Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

39. LENGUAS MORIBUNDAS

La lengua de Urban era insegura, y por eso solo la usaba ante su esposa. Ese idioma de amar, odiar, blasfemar y llamar a ciertas cosas por su nombre; esa jerga recibida de sus ancestros para que se la otorgara en herencia a los hijos que nunca tuvo, agonizaba, y ni las cátedras la resucitarían, ni las asambleas la secuestrarían, ni los niños la escucharían de nuevo de boca de sus madres.

Aquella mañana llovía menos que en los pasados días de noviembre, pero la humedad era molesta para los huesos del viejo, que se agachaba con dificultad.

—Delecti’m magna, binomi. Acudi ad ti ja —tal vez leyó.

Sobre la tumba de su esposa, Urban dejó una ininteligible despedida. O acaso un saludo. Las lenguas moribundas no terminan de desaparecer, pero son confusas, pues saben que quedarán sepultadas para siempre en la fosa común del tiempo.

38. Inseparables (Alberto Jesús Vargas)

Los cuatro empezamos a ser inseparables ya en la escuela primaria. Por eso, cuando Guille murió sin guardar turno, decidimos no referirnos a él como un difunto al que se le llora o como un muerto al que se le entierra. Él seguiría con nosotros. Lo habíamos jurado al terminar el instituto, pasara lo que pasara no perderíamos nunca el contacto. Quizás esa fue la razón por la que no nos extrañó tanto verlo aparecer, como si nada, dispuesto a jugar la partida semanal de pádel que aquel jueves, para evitar asumir su ausencia, no quisimos suspender. Reprimiendo las ganas de abrazarlo, fingimos normalidad y ninguno cometimos la torpeza de aludir a su reciente funeral. Y terminado el encuentro, nuestro retornado amigo, ejerciendo más que nunca como alma del grupo, nos convenció para salir de fiesta. Jaleados por él, vivimos la noche intensamente, desenfrenados, como si no hubiera un mañana. Al cerrar el último garito, él se empeñó en conducir y acabamos, con las primeras luces del día, estampados contra un camión. Fue entonces, mientras flotábamos en una ingravidez espiritual, cuando Guille nos dijo: «Chicos, ahora empieza lo bueno de verdad. Bienvenidos a este otro lado».

37. Tierra (Luisa Hurtado)

Sé que la historia se repetirá y la vida seguirá porque, aunque debajo de mi piel de arena y rocas yacen olvidadas y reducidas a polvo cientos de especies de seres vivos ya extintas, siempre hay una criatura que resiste, sobrevive y prolifera.
No, no estoy muerta, no lo estaré hasta que la estrella alrededor de la cual giro desde hace millones de años me alcance y engulla, no lo estoy aunque lo repitan esos seres que me han convertido en un planeta maltratado que ya no les gusta, del que huyen a bordo de costosas naves hacia las estrellas.
Sé que yo no moriré, no ahora. En cambio ellos… .
Se admiten apuestas.

36. Armas de destrucción doméstica ( Paz Monserrat Revillo)

Siempre le chocó ese destello marino en la mirada del hijo, tras su linaje de ojos negros. Caprichos de la genética, pensó. Hasta que una analítica rutinaria revela el grupo sanguíneo del adolescente, incompatible con el suyo. Todo confluye en la terrible sospecha de un engaño. Tan fácil como someterse a un sencillo protocolo.

Frente a su puño apretado, ella jura haberle sido fiel. Abren sus vidas en canal con una saña desconocida. Donan fluidos, se someten a más pruebas. Él ofendido, ella rabiosa. Del chico basta su cepillo de dientes.

A la espera de la cita, la casa es un campo de minas.

Un médico, parapetado tras su mesa gris y su bata blanca, suelta la noticia como quien lanza una granada de mano. Protegiéndose de las esquirlas tras un informe repleto de tecnicismos, les dice que tampoco es hijo de ella. Que lo siente mucho, les parece oír a lo lejos entre una polvareda de palabras absurdas como negligencia, intercambio, pasado, enfermeras y falta de protocolos.

Mientras ellos tratan de sobrevivir a la devastadora explosión, el chaval de ojos azules disfruta probando con un par de amigos las armas de la última versión online de World of Warcraft.

35. CASCOTES (Rosalía Guerrero Jordán)

Corremos cogidas de la mano buscando una salida que no existe, malheridas y sedientas, mientras una lluvia de metal y fuego va convirtiendo nuestros sueños en cascotes.

Huimos intentando encontrar una salvación imposible, como gacelas saltando al abismo en un intento desesperado de evitar las fauces del león.

Pero tú y yo sabemos que no servirá de nada.

Porque no existe escapatoria, ni esperanza, ni un lugar en el que estar a salvo.

Porque hagamos lo que hagamos, estamos condenadas por esta maldita guerra de hombres malditos.

No corras más, mírame a los ojos y abrázame con fuerza. Estaremos juntas hasta el final, y aunque acabemos sepultadas bajo una montaña de cascotes y no quede nadie que recuerde nuestros nombres, alguien, algún día, escribirá nuestra historia.

34. Posteridad

Al fondo de la cueva, Nut toma un cuenco con pigmento rojo, se llena la boca, apoya las manos de Mok sobre la pared y sopla con fuerza. Lo repite con sus manos y las de la niña.

Días después la palidez de la niña y su tacto gélido alarman a Nut. Prueba, sin éxito, a agitarla. Le introduce el pezón en la boca, pero no reacciona. Por fin comprende, desiste. Grita apretándola contra su seno. Las demás se acercan. Su grito arrastra un dolor profundo del que acabará aprendiendo que no sirve rebelarse. 

El invierno es duro y peligroso, y escasea el alimento para el grupo. Mok ha salido a cazar, a la desesperada. Como la niña, no va a volver nunca. 

Dentro de poco Nuk se apareará con otro hombre para intentar de nuevo formar una familia. Pero en su cabeza perviven las imágenes de su niña y de Mok. Siente su ausencia como una punzada en el vientre. Cada día visita sus huellas en la pared, sin imaginarse que quedarán, por la eternidad, a salvo del olvido.

33. Hacia el más allá

La noche había sido larga y desperté con una extraña sensación de vacío. Al levantarme, una figura que se me antojó familiar esperaba a los pies de la cama.

—Hola, Muerte, te veo cansada.
—No, quizás algo desanimada. Mi trabajo es penoso, siempre haciendo daño, y hoy te toca a ti.
—Tranquila, no lo tienes que ver así. Cuando acaba una vida empieza otra.
—Eso dicen.
—Puede que la otra sea mejor, eterna y plenamente feliz. Yo tengo esperanza.
—No sé, nunca me lo he planteado, no es parte de mi trabajo.
—Desde siempre nos han enseñado que hay otra vida ¿Cómo no vas a saberlo?
—Te digo que no sé lo que hay después, nunca he muerto y me temo que nunca moriré.

32. Ha nacido una estrella (Sara Sánchez Hernández)

Mamá decía que mi destino era triunfar. En mi sexto cumpleaños y sabiendo que se moría, me hizo jurar que cumpliría su designio. El resto de mi infancia transcurrió entre mullidos algodones y merecidos sobresalientes. Mi juventud, entre sofisticados ordenadores, complejas fórmulas matemáticas y matrículas de honor. Era muy atractiva y siempre tenía tíos a mi alrededor. Nada ni nadie se me resistía. Me gradué Cum Laude y enseguida me fichó la NASA. Como era de esperar me seleccionaron para el primer viaje a Marte. Tuve que hacerme la humilde y mentir ligeramente en los test. Aquellos psicólogos eran bastante idiotas.

Y por fin, tras meses de viaje espacial estoy a punto de pisar este inmenso desierto rojo. Querían echar a suertes quién de los tres bajaría primero, pero obviamente debía ser yo. Además él llevaba semanas raro, apenas me tocaba, y ayer le pillé besándola. Cambiarme a mí por esa vulgar rusa… No me quedó otra que despresurizarles. Fue bastante desagradable.

Parece que Houston sospecha algo, he de apresurarme. Emocionada, pongo mi pie en el carmesí suelo mientras pienso en los titulares: “Una asesina, la primera humana que pisa Marte”.

Mamá, he cumplido mi promesa. Jamás olvidarán mi nombre.

 

31. No puede quedar ninguno.

Los duelistas desenfundan sus flamantes espadas y se disponen a cercenar la cabeza del oponente. De acuerdo a una antiquísima ley no escrita solo pueden ejecutar un mandoble. El populacho asiste enfervorecido a la contienda, aplaude, clama, jalea a los adversarios. Tras el lance ambos sobreviven. La plebe, alborozada, traslada a la morgue los cadáveres del alguacil y el vicealcalde.

Se desafían entonces a duelo de escopeta. Cuentan los pasos reglamentarios y se escucha un único disparo. Sorprendentemente, el duelista A se contorsiona sobre sí mismo, como si de Thomas A. Anderson, más conocido como Neo, se tratara, y esquiva el tiro. La bala, una Remington 300 W.M. Core-Lokt, atraviesa el gaznate del párroco, rebota en el crucifijo del monaguillo y revienta el cráneo del alcalde, desciéndete directo de un conocido presidente norteamericano. Fallecen los dos.

Pero el juez advierte que el duelista B disparó antes de tiempo y ordena repetir el lance. El griterío se torna ensordecedor. Esta vez son los dos miembros de la oposición los que caen fulminados, de sendos disparos.

Finiquitada la faena, A y B recogen sus armas y, entre vítores, marchan a la siguiente localidad, donde los recibirán con los brazos abiertos.

30. Inmortal

Regresó al sarcófago con desgana. Odiaba hacerlo pero el alba despuntaba y ya era tiempo. Sus huesos crujieron al acomodarse en la cripta y una  lágrima rodó por su mejilla. Las vidas arruinadas le pesaban, el remordimiento ardía en su conciencia y se notaba tan cansado… Tan harto del polvo de los siglos, de la oscuridad y del silencio, del precio en sangre que exigía su leyenda. ¡Si pudiera envejecer como un hombre normal! ¡Si en mi alma hallara un pellizco de valor!, suplicaba a la noche con tristeza. Un rayo de sol, tan solo un rayo bastaría, pero…

29. HUECOS

La primera vez fue aquel mismo día, en el cementerio: Cuando todos estaban inmersos en lágrimas y ayes yo te vi, danzando entre las tumbas, tan gamberra como siempre, cambiando de sitio crisantemos y claveles. Y luego… muchas otras veces, en los momentos más decisivos e importantes. Por ejemplo, cuando nació la nena, que te sentaste a mi lado en la cama del hospital y me secaste las lágrimas con un beso. Y cuando se fue papá. Y después cuando me dieron aquel premio por el libro que hablaba de ti, de nosotras. Y tenías aquella mirada de orgullo… Nadie lo supo nunca, pero tú has sido quien me dio siempre fuerzas, aliento, esperanza. Porque seguías a mi lado aunque no se lo haya contado a nadie por si me tomaban por loca. Sin embargo, llevo ya mucho tiempo sin esas visiones. Y lo noto. Que te has marchado del todo, mamá. Pero no te preocupes; lo entiendo. Que ese trajín entre dos mundos tenía que ser algo agotador. Sí, presiento que a partir de ahora debo continuar sin ti. Lo sé por este agujero profundo que me ha nacido en el pecho. Y que estoy segura que se me quedará dentro para siempre.

28. Veo, veo

En el Museo de Ciencias Naturales de Nueva Orleans, dentro de una vieja vitrina de nogal, se puede ver el cadáver momificado de una niña. Expuesta originalmente en la galería principal, la pieza fue ocupando con el tiempo lugares cada vez menos importantes, hasta quedar relegada a un rincón de la sala anexa más escondida, entre un caimán bicéfalo disecado y el último ejemplar visto de Ectopistes migratorius o Paloma viajera. La ficha correspondiente, adosada a un lateral, explica que la niña formaba parte de un cargamento de esclavos del siglo XVIII, del que desembarcó sin vida en el puerto de la ciudad tras un accidentado viaje lleno de bajas. Los que la vieron morir, añade la nota, contaron que en su agonía febril la niña repetía una misma cosa, y que su muerte no impidió que continuara haciéndolo. Aún hoy, si permaneces atento a su lado, acabas escuchando su invariable discurso. En efecto, una impenetrable voz de violín desafinado —el ruido de una cañería cercana para los escépticos— asoma a cada rato entre sus labios de pergamino, suplicante aseguran algunos, resignada en opinión de otros. Nadie sabe que juega desde entonces, y que espera la réplica de su madre.

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