Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

22. «Motorishotel de infidelidad»

Después de tres años de ausencia ,  ronda sentado, en un banco al lado de mi casa. Sigo con enérgico paso firme , fingiendo el desdén de mi gesto pero soliviantada por su indeseada presencia. Mientras me voy alejando recuerdo el punto y final , en ese cutre hotel de carretera, donde furtivamente nos veíamos para «amarnos en secreto». ! Qué ingenua fui no sabiendo que el  amor secreto se reduce a pasión! Mostré mis cartas sobre la mesa y él puso gritos sobre mis sentimientos.  Me dejó bien claro que jamás se divorciaría y remató lanzándome a  un lugar muy cercano al suelo, apuntillandome con una pregunta: ¿alguna vez te hablé de amor? ;ahí paró la discusión . Con un portazo , se alejo de mi vida y de aquel motel de la nacional 340. Y cuando ya pertenecía a mi olvido . Vuelve y sin moverse del banco,  grita mi nombre. Me giro ,con voz fuerte y segura; yo también grito: !cuerpo triste , vete por donde viniste!.

20. Rehenes de la noche (Blanca Oteiza)

La lluvia caía con fuerza contra el parabrisas amordazando la música del reproductor. La noche abrazaba el paisaje haciéndolo negro, tan sólo el neón rojo intermitente del motel se distinguía en el horizonte.

El recepcionista indiferente nos entregó la llave. La humedad impregnaba el ambiente en la noche veraniega vestida de tormenta.

El ventilador giraba moviendo el aire lúgubre de la habitación. Sentados sobre la colcha con olor a rancio, a juego con las descoloridas cortinas ya pasadas de moda, encendimos la televisión. En todas las cadenas hablaban de lo mismo. Una pareja había robado la esperanza de los enfermos, la ilusión de los niños y los sueños de los despiertos. Se habían apoderado de la inocencia de quienes nada conocen, la sonrisa de los ancianos y la felicidad de quienes nada desean.

Nos tumbamos en la cama fundiéndonos entre las sábanas. Esa noche la esperanza, la ilusión, los sueños, la inocencia, la sonrisa y la felicidad descansarían en el maletero junto a la peluca y el bigote.

19. PASIÓN EN DOS TIEMPOS (Concha García Ros)

Ese tic tac del sucio reloj de pared me ha hecho pensar que el tiempo corre. Fugaz, como anoche en el bar. Me levanto de la cama. Tan pronto como una copa lleva a la otra. Me visto mientras roncas. Tan rápido como llegamos al motel. Despego la microcámara del jarrón de la cómoda. Tan deprisa como voy a poner tu vida patas arriba. La guardo en mi bolso. Tan veloz, como el amor no correspondido se transforma en odio. Cierro la puerta sin mirar atrás.

18. ¡JO, QUÉ NOCHE!

En el páramo por el que conducía desde hacía horas no había nada, salvo la carretera salpicada de guijarros que lo atravesaba confiriéndole una extraña cualidad de espacio herido. Así que aquel hotel en el horizonte me brindó la excusa perfecta para tomar una ducha y descansar esa noche.

Era una ruina, pero el dueño-recepcionista aseguró que me daba su mejor habitación. Caí sobre la cama y debí dormir varias horas hasta que un cosquilleo en la mano me hizo despertar sobresaltado. Cuando encendí la luz, pegué un bote al ver varias cucarachas corriendo a esconderse bajo los muebles.

Como, al quejarme, el dueño insistió en que habría tenido una pesadilla porque él no criaba bichos, cogí mi bolsa y me fui sin pagar. Conduje unos kilómetros hasta que caí en la cuenta de que había arrancado en dirección contraria. Retrocedí cabreado pero, al pasar de nuevo frente al establecimiento, el ruido de un fuerte impacto me hizo girar el volante y frenar, dando bandazos, en el arcén.

Al bajarme, lo vi. Era el tipo del hotel, que asomaba por debajo del coche. Lo último que dijo fue: -“¡Hay que ver cómo se pone Vd. por un cantazo!”-.

17. Esta noche cuento que te quiero. Capítulo VII.

Emma seguía estupefacta mientras la chica se acercaba a ella con cara de incredulidad.

Emma, ¿Eres tú? ¿Pero qué haces aquí?

Emma algo recuperada de la impresión le contestó sin pensar:

Vine a por ti, Silvia.

Silvia más que sorprendida por la respuesta siguió escuchando lo que Emma decía.

Pero ya he visto que me has olvidado – El rostro de Silvia enrojecía mientras Emma continuaba recriminándole – Se que tu novio es un enfermero, que hace tiempo que estáis juntos ¿A qué estás jugando? ¿Pensabas que no me iba a enterar nunca? – Le preguntaba mientras le comenzaron a caer algunas lagrimas por el rostro.

Silvia ruborizada, no sabía que contestar pero en ese instante recordó la habitación del hotel donde quedaba con el enfermero y allí citó a Emma:

Te espero esta noche en la habitación número 10 del hotel «La traición», esta junto a la carretera que lleva al aeropuerto. Allí te lo contaré todo.

Silvia volvió a la parada de autobús y Emma secándose las lágrimas del rostro, retomó el camino hacía el hospital sabiendo que sus planes se habían trastocado por completo.

15. Esta vez lo vimos todos (Ricardo González)

Nos anunciaron la cena. Podríamos ir todos. Sería en aquel hotel de carretera.

La anterior fue a puerta cerrada.

Llegamos temprano. Leímos el menú y nos sorprendió por su calidad.

Ellos se retrasaron casi una hora. Se les veía alegres. Habrían bebido.

Al comienzo se respiraba paz pero ¡ah! Que poco duró.

Concluidos los entrantes, surgieron las primeras discrepancias.

Y subieron mucho más las voces tras los mariscos.

La carne, en su punto, les irritó y comenzaron las peleas dialécticas.

Lo realmente triste llegó a los postres. Reían como hienas…  sin ganas.

 

Para ellos solo fue otra cena. La verdadera diferencia era que tuvieron audiencia extraña.

Nosotros pagamos como siempre.

Nos fuimos contentos. Habían decidido, por esta vez y no sentando precedente, intentar bajarnos los impuestos.   

14. CAFÉ SOLO (Fernando da Casa)

–¿Sacarina?

–No, gracias.

Mientras ella retiraba el sobre de azúcar despreciado, él sorbió el contenido de la taza de un solo trago. Cerró los ojos. El aroma permanecía impregnando de sensaciones las canas que peinaban sus recuerdos.

 

–¿Me da otro sobre? Gracias.

Leche condensada y dos sobres de azúcar. “Menudo brebaje”, pensó la camarera. Fue bebido a pequeños sorbitos, acompañado de una hermosa berlinesa glaseada. Cuando terminó, pidió la cuenta y se marchó.

 

Después de una fugaz mirada a través de la ventana, viendo crecer la nube de polvo levantada por el coche que partía, retiró la taza, el plato y los cubiertos usados por el cliente goloso. Cuando fue a recoger la taza amarga, apurada varios minutos antes, el suave roce de una mano se lo impidió. Sin abrir todavía los ojos, él susurró con la mirada: “déjame disfrutarlo un poco más”.

 

Ella, turbada, retiró la mano. De repente, tomó consciencia de su vida, sin ilusiones, sin esperanzas. Sin otra alegría que atender a un autobús de turistas japoneses, por si contagiaban de exotismo aquel maldito lugar perdido en mitad de la nada. Reprimió las ganas de llorar y preparó dos tazas más. Bien cargadas. Sin azúcar. Sin leche.

13. En el kilómetro 117 de la N-634

Habitación 102

Saúl, intenta consolar su ánima postrada en la cama en posición fetal, aferrada a una almohada que absorbe sus continuos sollozos. Su alma ha comenzado a errar. Le aterroriza acabar en el infierno.

 

Habitación 203

René, se coloca un sombrero de gángster para esconder su alopecia .Es la única forma de excitar a su mujer. Mientras tanto, ella se acopla las protuberancias que hacen la vez de sus senos franceses. Sin ellos no consigue que su marido tenga erección alguna.

 

Habitación 304

Candela está frente al espejo, deteniéndose en cada surco grabado en su rostro de tantas lágrimas que lo han recorrido. Ha abandonado un matrimonio alimentado de insultos  que la ha torturado durante catorce años. Al amanecer  quiere convertirse en payaso para no dejar de reir. Saldrá del hotel con una peluca rizada y naranja, con una sonrisa forzada y pintada, con unos zapatones rojos con los que tendrá que aprender a caminar.

 

Recepción

Raquel acaba de registrarse firmando en el libro de huéspedes. No tiene intención de pagar. Ha elegido la habitación más cara para su estancia. Su maleta guarda todos los ingredientes para una fiesta pirómana que tiene prevista hacia las tres de la madrugada.

12. MARIPOSA NEGRA (Paloma Casado)

Nos besábamos con urgencia en la oscuridad de los cines, en el anonimato de los portales y bajo las sábanas de una cama de alquiler. Escogíamos la misma habitación del hotel de carretera al que nos dirigieron, por primera vez, nuestros amores clandestinos. Me gustaba contemplar, en el espejo del armario, su cuerpo tendido sobre mí, el brazo que me cubría y mi dedo escribiendo palabras en su espalda.

Su mujer, sin saberlo, gobernaba nuestra relación desde la silla de ruedas en donde languidecía tras el accidente. La culpa era una mariposa negra que revoloteaba sobre su cabeza en una órbita tenaz e inoportuna.

Me enteré por una esquela del periódico: “Su desconsolada viuda pedía una oración por su alma” y yo no recordé ninguna para acompañarle.

He regresado a la habitación 106 y allí, entre las aguas plateadas del espejo, continuamos haciendo el amor. Sé que algún día las atravesaré para encontrarle, libre al fin, de la mariposa negra.

 

11. El empleo

-¿A quién contratan para trabajar en un hotel de carretera?. ¿Alguna vez alguien se lo pregunta acaso?. ¡Pues mira, me contratan a mí!. Yo pensaba que eso era un negocio familiar… Debo ser el tipo más tonto que han encontrado. A veinticinco kilómetros de mi casa y sin vehículo a motor. ¿Que cómo lo hago para ir y volver?. ¡Pues en bici!. ¡Usted qué se ha pensado!. ¡Si no llega ni el autobús! Es porque mi madre me obliga. Me lo ha dicho bien claro:-”O trabajas o te vas a la calle”.- Y con mi profusa experiencia es del único sitio del que me han llamado. (Por si no se ha dado cuenta lo de “profusa” es un sarcasmo). En fin, que allí me tengo que presentar a las seis de la mañana del lunes para hacer de limpiador de piscinas, botones, camarero… ¡Ni se!. Por lo menos tengo un uniforme bonito y las propinas son para mí… Igual puedo comprar un coche de segunda mano para final de año. ¡Quita, quita! Que eso gasta mucho… -Chico, me alegro de lo de tu trabajo. Pero dime lo que quieres o quita ya de en medio, que me estás formando cola.

10. Carretera sin tráfico (Salvador Esteve)

El paisaje era desolador. El hotel parecía un espejismo al lado de la solitaria carretera. Un único surtidor de gasolina anunciaba su entrada. A unos doscientos metros, un gran hangar y una pista de aterrizaje hacían anacrónico el conjunto. El hotel estaba regentado por el matrimonio Smith, de cutis cortado pero manos cuidadas. Poca gente paraba, pero al joven matrimonio y a su hija de seis años les había sorprendido la noche, y el cansancio hacía mella en la pequeña. Los Smith acomodaron con una amabilidad exquisita a la familia. Como era su costumbre les ofrecieron limonada bien fría, agradecidos ante el sofocante calor de agosto la tomaron. A los pocos minutos una apacible somnolencia cerraba sus párpados.  Los Smith trasladaron al matrimonio y la niña a la habitación blanca y se pusieron sus guantes de látex.

Hombres y mujeres, que no se resignaban a perder ante la muerte, esperaban.  El avión, un jet último modelo, siempre estaba preparado.  En el hangar, coches, Harleys y demás vehículos seguían amontonándose.

9. Servicio de habitaciones

La empresa daba muestras de deterioro, y Jaramillo, preocupado por lo que parecía ser el fin de su prostíbulo, prefería matar el tiempo reparando desperfectos en aquel renqueante negocio. En las habitaciones vacías, entraba y se ocupaba de la instalación, y en uno de esos cuartos observó algo que lo desconcertó. Unos cables pelados se asomaban al cabezal de la cama y amenazaban con descargar su fuerza en quien los tocara. Vio que no era como para causar grandes males o la muerte, aunque sí podría ser doloroso el menor roce. Mientras se afanaba protegiendo los hilos, que por cierto no alimentaban ninguna lámpara o aparato, entró un cliente casi desnudo, acompañado por una joven que le vendaba los ojos, le ataba las muñecas y lo tumbaba sobre la cama. La chica, acostumbrada a las estrecheces, se mostró indiferente a la presencia de otras miradas, y así sacó una fusta, se puso un antifaz, quitó las protecciones de los cables y echó al incrédulo electricista del cuarto. Mientras cerraba la puerta, la chica le guiñó un ojo y se dirigió a él en una lengua desconocida. Ya en el pasillo, Jaramillo escuchó unos gemidos desconsolados.

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