Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

04. PARA ALGUIEN INOLVIDABLE

…la maldición árabe que reza «ojalá te enamores»

Animales hambrientas. Aida Sandoval

 

Mientras recorre la planta de los grandes almacenes dedicada a los regalos románticos, oyendo a través del hilo musical la BSO de Titanic (And you’re here in my heart / And my heart will go on and on…), entre expositores atiborrados de velas aromáticas y perfumes con olor a corazón, relojes con las manecillas que simulan corazones, pendientes, pulseras y collares con dijes de corazones, tazas gemelas con un «te quiero» impreso en un corazón, bóxeres con estampados de corazones, conjuntos de lencería que imitan corazones, cojines y peluches con motivos o con forma de corazón (incluso las dos cosas a la vez), bombones rellenos con licor de corazón, ramos de rosas rojas o novelas de Megan Maxwell y poemarios de Antonio Gala, se fija en un mostrador donde se ofrecen unas llamativas cajas de color rojo corazón que contienen experiencias con encanto únicas y originales. «Para alguien inolvidable», reza la publicidad. Justo lo que está buscando. Descarta la de bucear entre tiburones y la del paseo en globo por el Himalaya antes de elegir la que promete un amor fugaz imposible de olvidar, y pide que se la envuelvan y envíen a su ex. Que se joda él también.

 

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NOTA FUERA DE CONCURSO: para una experiencia inmersiva en la lectura de este microrrelato se recomienda escuchar de fondo My Heart Will Go On, de Céline Dion, como es obvio (aunque es posible que tengan ya la musiquilla en su cabeza todo el día). Gracias por su atención.

03. METAMORFOSIS (Puri Rodríguez)

La envidia es amarilla y no come. Eso decía siempre mi mejor amigo mientras los dos
recorríamos los campos, abandonados tras la guerra, robando melones.
Yo tuve que emigrar, pero supe que él prosperó con el estraperlo y se convirtió en otro buitre, como los vencedores. Se unió a ellos y, gracias a sus prebendas, creó una gran firma empresarial que lo hizo rico.
Ya en la cima, miró hacia abajo y no le gustó lo que vió: Los vencidos, pobres y despojados de la tierra, aún reían celebrando la vida en medio de su miseria.
Decidió, entonces, que había que acabar con aquellas risas inadecuadas acallándolas bajo las cunetas.
Concluída la tarea, subió de nuevo a su cima y, con una gran sonrisa, contempló la larga hilera de tumbas anónimas.
Y, por fin, se sintió verdaderamente feliz.

02. MUY GENERAL REGOCIJO (Rafa Olivares)

Hacía ya mucho tiempo que la tenía en el frigorífico. En la leja inferior, a la izquierda. En paciente espera. Después de aquello no tuve ningún interés en sustituirla; su espacio lo fueron ocupando diferentes viandas siempre de forma efímera. En su momento pensé que estaba realizando un acto tan  íntimo y solitario como satisfactorio, pero esa noche de aquel 20 de noviembre, millones de botellas de cava vacías llenaron los contenedores de todo el país.

01. DE LA MUERTE Y LA VIDA

Le gustan las películas de guerra y de grandes batallas. Las de gánsters también. Y las de pistoleros. Tiene la particular costumbre de ir contando todos los que van muriendo. Un número aproximado, porque a veces los escenarios son demasiado extensos: la escena abre la toma y no hay forma de saber cuántas víctimas supone la explosión de un cañonazo o el hundimiento de una nave. Pero él aplica una cifra de redondeo y sigue con la cuenta. Le entretiene. Y hasta recuerda el ránking de las mayores matanzas que ha visto en la pantalla: 300, el origen de un imperio, supera, de largo, los dos mil muertos.

La mujer que hace sudokus a su lado le dice que no entiende cómo pueden gustarle tanto esos guiones aniquiladores, plagados de violencia y destrucción, cómo puede divertirle lo que, en el fondo, solo supone dolor y soledad en el mundo.

Entonces, sin mirarla, él le pregunta por los chicos, si la han llamado por su cumpleaños, o si han contestado finalmente al mensaje que les envió sobre el problema de cadera de la tía Marga. Y, como respuesta, solo se oye una ráfaga de metralleta desde el televisor.

88. Monocigóticas

He conseguido olvidarla un poquito ahora que tengo una mejor amiga. Aun así, su voz me asalta en el desayuno, en los trayectos al cole, mientras estudio, cuando bailo o hago gimnasia. Empieza con el tono lastimero y llorón con el que solía ablandarme; pronto se cansa y se vuelve exigente, chillona. Yo me pongo los cascos para no oírla. Subo el volumen a tope. Pero da igual. Ella insiste. No para hasta que admito lo mucho que la extraño y reconozco que con mi mejor amiga no tengo el poder de descifrar los pensamientos con la mirada. Entonces me lleno de ese vacío aterrador que casi me hunde cuando se fue. Y pienso en lo sola que está y lo a gusto que estaría yo en el hueco del ataúd desde el que siempre me llama. 

87. PATAGONIA

Dejamos de hablarnos tras morir mamá. Su enfermedad destrozó nuestra relación ya viciada. El cansancio, las decisiones, las cenizas…
Él dejó de hablarme y yo claudiqué. Poco después fue trasladado a la delegación en Neuquén, en la Patagonia argentina. Parecía querer alejarse todo lo posible.
Mis hijas me preguntaban: «¿El tito ya nunca va volverá a España?» Y yo no sabía qué responderles. Al crecer, ellas me informaban: «¿Sabes que ha estado aquí otra vez? Lo vimos en Instagram». Y yo callaba.
La semana pasada papá sufrió una recaída. Se complicó y finalmente murió. Tras llamarle cinco veces, al final, le dejé un mensaje.
“Cojo el primer avión”, respondió.
Llegó al tanatorio pálido y ojeroso. Me besó con frialdad.
—¿Por qué no me dijiste que estaba enfermo? —gruñó.

Y rompí a llorar. Él no dijo nada, pero pude sentir su tristeza.
Tras el entierro, lo llevé al aeropuerto y nos detuvimos en el control, frente a frente, en silencio. Yo buscaba entre mis dientes algunas frases preparadas. Su mirada había perdido dureza. Había menos rabia. Se miró las manos y titubeó. Entreabrió los labios y los cerró.
—Ponme un mensaje cuando aterrices —le pedí.
Y asintió con la cabeza.

86. Con dolor

Bastaba con que ella fijara sus ojos en mí para que los míos se cucaran en un gesto con el que le enviaba todo mi cariño. Cuando me señaló la manzana supe que nos la comeríamos, pese a lo que nos habían advertido. Caí en la cuenta de la gravedad de nuestra acción mirando cómo enarcaba las cejas y levantaba desmesuradamente los párpados a medida que oíamos nuestro castigo.

85. Matar al mensajero

Mi vecino Joe me dejó a su loro para asistir a la convención mormona en Utah. El pájaro resultó ser una atracción. Recitaba la Biblia con el fervor intransigente de los conversos. Cuando llegaba al Apocalipsis te señalaba con su alita acusadora, como reprochando antiguas lujurias. Una mañana hizo un alto en sus letanías para comentar asuntos más terrenales.
– No pares Joe, no pares – repetía mirándome fijamente con ojillos socarrones.
Empecé a atar cabos mientras notaba un corazón en miniatura latiéndome desbocado en la vena del cuello.
Entonces entendí la repentina preocupación de mi mujer por la salvación de su alma y los frecuentes viajes con mi vecino a jornadas de oración y convivencia. Tenía que mantener la calma, cubrí la jaula con la manta del sofá para no seguir oyéndole. Lo planeé todo al detalle. Lo hice mientras estaba viendo un documental de ornitología en la 2, creo que no sufrió. Esa noche, frente a frente en la mesa del comedor, mi mujer y yo sellamos un pacto sin palabras que nos ha permitido ser la pareja más estable de nuestro entorno.

Le encantó el pollo a las finas hierbas que preparé para la cena.

 

84. Futuro

Su reloj lleva parado desde que su esposa murió. Las manecillas están quietas: son más espadas que agujas. El tiempo surca su cuerpo, no la memoria, impuntual con el presente. La correa aprieta.

Hoy, nada más entrar en el supermercado, ha visto a una señora con un reloj como el suyo. Unas sonrisas, tears resistant, han servido de despertador. De allí se han ido con las pilas renovadas, cronometrados para volver a comprar mañana. La alarma ha saltado. Los relojes siguen sin funcionar, pero un tictac suena ahora en ambos corazones.

83. Dulce final

Cada día discuten y luego se reconcilian en la cama, hasta hacer temblar los cimientos del edificio en el que malviven. Sin embargo, hoy no hacen el amor. Hoy, tumbados desnudos, sólo se miran a los ojos en silencio, nariz con nariz. Sonríen llenos de complicidad, olvidándose de todo lo malo, incluidas las molestas gomas de los brazos, mientras esperan, espe… ran, esp… 

82. Crisis (Aurora Rapún Mombiela)

La funcionaria y el doctor se encuentran de madrugada en el ascensor. Ella lo observa disimuladamente. Le parece que tiembla, pero puede ser una interpretación errónea. Como cuando le bajó un bizcocho tras lo que creyó que era una insinuación. El doctor sale en el tercero sin despedirse siquiera. Cuando las puertas se cierran, las golpea con el puño apretado. En el recibidor de su casa, el bizcocho, ya endurecido, lo mira con desprecio. La funcionaria continúa hasta el séptimo. Sobre el mueble de la entrada, brilla su antigua alianza. Juraría haber visto a su gemela en el dedo anular del doctor. Pero podría equivocarse, ya le ha ocurrido antes.

81. DÉJATE CONQUISTAR

Él sabía mucho de pérdidas de seres queridos. Por eso su mirada, otrora capaz de derretir un corazón frío y llenarle de alegría, se había vuelto triste.

Hasta que llegó ella, altanera, indiferente, seductora, bellísima. Sus miradas apenas se cruzaron unos segundos pero fue capaz de animarle el día. Siempre había sido muy enamoradizo, pero esta vez Cupido le había producido un boquete.

Pasaron varios días sin verla. Llegó a pensar que había sido una ensoñación. Le irritaba no poder recordar con claridad aquellos ojos verdosos, rasgados y con un toque malicioso.

El día de la fiesta, se reunieron todos los residentes en el jardín. Las fuentes funcionando y las plantas y flores, crearon una atmósfera romántica y de bienestar. Los ojos vivarachos de él saltaron de júbilo cuando ella apareció, vibrante, espectacular.

Él no pudo reprimir un ladrido de felicidad cuando la gata se puso a ronronear a su alrededor.

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