Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

30. Instinto

Esmoki ladraba con firmeza aunque sin la energía de antaño, esa jamás volvería. Su cabeza apuntaba con la seguridad de la experiencia hacia un hueco en los escombros. Su pelo, escaso y ajado, realizaba un esfuerzo por tensarse aparentando una emoción que había dejado de sentir.

Sus acompañantes miraron el agujero y desecharon la idea de mover los cascotes, si bien la última sacudida aconteció una semana atrás, todavía podía haber algún sobreviviente, también decenas de fallecidos, pero no les interesaban, serían tan solo competencia en busca de un alimento ya escaso y huidizo.

Esmoki insistía ladrando alrededor del socavón intentando con sus macilentas patas apartar tierra. Una mano emergió de la profundidad y el perro se lanzó a por ella. Sin ninguna resistencia se desprendió del brazo. Con su trofeo en la boca corrió a sentarse apenas unos metros más allá y, agotado por el esfuerzo, comenzó a dar gruesos lametones a su comida.

Sus acompañantes, al unísono, comenzaron a taponar la grieta con las pequeñas rocas que podían levantar, algunos ni siquiera fueron capaces de eso. No debían arriesgarse a que nada saliera de allí. Se volvieron y miraron a Esmoki, tal vez había dejado de serles útil.

29. Instinto maternal (Aurora Rapún Mombiela)

Mamá pata tiene mala memoria. Ordena a sus patitos en fila. No quiere que se le despiste ninguno.

Mamá humana recoge a su hija y emprende el viaje a la hora prevista, siempre puntual.

Mamá pata sale de su charca, seguida de cerca por 6 pompones amarillos: 1, 2, 3, 4, 5 y 6. Están todos. Empieza la excursión.

Mamá humana se asegura de que esté todo correcto: cinturones, retrovisores. Se pone en marcha.

Mamá pata mira bien antes de salir de la zona de cañas.

Mamá humana no sobrepasa el límite de velocidad.

Mamá pata y sus seis algodoncitos se balancean sobre sus patas: uno, dos, uno dos.

Mamá humana no tiene tiempo de frenar. Tras ella circulan tres coches más.

Mamá pata mira hacia atrás sobresaltada. Algo no cuadra en su perfecta fila de patitos: 1, 2, 3, 4 y 5. Repasa. Parece que están todos. 

Mamá pata y sus patitos continúan hacia el lago que hay al otro lado de la carretera. Uno, dos, uno dos.

Mamá humana se tapa la boca horrorizada. 

A través del espejo retrovisor se asegura de que su hija, dormida en el asiento de atrás, no se haya enterado de nada. 

28. EL OLOR DE MI VIDA HAS SIDO TÚ (Jesús Alcañiz García)

El amor de mi vida sigues siendo tú.

Por lo que más quieras, no me arranques de ti.

De rodillas te ruego, no me dejes así.

Camilo sesto

Señalo con la pata un coche que apesta a hachís, se ponen tan contentos y me dan mi mordedor. ¡Me encanta cuando me traen a la aduana! ¡No se me escapa ni uno! A ver este… ¡PERO SI ERES TÚ! ¡Te reconocería entre millones! Un día nos bajamos del coche en una carretera y te olvidaste de mí y salí corriendo y no te alcancé y te busqué y te busqué y no te veía y me moría de pena hasta que me encontraron unos policías. ¡TÚ! ¡QUÉ ALEGRÍA! Me vuelvo loco, me acerco moviendo la cola, araño la puerta, te hacen salir y te recibo de pie para lamerte la cara, tan contento, pero tú ni me dices Rufo, Rufo, ni me acaricias ni nada, me apartas enfadado como si no me conocieras y te llevan lejos de mi vista. Mordisqueo el mordedor sin ganas, que lo sepas, te llevo siempre en mi olfato y no dejaré de buscarte allá donde estés.

27. HERENCIAS Y SUCESIONES (IsidrøMorenø)

Los simios heredaron el planeta tras la caída del Homo Sapiens. Se juraron no repetir los errores humanos.

Y lo lograron durante casi tres semanas.

Luego, empezaron las guerras; las redes sociales; el culto al mono musculado; el “Negacionismo Darwinista”.
–¡Descendemos de humanos! —defendían unos.

–¡Falso! ¡Somos divina creación de César Primus! —gritaban otros con casquetes de coco en el cogote.

Luego vinieron los debates televisados entre gorilas populistas y chimpancés influencers. Se privatizaron selvas y mares. Al orangután medio ya no le interesaba trepar árboles, sino comprar propiedades en Marte –como los famosos─  y procurarse una buena jubilación en tan exótico planeta.

Surgieron dos predominantes doctrinas. Lo que en principio intentaba unir a todos los simios, acabó pronto en desavenencias, guerras y luchas intestinas. Unos seguían las enseñanzas de “Cesar Primus El Iluminado” y otros, más moderados, estudiaban las ideas y creencias de “Cornelius El Precursor”.

Finalmente, tras siglos de avances tecnológicos e involuciones mentales, un botón rojo fue presionado, ¿por error?, durante un TikTok.

Y fin.

Solo las ratas bailaron, ¡otra vez sin depredadores! Serían las siguientes dueñas de La Tierra.

Una cucaracha guiña el ojo. Sabe, por experiencia genética, que ellas sobrevivirán. Y se acerca su turno.

26. SUPERSTICIONES (Mariángeles Abelli Bonardi)

Cuando lo trajo a casa, era un pomponcito oscuro en brazos de mi hija. Ella enfermó y él se quedó en su cama, echado cerca, como queriendo curarla, ronroneando sobre su cabeza…

Haiku hace honor a su nombre: metáfora del silencio, sabe ser buena compañía mientras ella escribe, mientras yo tejo, y cuando no se lo ve, es porque se camufla, y más que bien, en alguna sombra…

Gatos negros… En la Edad Media los cazaron hasta casi exterminarlos, y gracias a eso se esparció, rápidamente, la Peste Bubónica… y por lo visto, aún hoy, la superstición persiste, porque junto con los perros negros, son los últimos animales en ser adoptados…

– ¿Y no le da miedo tener un gato negro? – me pregunta la empleada doméstica.

– ¡Nelly! – exclamo – ¡No me diga que usted cree en esas estupideces…!

– ¡Ay, no, señora! – me contesta, pero igual lo mira con recelo…

 

25. Reinventarse o morir

El hombre lobo de acento gallego, harto de pasear su tristeza por bosques de abedules, imploraba una oportunidad ante la indiferencia del resto de huéspedes. Tan solo la mujer pantera, toda elegancia y discreción, asentía con disimulo desde una butaca forrada de piel de vaca auténtica. Spiderman, enredado en producciones de Hollywood, aún soñaba, mientras saltaba de lámpara en lámpara, con una llamada de Almodóvar para su siguiente proyecto. Lady Halcón, por su parte, estaba fuera de sí tras ser rechazada a última hora, por ajustes presupuestarios, como coprotagonista en una comedia de enredo.

El anfitrión calibró la personalidad de sus invitados. Quizá no dieran el perfil, pero el conde no se arredró. Desplegaría las alas de su afilado arte de seducción para incorporarlos al reparto de la nueva versión de El baile de los vampiros.

24. POR QUÉ NO VER LOS CLÁSICOS

Desde que vio aquella película de Hitchcock en un cine de verano, Leonardo no volvió a ser el mismo. Aficionado como era a la canaricultura, liberó a todas sus criaturas nada más llegar a casa, no fuera a ser que sirvieran de reclamo. A la mañana siguiente, volvió del paseo horrorizado en cuanto vio varios gorriones conjurándose contra él mientras simulaban inocencia, formando fila en un cable de la luz. Paloma, su mujer, le animó a pasar unos días en la playa. Craso error, no era consciente del aspecto amenazador de las gaviotas, que le sumió en un estado de agitación superlativo.  Volvió y se refugió en un cuarto sin ventanas. Allí sigue, con las paredes acolchadas, pues se da contra ellas, preso del pánico, cuando en sueños un guacamayo le amenaza con azuzar contra él a los miles de pájaros que revolotean dentro de su cabeza.

23. CARNES

Mi hija nos ha dejado a todos sin palabras cuando toda la familia íbamos a comenzar a disfrutar de la comida. Hoy tocaba de nuevo rejuntada con todos los tíos y tías aportando cada uno un plato para compartir. El tito Andrés una deliciosa liebre, que había cazado con sus amigos, cocinada al horno con patatas. Tita Lourdes un enorme pato de su granja a la naranja. El solterón del tío Antonio un rabo de toro comprado en el mejor restaurante de la ciudad. La abuela Pepa no faltaba con su plato preferido cocinado con esmero: bacalao en salsa de guisantes. Finalmente, mi esposo se esmeraba como siempre en el jardín con la parrilla asando las salchichas de cerdo de su carnicería de toda la vida.
Yo no me había dado cuenta del significado y alcance de sus palabras, que con sus seis añitos nos decía con lágrimas en los ojos:
– ¿No vais a cocinar a Pelu? ¿Verdad?
La perrita no paraba de ladrar.

22. ¿A qué huele un inocente?

Leo se pasaba horas en la cuneta cronometrando lo que tardaba cada ser en atravesar la carretera que dividía el pueblo. A distancia, si alguno no conseguía cruzar, debía percibir su olor o su alma abandonando el mundo, porque abría los ollares  y me susurraba que habían atropellado a un erizo, a una culebra o a un escarabajo pelotero. Sospecho que disfrutaba, incluso lo propiciaba: cuando despanzurraron  al perro que me había mordido, me lo contó orgulloso. Era su única amiga, a su modo, me quería.

La  tarde que, tras abandonar arrebolados y felices  el granero, Santi me despidió con un beso apasionado, un camión salido de la nada le arrolló. Mis gritos de horror se congelaron cuando vi a Leo en el arcén,  pálido, silencioso, ignorando el cuerpo desmadejado, absorto en los restos espachurrados de una bonita lagartija verde.  Me miró con repugnancia y no volvió a hablarme.

Desde entonces, tuve que aprender a volar como los pájaros sobre la despiadada trampa de asfalto viscoso para protegerte, conteniendo  apenas las náuseas, sintiendo tu latido dentro, imaginándole olisquear satisfecho nuestros cadáveres aplastados entre las ruedas de una furgoneta y escrutar mis vísceras, obsesionado por aniquilar cualquier rastro de ADN rival.

21. DIÓGENES (Edita)

Aunque Dña. Carmen siempre se negaba a abrir la puerta a nadie, esa vez era evidente que urgía prestarle ayuda. Últimamente no salía de casa ni para visitar los contenedores. Además del jaleo de perros y gatos, cada vez más estridente, el hedor en la escalera ya resultaba insoportable. La preocupación lógica de los vecinos se convirtió en desesperación. Hacía tiempo que habían agotado la paciencia y todas las vías a su alcance para solicitar la intervención de los servicios sociales y otros organismos presuntamente competentes. Siempre la misma respuesta: sin consentimiento de la afectada o autorización judicial, imposible invadir el ámbito privado. Pero llegó la nueva Ley de Bienestar Animal y vieron en la norma una posible salida. Denunciaron con premura las condiciones indignas en las que se hallaban las mascotas del 3º B. Pocos días después, acudían al edificio las autoridades de orden público. Como no hubo respuesta desde el interior, accedieron a la vivienda por medios propios y, veloces, trasladaron a una protectora algunos animales todavía vivos. Ella tuvo menos suerte: lo que se pudo recuperar de la anciana fue al depósito de cadáveres.

 

20. A grandes males… (Juan Manuel Pérez Torres)

Tantas parejitas en época de celo podían liarla parda, aunque Noé lo tenía todo previsto: se montó un almacén donde guardaba los penes de todos los machos y a cada uno le dio una tarjeta resguardo. Como calculaba un diluvio de cuarenta días, autorizaría un vis a vis, cada cuatro días, a cada pareja. Así, todos contentos y todo controlado.
Pero comenzó a llover y, allí encerrados, sin poder salir al campo, ni subirse a los árboles, ni nada, en fin, que durante las primeras dos semanas ya se notaba cierto nerviosismo, especialmente, entre los mamíferos. Y se lio, se lio.
Luego se supo que fueron las hembras las que convencieron a sus parejas para que empezaran a intercambiarse sus tarjetas.

19. Pájaros en el fango

El rosal acoge a los pajaritos, a los que gusta irse por las ramas.
Los inquietos reyezuelos pasan el día dando saltitos entre los tallos finos atacando al pulgón, los zorzales hacen lo mismo en las ramas más gruesas. Los petirrojos, por rango que da el color, capitanean las cuadrillas de unos y otros.

Los verderones, propensos al escaqueo, no pierden oportunidad para ir de flor en flor detrás de cualquier pajarita que se les pone a vuelo. Así, entre cabriolas y aleteos, las introducen de soslayo entre los camaradas.
Todo funciona en perfecto orden, bajo la atenta mirada del gran águila de cola roja y su íntimo, un halcón metálico por el que claman al cielo albatros y gaviotas.

Un pequeño pinzón rojo, -no se sabe si por ira o por ideología-, ha caído del nido que le acoge, empujado por las garras de sus fechorías. Tras tornar en urraca, cegado por el dorado de la opulencia, ahora es un cuervo capaz de sacar los ojos a quien ose acusarle.
¡Qué suerte ha tenido el pajarito! Que a la sombra de las rejas de una jaula, se ha convertido en jilguero y afinando su siringe promete entonar «La Traviata».

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