Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

48. Planes de futuro

Coinciden en su preferencia por el ventanal. A los dos les gusta que sitúen sus sillas de ruedas allí. Uno narra las singladuras de su juventud, entre mares y burdeles de medio mundo, expulsado de la Armada o como contramaestre en un paquebote de oscuros cargamentos. El otro, el ciego, porfía como as de la aviación. Los monólogos simultáneos siempre acaban en bronca, trufada de reproches mutuos por no prestar atención a las gestas ajenas.

En realidad el presunto nostramo nunca atisbó el mar más que en la televisión. Era viajante de comercio con una ruta esclava por el interior y toda su geografía marítima la aprendió en las cajas del género, llegadas de países cada vez más asiáticos. El piloto si voló. Tan solo una vez cuando el accidente. Fue el único superviviente y la larguísima recuperación en el hospital de veteranos le proporcionó el repertorio que su memoria vacilante enreda sin cesar.

La enfermera que los vigila descubrió sus mentiras al revisar las fichas médicas de la residencia. Le gusta escucharlos sin que se den cuenta. A veces entorna los párpados por el cansancio y se pone a pensar en qué querrá ser ella cuando sea mayor.

47.La playa y el ojo (Asunción Buendía)

Menuda playa, medio metro de algas en la orilla, rocas en su fondo y bañistas con una media de edad que roza los 80.

Resignada decido bañarme. Cuando el agua me llega a la cintura me cruzo con dos abuelillos que no dejan de mirar hacia abajo. No cabe duda, se les ha caído algo. Uno de ellos, me pide ayuda:

– Joven por favor, a mi amigo se le ha caído un ojo, ¿serias tan amable?

Señala la arena del fondo. Pienso que es un chiste y comienzo a reírme, aunque disimuladamente echo un vistazo. Me quedo petrificada: mirándome fijamente con su azul vidrioso ¡Hay un ojo!

Sin tiempo que perder, cual sirena me zambullo y con la máxima delicadeza lo atrapo entre mis dedos.

Se lo entrego al dueño, naturalmente ciego. Todavía coqueto, se había bañado con sus ojos de cristal. Muy agradecido, me hizo prometer que no le diría nada a su mujer, pues le tenía muy amenazado con lo que le haría si un día perdía algún ojo.

Hago el gesto de cerrar una cremallera sobre mi boca.

Ya desde lejos observo a esos dos traviesos octogenarios, mientras  pienso que ha sido un gran acierto hacer este viaje.

 

46. ORIGEN (Mercedes Marín del Valle)

Emprendieron un camino de amor por separado para llegar al mismo lugar. Se encontraron y, en milésimas de segundo se fusionaron. Primero fueron dos y después convertidos en una sola célula asistieron a la extraordinaria paradoja de dividirse para poder multiplicarse.
Durante días rodó hasta encontrar el lugar idóneo para madurar, un microclima a medida donde alimentarse, especializarse y desarrollarse.
Como un astronauta ávido de aventuras y suspendida de su cordón de vida exploró el universo contenido en su pequeña bolsa ensayando posturas, hipos y sonrisas. Después de cuarenta y una semanas, estaba preparada para aterrizar. Su viaje, el más difícil, el menos recordado estaba por concluir. Reajustó su ritmo y con la destreza y el empecinamiento de una raíz, atravesó a oscuras el estrecho conducto que separaba el agua de la sed, y la seguridad del abismo.
Llegó sin equipaje de mano y sin mochila a la espalda. Llegó desnuda y con la piel por estrenar, rosada y cálida como un melocotón maduro.
Los brazos amantes de sus padres la arrullaron. No había nada que temer. Nayra, aún libre y genuina, abrió sus grandes ojos rasgados y bostezó estirando su pequeño cuerpo de recién nacida. El viaje había concluido.

45. VACACIONES DE VIDA

Solo quería pasar dos días, solo dos, unas pequeñas vacaciones para olvidar un pasado oscuro, después de esos dos días conmigo misma, sin gente, sin cosas, con mente en posición tábula rasa, encefalograma plano, valoraría lo que dejé en el otro punto del planeta.
Así fue, solo dos días, y tras el cansancio, empecé a disfrutar de otra visión, otra vida, no es cierto solo lo que se nos pone por delante, y vi montañas, arena seca, desierto, cabras, gente sencilla, demasiado para mi gusto, pero que me enseñaron que la ambición y el poder no es ni bueno ni necesario, y me quedé, mis vacaciones ya eran mi vida, mi presente, mi hoy, y me salvé…..

44. SIEMPRE VIAJARÁS CONTIGO MISM@ (Modes Lobato Marcos)

Me fui mientras dormías.

Caminé hasta las entrañas del planeta, mordí cada costilla del pasado, abracé los puntos cardinales de la noche.

Y vi búfalos en llamas asolando Central Park, rocas milenarias en los mares de la Luna y bosques arrasados en la esquina de Tunguska.

Sí, me fui tan lejos que ni el tiempo pudo encontrarme.

Pero, veinte años después, aún tiemblo cuando pierde tu equipo.

 

43. LA MALETA

Hay viajes que te llevan a conocer y disfrutar de otras ciudades, otros te transportan a la paz. La primera vez que te maltratan con insultos, crees que no volverá a pasar y sigues día tras día con esa relación. Vuelve a suceder y perdonas, vas perdonando. Pero son tantos… que no te los mereces. ¿Por qué a mí? Él una persona educada, de clase social media.

Te has hecho mayor, cuarenta años de tu vida, intentando hacer ese viaje, coges fuerzas y vas a unos grandes almacenes a comprar «la maleta», la más grande. Son tantas tus pertenencias, demasiadas las cosas que hay que meter dentro. Tu miedo por un futuro incierto, porque tú no eres persona, eres una mierda y sigues viviendo con un maltratador.

Hoy han sido demasiadas las palabras salidas de tono. Basta de complejos (tan poco vales que no podrás salir adelante) Vuelves a los almacenes, la has visto, es pequeña. Tendrás que hacer poco esfuerzo al levantar, es ligero el equipaje, son tan pocos los recuerdos buenos. Un viaje, donde vuelvas a quererte, a ser persona. Viajar a ese lugar donde perderás «el miedo» a los miedos.

41 – Di: ajá

Saluda con naturalidad, como si no hubiera transcurrido todo un año desde el último encuentro. Sacúdete las horas de viaje en coche con una sonrisa. Mírala con timidez, o quizás con deseo, esperando a que deje de hablar con sus amigas y te preste la misma atención que el verano pasado.

Estás nervioso y tus dientes apenas pueden permanecer escondidos. Ella no te mira. Su melena ha desaparecido y sientes sus labios más gruesos, más tentadores y azulados. Sin embargo, sus ojos se han degradado.

Salúdala: qué hay.

Aquí, contesta.

Ellas ríen. Cúbrete con el flequillo los granos de la frente. Ella no los va a recordar. Esconde tu regalo, sabes que no es el momento. Guarda los pétalos latiendo en la palma de tu mano izquierda hasta que vuelva a sonreírte con la melena.

Siéntate junto a ella. Reprime las ganas de decirle que en este tiempo no has estado con nadie. Acúnalas en la misma palma de la mano que la ofrenda que trajiste. Ellas hablan del poliamor, del gluten y la lactosa, del coitocentrismo.

Siéntete perdido. Ahoga lentamente los pétalos de la amapola. Quizás para el próximo viaje, piensas, mientras la brisa iza tu flequillo.

Di: ajá.

40 – Y llegó el final…

Una sirena resquebraja la noche portuaria. Mientras,  los viajeros se acomodan.

El barco, cual torre de babel tendida sobre las aguas,  parte rumbo a oriente; tres mil personas agitan los pañuelos despidiéndose de su vida cotidiana.

Acunados por el vaivén del mar;  nobles y villanos,  prohombres y gusanos, compartirán  temporalmente su destino, mientras agitan  las caderas en clase de salsa.

El sol les uniforma con un elegante tono dorado que lucirán, cual medalla, a su vuelta.

Cada día, en cada  puerto, el barco vomita su preciosa carga volviendo a engullirlos al caer la tarde.

El periplo concluye en mismo lugar en que comenzó  y entre prisas y sonrisas se produce la diáspora.

Cuando la sirena vuelva a aullar anunciando otra la  partida de  otra remesa humana, nuestros amigos, ataviados con corbatas, buzos, delantales o uniformes,  regresaran a su vida, ansiosos por contar a propios y extraños sus experiencias.

Por una semana todos olvidaron que “cada uno es cada cual”

39 – Con la mochila al hombro

Hay que viajar ligeros, sin la carga de la pesada muda, con poco dinero, con la sonrisa como única vestimenta; ese ligero y suave movimiento de boca que suele abrir corazones. Caminado o en bicicleta, el medio de transporte no importa. Sin prisa, arribarás al primer poblado, buscando el mercado y los aromas del café recién hecho. Te recibirán los primeros sazones de la sal y la pimienta con los trozos de carne, en ese breve instante, cuando pruebas el primer bocado comulgaras con la tierra en un festín de sabores tan entrañables como el amor. El torrencial ruido de los comensales y vendedores te parecerá una opereta que inundara tu alma y estómago. Sigues tu camino, y sentirás de repente el sublime deseo de bañarte, sacudirte el polvo y remojar el cansancio en el Atlántico. Terminarás el día y conocerás el alojamiento más fantástico del mundo, puede ser el mullido césped o la suave arena, incluso la banca de algún parque, protegido por un techo estrellado, la cual se ensanchara al ritmo de tu respiración. Solo entonces tu chaqueta deshilachada, tus zapatos viejos se adormilaran junto a ti para caer en el dulce y pesado sueño de los vagabundos.

38 – Rumbo al crepúsculo (Pablo Núñez)

Dio más de cien veces la vuelta al mundo en busca de una guerra donde sucumbir a la pérdida de los sentidos. Un mal de amores anclado en su pecho le había desbaratado el corazón, llevándose por delante su cordura en el mismo tormento. Sin embargo, le acompañaba un halo de desencanto que impregnaba las batallas en las que tomaba parte y los contendientes, derrotados por el aroma, suspendían las hostilidades sin condiciones mientras enterraban las armas. Hastiado de no encontrar un camino sin futuro, quiso cambiar su suerte cruzando el océano en una nave que transportaba ataúdes de caoba. Antes de esconderse en uno de ellos, escribió en la tapa un epitafio indescifrable al mezclar el desorden de las lenguas que llevaba aprendidas. Nadie penetró en las entrañas de la bodega donde el quejido de las velas, desgarradas por el tiempo, rompía la monotonía de un silencio sepulcral. Cuando dejó de respirar, supo que la muerte se había saltado los trámites agonizantes del sufrimiento. Convencido de que su destino le tenía reservado el vivir en un presente eterno, salió a cubierta, se agarró al timón y, desde entonces, navega en aquel barco sin alma y tan errabundo como él.

37. OH LÀ LÀ

Pronto estaremos paseando juntos por una de esas avenidas iluminadas. Te gustará tanto como a mí, ya lo verás. En la puerta de la agencia de viajes, hay colgado un cartel de París de noche. Deja su maleta en el suelo. Su amigo, que se ha sentado cerca, observa fijamente cómo acerca un dedo y repasa el contorno de la Torre Eiffel, al tiempo que va susurrando: “Oh là là, oh là là”. Te va a volver loco el “pain au chocolat”, dice sin mirar a esos ojos que esperan. Suspira. Luego, se agacha, recoge todas sus pertenencias y echa a andar en busca de un cajero. Napoleón se levanta, menea el rabo y lo sigue pegadito a su abrigo.

36. De vacaciones en la sala cuatro

A Remedios le gusta el mes de julio cuando Charo se va a su pueblo para ayudar a la hierba.

—¿Podrás con las dos salas, con la tuya y la de Charo? —le pregunta cada año el encargado al ver la hoja de turnos para las vacaciones—. Siempre pasa igual con esa mujer, que si quiero julio para ayudar a la familia, ¡y nosotros aquí con más visitas que nunca, a jodernos!

El hombre protesta por protestar. Sabe que nunca hubo problemas estando Remedios para sustituir a su compañera.

Son la seis de la tarde. El museo acaba de cerrar sus puertas. Ya no queda nadie. La mujer apaga las luces de su sala, la tres, la de los coleópteros, y pasa a la de Charo. Limpia las vitrinas de huellas de dedos, luego las abre y se sienta en una esquina de la sala para contemplar el revoloteo de las mariposas hasta que, cansadas, decidan volver a sus alfileres y se espeten sin una sola queja.

—Mañana, otra vez —les dice entonces Remedios, —que yo también tengo que volver.

Sin una sola queja.

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