Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

05. EL ATENTADO

Nada más entrar, Isis acudió a recibirla con maullidos que no supo si eran de alegría o de reproche por su ausencia. La tomó en brazos agradecida por la calidez de su cuerpecillo que parecía más delgado ¿ Cuánto llevaría sin comer? Enseguida llenó el cuenco con pienso que la gata se apresuró a vaciar. Llevó al dormitorio la maleta, pero le faltaba ánimo para abrirla. Los últimos días habían sido demoledores: primero las noticias sobre el atentado y esa mochila explosiva en la línea que lleva a su casa y después las conversaciones entre sollozos con los amigos comunes cuando conocieron los nombres de las víctimas, de la Víctima. Tuvo que recomponerse y buscar el primer vuelo para regresar de sus vacaciones. Sobre una silla, reconoció uno de los pañuelos de su amiga. Lo debió de dejar olvidado la última vez que fue a cuidar de Isis, ¡era tan despistada! Lo cogió con mimo y su perfume abrió las compuertas a su tristeza. Nunca volvería a ver a Charo. Con él apretado contra su pecho se dejó caer al suelo. La gata ronroneando fue a a acurrucarse sobre sus piernas. Fuera, la luna titilaba como una lágrima.

04. TIMÓN Y PUMBA

Habiba, en el camastro, habla con Zazu el loro parlanchín. El sabio Rafiki le afirma con cariño que siga luchando porque merece la pena. Ay ay, el malo malísimo Scar se acerca relamiéndose, qué miedo le tiene la pobre. Mufasa lo intimida con un enorme rugido abrazando a la niña. Simba y Nala le lamen las heridas mientras ella les acaricia la cabeza.

Se abre la cortinilla y asoman descarados Timón y Pumba que le cantan bailando “Hakuna Matata, vive y sé feliz, vive y deja vivir, ningún problema te hará sufrir, Hakuna Matata”.
Ríe a carcajadas.

Tiene 3 años y es la única superviviente del derrumbe de un bloque de edificios causado por el estallido de varias bombas.

Desde que disfrutó asombrada de El Rey León en un pequeño patio de Gaza junto a sus hermanos, Timón y Pumba son sus preferidos.

Todos le hacen compañía.

Otro brutal artefacto arrasa el hospital.

Habiba se eleva al infinito acompañada de sus amigos.

03. Corredor espiritual por Jose María Escudero Ramos

Me encanta correr por la naturaleza; alcanzar altas cumbres cubiertas de mantos blancos; cruzar pedregosos cerros; subir montañas por sus cortafuegos rodeados por enormes pulmones verdes; bajar volando sobre los umbrales de las laderas; cruzar afiladas sierras; saltar entre los cantaros rodados que hacen de puente por los que cruzar ríos de fría agua recientemente deshelada.

Rodillas semiflexionadas, piso con la parte delantera del pie, como un felino. Medito en acción cuando, calzando mis huaraches, cruzo esos angulosos riscos, piso entre las piedras, surcos o tierra blanda. Mis pies saben donde hollar porque mi cuerpo y mi mente, en equilibrio, bailan una coreografía perfectamente orquestada por la meditación en movimiento.

Me siento una pantera que desciende el risco a toda velocidad poniendo sus garras en los lugares precisos, sin miedo a nada.

Me siento volar cual halcón observador, empoderado. No busco ninguna presa porque simplemente disfruto del vuelo, disfruto del momento, de cada zancada.

Corriendo soy un chaman que transmuta toda identidad terrenal para convertirme en algo superior a mí. Vuelo, salto, disfruto, vivo. Me siento vivo. Siento. Conecto con mis diferentes animales de poder en cada momento según lo necesite.

Llamadme salvaje, es mi naturaleza indómita. Corredor espiritual.

 

Jose Mª Escudero Ramos, julio 2025

02. QUE YO NO HE SIDO

El canto de los pájaros adorna el despertar en una mañana apacible que saca a los perezosos campistas de sus tiendas. En torno al café que perfuma el claro lleno de envases de la noche anterior, el guía traza una ruta asequible sin grandes esperanzas. El bosque está ahí, enojado por la presencia de los senderistas del domingo, esperando su ocasión con un aguante propio de quien se sabe más fuerte; aguardando el momento en que los excursionistas se pierden en un paraje repleto de encarnizados leñadores; confiando en que tras el estruendo no quede nada más que un espeso manto de hojas. Y en todo lo alto del dosel, una avecilla pía y guarda silencio.

01 MUNDOS IMAGINARIOS

—Mamá, se han escapado los cocodrilos.

—No digas tonterías, Daniel.

—Sí. De verdad. Han saltado la valla del jardín y se han ido por la acera. Calle abajo… Y hay un elefante en la plaza que es más grande que una farola… tan alto como, como, como… el rascacielos que está cerca del puerto, más alto que que que …las estrellas.

—Sí, Daniel, sí… lo que tu digas. Bendita imaginación…

—Y también hay una hipopotama y un hipopotamito que se están bañando en la piscina. ¿No te lo crees? Ven a verlo. Están chapoteando. Ven, ven, ven…

La madre cede a su insistencia y se acerca al crío pretendiendo que se calme y poder seguir trabajando. Se asoma por la ventana de la cabaña y observa, bajo un gigantesco baobab, un grupo de elefantes e hipopótamos que comparten la orilla del río Saseni. Sonríe mientras piensa que, por muchos tiempo que pasen en ese proyecto de investigación en Tanzania, Daniel seguirá evocando su vida en la Rambla del Raval.

92. Taller de floricultura (fuera de concurso)

De las cenizas de aquel libro brotaron los geranios. Necesité también humus de lombriz, el pedernal rodado del estuario de un río moribundo y la placenta feraz de una musaraña. Solo así conseguí en sus pétalos los rojos más audaces, los verdes más notables en sus tallos y en sus cálices. La sensualidad abrasadora de pistilos y carpelos atraían al taladro sin remedio. La suavidad del néctar, que contenían las anteras, embriagaba a las polillas hasta sumirlas en un sueño de atardeceres púrpuras, y lluvias de ambrosía, mientras duraban los vuelos del cortejo. Después la cópula, el aleteo prístino, la conjunción de abdómenes y la transfusión de esperma, intensa y acre, hasta quedar exhaustas. La puesta era la antesala de la muerte; los cadáveres de las hembras abonaban el jardín después de desovar y los machos, tal vez el del vecino si no conseguían seducir a tiempo a otra hembra. Cada primavera era lo mismo, el desconsuelo por la muerte de sus plantas favoritas y el abrigo de mis brazos, tramposos y solícitos, el milagroso purín de las ortigas, la delatora picazón en las manos y aquel manual de jardinería que utilizaba como el peor de los sicarios.

91. Visionario (Pablo Cavero)

Como cada viernes limpié la consulta cuando se habían marchado todos, pero ésta vez decidí cumplir mi disparatada ocurrencia. Me llevé la pistolita con láser y microscopio incorporados, con la que se revisan lunares y manchas de la piel. Superponer mi foto en su acreditación de dermatólogo, sería lo más sencillo.
Aquí a la sombra en el chiringuito de la playa llevo sábado y domingo sacándome un sobresueldo. Mi tarifa de consulta es asequible, cobro el precio de un mojito. Aconsejo productos de farmacia y herbolario, los más cercanos son de mi familia. Un amigo recluta clientes a la vez que vigila la posible aparición de policías, a cambio de su porcentaje. Ha sido un éxito. Mañana lunes muy temprano dejaré todo en su sitio. No descarto repetirlo cada finde del verano. Tengo que pensar algo para otoño.

90. Naturalmente viral

A las 7:35 a. m., la madre de Clara subió otra foto a Instagram, con un pijama muy viejuno y gastado, ojeras, taza de café en mano y el pie de foto: “Hoy amanecí humana. Y con ganas de tostadas”

Clara, desde su habitación, gritó horrorizada:

—¡Mamá, borra eso! ¿No tienes un pijama más sexy, moderno? ¡No puedes subirte así! ¡¡Ni siquiera has puesto filtro!!

—¿Y qué? Estoy divina —respondía ella, mientras respondía comentarios con emojis de gallinas y soles.

—¡Mamá, déjame tu móvil, ahora mismo! Al menos cambia tu nombre por uno más moderno y que nadie pueda relacionar conmigo.

—¿Qué le pasa a mi nombre? Luzdivina suena esotérico y así se llamaba tu abuela y tu bisabuela y no sé cuántas generaciones anteriores.

Clara rabiaba: su madre llevaba ya trescientos likes, mientras que su última historia con pose de yoga invertida, apenas veintidós.

—No lo entiendo —murmuraba Clara mientras revisaba su estética minimalista con tonos beige—. No tiene feed, no tiene branding, no tiene sentido.

La madre apareció en la puerta, otra vez con su taza:

—Quizá es que la gente ya está cansada de tanta pose. Yo solo soy yo.

—Demasiado tú. Ese es el problema.

 

89. El calor de un hogar

Mamá me da las buenas noches con un beso en la mejilla, como a sus otros hijos, los de verdad. Al rato aparece en mi cuarto, coloca una silla al borde de la cama y me pregunta si me gusta mi nueva casa, si estoy cómodo en mi cuarto o si el colchón es lo suficientemente blandito. Me acaricia los rizos para espantar miedos y dolores, dice. Continúa por los hombros, desliza sus dedos expertos por mis pectorales, juguetea con los incipientes pelillos que han empezado a cubrir mi abdomen. Entreabre la boca y humedece sus labios con la lengua mientras se abre de piernas. Observo palpitar su sexo sin bragas. Me revuelvo, le doy las gracias y confieso lo agotado que estoy. Me susurra que no sea tonto, que nadie mejor que una madre sabe lo que un hijo necesita.  

88. REGISTROS

Comienza a registrar la basura, la suya propia a pesar de ser muy joven. Ya ha empezado con el colesterol alto y la advertencia de no fumar, como la de moderarse con el alcohol y el uso del móvil. Se lo ha recordado su tutora en el reformatorio, en el que trata de salir del trauma que vivió y del que aun sigue en tratamiento, cuando supo que sus padres adoptivos lo habían abandonado pronto al descubrir su verdadero origen. El país lleva su propio registro de basura, como el de todavía no cerrar las heridas de una larga y cruenta guerra civil.

87. Pasatiempo destructivo

Desde que fue herida, Rebeca solo quiere hacer daño. Le da igual que su víctima sea inocente, pues ve al colectivo “hombres” como si se tratara de una plaga merecedora de las peores torturas. Y está segura de que, a la larga, la mujer afectada acabará agradeciendo su acción.

Busca el escenario propicio y aprovecha los semáforos para entretenerse con un juego escabroso. Requiere la ventanilla bajada en el vehículo que se detiene a su lado, frente a la luz roja, y que lo ocupe una pareja. El hombre suele girar la cabeza para admirar su reluciente descapotable. Entonces se dirige a él, que todas las ocasiones le parece un buen candidato a pringado del año, y le dice con voz sensual:
–¡Qué casualidad coincidir aquí contigo! Te he echado mucho de menos estos días que he estado fuera y el cuerpo me arde de deseo. Mañana quedamos donde siempre, guapo –Y le lanza un beso.

El semáforo cambia a verde y Rebeca arranca acelerando a tope sin dejar tiempo para réplica alguna. Con una sonrisa en los labios, observa por el retrovisor como el otro coche continua inmóvil mientras una discusión con mal pronóstico se desata en su interior.

86. Rocío nocturno (Blanca Oteiza)

A mi vecina del segundo le encantan las plantas, tanto que su balcón parece la jungla; un día de estos aparece Tarzán trepando por la barandilla.

A mí no es que me disguste tanto verde, ni que el polen me produzca estornudos, pero asomarme y verla canturrear regando sus macetas me hierve la sangre. Trata mejor a sus hojitas y flores que a los vecinos a los que no nos dedica ni una sonrisa cuando coincidimos en la escalera.

Estoy intentando concentrarme en un trabajo que tengo que entregar por la mañana, hace calor y no dejo de escuchar la voz que sube por la terraza. Pienso en salir al mirador y gritarla, pero decido acercarme al bazar de la esquina. Esta noche mientras duerma la calle, regaré desde el tercero esa selva con veneno.

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