Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

32. MICÓLOGO ENCANTADO

INFORME URGENCIAS

 

El paciente presenta síntomas de hipotermia, ansiedad y agotamiento. Durante la exploración explica lo siguiente:

«Buscando setas, me interné demasiado en el bosque, mi GPS falló y quedé sin cobertura. Deambulaba perdido cuando tropecé con un magnífico ejemplar de Amanita muscaria del que salió un malhumorado enano que, agitando un gorro rojo, despotricó: «Ten cuidado donde pisas». Asustado, salí corriendo. Lejos, paré para recobrar el aliento, sin darme cuenta de que lo hacía dentro de un círculo de Marasmius oreades. La afición venció a las circunstancias y decidí cortar algunas. Entonces, de la nada, apareció una bruja que intentó matarme a escobazos. Escapé de milagro. Cayó la noche, rendido a mi suerte, cansado y hambriento, encendí una hoguera para guarecerme, saqué de mi cesta unos Lactarius que había podido conseguir y los asé. El olor atrajo a un pacífico ser luminoso que me pidió compartir mi cena. A cambio, con su varita, trazó un haz de luz que me condujo hasta la carretera.»

Se realizan análisis de alcohol y estupefacientes, se añade prueba para Psilocibina, por posible ingestión de hongos alucinógenos. Todas las pruebas resultan negativas.

El paciente es derivado a consulta de Salud Mental.

Dr. Iker Isetta

31. EXPIACIÓN

-¡Una opereta bufa! ¡Un libreto satírico! Con gusto habría abofeteado al tocabandurrias ese ¿Mi condena convertida en un mal chiste? ¡Yo que reté a Dios y al diablo!

Así murmuraba Willem dirigiendo sus pasos por la senda del monte Do Sino donde habita el recuerdo de algo que nunca existió: La imagen de aquel antiguo palacio cuyas torres se recortaban en la luna de agosto como el aparejo de un barco varado. ¿Qué hay debajo de sus valientes sillares? ¿Qué fuerza se esconde tras esas desvencijadas ventanas? Seguramente la pasión del náufrago.

-¡Ay, todo lo del cuerpo es río, lo del alma es sueño y delirio!

Y mientras buscaba el paso a la playa soñó con la dama de los zapatos blancos. Observó cómo ella dibujaba en el aire, con la punta de los dedos, la respuesta a esa pregunta que nunca formuló. Existe algo sagrado que brota del espíritu de todas las mujeres y por eso se las consulta como si fueran un oráculo.

El deseo es salvación.

Con los pies batidos por las olas comprobó que su barco había partido ¿Estaba liberado de la penitencia?

Holandés y errante hoy descansa sus siglos abandonado en este santuario de arena.

30. MÁGICO

Durante el paseo diario por el parque central de mi ciudad me pasó algo que nadie va a creer. Mientras observaba unas hermosas flores que florecían de unos frondosos arbustos, un diminuto colibrí de colores increíbles empezó a volar a mí alrededor. Se paraba un poco en una flor y luego en otra manteniendo siempre el vuelo, luego venía hacía mí y parecía como querer decirme algo. Repitió lo mismo varias veces, hasta que por fin entendí lo que quería que yo hiciera. Cogí una flor, la más bonita de todas, sobre la que él no se había aún parado, y mientras se la daba me regaló un beso. Sí, un beso, y es tan cierto como que poco después aún con la flor en la mano se me apareció la mujer más bella que jamás había visto en mi vida. Tenía los mismos ojos y besaba como el pajarito, y cuando quise corresponderle comenzó a volar, despidiéndose de mí con la flor en la boca. Ya creo en los seres mágicos, y desde hoy vuelo como uno de ellos buscando la paz.

29. ENCUENTRO EN LA CUMBRE (Toribios)

Los tres Reyes Magos, Papá Noel, el Olentzero, el ratoncito Pérez, Santa Claus y San Nicolás se reunieron para hablar. Llevaban años pensando que la diversidad no les beneficiaba, pues resultaba antieconómico y creaba confusión en los niños. Habían elegido un chalet alpino, a medio camino entre el Polo Norte y los abrasadores arenales. Se pusieron cómodos y decidieron parlamentar mientras se tomaban una fondue con un Oppenheimer  bien frío. Papá Noel y sus homólogos propusieron fundirse en uno solo. Los tres Magos se avinieron a turnarse y venir cada año uno. El caso de Pérez, todos convinieron que era distinto  y debía seguir como hasta ahora. Tras mucho discutir, no acababan de decidir la naturaleza de la síntesis que los aunara, hasta que, entre el vino y la digestión, acabaron dormidos. Por la mañana les entraron las prisas por empezar con la campaña, así que hicieron las maletas y se prepararon para irse. Solo el ratoncito brillaba por su ausencia. Tras mucho buscar, se toparon con el enorme gato de la casa atusándose el pelo con gesto satisfecho. Se despidieron un tanto consternados, con la promesa de verse de allí a un año.

28. VEOVEO

—Otra vez, anda.

—La última. Y te duermes ya, Carolina.

—Te prometo, mamá, que será la última.

—Venga, peque…

—Veoveo.

—¿Qué ves?

—Una cosita.

—¿Y qué cosita es?

—Una que empieza por la letra… A.

—Déjame pensar…

—Seguro que esta vez pierdes, mamá.

—Es… ¿una almohada?

—Frío, frío.

—¿Y una alfombra?

—Noooo.

—Ya está. Un armario.

—No. Tampoco.

—Pues no sé.

—¿Te doy una pista?

—Si quieres…

—Es verde y rugoso.

—Hummm…

—Y muy alto, casi llega al techo.

—¡Un árbol!

—¡Mamá…! ¿Hay un árbol en mi cuarto?

—¡Ay, hija!, tienes tanta imaginación…

—Entonces, ¿te rindes definitivamente?

—Me rindo definitivamente.

—Es mi a… migo.

—Vaya con tu amigo. Qué feo es, ¿no?

—Bueeeeno…

—¿No te da miedo?

—Solo cuando lo conocí.

—¿Ah, sí? ¿Por qué?

—No me gustaron sus uñas tan largas.

—¿Las uñas?

—Ni sus dientes. Están muuuuy afilados.

—No te hará nada malo, ¿verdad?

—A mí no. Te lo va a hacer a ti.

—¿A mí?… Si ni siquiera sé quién es.

—Pero está enfadado porque me riñes mucho.

—¿Te cuenta lo que quiere hacerme?

—Sí, aunque me tapo los oídos. Eso sí que me asusta.

—¿Y dónde dices que lo ves?

—Ahí, justo detrás de ti.

 

 

27. El hombre invisible (Luisa R. Novelúa)

Adrián arrastra su sombra de ordenanza por las calles de la ciudad. Las manos que manipularon chisteras portan carpetas con documentos municipales. Es un trabajador eficaz. Responsable. Valorado. Triste. Aun así, el fogonazo de la ilusión ilumina su mirada cada vez que palpa la baraja de naipes que lleva en el bolsillo interior de la chaqueta, o cuando extrae una moneda de la oreja de algún desprevenido compañero. En esos momentos se olvida de quién es y vuelve a ser quién fue. La joven promesa internacional de la magia ante un público expectante. Es feliz. Hasta que regresan las palpitaciones, los temblores, los sudores. El fracaso. La humillación. La fobia a los escenarios. Sin embargo, mientras se pierde entre los peatones, le delata una ligera sonrisa. Nadie puede discutirle el éxito de su gran número final.

26. LA SIRENITA

El navío es apenas una mancha que altera la línea del horizonte. Poco a poco se van dibujando las velas desplegadas y después las siluetas de los marinos afanados en sus tareas. Se aproxima a la zona que comparten hombres y sirenas.

Por todo el Mediterráneo se sabe de esos cantos que nublan la razón y anulan la voluntad. Son parte de las leyendas, transmitidas por generaciones, que alertan contra su magia.

Con un chapoteo plateado, las sirenas se sumergen hacia el fondo. Todas menos ella. Quiere escuchar, aunque sea solo por una vez, las canciones que hablan de hogares lejanos, de tiempos perdidos o de mujeres amadas contagiando al aire su nostalgia.

Entre todas, sobresale una voz profunda como el mar que habita la caracola. Es Ulises, que canta.

Al oírle, se siente atrapada por una red que es deseo y comprende que no puede resistirse a su poder. Que le va a seguir en todas sus aventuras hasta que avisten los fuegos que señalan las costas de su tierra, hasta que destruya a sus enemigos, hasta que descanse en brazos de su esposa, hasta que ella quede varada sin remedio en la playa de Ítaca.

25. Conticinio

Es esa hora en que todo se cubre de un manto tan negro que tu luz se convierte en un punto, y parece una estrella vista a lo lejos. Hay un silencio vasto retumbando en tu oído. Un instante feroz: la nada reivindicándose. Cuando por fin el sueño te envuelve, una sombra maliciosa franquea la ventana que dejaste abierta, recorre como un torbellino la habitación y antes de irse, te toca. Una risa ya lejana te despierta. Abres los ojos, que son los del gato, y gritas, maldiciendo tu suerte. Desde el alféizar contemplas el que fuera tu cuerpo acurrucado en la cama. La  imagen desgarradora de un humano desnudo arañando las sábanas y emitiendo agudos maullidos.

24. EL DUENDE BURLÓN

La niña paseaba por el bosque, buscando setas, lagartijas o moras. Se paraba aquí y allá, mirando boquiabierta las maravillas que encontraba: abejas, pájaros que sembraban el campo de armoniosa música o algún cervatillo.
¡Era uno de los mejores planes para disfrutar de las calurosas tardes de agosto!
La pequeña comenzó a caminar sin rumbo, y sin darse cuenta, se le echó la noche encima.
En un recodo del camino se encontró con un caballo muy dócil, y se atrevió a montarlo. El corcel comenzó a trotar a todo galope, y la pequeña, asustada, se sujetó a sus crines para no caer.
Tras un tiempo, que a la niña le pareció eterno, su montura la devolvió al lugar de partida. La niña desmontó y se alejó corriendo mientras miraba, asombrada, la risa burlona del animal.
Al llegar a casa comentó lo sucedido con su madre, pero ella, sin sorprenderse la tranquilizó:
“- María, no te preocupes. Te has encontrado con el Diaño, el espíritu o duende burlón que gasta bromas, al anochecer, a los aldeanos de Galicia y Asturias, adoptando la forma de un caballo, vaca o carnero y, a veces, incluso de un bebé, para asustar a los despistados caminantes…”

22. NO ES CUENTO (Edita)

Rosa hace honor a su nombre: no hay moza más lozana y admirada en la aldea, aunque dañe cuando pincha con sus palabras desnudas.

Desde hace unas semanas, está irreconocible, pálida. La progresiva merma de peso y el deterioro físico son evidentes. Los vecinos especulan; los médicos no encuentran justificación razonable a tal decaimiento. Sus padres, preocupados, la atosigan con preguntas que ella no sabe responder. Solo el abuelo intuye lo que verdaderamente sucede. En una sobremesa, se arma de valor y lo cuenta. La familia le reprocha que venga con leyendas de viejo en momentos tan delicados. Disgustado, jura que él pondrá remedio.

Algo antes de medianoche, sale sigiloso de la casa, disfrazado para que la nieta no lo reconozca. En un cruce de caminos, la espera. No tarda en percibir tañidos de campanilla, rezos fúnebres y olor a cera quemada: la Santa Compaña se acerca. Al frente de esta comitiva de ánimas, Rosa hace de Estadea portando una gran cruz y un cubo de agua bendita, que él le arrebata con decisión.

La joven mejora. Por fortuna, no recuerda absolutamente nada de sus peregrinaciones nocturnas. El abuelo se va apagando poco a poco.

 

21. El crimen del padre Genaro (Patricia Mejías)

Extendió su sotana sobre ella para cubrir la cópula. Aunque su exterior era rasposo, por dentro le pareció suave y resbaladizo como si ella estuviera acolchada con musgo. Arrepentido de su pecado, fue a suplicar por templanza frente a la imagen de un Jesús de Nazaret. Pero no se detuvo hasta que, después de muchas penetraciones, la vio arrojar agua y algas gelatinosas en una nausea matutina. Había confiado en su silencio de piedra, pero el vientre en constante aumento lo delataba ante las miradas recelosas. De un empujón, hizo caer a la gárgola desde el tejado de la iglesia. Asombrados, los feligreses contemplaron, rotas por el atrio, las pequeñas figuras talladas con el rostro del padre Genaro.

20. Intertextual (Susana Revuelta)

—¡Qué deliciosa era la vida antes de que las campanadas de media noche convirtieran los cuatro corceles blancos en ratas, el carruaje de nácar en una enorme calabaza y mi vestido de fiesta en harapos! —suspiraba la muchacha mientras limpiaba con desgana las ventanas del balcón—. ¡Qué maravilla bailar con mis zapatitos de cristal en aquellos suelos de mármol! —se mortificaba, dejando vagar su mirada más allá de las últimas cumbres que rayaban el horizonte—. ¡Cuánta belleza por descubrir fuera de estas cuatro paredes! —cavilaba, soñadora. Tanto le aburría hacer de sirvienta para su madrastra y sus dos hijas, tan feas y estiradas, que aprovechó un momento en que no había nadie cerca para escapar de su página y asomarse al siguiente cuento. Allí vio a una princesa agonizando en la soledad de su alcoba tras pincharse con el huso de una rueca. Mareada al ver tanta sangre, se dio la vuelta y regresó meditabunda a sus quehaceres.

—Mejor me quedo aquí con estas —pensó mientras se reponía en la cocina con un trozo de tarta—, que tampoco se vive tan mal.

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