Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

EL HOMBRE SOLITARIO ES UN DIOS O UNA BESTIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el lema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2023 Este año, la inspiración llega de frases y lemas cuyo origen es el mundo clásico. La tercera propuesta se lo dedicamos al lema "Homo solitarius, vel est deus, vel bestia". Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE JUNIO

Relatos

27. TURNO DE GUARDIA – EPI

Tantas guardias en el hospital van modelando a cincel mi personalidad, haciéndola cada vez más inhumana.
Ahora soy una loba solitaria que deambula por la noche vigilando sus presas, premiando o castigando.
Al capullo machista del Box siete le he puesto una sonda uretral para bajarle los humos.
Siento mi poder de decidir sobre la vida y la muerte y depende del día que tenga, actúo de una forma o de otra.
En mi turno hay varios lobos con los que copulo cuando tengo ganas y me da igual el cómo, el dónde y el cuándo.
La otra noche, antes de llegar al orgasmo, la del box tres empezó a lamentarse por dolor. Me levanté iracunda, dejé a mi lobo aullando de frustración y fui a dónde estaba ella y ordené rejón de castigo, doble ración de nolotil intramuscular.
No tengo ni odio, ni lástima, ni escrúpulos con los pacientes que tengo asignados en mi territorio, estoy muy por encima de ellos.
Cuando por la mañana me dirijo a mi casa, voy satisfecha de mi labor realizada y más contenta me pongo, cuando soy recibida con los ladridos alegres de mis cinco perros.
Por cierto, mi nombre es Diana.

26. UN DIOS EQUIVOCADO

Se sentía superior al debatir con otros e intentaba imponer sus análisis como una bestia sacrifica a su víctima.
Se mostraba orgulloso al ir en contra del pensamiento único por considerarse superior a esa masa gris a la que despreciaba profundamente.
Esa sociedad a la que achacaba su soledad, sus dificultades para encajar en un trabajo y hallar su lugar en el mundo.
Argumentaba que tenía una gran vida interior y no necesitaba a nadie para sobrevivir, pero utilizaba a otros para solventar su vida diaria poniendo excusas para no perder su precioso tiempo en vanalidades.
Siempre agresivo, sus padres, hermanos y amigos caían en sus redes e intentaban que no le faltara nada para tenerlo contento.
Pero todo le parecía poco. Quienes le oían creían en sus alegatos: «la sociedad me impone barreras, es injusta y no me permite desarrollar mi potencial».
De poco servía el consejo de que debía adaptarse al mundo porque el universo no lo haría por él.
A sus 32 años, cuando desaparecería su sostén, se sentía perdido y paralizado.
Y en vez de buscar trabajo, de construirse una vida, continuaba anclado en la adolescencia mientras sus padres sufrían por que no le veían futuro.

25. ES HUMILLANTE PERO SOBREVIVO (Isabel Cristina)

Sola, como diosa todopoderosa y temida, acostumbré a pasear nómada a altas horas de la madrugada cuando el sueño nocturno era algo inalcanzable. Busqué  compañía para no verme como un ser fantasmal y acabé con amantes placenteros (o no) por un rato. Me descubrí habituada a aceptar dinero y sexo unidos y encadenados, una combinación muy primitiva. Yo sabía, y me repetía que era un error; aún así, me sorprendía a mi misma haciéndolo y jurándome, cada noche, que no volvería a ocurrir, que había sido la última.

—Me tomaré un trago antes de irme a casa —sugerí al camarero. 

—Y por favor, os ruego que no me juzguéis —imploré a todos desde la puerta del motel.

24. Y el resto es historia (Elena Bethencourt)

Nació en tierras castellanas y la llamaron Susana, no Gara como hubiese querido su madre. El día en que fue concebida, las abejas libaban las flores de los cactus, las pardelas sobrevolaban la silenciosa costa  y, encima de la loma, la brisa marina refrescaba el rostro de un pastor.

Airam trepó a una palmera y bajó dátiles para Idaira, labró la punta de una lanza y cazó un cerdo salvaje. Juntos vertieron manteca derretida en los surcos de la roca como ofrenda a Magec, dios del sol, y le rogaron que no los abandonara.

Luego bajaron a la playa. Se quitaron la piel de cabra que cubría sus cuerpos y se bañaron en esa masa azul de agua que los separaba del resto del mundo. Al salir, se amaron en la orilla y dejaron que la montaña sagrada los oyera suspirar.

Cuando se percataron de los barcos que salpicaban la mar en calma, ya había llegado hasta ellos un ser tan brillante que incluso vieron sus caras de sorpresa reflejadas en la desconocida indumentaria de metal.

Deslumbrados por su luz, se arrodillaron en la arena y, con los brazos bien abiertos, recibieron al dios tan anhelado que acababa de llegar.

23. EL VISIONARIO

Cuando Marcia contempla las imágenes de montañas cubiertas de nieve o de bosques verdes, dorados y granates o del fondo del mar, siente nostalgia por lo desconocido. Sentada en una butaca de la sala de proyecciones disfruta de esos paisajes desaparecidos a pesar de esa sensación agridulce que la acompañará durante horas. La misma que le producían los cuentos que leía con su abuelo a la hora de dormir. Eran historias de esa tierra lejana que unos cuantos colonos abandonaron para comenzar una nueva vida en este planeta. Su planeta.

Antes de comenzar la película se emite un documental -para que las nuevas generaciones no lo olviden- sobre el Gran Hombre, el Visionario que miraba las estrellas. En él se muestra el proyecto al que dedicó todos sus recursos: la habitabilidad de un mundo donde pudiera sobrevivir la especie humana. Los elegidos para acompañarle fueron los miembros jóvenes de las familias más poderosas, las mismas que durante siglos habían dilapidado los recursos naturales de la tierra. El Gran Hombre cuenta ahora en la pantalla como hizo realidad su sueño. Un sueño sobre millones de pesadillas.

 

22. DUAL (Juan Manuel Pérez Torres)

Farid era un hombre solitario. No le interesaba relacionarse con nadie, ni siquiera con sus vecinos. Su única compañía eran los libros, la música y el cielo. Un día quiso construir un muro a su alrededor para aislarse aún más del mundo. Se puso manos a la obra y durante semanas trabajó sin descanso, levantando ladrillo tras ladrillo. Cuando acabó el muro, se sintió satisfecho y orgulloso. Pensó que así estaría más tranquilo y feliz… Pronto se dio cuenta de que se había equivocado: El muro no protegía su soledad, sino que la agravaba. Así Farid empezó a sentirse triste y vacío. Había perdido toda conexión con el mundo exterior y consigo mismo. Se arrepintió de haberse aislado, pero ya era demasiado tarde. O no.

Entonces decidió cambiarlo todo. Con la única fuerza de su voluntad, empezó a derribar el muro en el que se había encerrado. Era un golpe de martillo cada grito de liberación. Cuando el muro cayó, Farid lo cogió y, como si de un calcetín se tratara, le dio la vuelta y lo volvió a levantar quedándose fuera, dejándolo todo dentro. Usó el muro para encerrar aquel mundo hostil y liberarse a sí mismo.

 

21. Hijo de Thor (Luisa Hurtado)

Juntos elegimos este destino, buscamos esta vida; pero tras el paso de las primeras tormentas ella no volvió a ser la misma y acabó arrojándose del faro cayendo donde rompen las olas. Desde entonces estoy solo. No mentiré diciendo que ha sido fácil, incluso a día de hoy he de admitir que hay noches en que no lo es; pero, en general, esta vida me gusta y lo que más, esas noches de tormenta en que la luz de la linterna se extiende sobre las frenéticas olas y la tormenta ruge alrededor. En esos momentos soy el dueño del mundo, soy dios y, aunque sé que es peligroso, no puedo evitar salir del refugio, gritar a las nubes, dejar que la lluvia me empape y el viento me zarandee mientras bailo rodeado de electricidad, ciego de poder y alegría; actitud que ella nunca comprendió y que quiso impedirme poniendo en riesgo su vida.

20. (H)AST(I)ADO (Mariángeles Abelli Bonardi)

«Cergio, con ‘ce’… ¡Qué nombre raro!», exclaman cuando les contesto… Qué mal que, de pequeño, me caía esa rareza, pero padre me hizo verle el lado bueno: aunque moleste igual que la boina, igual que el sombrero, protege el verdadero nombre – tanto y tan bien como cada nombre a cada Cernunnos – y ayuda a pasar inadvertido…

Dicen que no me prodigo y es cierto, lo hago muy poco, salvo necesidad, entre los débiles que necesitan mi ayuda. Soy el señor de lo salvaje; el dios-ciervo que fertiliza y regenera el bosque…

Saboreo mi cerveza. A lo lejos, más adelante en la barra, uno trata al otro de «cornudo» y se arma la pelea… (en mi mundo esa palabra es un elogio, ¿pero acaso algún humano lo creería?).

19. Solo pude mirarte de lejos (Manuela M.)

Ya no te quiero, si te he de ser sincera. Te dejé de querer desde que una madrugada te levantaste para meterte en la cama de otra. Esa misma noche me negaste la entrada a tu vida y solo pude mirarte de lejos, como una tímida fan, hasta que todo comenzó a ir peor entre nosotros. Desde entonces no dejas de asombrarme cuando olvidas mi nombre, mientras llevo el tuyo tatuado en la ingle, o cuando te diriges a mí en tercera persona porque me quieres ausente. No dejas de asombrarme cuando te cruzas por casualidad conmigo en la calle y me ignoras, como un dios engreído, para seguir tu camino hacia algún lugar donde seguramente ella te espera.

Ya no te quiero porque has inventado un código secreto para que te odie sin darme cuenta, y para colmo te has vuelto un ser solitario y quejica, que no deja de criticar mi obsesión por el orden. Me fascina que consigas que te odie cada día un poco más, lo suficiente como para darte un lavado en el programa eco, doblarte bien y meterte para siempre en el cajón de la ropa vieja.

18. Divino marginal (Javier Igarreta)

Convencido de que conocerse a sí mismo podía resultar tan duro como la piedra del frontispicio del templo de Delfos, se sentó al borde del camino para ver pasar a la gente. Tal vez podría encontrar en los demás las claves de su propio carácter. Pronto se sintió sobrepasado por el discurso cansino de los pregoneros del constante fluir. Aquello era un no parar. Los traficantes de ideas peregrinas, siempre dialogantes y atrapados en su caverna, le sacaban de quicio. Lejos de ladrarles a la cara las verdades del barquero,  los ahuyentaba con gestos obscenos. Pero los que realmente agotaban su paciencia eran aquellos patéticos correveidiles que andaban por el ágora, enzarzados en peroratas interminables. Total para acabar en sistemáticas reducciones al absurdo. O en un círculo vicioso. Él se mofaba de sus verborreicas divagaciones, aunque no podía permitirse el lujo de hacer ascos a sus dádivas. Siempre con el gesto compungido del que acepta lo inevitable.

Al caer la noche daba gracias al Olimpo. Los dioses, con su mítica manga ancha, celebraban que pudiera ponerse a su altura. Y crear escuela.

17. Rescoldos de humanidad

La joven de pelo corto y chaleco reflectante me mira sonriente y aplaude cuando paso a su lado. Le explica algo a la fila de niños que le sigue con sus camisetitas fosforito, y algunos de ellos imitan sus aplausos. Otros, en cambio, se afanan en tirar de las trenzas de la niña de delante, o se entretienen en volcar un poco de agua de sus botellitas de plástico a un escarabajo que ha tenido la mala fortuna de cruzarse con la expedición.

Desde ayer tengo que soportar estas molestas y caprichosas felicitaciones, y todavía no sé la razón. Si es por el perro que saqué de la casa en llamas, he de decir que yo jamás abandono a alguien en apuros, aunque sea un animal. Lo único engorroso fue desatarle del rabo la cuerda chamuscada. Nada que no hubiera hecho cualquiera.

La fila se aleja a pequeños pasos, y sólo queda un niño rezagado con chorretones en la cara que se empeña en provocar al escarabajo con un jirón de periódico encendido. Testigo de la falta, me acerco un poco para sentir otra vez ese agradable olor, a cerillas usadas, a tinta y papel en combustión.

16, SIEMPRE DIOSA

Acabo de levantarme, me miro en el espejo, definitivamente hoy tengo el guapo subido, estoy sola y me siento la diosa de mi casa; lo que tardo en llegar a la cocina y colocarme el delantal y Mr. Hyde hace su aparición: el colacacao derramado sobre la encimera, la basura goteando y manchando el suelo sigue aquí,  el móvil sonando…«mamá te prometo que cuando vuelva recojo la ropa de la habitación», «nena se me ha olvidado decirte que te he dejado sin dinero», «mamá necesito que vayas a imprimir,  el pen está sobre la mesa, ¡es urgente!».

Momento zen: desayuno, hoy no es saludable, la ansiedad merece un cruasán con chocolate.

Trabajo como una bestia hasta el mediodía cumpliendo mi agenda y las demás.

Llegan por turnos para almorzar, ya no estoy sola, escondo a la bestia para que se instale Hestia, todos deseando llegar al calor del hogar, volcar sus historias del día y relajarse.

Por la tarde cada uno se aísla en su espacio, he cumplido los objetivos de hoy, incluso me ha quedado un ratito para dedicarlo a escribir… y aquí, a solas, aunque a veces pueda salir la bestia siempre la dirige la diosa.

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