Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

58. REAGRUPACIÓN FAMILIAR (GINETTE GILART)

La mujer salió de la comisaría escoltada por dos gendarmes, en una mano su maleta de madera atada con un cordel, de la otra un niño de unos ocho años. La acompañaban de vuelta a España.
Tiempos duros para cruzar la frontera.
¿Volverá a ver a su marido?

57. La confesión

La marea se apartó de la costa. Una botella yace inmóvil entre las algas. Los nativos se acercan borrachos de curiosidad. El capataz se adueñó del artefacto transparente y con gesto valiente ha sacado un papel que contiene un mensaje. Presurosos , lo llevan ante los sabios de la aldea, pero nadie tiene idea del idioma en que fue escrito.

Uno por uno lo examinan con gestos de incertidumbre, ni políticos de egos en la cumbre, ni el cura del medioevo, que solo se persigna, consigue aliviar los rumores que caminan entre las esquinas.

Alguien me señala, apuntando con su dedo. De sus miradas soy centro, como si debo saber algo, pues cuando les hablo, me delata el acento.

Atentos y expectantes ponen mi mis manos aquel papel viejo, como si yo fuera un mesías. Pasaron noches que no duermo, pues se hizo piedra mi almohada. Ante el Tribunal del pueblo, he traído el mensaje. Nada que yo inventara.

Les confieso con mi acento, que soy emigrante…que tampoco sé nada.

 

 

56. Hijo de la filantropía

Paco buscaba sólo sexo. Mariela explorar la maternidad; y así acabó preñada. Pero algo hizo fracasar la mezcla, y el embrión se plantó. En realidad, aquel fortuito aborto no añadió ni quitó nada. La secuencia volvería poco después: nuevo encargo, nueva espera y nuevo plantón. Esta vez algo más avanzado. En plena vorágine de reproches, una madrugada de mucho alcohol y poca visibilidad, Paco rodó escalones abajo. Falleció por golpes escalonados diversos.

 

El crío juega fascinado con puzles, robots y mecanos. Pero Mariela recapitula. Repasa los hechos consumados. Qué la hizo volcarse tanto con aquel niño sirio, mendigando con su padre calle arriba. No tiene claro que fueran los miles de emigrantes huyendo de mil batallas. O sí. La cuestión es que ahora, elevada a los altares por albergarlos en casa, parece habérsele disparado la filantropía: ha sufragado la vuelta del padre a Siria, a traerse la familia completa. Ahora bien, cuanto más se estruja Mariela, más convencida está: no serán capaces de atravesar tantas alambradas, controles y policías. Imposible. De hecho, tiene todo listo para adoptar al niño. Si ella no alcanzó a parir y estos no logran volver, será hijo de la filantropía. Pero ella será su madre.

55. ALBATROS

Supuso que tendría pico, aunque por la lejanía no lo pudiera confirmar. Las alas parecían tan extendidas como pausadas, zigzagueando al son del viento. Se intuían zonas negras sobre el plumaje blanco generalizado…

Marco miraba ese cielo único, intentando engañar al tedio que le suponía la travesía…

Parecía estar tan alto como las nubes de algodón en las que soñaba jugar…

Y otro golpe de mar, y otra embestida a la deriva, y Marco, y el miedo, y la madera carcomida…

¡¡¡Qué fácil sería poder volar!!!

Un rayo de sol, antes de comenzar a llorar, un tímido respiro que llevó su mirada de nuevo a ese cielo único para comprobar…

Y un dolor enorme, aprisionando su pecho, cuando escrutó el firmamento, cuando no encontró el ave de alas extendidas…

¡¡¡No está!!!

Y uno de los mayores señaló al cielo, y la mirada de Marco siguió la estela imaginaria de su rastro, y el pájaro de pico dudoso estaba allí…

Un gran alivio al recuperar la visión del pájaro que les guiaba hacia una nueva vida…

53. In memoriam (Susana Revuelta)

Instantes después de que una ola te arrebatara de los brazos de tu padre, comenzaron a desfilar ante tus ojos las imágenes que hasta ese día habían marcado tu existencia: el triciclo rojo que te regalaron los tíos por tu tercer cumpleaños; los bigotes y barbas de espuma que tu hermano Galib y tú os poníais en la bañera, jugando a ser piratas; cuando te hacías invisible por las mañanas escondido entre las sábanas y mamá tardaba en encontrarte y luego te buscaba las cosquillas por debajo del pijama; los castillos de arena del verano anterior en la playa…

Y la última de todas: la mirada de pánico, angustia e impotencia de tu padre, su grito ahogado por la mar que te tragaba, te arrastraba, te hundía y te alejaba. Una mar gélida y revuelta, oscura y traicionera; una mar que al amanecer, ya en calma, te depositaría, azulado e inerte, en una orilla tranquila de arenas blancas, caracolas, cormoranes y algas.

Una orilla sin castillos de arena.

 

52. En este lado de la frontera

—¡Aquí nací y aquí moriré, no voy a dejar que nos invadan! Crecí en esta hermosa, no me ha faltado trabajo ni pan y he podido vivir tranquilo. Pero eso ya es pasado, desde que se abrió la brecha y cada día llegan decenas de indocumentados, me tengo que encerrar en casa y prohibir a mis hijas que salgan solas. Por eso me he decidido luchar para que mi nación vuelva a ser lo que era

—No nos puede engañar, desde pequeño lo ha tenido todo, no ha trabajado en la vida, ha vivido de la herencia y de los negocios su padre y del dinero de su mujer. Odia a todo aquél que suponga un riesgo para su sistema de vida.

Mientras los dos políticos discutían, a Magli se le volcó el cubo. Ambos la increparon con dureza y siguieron con sus discursos mientras ella recogía el agua.

—Levantaremos un muro de hormigón y solo permitiremos que crucen personas con formación, capaces de aportar a algo esta gran nación.

—Pondremos todos los recursos disponibles, con leyes que permitan que solo lleguen personas con formación, capaces de aportar algo a esta gran nación.

51. ELEVARSE (Yolanda Nava)

Recuerdo un globo rojo elevándose hacia un cielo plomizo. Recuerdo unas manos ancianas moviéndose en nuestra dirección, en aleteo indeseado. Sentí un nudo que me encogía las entrañas, pero no lloré. Se lo prometí a papá cuando me habló por última vez, y por primera de hombre a hombre. Mamá si lo hizo mientras consolaba a Amín que gimoteaba reclamando su globo.

A partir de ahí los días y las noches fueron solo escalones que conducían a nuestra meta. El mar nos zarandeaba, rugía como si nuestro bote arañase su piel. Cuando avistamos la costa, la tormenta intensificó su furia y jugó con nosotros.

Desde la camilla veo el cuerpo de Amín, incompleto sin el abrazo de mamá, tendido en la arena. Alguien lo cubre con una manta. Un globo rojo medio deshinchado aterriza a su lado. Anochece.

50. A TROMPICONES (Petra Acero)

¿Te conté que de pequeño quise ser emigrante?

—Mamá, ¿dónde están las golondrinas?
—Se han marchado a un lugar mejor.
—¿Se han muerto, como la abuela?
—¡No, cariño!… Han emigrado en busca de sol y comida.
—¿Están de vacaciones?
—Algo parecido.

Algo parecido a unas vacaciones. Eso era para mí emigrar. Por entonces, también creía en los Reyes Magos.

Velando su maleta, aquellos nidos vacíos ensombrecen mi ánimo. Las paredes se pierden en claroscuros. Los muebles, cabizbajos, siluetean futuros mustios. No duermo, parpadeo a trompicones… ¿Recuerdas, querida? ¡A trompicones! Como el vespino que nos unió a ti y a mí en el instituto. Como el tocadiscos y el seiscientos de tu padre. Como nuestras primeras caricias descompasadas. A trompicones, como aquellos ecos entrecortados de hace veintiséis años: respira-empuja, respira-empuja, respira, ¡respiraaa!

Velo su maleta y reniego de mi suerte. ¡Ojalá no amanezca! Pero el salón me reta en púrpuras, magentas y naranjas: suena el despertador… ¡Maldita crisis!

Mis lágrimas recuerdan: “¿Dónde están las golondrinas?”. Él se acerca. Nos abrazamos. Carraspeo y, a trompicones, me despido:
—Serán como unas vacaciones —susurro envejecido—… Bye, good-bye.
—¡Volveré, papá! —me sonríe de medio lado, como hacías tú—. I love you dad.

49. Política sin entrañas

Abdel era uno de los cinco millones de refugiados sirios que intentó abandonar su amado país para huir de los ataques del ejército de Bachar El Asad o de los yihadistas.
Sólo pretendía que su familia se alejara de la guerra para refugiarse en Alemania y que sus hijos crecieran en un ambiente tranquilo, donde la paz se diera por sobreentendida.
Como no quería optar entre las facciones armadas o dar gracias cada día por no ser blanco de las bombas, se unió al éxodo masivo de sirios, que como él, huían hacia Europa, en una migración sólo comparable a la ocurrida tras la Segunda Guerra Mundial.
Aunque sabía que el Mediterráneo se había tragado a miles de personas, emprendió la ruta de los Balcanes, en una durísima carrera contra los traficantes de personas y las penalidades.
Con su familia atravesó Grecia, Macedonia y Serbia, antes de entrar en Hungría para alcanzar después Alemania. Pero no contaba con que Hungría construyera un muro en la frontera con Serbia.
Y aunque la imagen acusadora de Aylan, un pequeño ahogado en una playa, dio la vuelta al mundo, la «Europa de los derechos» siguió sin avergonzarse y le cerró sus puertas.

48. Clamor africano (Javier Ximens)

 

            África no puede repartir más pobreza y exige a Europa que aumente los medios para frenar a los emigrantes millonarios que buscan una vida peor.

            Aunque la policía española realiza redadas en las lujosas urbanizaciones de Marbella, no puede evitar que permanezcan a la espera de poder cruzar en sus yates. Con dudosa legalidad, se han instalado en la frontera alambradas disuasorias con billetes afilados. En Marruecos los detienen, si consiguen identificarlos, fletan cayucos para devolverles, si no, los dejan en libertad.

            Una vez libres, tratan de llegar a los países más pobres de África en los cuales existe una corriente de opinión en contra liderada por los partidos políticos que han luchado para depauperar el país. Un logro que ha costado muchos años para que ahora lleguen los europeos a disputarles la miseria. A favor están los movimientos humanitarios, aducen que ocupan los puestos de responsabilidad que nadie quiere y que lo deseable es invertir en Europa con sistemas de explotación similares a los africanos que les permita ser pobres por sí solos. Mientras tanto, va a ser muy difícil frenar a estas personas que lo tienen todo, menos el hambre.

 

 

47. OTRO ARTISTA DEL HAMBRE (Eduardo Iáñez)

No hubiera sido nada en mi país. Nada ni nadie. España me ha hecho lo que soy. A los españoles les debo mi arte, ese don especial que mis padres me animaron a cultivar. Después de tímidos ensayos en Costa de Marfil, mi baño de masas fue en territorio español. Aquí presenté ante una multitud atónita mi primer número. Me sacaron muchas fotos, muchas. Ocupé portadas de periódicos y noticiarios. Me hice famoso nada más poner el pie en el país y junto a mis padres me convertí en un chico con estrella. Mi habilidad no solo dejó asombrado al mundo, sino que pude hacer de ella una profesión. Y desde que salí de esa primera maleta en Ceuta, todos recuerdan mi nombre y mi arte: Abou el Contorsionista.

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