Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

53. Algo perfecto

El aroma del café, un destello de sol en la ventana, la complicidad de tu mirada, el balbuceo de un bebé, las tardes de cine, el rumor de las olas en verano, la ternura que mueven las caricias, los juegos de los niños en el parque, una flor deshojada en su vaso de cristal, el gesto amable de un desconocido, las horas de lectura, el sabor del chocolate, la alegría de un encuentro inesperado, los bailes tontos en medio del salón, tu risa, la compañía de la radio en las mañanas… Las arrugas de tu rostro, el calor de tu mano en la mía, la paz que inunda despacito mi alma, el suspiro con que se la lleva el alba… Y esa lágrima que, al cerrar mis ojos, escapa de los tuyos, serena y resignada.

52. Espacio, tiempo, movimiento y culpa

Va cambiando a cada instante la brisa que empuja mi barca, como lo hace también el lecho de agua sobre el que se desliza. Nadie surca dos veces un mismo mar ni vuelve a mirar un mismo cielo. Ni siquiera yo me reconozco en el que soy tras cada golpe de sangre en mis sienes. Confío, si acaso, en ese remanso de la razón que me ha llevado a poner remedio a mi tormento. Hace rato que perdí de vista la orilla y empecé a tomar conciencia de mi soledad. Yacen a mis pies las palabras que he tallado para este momento, de adiós algunas de ellas, de perdón en su mayor parte. Es una cuestión de equilibrio y armonía. Las meteré en los bolsillos y dentro de la ropa, de modo que puedan ir saliendo solas durante mi descenso. Según aquella antigua paradoja, uno nunca llegaría a alcanzar el fondo; bastaría con ir dividiendo en dos cada trayecto a recorrer: siempre quedaría una mitad pendiente. Las he hecho en madera, las palabras, para que al quedar libres vayan ascendiendo, a su vez, en las frías aguas del océano; primero un tramo, luego otro…, por los siglos de los siglos.

51. IMPRONTA (Jesús Alcañiz García)

—¿Quieres salir conmigo? —me atreví a preguntarle a Celia en la primera ocasión en que nos quedamos solos. Celia, un par de años mayor, era hermana de mi amigo Marcos. Yo estaba enamorado de ella desde los once, hacía dos veranos.

Celia contestó que yo le gustaba, pero que, para vernos, siempre iba a depender de mis padres, y no era plan. Si viviera en el pueblo, ni se lo pensaba. Lo malo es que tenía toda la razón del mundo.

—¿Has besado alguna vez a una chica? —me preguntó de pronto.

—No, nunca —respondí con un escalofrío, adivinando sus intenciones.

—Para que te acuerdes siempre de mí —contestó, tomándome de las manos—, y me besó. ¡Mi primer beso, y con Celia! Era más de lo que podía esperar después de su rechazo. Al rato llegó mi amigo y nos fuimos con las bicis al corral, en las afueras, a dar de comer a los animales. Yo todavía flotaba como en una nube cuando llegué a casa, horas después.

Aún hoy, siempre que me beso por vez primera con una chica regresa a mis labios la emoción de aquel beso delicioso, torpe y de principiante, de Celia.

50. CARPE DIEM (Blanca Oteiza)

El sol nos recibe un nuevo día abrazándonos con sus cálidos rayos. El azul invade la vista desde la ventana del alojamiento y no tardamos en desperezarnos. Las aguas cristalinas invitan a bañarnos. Jugando con las olas los pensamientos están muy lejos de la ciudad, de la rutina y la mañana se nos pasa entre risas. Comemos en el puerto, envueltas en ese olor a pescado fresco a la parrilla. Una copa de vino y un brindis por estos momentos irrepetibles. Las tardes suelen ser un arcoíris deambulando por callejuelas llenas de artesanía e historia. El día se despide encontrándonos junto al faro, donde los atardeceres se tiñen de naranja.

La arena fina nos acaricia los pies, el agua los agasaja con frescura y así pasamos las horas que se nos hacen minutos. Queda tan lejana la ciudad, la rutina, la estancia en el hospital. Ambas sabemos que estos días son efímeros, tanto como las nubes en el cielo, pero no hay que pensar en la lluvia. Las lágrimas ya llegarán.

49. Poesía por Jose María Escudero Ramos

A lo largo de mi experiencia de voluntariado en la Unidad de Cuidados Paliativos, vivo intensos momentos, algunos son tan bellos que dan un sentido pleno a mi existencia.

Una tarde, una compañera y yo comenzamos la jornada entrando a una habitación en la que había un hombre de unos 60 años. Le encantaba la música, no paraba de darnos lecciones sobre los grupos que a él le gustaban. A su lado, un joven sentado, mirando constantemente al móvil, no prestaba mucha atención a nuestra conversación.

Para atraer su atención le pregunté por sus gustos musicales. Me respondió que el rap. Eso me facilitó poder dirigir la conversación a un tema que podría ser de interés para todos.

¿Sabes que el rap es un tipo de poesía? ¿Escribes poesía?

No _ me respondió sorprendido _ eso se lo dejo a personas como usted.

Acto seguido comenté que entre todos podíamos hacer una. Y pregunté:

¿Cuál es vuestro lugar favorito del mundo?

Mi compañera, el joven acompañante y yo respondimos consecutivamente:

En la playa.

En Galicia.

Bajo una catarata.

El hombre al que fuimos a visitar respondió:

Sin duda alguna, donde estoy ahora.

Quedamos en silencio. Se hizo poesía.

.

Jose María Escudero Ramos

www.escuderoramos.com

48. Irrepetible paripé (Juana María Igarreta)

Una bella catedral ha renacido de sus cenizas. Numerosos dirigentes de todo el mundo han sido invitados a su reapertura. Hay indignación por algunas de las ausencias, pero nadie se cuestiona ninguna de las presencias.

En el interior del templo, rebosante de almas y de algún que otro desalmado, se suceden los discursos de las autoridades competentes, duchos en llenar el tiempo con palabras vacías. Pero cuando el arzobispo de la ciudad habla de paz entre los pueblos, la cámara enfoca al mandamás de los altos mandatarios, que con sus manos enlazadas en actitud beatífica escucha impertérrito el sermón. Él, que ha prometido expulsar de su país a todos los delincuentes sin papeles, se siente sin embargo muy cómodo en su papel de delincuente. Aun teniendo varias causas pendientes con la justicia, sus incondicionales lo han vuelto a sentar en el sillón presidencial.

Una bella catedral ha renacido de sus cenizas. No muy lejos de allí, con el beneplácito de algunos de los que hoy contemplan embelesados el resurgir de Notre Dame, las guerras siembran cada día la tierra de cadáveres. ¿Quién los hará renacer?

47 LLORO (Rosa)

Ese día me encontraba muy lejos de casa. Miro la tele, mientras desayuno, antes de ir a trabajar. Me atraganto con el café. Oigo como algo horrible está pasando en mi ciudad, lloro. Cuando veo, muerte, caos, trenes hechos pedazos, algo en mí se destruye por dentro, lloro. Un poco más tarde mi hermana al teléfono, también llorando me asusto, me da mala espina. Me descompongo, en las listas de las víctimas el nombre de nuestro mejor amigo, lloramos. Cuando cuelgo me siento más sola que nunca.



46. BENDITA RUTINA

Llevo casi una hora roncando, acurrucada en el sofá y al calor de la estufa, me cuesta mucho ir a la cama porque en mi habitación se ha instalado el frío polar y yo estoy tan a gusto aquí…pero me decido y allá que voy. Mi marido hace más de una hora que se ha acostado pero mi lado de las sábanas sigue helado, en cinco minutos yo he encendido el horno, nos abrazamos y a dormir; es mi rutina, pero es tan perfecta que si alguna vez me asalta un golpe de realidad y pienso que la vida es finita y puede quebrarse, sacudo la cabeza cual si fuera la copa de un árbol y desecho el pensamiento.

45. Botín de guerra

Esa noche, antes de dormir, el soldado da cuerda a la cajita que halló entre los escombros de la ciudad enemiga. La pierna amputada de una pequeña bailarina gira para él al son de la música.

44. Desgarro (Jesús Navarro Lahera)

Cogía a tu madre de la mano y la animaba para que empujara más, y de pronto mi luz se apagó, el corazón me dio un vuelco y todo fueron tinieblas. Por más que esperé, no resonó en el silencio el llanto de un bebé hermoso. Tampoco tuve la oportunidad de besar a mi querida esposa en la frente perlada de sudor, de observar su rostro mientras te amamantaba ni de sonreír al verte dar los primeros pasos. También me quedé con las ganas de aplaudir con ella en tu actuación navideña de la escuela primaria, ni pude inflar el pecho, todo orgulloso, la tarde que pedalearías sin ayuda en la bicicleta que te hubiéramos regalado por tu octavo cumpleaños. No disfruté de esas tardes de invierno en las que los tres, cerca de la chimenea, contemplaríamos arropados en mantas cómo caía la nieve fuera de casa. Y por supuesto, no resolví tus dudas de matemáticas en el instituto, ni te consolé por tus suspensos o tu fracaso amoroso juvenil. Aunque lo peor fueron las fiestas que no pudimos celebrar juntos, porque todos mis sueños, al igual que vuestros cuerpos, quedaron sepultados bajo la tierra el día siguiente al parto.

43. Punto de inflexión (Luisa Hurtado)

Lo recuerdo bien: llamaron a la puerta, me encontré con la cara de tristeza de El Chato y adiviné lo que había ocurrido. Después retrocedí algunos pasos hasta dejarme caer en una silla del comedor y dejé que las lágrimas comenzaran a cubrirme el rostro. En realidad fue todo muy fácil, había pasado demasiado tiempo guardándolas y solo tenía que dejarme arropar y seguir las indicaciones que me daba su familia, como era costumbre. Cuando me tranquilicé un poco, no obstante, osé pedir dos cosas: unas gafas de sol y que mi vecina Carmen se ocupase de la niña, aún en la escuela.
Fue un instante perfecto que él muriese en el trabajo, un deseo cumplido que no me había atrevido a confesar nunca; y ni tan siquiera tuve que mentir o disimular, todo lo que lloré en su entierro fue en recuerdo de sus palizas; ahora, en cambio, pasados unos meses y viviendo con Carmen, lo que no pierdo es la sonrisa.

42. Gemelos

Nadie sabe apenas nada de mi existencia. Hace años que marché del pueblo en busca de porvenir. La familia, en lugar de expandirse, tendió a contraerse, de los hermanos que fuimos, solo quedamos dos. Del último me mandó recado a primera hora de la mañana Juanito, amigo común de la infancia de ambos, donde me informaba de su deceso.

Hizo falta poco para hacer la maleta y poner rumbo al aeropuerto con destino Madrid. Con un poco de suerte, llegaría a la ciudad de madrugada.

Amanecía cuando, exhausto, llegué al tanatorio vacío a esas horas. En la penumbra, me acomodé en silencio velando a mi hermano. A mi mente vinieron nuestras travesuras de niños, nuestros intercambios en el colegio cuando Don Mariano preguntaba la lección, incapaz de reconocernos. Las dobles guardias en el cuartel, para que el otro librara el día entero en la mili, sin que el sargento sospechara. Una vida resumida en pocos minutos y muchos recuerdos.

Unos pasos pausados que se acercan me devuelven a la realidad. Al voltear la cabeza, a la viuda casi le da algo al creer sentado a su marido en el banco de la primera fila contemplando el ataúd, que supone vacío.

 

 

 

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