Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

13. “HÁGASE”, DIJO ÉL…

Desde entonces, existo y soy. Viajo rápido— trescientos mil kilómetros por segundo— y mi edad es incalculable— tengo tantos años como la distancia que recorra en trescientos sesenta y cinco días.

Estuve ahí, en la prehistoria y en el fuego, alumbrando al hombre de las cavernas. Ahí, tras la pantalla de papel, con las sombras chinescas. En el obturador de la primera cámara y en el haz de la primera película.

Estuve ahí, en los rayos equis, revelando vísceras y huesos, y estoy aquí, en la foto, con las sombras del niño y de su madre estampadas en la sábana y en mí.

“Hágase”, dijo Él. Desde entonces existo y soy. Luz es mi nombre.

©Mariángeles Abelli Bonardi

12. Alternativa nº37 para sobrellevar mi fin del mundo (Nota: solo quedan dos más en la lista)

Ayer decidí mudar mi universo a la despensa. Aunque no tiene ventanas —que eso ayuda bastante—, he tenido que sellar la puerta para convertir este espacio en una piscina de galaxias. A ratos la ilumino con una bombilla de sesenta vatios, incandescente, y así juego a ser Dios. Basculando el interruptor paso del día a la luna nueva. Nada que ver con los ocho minutos que los rayos del Sol tardaban en llegar a nuestra terraza y bañar la piel de Yolanda. Esto es inmediato; amarillo, negro y vuelvo al amarillo con el que moldeo su silueta femenina sobre la pared. Orbito mis brazos alrededor de la trayectoria ideada por el filamento, como en el teatro chinesco de un eclipse. Aunque no me queda más remedio que abandonar mi refugio para ir al baño. Preferiría vivir allí —por pura comodidad—, pero es imposible aislarlo por la claraboya del techo. Antes de salir de esta despensa, arranco la cinta americana de las rendijas y me pongo la careta de soldador para protegerme de la luz, de los millones de lúmenes que se cuelan con el ruido callejero. De ese resplandor tan brillante como la oscuridad y que ilumina todo de recuerdos.

11. SOMBRA DESVAÍDA (Purificación Rodríguez)

Han pasado años, pero todavía recuerdo aquella bronca, mamá. Atardecía, y tú estabas tan enfadada conmigo por mi última travesura que no reparaste en que yo, como me ocurría últimamente, estaba ya muy lejos, viviendo la escena como un espectador aburrido de asistir, una y otra vez, a la misma función.
Y yo no reparé en que esa regañina iba a ser la última y que ya no vería más tu dedo amenazador, ese que, al final, nunca me dejaba sin mi postre favorito.
Te llevó por delante un coche inoportuno cuando cruzabas la carretera con tu habitual prisa distraída.
Y hoy, te echo tanto de menos que, en mi memoria, yo soy la sombra desvaída que deberías ya ser tú.

10. En-tender

Lunes, día de colada. Le pregunté a mamá que por qué se decía «colada», y me explicó algo sobre ceniza y agua hirviendo, pero no la entendí del todo. También le pregunté si los martes no podían ser días de colada. Me dijo que no, que si quería poder utilizar las cuerdas de Maruja, nuestra vecina, para tender, tenía que lavar el lunes. Una especie de acuerdo entre las dos.

—Son más largas y más altas que las nuestras, y para las sábanas es mejor —precisó.

Era fácil de entender, no como lo de la ceniza para blanquear.

—Y por eso quieres mucho a Maruja y le diste un beso con lengua —cavilé en voz alta.

Entonces mamá escupió la pinza que apretaba entre sus labios, igual que cuando escupo las coles que son un asco.

—Deja de inventarte cosas —me gritó—, o te lavo la lengua con agua hirviendo y ceniza.

Luego se puso a llorar, y antes de que le preguntase que por qué lo hacía, me señaló dos o tres motitas negras en una de las sábanas.

—Ves, crees que está todo impecable y mira, mira… cagadas de mosca.

 

 

09. CUANDO ABRES LA VENTANA Y VES BRILLAR EL SOL (María José Viz)

¡Niña, no pongas tus manos sucias en la ropa tendida! Estas sábanas de lino de organza son delicadas, pero es hora de que sepas que también reflejan años de humillación. Tú eres muy pequeña, por eso desconoces que estos bordados tan hermosos encierran demasiado dolor. Tu abuela se dejó la vista en tan minuciosa tarea. La señora nunca estaba satisfecha con su trabajo. Madre falleció y a aquella vieja bruja también le llegó su hora, pero la esperanza de un renacer se frustró cuando su hija tomó las riendas de su despiadado mandato. Tú y yo, Anita, dormimos con un áspero cobertor sobre nuestros cuerpos, mientras que los señoritos disfrutan de la suavidad de estas sábanas que clarean al sol recio de la meseta.

Mírala cómo nos observa tras la ventana, ¡la muy harpía! ¿Sabes que te digo, hija? ¡Coge más barro y frótalo con todas tus fuerzas por la colada! He pensado que si seguimos aquí esta blancura nos volverá el alma muy negra… ¡Corre, Ana, no te detengas! Es momento de alcanzar nuestra ansiada libertad.

08. CAMBIA EL TIEMPO

Uno de los juegos preferidos de mi amigo Pablo era adivinar el tiempo que haría. Se le daba tan bien que hasta don José, el párroco, le consultaba antes de sacar en procesión a la Virgen de los Dolores el día de la patrona. Pero con lo que más disfrutaba era cuando toda la pandilla jugábamos al escondite en el tendedero de su casa y él aprovechaba para disfrazarse con la ropa recién seca de su hermana. Escondidos entre las sábanas que se clareaban al sol a todos nos sorprendía lo bien que le sentaba, sobre todo la minifalda roja.

En vacaciones íbamos casi todos los días, y nos divertíamos hasta que nos pillaba su madre, que, cara a cara, le suplicaba que dejase de hacer aquello, porque no le gustaba a su padre, ni a ella tampoco.

Un día, siendo adolescentes, abandonó el pueblo, y no volvimos a saber nada de él hasta hoy, cuando uno pronunció su nombre en la taberna mientras señalaba la televisión. Boquiabiertos pudimos comprobar que era cierto, que allí estaba, completamente vestida de rojo, pronosticando que hoy, en su tierra, la borrasca del atlántico descargará rayos y centellas.

07. Tendederos

Desde mi envidiable perspectiva, veo el contraluz que dejan los rayos del sol al acariciar los perfiles de nuestra casa. Mi hijo da de comer a las gallinas, al tiempo que mira cómo descuelga la ropa su madre. Un gesto con la mano, acariciándose la mejilla, le sugiere que se le escapa alguna lágrima; pero ella, al sentirse observada, lo transforma en un saludo a medias. En el horizonte aún permanece el rastro que dejaron los caballos de los blancos que vinieron a visitarme anoche. Por el otro lado del camino, después de dar un rodeo para que el pequeño Sam no se percate de su presencia, mi padre se acerca sigilosamente, apoya la escalera en el tronco de nuestro único árbol, sube con cuidado, me besa, y saca su navaja para cortar la soga en la que dejé mi último aliento.

06. IN MEMORIAM (Ángel Saiz Mora)

Infancia resumida en cuatro escenas. Otoños de camino al colegio, hojas secas crujientes bajo las suelas. Inviernos de vaho en la boca, que ni el calor humano de las clases hacinadas disipa. Primaveras de balón y patio, porterías hechas con jerséis amontonados. Veranos solitarios y madre que advierte, con un dedo índice cargado de severidad, de que no se le ocurra manchar las sábanas tendidas, mientras él, palo en mano e imaginación desbordante, ve en ellas las velas de un barco pirata.
Al niño que nunca salía, el de la casa lejos del pueblo, le llegaban cartas y postales de amigos y compañeros, portadoras de vaivenes de olas de playa, para él vedadas. Respondía enseguida con esmero y estilo, misivas largas, en las que se notaban las muchas lecturas con las que entretenía sus horas estivales, junto a una mujer viuda, agobiada de tanto lavar ropa ajena.
En una de las entrevistas de promoción cuenta que su nueva novela tiene tintes autobiográficos. Dice que el éxito se lo debe a una persona sin la que no sería como es ni habría llegado tan lejos. Ella ya no puede escucharlo. Él se emociona por los dos.

05. Confesiones sobre el diván

Nunca entenderé por qué nos sacaron aquella instantánea. Tener a mamá delante, señalándome con el dedo acusador, hizo que ese día en particular también me cagara en los pantalones (por si fuera poco). Cada vez que ocurría lo inevitable, ella sentenciaba: “la próxima, te cuelgo a ti, en lugar de colgar las sábanas”. Yo asentía, todo compungido, sin entender nada. El psicólogo le explicó mil veces que el retorno de mi problema de enuresis era provocado por el trauma tras la muerte del hámster. Y a mí me vino de perlas que este hombre lo achacase a eso.
Fue una época para olvidar. Me convertí en el hazmerreír del colegio gracias a mi hermanita. Pasó la foto a sus amigas por negarme a servirle de carabina.
Al final, solo había disfrutado la vida con Jane, la vecina. Mirábamos por las ventanas. En el dormitorio, su padre desnudaba y magreaba a la asistenta mientras la madre estaba trabajando. Jane y yo los imitábamos. Una noche que me escapé, nos pillaron espiándolos y poniendo en práctica lo que de ellos aprendimos. El padre de Jane me prohibió verla y amenazó con contárselo a mi madre. Me oriné del susto. Y ya, seguí…

04. Anatomía de un hematoma

Nos enseñaron que el amarillo y el morado eran colores complementarios, que el tiempo todo lo cura y  cicatriza, que entre anteayer y pasado mañana los tejidos se regeneran lo suficiente. Aprendimos que los golpes provocan moratones, que los cardenales son sangre derramada, que la sangre coagulada cambia de color y de estado. Que las plaquetas no son solo baldosas. Que es mejor lavar en agua fría. Descubrimos que abusar del maquillaje mejora las cosas, que las gafas oscuras y las mangas largas evitan preguntas. Y que otras veces es mejor quedarse en casa. Nos inculcaron que los trapos sucios se lavan de puertas para adentro y sólo se airea la ropa blanca e impoluta. Que se calla, no se dan explicaciones, no se llora. Que la familia está por encima de cualquier cosa, incluso de las hemorragias que matan. Que lo importante es parecer respetable y limpio.

Que el mundo es de los fuertes. Que hay que ser fuerte. Que el color violeta del alma también se volverá amarillo algún día.

Lo que no nos contaron fue que, incluso con el paso de los años y la mejor voluntad, el amarillo tiende a buscar de nuevo a su complementario.

03. EN EQUILIBRIO INESTABLE (Rafa Olivares)

En equilibrio inestable soporto con estoicismo y cabizbajo la reprimenda de mamá. Esta vez también tiene razón. El caso es que siempre me hago el propósito de seguir sus consejos, no ir tan alocado, pensar las cosas antes de hacerlas, ser más pausado; pero lo cierto es que pronto lo olvido y vuelvo a las andadas. Mamá, más enojada que nunca, me hace la pregunta directa señalando el objeto de su angustia. Y no sé qué contestarle. Repaso todo lo que hice esta tarde con Javito, los chapuzones en el arroyo, la búsqueda de nidos subidos a los árboles, los saltos de liana en liana, el regreso por el borde de la valla… Pero no, no consigo recordar dónde he podido perder la pierna que me falta.

 

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