Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
1
2
horas
1
3
minutos
1
2
Segundos
3
2
Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

22. La propuesta

Había una vez una tetera silbando notas agudas de ebullición. Incipientes bucles de vapor dibujaron los primeros trazos de recuerdos con olor a jazmín. La ventana abierta parecía una veleta cuando el viento la golpeaba. El vaho formaba una niebla espesa que escalaba, como raíces, los tejados y las paredes. Los trastes de la cocina aspiraban los vapores mientras bebían de un sorbo la nostalgia. Un hombre estaba sentado frente a una taza, mientras elaboraba bocetos con trazos de soledad. Imaginó un pincel y empezó a iluminar la superficie de las paredes. Dibujó a una mujer con trenzas largas y negras. Pinto un balcón para mirar la noche eterna incendiada con farolas, con su perfecta mezcla de luces y oscuridades. No podían faltar un mago, un sombrero y un conejo llevando una sortija. En un platón estaban las galletas hechas con el susurro de las confidencias. Entonces la mujer, imaginaria, enrojeció con la propuesta. El hombre jugaba con la mirada. No se atrevía a verla. Contenía la respiración dentro de las paredes de sus sueños. Ella tomó sus manos sudorosas y se desvaneció en el viento helado. Al verse al espejo su monstruoso aspecto lo regresó de vuelta a la realidad.

21. EL CUERPO DE LOS ESPEJOS (Mª Belén Mateos )

Sara despertó de un sueño, tras muchos años de soñarlo.

Su piel se tornaba blanquecina y blanda. Una capa de suntuosa grasa aumentaba el centro de su cuerpo, proporcionándole un colchón alrededor de sus desgastados órganos. Y a medida que esta aumentaba iba perdiendo células, minerales y agua.

Comenzaba a disipar centímetros de vertical que se mudaban a la horizontalidad de su cuerpo.

Su desequilibrio le daba muestras de la inestabilidad de su vida y en cada caída se levantaba y seguía en su somnolencia.

Su espalda encorvada era un problema. Iba de la cabeza a los pies buscando acomodo en la soledad presente en la que se encontraba.

Se desperezó, meditó unos minutos para serenarse y se levantó.

Sacudió las sábanas que adornaban los espejos y volvió a la realidad de su cuerpo. Quizás la escarcha de la edad la estaba convirtiendo en un monstruo, pero como heroína del ciclo de la vida, se enfrentaba cada día a esos sueños y los vencía tras su reflejo.

Se preparó un desayuno bajo en grasa y prendió, tras un suspiro, un cigarrillo de tregua con el tiempo.

20. Sin una inspiración monstruosa

Sabía que alguna vez me tenía que pasar y parece que ha llegado esa vez, llevo días intentando escribir pero la inspiración no me acaba de llegar en forma de originales ideas para poder relatar en esta monstruosa propuesta.

La imaginación me trae vampiros, ¿pero para que escribir sobre ellos? sí ya está él, grande donde los haya, el terrorífico «Drácula». Cambio de idea y pienso en hombres lobos e irremediablemente a la cabeza me vienen ellos, los personajes de la incombustible saga «Crépusculo». Decido escribir sobre lo monstruoso que a veces puede llegar a ser el poder, y sin querer se me presenta la figura de «Lady Macbeth».

Tiburones, ogros, fantasmas, seres de otros mundos y un sin fin de monstruos ya novelados me aconsejan que por esta ocasión guarde mi pluma y mis folios en blanco para esperar a que la inspiración me llegue en bicicleta.

19. Descubriendo América (Jesús Redondo)

A aquel fraile, natural del noble pueblo de  Logrosán, se le helaron las rogativas al tiempo que un tremendo  reflejo cremastérico le puso al borde de una criptorquidia.

Un inmenso plenilunio en nadir, proyectaba unas grotescas sombras bamboleantes que surgían del mar. Crujidos, como de bisagras herrumbrosas, acompañaban a aquella fantasmagórica “santa campaña”. Al freire se le antojaban criaturas infernales, como púlpitos andantes blandiendo látigos a diestra y siniestra.

No sin tropiezos, más fruto de pánico que de impericia, se llegó a alertar a sus compañeros, conminándoles a protegerse de aquellos diablos. Paralizados, se apelotonaron  en el fondo de la oquedad que los aselaba.

El capitán obligado por la pérdida de una de las naves los había dejado allí, en aquella soledad pelada por vientos y tormentas de la inhóspita costa de la Patagonia, con la promesa de regresar cuanto antes a por ellos.

Al cabo de dos meses la nave de rescate solo encontró los famélicos cadáveres de sus compañeros, acurrucados en el fondo de aquel refugio.

De mañana, el guetaiarra  padre Arguiñano, ofreció  a sus compañeros un desayuno muy marinero.  Las sabrosas y rojizas “perlas” estaban cocinadas en el cabezón de un changurro de medio metro de diámetro.

18. TEMOR EN EL BOSQUE

Habíamos vuelto a cambiar nuestra residencia y aunque yo aún no entendía el motivo, observaba que tanto mis padres como los nuevos vecinos, tenían un halo de preocupación que trataban de disimular cuando se encontraban ante los niños.

Intrigado por aquel temor que como bruma, envolvía todo el ambiente, le pregunté a mi madre por aquello de los monstruos que le había oído en una sigilosa conversación con mi padre.

Con rostro de resignación y sin saber cómo empezar, me contó que últimamente estábamos perseguidos por unos seres malignos, de aspecto similar al nuestro, pero cuatro o cinco veces más grandes que nosotros, más feos que nuestra especie y que emitían fuertes sonidos guturales y extraños.

Nuestra nueva residencia estaba en pleno bosque y alejada de la ciudad, pero se temía por la visita de estos monstruos, que  generalmente cada siete días y  en grupos de individuos, se acercaban a nuestras viviendas y con gran estruendo de voces y armados de palos destrozaban cuanto veían a su paso y si lograban capturar a uno de nosotros, la algarabía crecía, se lo llevaban y jamás se volvería a saber de él.

Los monstruos nos llaman gnomos, nosotros les llamamos humanos.

 

IsidroMoreno

17. Ángel de la Guarda (Juan Antonio Vázquez)

El tipo se apostó en la barra con cara de pocos amigos. Cantaba como una mosca en un vaso de leche: gabán largo, sombrero incrustado hasta el entrecejo y una escopeta en la mano. El camarero se le acercó con la excusa de pasar el trapo.

—¿Qué va a ser?

Aprovechó para mirarlo de arriba abajo. Debía medir, por lo menos, metro noventa.

—Morid o marchaos –contestó.

A sus palabras la cantina calló de golpe. Se fueron levantando uno por uno, muy despacio, hasta que el corro de infames criaturas lo rodeó esgrimiendo las mejores galas del bestiario: miradas denostadas, hercúleos brazos, zarpas ensangrentadas y dientes afilados.

El primer disparo es el único que has de elucubrar, porque empuja al siguiente y anticipa el final. El cazador de monstruos amartilló el arma y disparó al techo. Sumido en la oscuridad que emanó de la bombilla quebrada se sucedieron gritos, fogonazos y lamentos.

Minutos más tarde, el hombre salía del armario. Arrastraba una cuerda, y del otro extremo, como si se tratara de un petate, los cuerpos sin vida de todos ellos.

Se acercó a la cama, le dio un beso al pequeño, y le aseguró sonriente que tendría felices sueños.

16. Preparativos

Puntilloso, retiró las cortinas azules del dormitorio, sustituyéndolas por otras confeccionadas con lino rosa. Retornó al fondo de la caja de cartón el avión teledirigido plateado y la colección de coches metálicos, ocupando el lugar disponible en la estantería con una casa de muñecas y el osito de peluche parlanchín. Arrancó el póster del equipo campeón de liga, y sobre las señales profundas, dejadas por el fixo en la pared de la habitación infantil, pegó la foto de una jovencísima cantante de moda.

Con una sonrisa despuntando desde sus labios, desinfectó y perfumó a fondo, escrupuloso. Antes de asomarse apresurado por la ventana, sospechando que hacía el día perfecto para salir en busca de una niña.

 

 

14. Día de la madre Virtudes Torres

 

La vieron acercarse con las tijeras en la mano. Al principio creyeron que era otra de sus atenciones de estética que tanto les gustaba. Después, los gritos de sus hermanas, primas o amigas les llegaron claros y supieron que, esta vez, no iba a cortarles las puntas.

Hasta ayer las había cuidado con esmero, les decía cosas bonitas, las alimentaba, les regalaba cócteles vitaminados, les ponía música y hasta cantaba para ellas.

Hoy, hoy  parecía otra. ¿Qué le había pasado a esa mujer, ayer tan dulce, tan atenta?

Aunque sacaron su genio y le arrebataron alguna gota de sangre, una tras otra, fueron víctimas de su mano ejecutora.

Después, casi exangüe, fueron introducidas en un líquido. Eso las reanimó, se vieron hasta más bonitas que antes.

Fueron colocadas junto a la ventana, al lado de la foto de una anciana.

La mujer las acarició y ellas, exhalaron suspiros de emoción.

13. La maleta de la señora Tillmore

— Todavía no están preparados—ha dicho la señora Tillmore bajando la tapa y echando el cierre.

Y eso que fue tajante en ese sentido, advirtiendo a los empleados de la empresa de mudanzas:

— Bajo ningún concepto, repito, bajo ningún concepto debéis abrir esta maleta, y mucho menos mirar su contenido.

Pero eso aquí, en pleno corazón del condado de Kildare, y casi en cualquier lugar del mundo, es una provocación, una incitación, un órdago al niño desobediente que el ser humano lleva dentro.

Así que, ahora, la señora Tillmore arrastra pesadamente sus cadáveres por el suelo hacia la bañera, donde ha preparado una mezcla de hidróxido de potasio y agua que los hará desaparecer en unos días. Y, como en otras ocasiones, tiene que darse discretamente a la fuga.

Pero la suerte, esta vez, no la ha acompañado. Ha acabado con el cuello partido al caer escaleras abajo. A pocos centímetros ha quedado su maleta, semiabierta tras el accidente.

Abstraído por el delicado haz de luz que entra desde el exterior me debato entre intentar escapar y esconderme o esperar a que alguien me encuentre.

“Todavía no están preparados”, decía la señora Tillmore.

12. EL VIOLADOR DEL PICO (Edita N.T.)

Andan diciendo las malas lenguas que en el Pico Sacro, desde hace unos meses, habita un mal bicho, un monstruo que roba muchachas jóvenes en los alrededores de las discotecas de la zona. Después de abusar de ellas en una cueva de dicho monte, por lo visto, las deja abandonadas en cualquier lugar. ¡No hay cosa que más me reviente que las habladurías! Sí, es cierto que las llevo a la entrada de una gruta porque allí tengo resguardado todo el material necesario; también para que puedan gritar a gusto sin tener que amordazarlas. Pero no las fuerzo, no les hago daño alguno, si hasta uso guantes de quirófano y todo… Tampoco es verdad que las deje tiradas por ahí; buen trabajo me da acercarlas lo más posible a sus casas, arriesgándome en exceso. Porque la gente es muy mal pensada; si me descubrieran, no entenderían mis explicaciones. Yo soy un hombre serio, sólo me mueve un interés estrictamente profesional: debo preservar mi dilatada fama de cirujano destacado. Por eso necesito con urgencia un himen intacto, para un trasplante. Tan pronto como lo consiga, se acabó la historia.

Nuestras publicaciones