fortuna,  a las personas que, como yo, habían perdido los papeles del saber estar. Me miró, me escuchó y apenas pude soportar la vergüenza de descubrir lo que vio en mí, pero realmente era lo que había. Por eso estaba allí.

Su voz, inesperadamente dulce, me empapó y peinó mi corazón suavizando cada enredo del nudo de mi pecho. Relajada, como hacía mucho que no me sentía, dejé que acariciara mi cabeza con sus palabras y sentí que los rizos de mis neuronas rebeldes dejaban de encresparse. Noté que poco a poco afloraba la sonrisa que hacía tanto que no sabía componer y ella pulverizó una nube de silencio necesario y cómplice para fijarla. Y me entregó la pastillita insípida de mi felicidad.

Fue así como, al día siguiente, soporté ver a mi hermana casarse con el amor de mi vida. Y fui capaz de dejar caer la dosis mortal en su copa y sonreír mientras brindaba con ella sin despeinarme.

03. EN LA SOMBRA (Ángel Saiz Mora)

Escoge mis momentos de soledad. Esta tarde ha aparecido mientras planchaba. Cierro los ojos para no verla, deseo que se marche, también que no lo haga. Al igual que tantas veces, con su sonrisa generosa, esparce una nube de vapor brillante que me afecta. Temo, tanto como deseo, la distracción de mis muchos quehaceres diarios que trae consigo. Me apresuro para que camisas y pantalones queden pronto lisos, doblados y recogidos en los armarios. No tengo reparo en dejar las sábanas sucias para mañana.
El efluvio penetra a través de muchas capas asentadas en mi cerebro, murallas bienintencionadas, aunque a veces parecen perversas, hechas de los consejos de padres, monjas del colegio y suegra, para ser buena madre y esposa. La emanación llega al fondo, donde residen historias latentes, que solo necesitan un poco de luz para activarse. Hoy ha brotado el personaje nuevo de una mujer sometida, que se rebela contra su sociedad patriarcal.
Regreso al manuscrito, guardado bajo la ropa para lavar, con la seguridad de que allí nadie lo verá. Dispongo de un rato antes de que los trillizos vuelvan del colegio. Algún día, cuando termine, pensaré en un seudónimo de varón para firmar mi novela.

02. TU CARA, TAN CARA (Purificación Rodríguez)

Eres tan, tan guapa, que la luminosa laca que tu solícita asistente te aplica, apenas se atreve a posarse en tu perfecto cabello. Vas a salir a quemar la noche y despeinarte en medio de la batalla no te parecería elegante. A ti no.

Tan bella, tan vaga, que ni siquiera puedes coger con tus cuidadas manos el vulgar bote de spray para acicalarte tú sola.

Y mientras el silbido grave del líquido traspasa el aire buscándote, tú tapas tu cara, tan cara, intentando preservar su esquiva belleza.

Inútil intento. El tiempo siempre correrá más deprisa que tú.

01. Bodas de sangre (Jesús Garabato)

La víspera de la boda de la señorita, Pedro, tras enterrar al último de sus hijos,  ordenó  a su mujer, Rosaura,  que subiese a despertar  a su  señora de la siesta. Obedeció llorando.

Él  se acercaría al casino. Sumiso,  preguntó por don Servando,  adentrándose luego en el salón donde todavía  descansaba su señor,  ahíto tras  la sobremesa. Al sentir  la frialdad del  velo desgarrado  y sanguinolento  de su hija  sobre la cara,  don Servando solo pudo escupir, una última vez, ante sus pies, mientras observaba  las manos desnudas  de  su siervo.

 

 

 

105. Próxima estación

Siempre que le han preguntado por su recuerdo más feliz, ella no tenía que pensar para responder: Cuando mi padre me aupaba en sus brazos para que tocara la campana que daba salida al tren.

Algunos me miraban como si tuviera que decepcionarme la respuesta. Ignorantes ellos, porque me entusiasmaba la imagen: Ella con sus coletas, tan pecosa, con una mejilla rozando el bigote con tirabuzón de don Pedro.

Su absoluta devoción por todo lo ferroviario se me fue incrustando sin posibilidad de escape, y ahora llevamos más de tres meses sin casi bajarnos de los vagones. Tan solo de vez en cuando para el avituallamiento e ir a asearnos a algún hostal, con extra sin mirones.

El destino da igual, billetes a cualquier sitio y al llegar más de lo mismo. Trayectos y trenes de todo tipo, preferiblemente con cafetería para el vermú.

Hace un rato, cuando reposaba sobre mí y los dos dormíamos, me ha despertado el silencio de su corazón en mi mano.

Me tenía dicho, que en ese momento, debería pensar en la ventura asegurada del viaje y no en las inciertas posibilidades de aquel tratamiento, pero yo, de momento, tan solo me hago el loco.

104. Descarrilamiento (Salvador Esteve)

Bajo nuestros pies, tierras movedizas nos van engullendo sin piedad. El tren, inmisericorde, nos lleva en volandas a recoger el cuerpo de nuestro hijo; se ha quitado la vida, y con ella, las nuestras. Mi mujer ha dejado de llorar y me abrazaba suplicando consuelo, preguntando razones, implorando el por qué. No comprende, no puede asumir que su hijo, al que creía feliz, haya elegido la muerte. Pero yo sé los motivos, conocía su desesperación, su dolor. Él me abrió su corazón y un viento de indiferencia cerró las puertas del mío. Le dije que destrozaría a su madre. ¡Pero era mentira!, mi mujer le habría mirado a los ojos y le habría dicho que no se avergonzara de ser como es, y con dulzura le diría lo orgullosa que estaba de él. En cambio, reproches e insultos fueron mi respuesta. Si pudiera volver atrás… Pero no, el tren sigue su camino. Cuando reúna fuerzas, cuando acopie valor se lo contaré; merece saber la verdad.

Beso su cara, aún húmeda por las lágrimas, y la abrazo fuertemente; sé que será la última vez.

103. Las vías de la memoria (Sara Lew)

Es el paisaje el que se mueve, ellos están quietos en sus asientos, arrebujados el uno contra el otro, sin consciencia de lo que dejan atrás. En sus corazones largo tiempo enmudecidos late el traqueteo acompasado del tren. Al abandonar el poblado de su infancia, la muerte cobra vida, se repliega ante los recuerdos.

Inmortalizados en una foto en sepia, los ancianos tiemblan en las manos emocionadas de su hijo.

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