Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

04. ÚLTIMO RECURSO (Ángel Saiz Mora)

Los ánimos se habían tensado hasta el límite. Las posturas estaban cada vez más enconadas. Con el país dividido en dos grupos, el resentimiento crecía por instantes. Todo apuntaba a un choque de consecuencias imprevisibles.

En medio de aquel clima prebélico, un grupo de personas sensatas de uno y otro bando, reunidas en secreto, idearon un plan tan ambicioso como disparatado.

Convocar a los dos dirigentes en un mismo cuarto fue lo más sencillo. Solo tuvieron que hacerles creer, con engaños, que el otro iba a renunciar a su postura.

Contratar al profesional más cualificado, el único capaz de ejecutar un trabajo de tal precisión resultó, sin embargo, una tarea ardua. Fue muy complicado localizarle.

Desde una posición lejana, oculto para no ser visto, el tirador apuntó a un corazón, luego a otro. Era difícil saber si los disparos habían sido certeros.

Poco después alguien anunció una rueda de prensa conjunta. Los líderes irreconciliables, sin pudor ni mediar palabras, se besaron en la boca. La escena de ardor inesperado recorrió el planeta. Le siguió la firma de un acuerdo.

En medio de la sorpresa nadie vio marcharse a un niño desnudo con alas, un arco y flechas.

03. Solo o en compañía de otros (Jesús Garabato)

Gracias a Dios, no le sirvieron de nada sus gritos y forcejeos. Salí al relente, pues mi sagrada misión debía continuar. Bajo el cobertizo, sonsaqué al moinante que aguardaba en su penumbra la razón de mi siguiente destino. Señaló, con un gesto huidizo, el sendero que asomaba a su izquierda. Amparado por mi navaja y su filo todavía chorreante, me adentré decidido. Al rato, lo inmisericorde de mi suerte y un rosario de bastonazos traicioneros me arrojaron sobre la escabrosa y húmeda corredoira por la que avanzaba con dificultad. Entre la niebla que súbitamente me rodeó, pude entrever, animadas por un punzante tintineo de esquilas y el rumor entrecortado de un coro de jaculatorias, algunas luces temblorosas acercándose.
Tras despojarme de mi maltrecha loba ensangrentada, varias almas caritativas procedieron a incorporarme con delicadeza. Luego, el encapuchado que parecía comandarlas me ofreció, solemne, su cruz.
Ahora, encabezando la hueste, sigo recorriendo los caminos y, a la par, suplico que mi encomienda pueda, al fin, reanudarse. De este modo, hendiría de nuevo mi faca en la tersura del vientre pecaminoso de otra puta. Aunque sea en el de La Muerte, donde quiera que se oculte esa malnacida.

02. A dama do castro

Aquel jueves los gatos no maullaron pidiendo leche: así supo que algo sucedía. No se oía el trajín de Carmen ordeñando, la cántara estaba derramada y un bulto inmóvil obstaculizaba la entrada al establo.

José sobrevivió a la distorsión de esa y las siguientes jornadas, a todas las diligencias, ritos, deberes y emociones en silencio. Cuando por fin todos marcharon,  rastreó el último aliento de Carmen y maldijo su capricho de haberle dejado tirado, solo, en medio de la vida.

Desde entonces, tras el canto del gallo, un tazón de leche con sopas le esperaba en la cocina, los huevos del corral amanecían en la cesta y, mientras él trabajaba en la cuadra, el caldo hervía lentamente, la ropa se lavaba, el suelo se barría y el agua ascendía sola hasta el brocal del pozo.

José, acostumbrado a no ocuparse jamás de esas cosas, apenas se percataba de tales prodigios, como tampoco le parecía extraño vislumbrar retazos de tela blanca desapareciendo por los rincones.

Lo que sí le maravillaba era que ni el veterinario  ni el maestro supieran darle razón de por qué las andoriñas volaban en círculos sobre su cabeza, vigilándole, cuando abandonaba la casa o salía al prado.

 

(RELATO FUERA DE CONCURSO)

*Dama do castro: personaje de la mitología gallega que habita en los castros o torres derrumbadas de los castillos. También llamada Doncela encantada, viste una túnica blanca de larga cola, puede aparecer en forma de algún animal y gusta de ayudar a la gente que la busca o que se encuentra en apuros o afligida por alguna desgracia.

*Andoriña: anduriña, golondrina.

 

 

01. EN EL FONDO YA ES PRIMAVERA, de JAMS

A grandes zancadas sobre las olas avanza sin apenas sumergirse. Presume de vigor y destreza cuando se desliza contra la corriente, ascendiendo y descendiendo por el oleaje, creando ribetes de espuma con las aletas de sus pies. Toma impulso de nuevo, se eleva por un instante sobre la superficie rizada y, con un escorzo digno de acróbata, se zambulle dibujando un perfecto remolino.

Las sirenas, desde las rocas, sonríen indiferentes a la exhibición, con la mirada atenta al horizonte. Es la tercera visita de la tarde. El entusiasmo pubescente de los jóvenes atlantes anuncia que, como cada septiembre, comienzan a florecer las posidonias.

108 . Demasiado detallista

Piero, un joven artista, llega a Florencia cargado de sueños. Sus padres sirven en una finca desde donde se provee la despensa de un acaudalado comerciante que quiere hacerse un nombre con el mecenazgo. El patrón le preparó el camino. El muchacho, ebrio de ganas de comerse el mundo, lleva consigo sus toscos pinceles y un pequeño lienzo como carta de presentación. La fuerza que transmite el mar enardecido en su pintura convence al mecenas que le brinda una oportunidad. Deberá recrear una escena con algún personaje mitológico y, si le agrada, conseguirá su favor. Instalado en la residencia del señor, en el ala del servicio, se entrega a la labor con ansias. Cuando la termina, le muestra el resultado: un paisaje bucólico donde se halla recostada Venus casi desnuda. El opulento florentino se acerca a la obra con expresión complaciente, que muda en sorpresa al reconocer en el rostro de la diosa a la sirvienta más bella de su palacio y alcanza el color grana al recorrer su cuerpo con la mirada. Finalmente echa a Piero a la calle al reparar en el detalle del lunar en la cadera.

107. El pianista

Directora de la orquesta de mi cuerpo, mordisqueas tu pulgar con mirada traviesa para dar inicio a nuestra sinfonía. Sobre el piano de tus costillas danza la música de la pasión, y el sonido ahogado de tu garganta en el silencio que da pie a las notas más intensas.

Las noches de concierto te colocas frente a mí y, de vez en cuando, muerdes tu dedo mientras sonríes. Solo los más expertos notan el imperceptible cambio en el ritmo.

106. El éxito

Ella estuvo en el origen de su mundo, inspirando cada pincelada de luz. Minúsculos instantes de naranja al amanecer, que se transformaban en rojo al calor de las confidencias. Él se desposeía de cada partícula de sí mismo, y le entregaba fantasía en sus cuadros. Aquellos sueños, proyectados en sus obras, eran el vínculo indeleble de su amor. Podía leerle en los trazos de su fragilidad y en los tonos difuminados de sus miedos.
Pero los brillantes colores de su talento rompieron los vidrios de las ventanas, y volaron más allá de su pequeño universo. Otros ojos se prendaron de sus creaciones y quisieron devorar las emociones dormidas en su paleta. La fortuna fue una tentación para su ego, y cada halago robó una caricia. La multitud lo elevó tan alto que apenas podía escuchar su voz.
Cuando el peso de la soledad despertó la nostalgia, fue a buscarla para enseñarle su última pintura: la tristeza gris de su alma en un autorretrato. Demasiado tarde. Donde todos contemplaban la intimidad del autor, ella solo veía la imagen de la vanidad. Él se había vuelto invisible.

105. Reencuentros en la galería (Juana Mª Igarreta)

Hoy, Elisa cumple ochenta años. Como cada día, sus nudosos dedos abren la cajita nacarada. En ella guarda con celo unas desvaídas fotografías en blanco y negro. Observándolas, se pregunta una vez más cómo pudo perder su instantánea preferida. En ella, Elisa de niña, todavía conservaba su espléndida melena. Luego, en el gueto, era un lujo tener el pelo largo, pues escaseaba el jabón y el agua caliente. Los recuerdos de su Budapest natal pueblan su mente y convulsionan su corazón. Nunca ha vuelto a la ciudad del Danubio, que abandonó bajo las alas del “Ángel de Budapest”.
Jacob estudia Bellas Artes. Ha heredado el espíritu creativo de su abuela Elisa. Hoy, junto a su primera acuarela enmarcada, entregará a su abuela un sobre conteniendo dos billetes de avión. Volarán juntos a la tierra de los magiares. Elisa intentará azulear los días grises de su infancia.

En una antigua galería de arte del Barrio Judío, Elisa se reconoce en un sombrío óleo. Se emociona al encontrarse con aquella niña de largos cabellos cobrizos y mirada despierta.
Un anciano, tocado con la kipá, avanza hacia ellos al tiempo que sus trémulos dedos hurgan en su cartera.

104. La canción más hermosa del mundo

Quiso ser Quijote, descendiente de los Buendía o jugar a la rayuela. Desde que era pequeña soñaba con inspirar a grandes escritores, apoyarse suavemente en la pluma que se desliza sobre el papel o saltar jugetona sobre las teclas de sólidas olivettis. Pero el destino puede ser cruel, incluso con las musas. No consiguió atención ninguna. Los ancianos consagrados ya tenían compañía. Los más jóvenes buscaban inspiración en otros cuerpos y lares.

Salió a la calle. Los enamorados ya no escribían cartas así que intentó, sin éxito, colarse entre los emoticonos del whatsapp. Guiñó el ojo a un camarero que escribía con tiza el menú del día. Dicen que causó revuelo en el mercado y que huyó de la clase de literatura del colegio del barrio.

Llegó la noche y se dejó cautivar por las luces de neón, la música estridente y, especialmente, por el tintineo de los hielos de un whisky on the rocks. Ahogó sus penas y, con su aliento, inspiró la canción más hermosa del mundo. Ella se fue sin saberlo. Él, siguió buscándola por las esquinas.

103. FUNDIDOS (Yolanda Nava)

Coloca con delicadeza una lágrima de cristal debajo del ojo derecho y se aleja para apreciar el resultado. Siente una sensación de vacío, de irreparable pérdida, casi de orfandad, que le invade cuando finaliza una obra y  ha de separarse de ella.

El resultado nunca es perfecto. Aunque esta vez ha estado cerca. La imagen parece tan viva…, las lágrimas que resbalan por el marmóreo rostro tienen un aspecto tan real, que al rozar la más cristalina con sus dedos esta se vuelve líquida entre ellos.

Se apoya sobre la escultura de la hermosa dama y siente como la carne de ella, contundente y cálida, late bajo sus manos. Se abraza a ella hasta olvidarse de su cuerpo que es ya, una rígida mole de piedra.

 

102. Mal de ojo. (montesinadas)

Yo no estoy loco, solo tengo mala suerte, y aunque así fuera, ¿quién no lleva alguna locura dentro? También puedo definirme como osado, aventurero y valiente, rasgos que, por otro lado, son totalmente deseables en un artista porque, aquel que no rompe en el arte, muere esperando su oportunidad.

A mí se me presentó aquella noche en que acepté el encargo de Mr. Robson. Tenía hasta la salida del sol para hacerle un retrato a su mujer. Pagaba una buena cantidad de dinero que gastaría en materiales, en mujeres y en brandi.

Me instaló en la habitación, la iluminó con velas y comencé a pintar aquel rostro ya afilado, macilento y con un ojo cerrado, según el marido desde que nació. Decidí darle al retrato un toque personal y la pinté con los dos ojos abiertos para que pudieran imaginar, cómo hubiera podido ser todo, con otra mirada. Entré con ella en el ataúd y lo cerré, quería conocer la verdadera intensidad del negro. Parece que la bebida se tornó en fatiga. Cuando el asistente de la funeraria echó la llave, desperté. La mujer abrió un ojo reseco y oscuro, quizás por primera vez. Desde entonces no levanto cabeza.

101. El hombre gris y el difícil arte de la vida

Las personas que no pintan nada también tienen que enfrentarse al difícil arte de la vida. Es el caso del hombre gris, cuya presencia se difumina entre la multitud como la de un figurante cualquiera. El hombre gris nunca ve la vida de color rosa, sino en blanco y negro, como en esos televisores cuadrados que, no hace tanto, ocupaban los salones de las casas. Respeta la cola del supermercado, paga sus impuestos y nunca cruza una mirada con la mujer del vecino. Sin embargo, sabe moverse entre bambalinas y, cuando está solo, consume porno en internet y es capaz de insultar al árbitro en voz alta mientras contempla en la tele cómo pierde su equipo. Por la noche, después de cenar, baja la basura y saca a pasear al perro. Antes de volver, comprueba que nadie aparezca en la escena y enciende un cigarrillo. Tras fumárselo tira la colilla al suelo y la pisa con la punta del zapato. Una sonrisa ilumina su rostro y sus dientes blancos resplandecen en la oscuridad. Por un instante, se siente protagonista. Luego sube a casa, se mete en la cama, apaga la luz y deja que todo funda a negro.

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