Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

54. Dudas existenciales (Rubén José Huertas Rojo)

Dos meteoritos, una decena de villanos y una treintena de gatos, subidos en árboles, que no querían volver con sus protectores dueños. Héroe le llamaban algunos, otros «metomentodo», los menos «supergalactic»; en dichosa hora me puse ridículo nombre pero me sonaba bien qué le íbamos hacer, locuras de novato.
Era un héroe, ese era mi sino; salvar a la humanidad. Pero, ¿quién ayuda a un héroe cuando se pilla la mano con la dichosa puerta?.

53. Fantasmas y murciélagos

Sus curvas dinamitaron las páginas del cómic. Llegó hasta mí con un catsuit de cuero tan ajustado y sensual, que mi libertad saltó por los aires. Los labios se me quedaron entreabiertos y ya no pude pensar ni articular palabra. Me miró desde lejos, avanzó lentamente contoneando sus hombros, levantando exageradamente las rodillas y apuntándome con el ariete de sus pechos. Alguna parte íntima de mi cuerpo quiso imitar el ritmo sinfónico que marcaba la batuta de su cola insinuante. Se detuvo. Ella se detuvo. Puso una mano sobre mi hombro y, sin dejar de mirarme, me preguntó por mi batmóvil. Apenas pude señalar el viejo Simca 1000 que estaba a mi espalda. Sus labios de carmín me ofrecieron una sonrisa felina y caímos sobre el asiento trasero. Se quitó el antifaz, el gorro de látex y agitó de un lado a otro su cabeza, pero no encontré la melena salvaje y negra que yo esperaba, sino una reluciente, cegadora y decepcionante calva. Antes de que pudiera poner cualquier objeción, cayeron sobre mí sus cincuenta y ocho kilos de escayola.

Resultó una experiencia agridulce en un escenario ciertamente complicado, pero no hay hazaña imposible para un superhéroe de mi talla.

52. LA COMETA de Nuria Rubio González (Fuera de concurso)

A ella(s)

Minutos antes de que vengan a por mí, pienso en ti. Corres por la orilla de una playa imaginaria. Sujetas los hilos de una cometa confeccionada con infinitos pañuelos de supervivientes del gran naufragio. Tu corazón late con fuerza muy cerca del seno ausente. Tu incipiente cabello desafía al viento. Ya es la hora. Te detienes. Observas cómo olas de batas blancas me conducen mar adentro. En silencio, escucho tu callada voz. Mi temor se desvanece. 100, 99, 98, 97, 96, 95… Respiro hondo. La brisa marina invade la atmósfera del quirófano. La boca me sabe a sal. Con pulso firme, practico una precisa incisión en la marcada zona de tu torso descubierto. Mi antigua cicatriz vibra. Un par de horas después, arribamos a tierra, victoriosas tras la primera batalla librada en aguas turbulentas. Me desprendo de la vestimenta quirúrgica. Restos de salitre brillan en mi escote, olvidado ya de pasadas ausencias. Frente al espejo, contemplo la melena que acaricia mis hombros y esbozo la sonrisa que un día dibujarán tus labios. Aún duermes sobre la cálida arena. Antes de que despiertes, te sueño reanudando la carrera con nuestro futuro prendido a la cometa.

 

51. Encuentros y picores

Sudo con la cabeza metida debajo del nórdico (quiero decir, del edredón). Fuera está el peligro. Los primeros mosquitos atacan y son de una generación de inmunes a los vapores de mi Súper Bloom Eléctrico. Saco la cabeza de la trinchera. Zumbido cero. Mando a paseo al nórdico cuando, de no se sabe dónde, vuelve el enemigo directo hacia mí. Por la intensidad del ruido de sus motores, deduzco que se está acercando a la parte esa tierna de debajo de mi oreja derecha. Luego, lo imagino aterrizando y sacando su artillería afilada para clavármela y chupar. Entonces… ¡plaf! Del tortazo que me doy me quedo unos segundos atontada, luego enciendo la luz y… ¡sí, le he dado!

Desvelada, aprovecho para ir al baño, y al volver me encuentro a un Superman desaliñado y mareado sentado en la cama, mientras que otro mosquito da pasadas de reconocimiento por la habitación. Me cabreo más que me sorprendo.

—Superwoman y yo mismo estábamos probando nuestros nuevos disfraces de mosquitos y… —farfulla el hombre.

—Lo siento, haber avisado —le digo—. Y mirando hacia su compañera añado—: ahora iré a por ella, ten cuidado, tío, no hay nada más peligroso que una mosquita muerta.

50. QUIERO REENCARNARME EN UN SÚPER ENTC (versión acortada)

Nunca me han gustado las historias de súper-héroes, no creo en ellos. Pero no me importaría tener cerca a esos súper hombres o mujeres que deshacen entuertos.
Necesito conseguir sus cualidades para estar entre los elegidos.
No me vendrían mal los rayos x o la visión remota para comprobar los atributos que exigen los jurados al determinar que texto es digno de pasar a la final.
O una súper-fuerza que doblegara los ánimos de algunos locos de las palabras.
También me convendría dominar la luz para crear textos tan luminosos y resplandecientes que, por primera vez desde 2012, dejarán sin palabras a esos jueces tan implacables.
Asimismo me sentaría de maravilla poseer sus dones para salvarme del fracaso reiterado, que indefectiblemente, me espera cada temporada.
Pero no me siento sola en ese empeño ingrato. Sé que los premiados son contados, y que me acompañan infinidad de junta-palabras esforzados que jamás desisten y se empeñan, sin suerte pero con tesón, por estar entre los grandes y en dar con la clave secreta del éxito.
Tal vez debería crear un nuevo súper-poder para reencarnarme en algún súper-héroe de las letras, al que admiro, y que siempre se llevaba el gato al agua.

49. Tránsito (Susana Revuelta)

8:45. Tras varios días fuera de órbita, condenado al silencio y a una oscuridad glacial, percibió Emilio una luz, deliciosa y pálida, que comenzaba a entibiarle el alma. Por fin se encendía el horizonte. Aquella calidez fue acariciándole, confortándole y haciéndole flotar, y antes de abandonarse al dulce sopor, olió la fragancia de las rosas que regaba Marga, su mujer, el domingo que salió a montar en bici. Sintió que sus ojos se humedecían, notó un último latido en su pecho y se dejó llevar, plácidamente, por aquella luz blanca.

16:12. Un sanitario desenchufa la máquina, le saca de la boca el tubo que le conecta al respirador y le tapa cuidadosamente la cabeza con la sábana. No lo dice, pero le sigue intimidando mirar a la muerte a la cara.

16:37. A pie de pista, un equipo monitorizado aguarda impaciente en una ambulancia. El helicóptero toma tierra y un hombre desciende apresurado sujetando una nevera portátil. El operativo se pone en marcha. Pese al tráfico y la lluvia, en pocos minutos el corazón de Emilio cambiará de cuerpo y volverá a latir de nuevo.

Y una chispa de luz diminuta parpadeará por vez primera en el firmamento.

 

48. ESTO NO ES NI METRÓPOLIS NI GOTHAM CITY (REVE LLYN)

Salgo de la oficina tarde, como siempre. El pesado de Ibáñez ha expuesto su mierda de plan de seguridad y la reunión se ha alargado haciendo que otro día más me salte el gimnasio. Atravieso la plaza con prisa hacia la entrada del metro. Está abarrotada. Es el primer día de rebajas y no he podido comprar nada. Es difícil avanzar entre tanta gente, a este paso me cerrarán hasta la frutería del paki (y algún día de estos debería cenar sano).

Trato de correr más pero el tacón se me atasca en una alcantarilla. Tiro un poco para sacarlo pero no hay manera. ¡Maldito ayuntamiento! ¡Maldito zapato! Claro que con lo que me costaron o sale entero o aquí me quedo.

Me agacho disimuladamente para intentarlo con la mano. Nadie acude a salvarme, en esta ciudad no hay superhéroes. A mi alrededor todos pasan con prisa hacia las rebajas, hacia el gimnasio, hacia la entrada del metro, hacia el comercio de algún paki a por algo para cenar.  Nadie repara en mí. Pienso en esos animales atrapados en un cepo en la soledad del bosque y rompo a llorar. Envidio los límites concretos de sus trampas.

47. MI PAPÁ ES POLICÍA

—Y el mío es médico, de los que curan.

Los dos niños, lejos de presumir del heroísmo de sus padres, contaban lo aburridos que parecían, siempre ocupados con papeles y poniendo caras largas.

—Pues si es médico de los que curan, a lo mejor tiene que echarle una mano al mío, que está en el hospital. Y a cambio, el mío protegerá al tuyo. Tiene pistola.

Parecía un acuerdo justo, sin duda. Lo que no sabían era que el papá de Tino ya se ocupaba del de su amigo, y precisamente esa mañana iba a hablar con su paciente en la planta de oncología.

—Creo que estamos en una situación sin retorno.

—¿Me está hablando de…?

No hizo falta más respuesta. El ensayo había fallado y el cuerpo no daba para más.

—No es necesario sufrir. Bastará una palabra…

Ambos se estrecharon la mano, se miraron a los ojos y, con heroica serenidad, se dijeron adiós.

El médico había preparado a conciencia la despedida; el paciente lo tenía todo listo para cuando, tras la muerte de su papá, el niño tuviera que enfrentarse solo a la vida.

46. Solicitud denegada (Raúl del Valle)

Un precioso busto de Superlópez, tallado en piedra, presidía desde un alto estante el despacho en el que me citaron para comunicarme el resultado de las pruebas de acceso.

Sin levantarse de la silla, el técnico de selección me indicó que me sentara frente a él y rebuscó entre una enorme pila de papeles hasta dar con el informe referente a mi persona.

Me explicó, señalando el montón de informes según dijo pendientes de entrega, que recibían muchísimas solicitudes, por lo que debían ser muy estrictos a la hora de aceptar nuevos alumnos, y que en mi caso los resultados de las pruebas eran claros: quedaba demostrada mi capacidad para mover objetos con la mente pero, dada la lentitud con la que lo hacía (1 milímetro al minuto), aquello no pasaba de ser una peculiaridad que, además, estaba bastante extendida.

La telequinesis del caracol, la llamamos en el sector, es muy útil si se te queda lejos el mando a distancia pero no da como para iniciar una carrera de superhéroe, concluyó con una sonrisa de suficiencia.

Afortunadamente, al tipo le gustaba escucharse a sí mismo y el busto de Superlópez estaba lo suficientemente cerca del borde del estante.

45. Parar el tiempo

Nadie recuerda la última vez que sonaron las campanillas del reloj de pared. Alto, esbelto, señorial, con su madera barnizada y sus filigranas en oro preside el salón de la casona desde tiempos inmemoriales. Junto a él se hicieron algunas de las primeras fotos que se conservan en la familia. Los bisabuelos. Serios, de negro, el día de la boda. Y, después, la prole de nueve hijos que fueron creciendo. Todos menos el Jose. La abuela, ya de luto, se sentaba en la mecedora y rezaba el rosario al ritmo de los cuartos que iba marcando el reloj, el único que no ha cambiado. Solo tiene una muesca en un lateral que le hizo el Nano con una peonza pero, si no lo sabes, no se nota.

Mis hermanos ya han echado cuentas de lo que nos darían por la casa y se han repartido algunos enseres. Papá ha empezado a perder la memoria y mamá no podrá cuidarlo aquí mucho más tiempo. Esa es su excusa. No saben que yo tengo poderes. He parado el reloj. Papá solo olvidará que quieren llevarle a una residencia y mamá seguirá preparando café con pastas a las cinco de la tarde.

44. JAMS (Fuera de concurso)

No lleva ningún traje ajustado de colores vivos con una J en el pecho ni una larga capa; pero trepa montañas por cualquiera que le tienda la mano y vuela con su imaginación para regalar alicientes a los caminantes errantes. Su guarida se encuentra entre el sendero del agua y el molino de Bonaco y allí, con su máscara de humildad siempre puesta, todos sus superpoderes salen a la luz. Ingeniero de precisión literaria y amigo de puntos suspensivos, ha construido una tierra en la que los duelos se baten brindando con copas y a golpe de relatos. Bajo su protección, cientos de escritores han descubierto un paraíso azul que atraviesan, cuando nadie los ve, para liberar las palabras que llevan dentro. Si las musas son benévolas y acarician sus ingenios, tejen historias inolvidables que agrandan el mundo creado por él.
Y ahora tengo que partir hacia la cruda realidad, donde nadie es perfecto; mas, cuando el insomnio te acompañe, no te preocupes que aquí me encontrarás. Aún sabes muy poco del mayor superhéroe de todos los tiempos; el único capaz de repartir felicidad a cambio de nada. Si quieres conocerlo mejor, vuelve hoy mismo y esta noche te cuento.

42. Futuro sin presente Calamanda Nevado

Algunos corearon la  noticia de una despampanante  superheroína semi desnuda surgida  en  Pequeña Isla Turquesa. Era la solución que necesitaban y querían conocerla. El médico y el farmacéutico desfilaron  los primeros.  Le acercaron  un vaso   de agua y vitaminas  que bebió de un trago.  -Ya no parece tan triste  ni  cansada- dijeron a sus paisanos.

Dos días antes llegó a Correos un extraño vestido sin remitente.  Les resultó llamativo el envío y el modelo,  ahora creían entender  por qué. Cargadas de hilo y agujas las mujeres llevaron  la prenda hasta  ella, decididas a   enfundárselo.

Aunque de  curiosas desproporciones, parecía hecho para una jirafa-cigüeña con patas y alas abiertas, y ser tan estrecho  de cintura que la hacía  sentirse al borde del infarto;  Fatna se enamoró de él nada más mirarse en el espejo de aquellas aguas.   Dos cámaras X en  los senos, una pantalla ultra moderna en el vientre, y  un tejido super satinado de colores flúor y pastel, le proporcionaban un aspecto imponente. Y allí,  escuchando aplausos y cientos de preguntas sobre la nave espacial en la que había llegado, decidió no  contar que era de plástico, y ella superheroína  con    sueños de paz entre   dos    mundos en conflicto.

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