Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

MAMIHLAPINATAPAI

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. Comenzamos el año con MAMIHLAPINATAPAI, el entendimiento con la mirada. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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31 de MARZO

Relatos

51. La ventana

He vuelto a ponerme colorete y le he pedido a mi peluquera un corte algo más juvenil. Mis hijos se alegraron al verme más animada, pero se sorprendieron también. Algunas bromas no del todo bien intencionadas sí que hicieron.

—¿Y quién es él, mamá?

—Un vecino que se acaba de quedar viudo —respondí.

Se rieron, no me creyeron. Tal vez fuera imposible para ellos admitir que a los ochenta años una pudiera… En fin, nada.

Lo que no saben es que todos los días paso por delante de su casa. Él está siempre a la ventana y nos sonreímos. En realidad, llevamos toda la vida sonriéndonos. Yo soñaba con que un día abriría la maldita ventana y podríamos decirnos «hola». Y hoy por fin ha pasado.

—Hola —me dijo.

—Hola —le dije.

—Me voy a vivir a Madrid con mi hija —me dijo.

—Ah… —le dije.

Nos miramos unos segundos, en silencio.

—Si quieres podemos… —me dijo.

—¿Sí?… —le dije.

«¡Papá, cierra esa ventana que vas a coger la muerte!», escuché una voz a su espalda. Y cuando cerró la ventana, la muerte ya nos había cogido a los dos.

50. Vidas robadas

Mi corazón retumbó como chácara y tambor nada más verte: eras idéntico a mí, un clon gigante. Llegaste en mitad del curso, te sentaste en el asiento vacío de mi pupitre y ese mismo día dejé de ser la cenicienta a la que todos martirizaban. Te llevaste al macho alfa al aseo y al rato regresó cariacontecido y ordenó a la manada que jamás volvieran a llamarme la Expósita. “Su nombre es Violeta”, repitió tres veces. También enseñaste al mal nacido de latín nuevas variantes del Kamasutra. No volvió a invitarme al despacho a refuerzo alguno.

Tú eras el sol de mi medianoche, mi alma gemela; dos gotas de agua fluyendo entre vasos comunicantes. Pero cuando por fin me decidí a besarte, interpusiste tu mano entre mis labios y los tuyos. No podía entender nada y te pedí explicaciones. Me contestaste que nuestro amor era para toda la vida, que no me preocupase: ese mismo fin de semana entendería todo. El domingo fuimos a una casa de reposo en las afueras. Una mujer gritaba y deambulaba sin rumbo, loca perdida. Tú me abrazaste muy fuerte por la espalda. Tenía nuestra misma mirada; un cielo plomizo a punto de diluviar.

49. MENSAJES OPUESTOS (Mercedes Marín del Valle)

La familia de aquel paciente se dio cuenta de que hacía esfuerzos exagerados por distraer a una enfermera en particular.
Por la mañana le preguntaba por el tiempo atmosférico e insistía tanto en que le diera detalles que ella, sin apenas mirarlo, le contaba la predicción para los siguientes cinco días con pelos y señales.
A mediodía le pedía que le pusiera al corriente de la actualidad, y ella, con los ojos semicerrados, se esmeraba en hacer una descripción subjetiva de todo lo que sucedía en el mundo. Así iban pasando los días, entre pruebas médicas e informes terrenales, hasta que una tarde su hermana se puso seria con él y le regañó por impedir hacer su trabajo a la enfermera.

Me he dado cuenta de lo que haces, pero no entiendo por qué.

Lo hago porque no quiero que nuestras miradas se encuentren nunca más. Nuestros ojos hablan muy claro y, mientras los míos se empeñan en proponerle la vida, los suyos siempre gritan mi muerte.

48. Vigilancia

Nadie nace aquí, nadie duerme apenas, en ninguno de los círculos concéntricos que dibujan este lugar. No hay relojes, el ritmo del día lo marca el Sol arrastrándose entre las agujas de las cuatro torres. La primera luz inicia toda la actividad, diferente en cada círculo. En el exterior la vigilancia, en el intermedio la producción básica y su transformación.

Cuando el Sol cruza la vertical de la primera torre, todos los habitantes del lugar intercambian sus posiciones. Entonces se rozan al pasar, se miran, se huelen, pero no se hablan.

Cuando el Sol cruza la vertical de la segunda torre, todos se detienen y comparten alimento, entonces la zona entre áreas parece una gran danza prima de comida frugal, agua, y orden.

Después, el Sol sobre la tercera torre reinicia el trabajo, silencio en cada círculo.

Al llegar a la cuarta torre, todos vuelven al centro del lugar, caminan hacia los techos bajo los que duermen, poco, porque amanecerá pronto otra vez.

Nadie ha permanecido mucho tiempo en este lugar. En el turno externo caminan hacia el precipicio cuando los demás no vigilan.

 

47. Sobran las palabras

Nunca hemos necesitado decirnos nada, la mirada siempre ha hablado por nosotros.

Algunas personas ni siquiera imaginan que nos conocemos; jamás nos han visto juntos, y mucho menos mediar palabra.

Pero lo sabemos todo el uno del otro.

Qué mal lo pasaste cuando falleció tu padre, recuerdo cómo te asomabas al balcón para recibir el discreto abrazo de mis ojos. Y lo feliz que te hizo el nacimiento de tus gemelos; tu mirada resplandecía al salir a pasear en familia, y encontraba la mía celebrando tu alegría.

Me ayudaste mucho a superar mi enfermedad, cada uno de tus serenos parpadeos desde la distancia me curó más que todas aquellas sesiones de quimioterapia. Y cómo olvidar lo que me apoyaste en mi divorcio. Lo que realmente me impulsó a avanzar fue el magnetismo adictivo, aunque lejano, de tus pupilas.

Hoy, por fin, nos hemos visto a solas, pero seguimos sin conocer nuestras voces. Cada beso ha afianzado lo vivido en estos años, sin emitir más sonidos que gemidos de placer.

Entre contenta y culpable, te has vestido deprisa para seguir con tu vida, aunque sé que ya cuentas las horas para volver a buscarnos cuando el mundo no nos mire.

46- . . . (Modes)

Mi mujer y yo éramos sordomudos.

Y construimos un universo de silencio, sobre los husos y huesos del mundo.

Y nunca necesitamos palabras para describir lo que sentíamos. Una mirada, una caricia o un gesto hacían que el diccionario se arrodillase, con pleitesía, ante nuestro amor.

Pero la aritmética del destino jamás tuvo sentimientos.

Y una tarde descubrí que la suma de un caballo desbocado y un carruaje sin control, provocó la muerte de mi esposa.

Entonces mis cuerdas vocales volvieron a la vida y lancé un grito de dolor, que desgarró los ventanales del planeta.

Un vecino fue testigo del suceso.

Se llamaba Edvard Munch.

45. Equívoco (Josep Maria Arnau)

El silencio era sepulcral, pero el cirujano insistió.

—La operación del “padrino” ha sido un éxito.

La confirmación activó miradas cómplices entre Salvatore y Giuseppe. Como la situación aún tenía arreglo, habló Giuseppe.

—Verá doctor, usted nos dijo que la probabilidad de que no saliera vivo de quirófano era del 75 %. Lo tenía fácil. Algo habrá hecho mal, ¿no?

44. Cuaderno de campo

Día veinticinco del año dos mil ochocientos

Los ejemplares han iniciado una especie de cortejo. Se miran de modo intenso para luego proceder a un complicado protocolo de tocamientos. El macho exhibe su órgano reproductor mientras la hembra lo introduce en su cuerpo, sin emitir sonidos continúan moviéndose a un ritmo acompasado hasta que caen exhaustos sobre el suelo.

 

Dispongo de suficientes datos para decir que este tipo de actos van a facilitar la reproducción de la especie, aunque la probabilidad de supervivencia es casi nula, en todo el planeta solo quedan cuatro parejas.

Una leyenda almadiana cuenta que en la antigüedad millones de estos seres poblaban la tierra. Construyeron todo tipo de artilugios para facilitar sus vidas, alcanzando altos niveles de desarrollo. A cambio destruyeron ecosistemas y provocaron una crisis climática. Como consecuencia un virus desconocido acabó con todos, y los escasos supervivientes perdieron la capacidad de hablar.

Desde el laboratorio de alta seguridad en el que me encuentro, puedo asegurar que estos individuos multiplican su poder cuando están juntos. 

Concluyo que se trata de una especie muy peligrosa, la tierra vivirá más segura sin ellos.

 

43. Colofón onírico de una pareja acomodada

Apenas hablan entre sí. Cada anochecer, cuando el sol encuentra su refugio y la luz yace en el lienzo de un pintor consumido por la absenta, Margot se baña en los ojos de Fidel. No dice nada, pero él sabe que después de darle un beso seguirá el rastro de los grillos, que escapará por la ventana cubierta con el tul húmedo de su iris como único vestido, que volverá antes de que el rocío o la carama conquisten el haz de las hojas de amaranto, con la piel reverdecida y el vaso de sus senos repleto de una leche transparente.

Apenas hablan entre sí, pero cuando Margot acomoda la almohada y busca un libro en la mesilla, Fidel acaricia su melena y penetra en sus ojos como quien penetra en una gruta mil veces explorada, recorre galerías y regatos y exprime gota a gota los recuerdos. Después se da la media vuelta y se acurruca en su lado de la cama, escala a los rincones a contarle a las arañas historias que ha encontrado en una copa de armañac, a pintar corazones oxidados con las manchas de humedad que condecoran las paredes, mientras la muerte duerme en el armario.

42. Fa

Desde que el maestro Sabatini creó cierta atonalidad en sus composiciones al no utilizarme, más por despiste que por innovar como creen los críticos, mi vida es un infierno. Aquel azar lo encumbró como el gran renovador de la música clásica, y ahora todos siguen sus reglas. El pentagrama se ha convertido en mi particular camino de espinas. Do, Re y Mi me observan desde abajo con desprecio, lo percibo aunque intenten disimularlo con un saludo que apenas dura una fusa, mientras cuchichean entre ellas con sus ruidos profundos y graves. Sol, La y Si me miran por encima del hombro, con aires de superioridad y unas sonrisas falsas que no ocultan sus agudos e hirientes acordes de corcheas revendidas, como si yo fuera una apestada. Los músicos, tan agradecidos siempre de que mi sonido diera equilibrio a sus composiciones, me inspeccionan con ojos vacíos, y me acaban ignorando. El público, además, se ha acostumbrado a los saltos estridentes de las nuevas sinfonías, sonatas, conciertos, valses, divertimentos. Muy a mi pesar, nadie me echa de menos. A la espera de alguna oportunidad que de momento nunca llega, deambulo por mi espacio sin ton ni son, invisible, inaudible, olvidada entre silencios.

41. Retazos de la historia (Miguel Á. Molina)

Deambula por la cabeza del escritor, deseoso de abandonar esa especie de limbo en el que se halla y poder protagonizar alguna de sus historias.
Sabe que esa celda lóbrega donde lo mantienen cautivo ha secado la imaginación del autor y por más que lo intenta no consigue hacerse notar en su mente.

Una madrugada, cuando ya tiene decidido desvanecerse para siempre, la musa lo encuentra arrinconado en una de las pesadillas del escritor.
Desde el primer cruce de miradas el personaje anhela que sea ella quien lo saque del anonimato. Y durante varios encuentros están a punto de llegar más allá, pero ninguno se atreve a dar el último paso.

Desesperada por ver cómo el literato desecha una idea tras otra, la musa se decide a unir sus caminos. Deja de lado las miradas y las indecisiones, toma de la mano a su nuevo amigo, y con tono dulce comienza a susurrarle al escritor.

Cuentan que fue así como la musa logró sumergir al personaje en el universo creativo del escritor. El lugar donde sucedió esto prefiero no recordarlo. De ella nunca se ha sabido el nombre, el novelista se llamaba Miguel; el personaje, hoy inmortal, Alonso Quijano.

 

40. Nosotros, los de entonces

Treinta años después, coinciden en un balneario. Comparten chorros y burbujas como unos adolescentes, se echan agua, se toman de la mano, se besan en el jacuzzi. En la habitación, se entrelazan entre risas cómplices, comparten con pasión y lujuria barriga, pechos caídos, calva, flacidez, celulitis, papada, lorzas. 

Al despedirse, después del mejor sexo de sus vidas, lamentan en silencio que ninguno de los dos se haya atrevido a dar, por fin, el paso que no dieron en su día.

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