Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

8. ALERTA (EDUARDO MARTÍN ZURITA)

Mientras los seres sin labilidad duermen la siesta, él deposita, atento, la cabeza sobre la almohada. Las sístoles salteadas golpean en su conducto auditivo, adentrándose por entre las exóstosis, que sabe que son como un corcho puesto en una botella. Y los acúfenos un clamor parecido a un oleaje loco percutiendo contra la roca. La angustia le hace predisponerse al infarto, nunca masivo como un solo de batería, para poder continuar con sus exploraciones. La ataraxia le embroma. La ataxia le gobierna. Nota que le taladrará el trigémino y dolerá, dolerá muchísimo; más que un ojo atravesado por un alfiler. En el rabillo de los suyos ve destellos, y en la mirada advierte una gran gama de fuegos de artificio que evolucionan caprichosos en un cielo muy oscuro. La víbora de la esclerosis le muerde. Se necrosa. Hasta la última de sus celulillas va cuarteándose como la tierra africana, en el tiempo de sequedad virulenta, recorrida por el sombrío cangrejo. Sube galopante su tensión lo mismo que una columna de humo ardiendo; se asfixia, cadáver ya, sobre las tres y media, de un entrevisto derrame cerebral fruto del viaje al interior de su quebradizo organigrama biológico. Rendido, se duerme. Parece.

7. Post-it

No me esperes, no vuelvo. No me llevo nada, ¿Para qué? Sólo necesito mis recuerdos. Equipaje suficiente para ahuyentar dudas, miedos y debilidades.

Pongo el contador a cero, comienza el viaje, mi viaje…

Suerte, la vas a necesitar más que yo.

6. MUERTE DE UN VIAJANTE – EPI

Paseando por las calles estrechas y empedradas de Guadalupe, delante nuestro y a pocos metros, cayó una cría de gorrión.
Aleteaba espasmódicamente, dando saltitos para echarse a volar, nos quedamos petrificados viendo lo imposible que parecía y sin saber cómo actuar.
Cayeron del tejado una pareja de gorriones y mientras uno se mantenía expectante a unos metros, la hembra se acercaba y piando y poniéndose a su lado se echaba a saltar y elevarse unos centímetros, la cría seguía sus movimientos pero resultaban infructuosos.
Se agotaba, pero la madre volvía una y otra vez, piando desesperada. Decidimos continuar por si nuestra presencia les afectaba y antes de doblar la esquina eché una última mirada.
Un perro, unos ladridos, un revoloteo, corrí horrorizado pues imaginé el final, el gorrión exangüe entre las fauces.
La pareja, juntos, mirando la muerte de la cría en silencio desde un balconcillo próximo.
Igual que un perro lebrel de Santander ha hecho con un gorrión Popular.

5. Gentrificación

El viajero, vestido con traje de color vainilla, espera paciente en el control de inmigración del aeropuerto mientras al otro lado de la ventanilla un policía examina su pasaporte. El agente niega con la cabeza desconcertado, el pasaporte es de Orsia, un país que no existe. Sospecha que es falso, pero el vacío legal sobre países inexistentes no le permite detenerle ni acusarle de nada. Cuestionado acerca del propósito de su viaje, el turista explica que viene de un lugar donde los aeropuertos son mucho más fríos y que busca un lugar más confortable en el que gastar su dinero. La declaración no despeja ninguna de las dudas iniciales, de modo que, para evitar problemas, se decide expulsarlo del país. Con este propósito, una pareja de funcionarios de los cuerpos de seguridad es designada para que le escolten hasta su lugar de origen en el mismo vuelo en que ha llegado. Concluida su misión, los funcionarios regresan en avión al día siguiente y al ser identificados en el aeropuerto muestran pasaportes de Orsia. Son trasladados a una sala atravesando una multitud vestida de color vainilla que ya comienza a saturar el control de inmigración de forma preocupante.

4. El rastro del tiempo (Jesús Garabato)

Arrastra la maleta que durante demasiados años fue su leal compañera de desvelos y fatigas. Comienza a subir la cuesta mientras va saludando, cabizbajo, a quienes no se molestan ni en corresponderle con un simple gesto. Fatigado, pronto se deja caer en un banco, invisible para el negro que, en el opuesto, a voces trata de vender sus baratijas. Tras abrir la maleta, saca, acariciándolo, uno de los mugrientos tomos de la trasnochada enciclopedia que otrora insufló algo de vida a su existencia, perdida en tantas noches solitarias sufridas en hostales deprimentes. ¿Quién lo iba a querer así, siempre trabajando y fuera de casa? Al pensar de nuevo en María, las torpes lágrimas que desdibujan su rostro no impiden que alcance a ver cómo el tiempo, lo único que recibió de aquellos muchachos que lo despidieron, se desvanece mansamente en su muñeca.
Aliviado, Ángel se va dejando atrás sus recuerdos, su soledad, su sufrimiento… Y, aunque tarde, también una mirada.

3. CANÍCULA (MARÍA JOSÉ VIZ)

Agosto. Roma. 42 grados.

Primer día. Acostumbrada como estaba al aire fresco del Norte, al pisar tierra romana noté unos sofocos que creí -absurdamente- producto de un estado premenopáusico. Sin embargo, mis pies clavándose en el asfalto me hicieron abrir los ojos a la realidad.

Segundo día. Mi vientre comenzó a inflarse, cual globo aerostástico. Me preocupó tan extraña situación, hasta que alguien me dio el diagnóstico del problema: retención de líquidos.

Tercer día. Helado de tres sabores que se desintegra al contacto con el sol. Camiseta blanca impregnada. Mal sabor de boca.

Ese mismo día. Me paso al granizado de limón, para refrescarme. Larga succión a la pajita. Cerebro congelado. Me siento morir.

Cuarto día. Descubro las magníficas iglesias romanas, en las que se está muy fresquito.

Quinto día y último. A pesar de la canícula, he podido contemplar la bella Italia: su arte, sus plazas, sus fuentes grandiosas, los múltiples vestigios de un pasado glorioso. Con orgullo puedo afirmar: YO ESTUVE ALLÍ.

2. EN MIS ÚLTIMAS HORAS (Ángel Saiz Mora)

He vivido tiempos fríos, dominados por la tecnología, en los que no era usual que unas personas se ocupasen de otras; menos todavía que un anciano solitario y achacoso, olvidado por todos, recibiera la visita de un joven con ganas de conocerle.

Los dos nos emocionamos. Mis huesos caducos crujieron con su abrazo.

A pesar de la diferencia de edad había entre nosotros un inequívoco aire familiar. Sin serlo, hubiera pasado por mi hijo.

Nunca encontré a nadie que me escuchase con tanto interés y respeto, a pesar de que mi voz se apagaba un poco tras cada minuto. Di por bien empleada la fortuna que supuso para mí costear su traslado, convencido de que no podría tener una compañía más atenta, ni mayor consuelo. Estaba en lo cierto. Él no dejó de confortarme ni un instante, raro privilegio en una época deshumanizada.

Cargado de una experiencia inolvidable, el joven fue transportado a su época cuando todo terminó. Desde entonces supo aprovechar cada momento de una vida que sabía efímera, antes de convertirse en un anciano solitario y achacoso, olvidado por todos, que contrataría a una empresa especializada en viajes en el tiempo para no morir solo.

131. SUPÉRSTITE

Arriba. No te ha sido concedido el descanso del guerrero. Ni tan solo el descanso del cansado. El nuevo día se extiende ante ti como una nueva autopista al infierno (Oh, it’s only Rock’n’Roll, but I like it), o, más bien, como la autopsia de una vida que agoniza en un infierno eterno. Y mientras la cafetera anuncia su pequeña tregua humeante, moldeas, con una fuerza de voluntad irreductible, una señal. A veces, dibujas un murciélago, pero cuando ves sus alas negras acercándose, te escondes en una esquina y deseas no haber deseado. En otras ocasiones, es tu sentido arácnido el que te previene: Apártate de esa villana. No te conviene.

Abajo. Tus párpados se mueven inquietos en el convulso océano de las ondas rem. El tridente de Orm brilla en la noche oscura.

Más abajo todavía. Tu alma zozobra en un fondo sin fondo.

Arriba. Una luz en forma de sonrisa destella, supersónica, en la oscuridad y las sombras retroceden. Unos ojos de fuego y miel barren la miseria que te condena. ¡Oh, Salvación, tienes nombre de mujer!

Más arriba. Para ir al cielo no se necesita una escalera larga. Sólo que te arropen con una buena capa.

130. TRABAJOS DOBLES

No se arrepiente de haberlo acogido como hijo. Es bueno, servicial, encantador y trabajador infatigable .Pero empieza a estar harta de las consecuencias.
Que era especial lo supo desde el principio, y ahora que lo ve salir hacia su trabajo tan arreglado tan tímido,con sus gafas de miope , con su maletín y su pelo tan repeinado siente ternura de madre, pero cuando ve su ropa por lavar y planchar, sabiendo que ha de dejarla brillante e impoluta, piensa que debería volver a comprar telas y confeccionar un nuevo terno:las mallas azules, la capa roja.
Hoy, desde luego Supermán no podrá salvar al mundo de los «pillos”,

129. Mi padre

Cuando no es la pata de una mesa que cojea le ocupa un cuadro que ladea. A veces, coge la bolsa de la basura y la lleva al contenedor. Otras, me lo encuentro llenando de agua el bebedero del perro. Lo mismo le echa una mano al mayor con un pinchazo en la bicicleta que se acerca a la parada del bus para recoger al pequeño.

La tarde invita a disfrutar del porche. Entre rosas y clavellinas se toma una cervecita con Eustaquio, un amigo que vive dos casas más abajo. Al acercarme para llevarles un platillo con aceitunas le oigo decir:
«La verdad es que no tengo mucho tiempo para pensar en ella… mañana por la mañana he quedado con mi yerno, le ayudaré a podar las azaleas y por la tarde con mi nieta, repasaremos la tabla del siete».
Su amigo, nonagenario como él, acababa de preguntarle si no le tenía miedo a la muerte.

128. «Por Amor»

−¡Mi héroe! -dice la abuela como otras tantas veces mirando de esa manera, única, al abuelo −mi héroe…

−¡Anda abuelo, cuéntanos cómo lo hiciste, anda!

−¡Bah, tonterías!-refunfuña él.

−Mira que es tontorrón, yo os lo cuento niños míos.

Fue hace mucho tiempo, el abuelo viajó a través de las aperturas temporales y adivinó el mayor potencial futuro. De vuelta modificó ligeramente el presente, consiguió una carta de despido y esperó tranquilo que sucediera.

De manera inesperada, para seguir yo en mi trabajo, tenía que hacer unos exámenes. Así que el abuelo se ocupó de todo mientras yo me pasaba el tiempo libre sentada estudiando. ¡Menos mal, pensaba yo, que él está en casa!

−Pero ¿cómo lo hiciste abuelo? ¿Cómo vas al futuro?

−Ni como H. G. ni como McFly, como Supermán -era lo único que nos decía.

−¿Quéeeee???

−Ja ja ja -se partía de risa la abuela.

 

Según vamos a la cocina a merendar me asalta una duda:

−¿Oye abuela, y tu dónde estás cuando el abuelo se va al futuro?

Me guiña sonriendo y me susurra al oído:

−Todo el rato detrás de él, sin que me vea. Ssshhh, es un secreto.

Y entra en la cocina riendo sola.

127. HÉROES

Superlópez se levanta ojeroso, pero con el ímpetu que le caracteriza. No cejar en el empeño es su máxima preferida. Con el carrito por delante, vestido con la capa deslucida por el uso, emprende al vuelo el viaje hacia el mercado. De paso, llevará a los niños a la escuela mientras su mujer, mánager en una multinacional, gana el dinero para la familia. Pero no sería Superlópez si, de camino a sus quehaceres, no solucionara algún que otro caso. Hoy se enfrenta, por ejemplo, con unos cacos que intentan robar la billetera a un anciano. Superlópez se enzarza con los desalmados que acaban dándole una paliza. Maltrecho, con la S de la camiseta ladeada, siente de nuevo la llamada del deber, cuando ve un grupo de malvados preparados para hacer fechorías. Se dirige allí dispuesto a dar su merecido al grupo de sinvergüenzas. Sale del trance con un ojo a la virulé. Pierde fuerza, pero no el coraje. En el ocaso de la jornada hace balance, sabe que es un ejemplo para sus hijos y que como Supergonzález, Superpérez, Supermartínez, Superfernández, Superramírez, etc. vela por la seguridad y la paz en su ciudad, sin pedir nada a cambio.

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