Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

33. 》CAN-CERVEceRO《

Un buen fin de año, en el infierno, entre espumillón y espirituosas, siguió bebiendo el perro saciada ya su sed,

se le fue subiendo, perdiendo sus cabezas… una, dos y tres.

Así olvidó su misión de carcelero, y en burbujas, escaparon sus demonios por ser CAN…CERVEceRO.

Muchas almas perdidas los siguieron, otras, quedarse y cambiarlo todo, decidieron.

Los fuegos eternos se apagaron, las cadenas se quebraron, los trabajos forzosos ya cesaron.

La oportunidad fue la motivación, con un golpe de estado, hubo cambio de dirección y el Averno transformaron.

 

 

«¡Bienvenido al Nuevo Infierno!

Parque de atracciones para todos los públicos, abierto primavera, verano, otoño e invierno…

Antes no podías irte y ahora no querrás, de lo que vas a divertirte…

No lo dudes más, te lo voy a aclarar:

¡El cielo siempre puede esperar!

Con San Pedro en la puerta, que no es tan divertido como nuestro monologuista Satanás, ¿quieres algo más? Descúbrelo, ¡Vennos a visitar!

Aquí lo que te gusta no es pecado… y, si te va el deporte, siempre está la Laguna Estigia para nadar o remar.

Con pase y un par de monedas, que cobrará Caronte, te vamos a esperar…

ETERNAMENTE suya,

La Nueva Dirección.»

32. Entre la Tierra y el Cielo

El Agua inundó toda la Tierra, haciéndola desaparecer durante tantos días con sus noches, que perdimos la noción del Tiempo.

No sabíamos hacia dónde nos dirigíamos. Solo obedecíamos las órdenes confusas de Padre, que tomó todas las decisiones en la gestión de aquella crisis. Que solo a Él le había sido anunciada.

Agotado por una posible falta de víveres, los vaivenes de la nave, el mal olor de las estancias interiores, debido al hacinamiento de humanos y animales, uno de cada especie fue su única explicación, y por el largo viaje que afectaba a su edad, de vez en cuando subía a cubierta con pasos vacilantes; buscando, quizás, vigilar la lluvia, meditar en silencio, o el por qué de aquel extraño viaje… Los tres Hermanos le observábamos, preocupados por su salud.

Un día dejó de llover. Y miramos al Cielo, aún de tormenta, de un singular color grisáceo.

Tras la agitación del Diluvio, los cuatro, en silencio, coincidimos en que era lo más hermoso que habíamos visto jamás.

31. Alma libre

Abro la agenda que la regalé, mientras me pregunto si tiene sentido seguir llamando así a ese amasijo de papeles rasgados, recortes aleatorios, mandalas imposibles y dibujos que no comprendo. Las fechas impresas en la esquina superior derecha apenas se adivinan, enterradas entre pegatinas de caritas sonrientes y flores de mil colores. Y, sabiendo que ya nadie descolocará mis calcetines para esconder una carta de amor entre ellos, ni desordenará las baldas de la nevera para encajar un bizcocho recién horneado, tan deforme como apetitoso, ni me llamará en medio de una importante reunión para regalarme un te quiero, vuelvo a dejarla en la caja que vendrá a recoger mañana, vete tú a saber a qué hora.

30. Psique

L’amour est un oiseau rebelle.

Carmen, G. Bizet

Un gorrión entra en la cocina, chocando asustado contra puertas y cristales. Tras de sí, un rastro de polvo, plumas y objetos rotos. La niña, el alma de la casa, lo persigue por todas las estancias mientras los gritos de la madre remueven incluso los cimientos. Tropieza sin consideración con muebles y jarrones hasta que, en un ágil giro de muñeca, logra enredarle las alas con un retal de tela que encuentra sobre la mesa de costura. La fragilidad del pajarillo despierta al instante la ternura de la muchacha. «¿Puedo quedármelo?». Sabe de sobra por otras veces que sus progenitores no quieren animales. Para no resultar muy severo, el padre propone buscarle juntos un nombre antes de soltarlo. «Se llama Eros, papá», se apresura a responder ella. Y, nada más dejarlo ir, vuela tras él.

29. PRECIPITACIÓN (Rafa Olivares)

Sus riñones vuelan hacia Toronto; allí permitirán a su receptor prescindir de las dos sesiones semanales de diálisis y recuperar una vida normal. El corazón ya debe de estar llegando a Leipzig, donde una joven podrá, por fin, acompasar sus latidos a los de su novio. Su hígado, en viaje a Sidney, devolverá a su destinatario el color bronceado de su piel. Las córneas ya están en Toulouse, donde permitirán recuperar la vista a un chico de trece años. Y los pulmones, con destino a Denver, evitarán el ahogo y la sensación de asfixia de una profesora jubilada. Entretanto, Ireneo Ripalda, el donante, de vuelta de su letargo, se pregunta qué habrá ocurrido durante su último ataque de catalepsia.

28. El dragón

El dragón

Estaba allí; pero no estaba allí; en realidad no estaba en ningún sitio. A su alrededor todo se había apagado y el mundo se había sumido en el silencio más absoluto. Sabía que estaba viva porque le palpitaban las sienes pero toda la sangre de su cuerpo le había abandonado de repente .-“¿Paloma?”.- La voz sonaba lejana e irreal.- “Paloma, ¿me escuchas?”.- La miró sin verla; la bata blanca, el frío y aséptico metal y, de repente, la cegadora luz de la revelación.- “¿Sí?”.- “Vamos a plantarle cara, Paloma; y lo haremos juntas”.- ¿Cómo podía ser? Ya le había tocado todo: el mezquino divorcio, las dos mayores con su adolescencia revenida, el pequeño con un diagnóstico de TEA; su madre señalándola con el dedo de la culpa; y ahora esto. Sintió una mano apoyada en su brazo, sacudiendo el recuerdo.-“¿Paloma? Espabila, que salimos ya”.- Suspiró, entrecerró los ojos y se dejó bañar por la cegadora luz reflejada en el agua; se sentó en el barco con sus siete compañeras y hundió el remo con decisión; el dragón con el lazo rosa se deslizó potente y suavemente hacia la meta; sonrió.

27. MATRIOSKA

La guerra no es capaz de destruirlo todo, incluso algunas cosas, como el atardecer con olor a pólvora, se tiñen de un color mortecino y hermoso. A esas horas salimos sonriendo a sobrevivir, y ella juega con nosotras, sus gráciles muñecas rusas, y tampoco le importa que nos vean, casi abandonadas y medio en cueros, ir y venir de noche, calle arriba, calle abajo, alrededor del cuartel general donde nos piropean y alimentan tanto los soldados del cuerpo de guardia como los caballeros del club de oficiales, y tal vez así ellos nos dan la protección que ella nos niega y que nos damos unas a otras, salvo en pleno invierno, cuando, tras palparnos las enaguas en busca de algún billete escondido, nos recoge a todas haciendo un ovillo en torno a sí, la mamita, que además es la más vieja en el oficio.

26. La calma y la noche.

Nos conocimos en la universidad, donde sobresalía tanto en lo bueno como en lo malo. 

Una mañana, en clase de mecánica, la profesora, sufriendo su actitud crítica ante la explicación del teorema de Mohr, le dijo que si prefería dar la clase. Ella no dudó en aceptar el reto, y su desempeño dejó claro que jugaba en otro nivel. 

Sin saber muy bien como, nos hicimos amigos, aunque años después me confesó que se fijó en mí porque no necesitaba un novio, sino alguien que le aportase la calma necesaria en determinados momentos.     

Se graduó con el mejor expediente del país, y luego completó un máster mientras me ayudaba a terminar la carrera. Su trabajo nos llevó por todos los rincones del mundo. Las empresas se la disputaban, pero a ella solo le importaban los proyectos que incluyeran algún desafío a su altura. 

Con el tiempo, su ansiedad intelectual pareció remitir, y empezamos a pasar más tiempo juntos, visitando museos, cenando en restaurantes o simplemente paseando. En uno de esos paseos me confesó, con voz temblorosa, que solo le faltaba una cosa por aprender. 

Esa noche fue la primera vez que hicimos el amor, y también se graduó cum laude.

25. Instinto

Los médicos tuvieron que rasgar la extraña película que lo contenía; era como una especie de huevo.

Mientras me revolvía entre los estertores del dolor, no pude evitar fijarme en las expresiones perplejas del equipo técnico que me atendía. Entonces miré a la criatura. Su cabeza, anormalmente grande, contrastaba con el retorcido cuerpecillo. Del centro del torso sobresalía una extremidad nueva, amorfa, inacabada… Los pies se remataban en una especie de garras con largas uñas negras. En la desproporcionada cabeza un único ojo cerrado, envuelto en legañas, rezumaba un líquido viscoso sanguinolento. Su boca era una cicatriz palpitante que no invocaba besos, tan sólo planteaba interrogantes. Además, de su trasero, surgía una incipiente cola escamada que culminaba en un aguijón afilado.

Temblé y vomité todo el nerviosismo acumulado. Quería sostenerlo, pero no tenía fuerzas. Alguien tomó la decisión por mí y, de repente, lo tenía encima. El tacto era viscoso, resbaladizo. No había un solo pelo en aquel amasijo de carne.

Sentí frío.

Pero aquel ser logró abrir ese único ojo que se clavó en los míos con la fuerza de un disparo certero. Y de manera instantánea comprendí el sentido de las cosas, de la belleza, del amor.

24. Fenómenos de circo

Cuando el circo llega a la ciudad, las calles se visten de gala y los mozos más osados se baten en duelo a muerte para cortejar a la mujer barbuda.

El director anda intranquilo por si los hombres bala-perdidas computarán como basura cósmica emitida por sus cañones.

El lanzador de cuchillos tiene fama de infalible, aunque suele temblarle el pulso si la Mona Lisa le guiña el ojo con lascivia desde el palco.

La equilibrista toma Prozac antes de subir al alambre para vencer ese Miedo al vacío existencial.

Las mujeres-payaso arrojan tartas al aire que, ignorando la fuerza gravitacional, salpican de crema al público en zigzags de alondra.

La domadora de fieras elige a un valiente cada tarde para meterse en la boca del tigre y buscar al anterior valiente que se metió la tarde previa a buscar a otros valientes pretéritos, y así hasta el infinito.

Para terminar la función el mago de negra levita, sin esfuerzo aparente, traza compases mágicos en el aire e introduce el circo entero en su chistera.

La gente aplaude a rabiar cuando, horas después, les hace aparecer de nuevo del fondo de su sombrero junto al circo en otro rincón del mundo.

 

 

23. CREACIÓN

Recién iniciada su tarea, ya pudo apreciar cómo se le rebelaba entre las manos la sustancia fuliginosa que estaba moldeando. Encendió el foco que tenía junto a él, luchando por situarla bajo la luz, cuando oyó al maestro aproximarse. Sabía que a sus espaldas, y por encima de su hombro, observaba sus gestos desmañados y sopesaba su trabajo. Le oyó chasquear la lengua en señal de desaprobación, lo que llevó a sus compañeros a alzar la mirada y clavarla en la materia esférica que sus dedos aferraban, en cuyo verdor restallante comenzaban a pulular criaturas sin nombre. Entre ellas destacaban un hombre y una mujer de hermosas proporciones ante quienes sus condiscípulos contuvieron el aliento y que el preceptor contempló con mirada esquiva. A él, no obstante, le parecieron de tal belleza que los conminó a multiplicarse y a someter al resto de seres que bullían ya en su diseño. El maestro, manifiestamente decepcionado, se dio la vuelta; pero el pupilo, ahuecando las plumas de sus alas en un frufrú de despreocupación, lo dejó alejarse mientras acunaba su creación en su asexuado regazo.

22. Entre el toro y el caballo

Herida, sin entender a la multitud de visitantes que ven belleza donde hay muerte y destrucción, les veo disfrutar del caos en que me encuentro. Hacen fotos del dolor con sus modernas cámaras en un ir y venir constante.

Solo cuando se apagan las luces, cuando el Museo cierra sus puertas, los gritos desesperados de la madre se vuelven lamentos hasta convertirse en suaves susurros de aceptación.

Por eso escapé, buscando un poco de paz. Nadie se dio cuenta de mi ausencia, al fin y al cabo siempre estuve medio escondida.

Maltrecha volé por calles, plazas y tejados. Quise comprobar que la humanidad había cambiado.

Abatida y sin esperanza regresé a mi mundo de horror ya conocido, entre el toro y el caballo.

Nuestras publicaciones