Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

WABI SABI

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta cuarta propuesta es el concepto japonés del WABI SABI. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE JUNIO

Relatos

26. En aquel hotel de carretera (Jesús Lara Vanegas)

Por aquel entonces eran pocos los momentos en que podía estar con ella. Intentaba disfrutar de sus caricias, tanto así que lograba trasladarme a un mundo totalmente distinto al que me encontraba.

Una vez en el éxtasis del amor un fuerte culatazo en mi rostro me despertaba dándome a entender mi cruda realidad. Recuerdo el olor de la pólvora quemada,  la putrefacción que desprendían los cuerpos que estaban apilados a mi alrededor.

¡Maldición!-de esta no salgo ni queriendo- Era lo que me decía intentando comprender lo sucedido. No lograba entender como fuÍ tan estúpido para dejarme caer en manos de un grupo terrorista.

Se suponía que iba a hacer un reportaje como otro cualquiera. Ir, grabar e informar sobre las condiciones de vida de un cetenar de secuestrados bajo el mando de un tal «Somier Nejar».

Éste había ocupado un hotel de carrEtera situado al sureste de Israel. ¿Su fin? Hacer ver al mundo la veracidad de sus actos sangrientos.

Pasadas tres noches de inaguantable tortura, apenas lograba mantenerme con vida, las esperanzas de volver a casa eran cada vez mas bajas y en una completa desorientación una voz en mi interior advería que de esta no salía ni queriendo.

25. En aquel hotel de carretera (Manuel García García)

Todo era comenzar, me decía una y otra vez. Finalmente terminé en aquel hotel de carretera de mala muerte. Sami me acompañaba esta vez, a pesar de insistirle que no lo hiciese. Era una mujer muy testaruda.

Recorrimos más de tres mil kilómetros en poco mas de tres días cuando divisé desde lejos la azotea de aquel hotel y me entraron dudas si continuar la aventura. Era algo siniestro, todas las paredes de aquel edificio eran verdosas tirando a grisáceas. Todo estaba destruido por completo y un inmenso árbol desde el interior del patio se había adueñado de toda la estructura. Todas sus ramas e incluso sus raíces se colaban por las puertas, ventanas, escaleras. Era un lugar asediado por el propio paso del tiempo. Por aquel lugar nadie pasaba desde hacia muchos años.

Sami propuso pasar la noche en aquel lugar. Me entró un escalofrío tremendo. Sami era la típica mujer cariñosa responsable con todo pero demasiado loca y sin miedos como para hacerla cambiar de opinión. Sin embargo, yo estaba demasiado turbado con la idea. A decir verdad también asustado con el lugar.

Aquel olvidado y destruído hotel fue abandonado en 1902 por la existencia de entes malignos.

24. El escondite de Lázaro

–¿Puede ponerme con Lázaro Maldonado?
–¿Lázaro Maldonado? No tenemos a ningún Lázaro Maldonado.
–¿No? Siempre hace lo mismo. Se cambia el nombre. Espere… Quizá les haya dicho que se llama Lorenzo Moreno.
–No, señora.
–¿Luis Manzanares?
–No.
–Espere. Tengo apuntados los nombres en la libreta. ¿Leopoldo Marqués?
–No.
–¿Leonardo Machín?
–No.
–Uh. Quizá no esté ahí. Sabe. Coge el coche, llena el depósito y no se detiene hasta que se cansa de conducir. Pero acaba volviendo… ¿Tienen ahí a un León Martínez?
–No.
–Siempre acaba volviendo… ¿Lucio Montero?
–No.
–¿Luciano Maestre? Éste es el que utilizó la última vez.
–No.
–Vaya. Se me han acabado los nombres. Va a ser verdad que no está ahí. ¿Dónde se habrá metido?
–Espere. Tenemos a una tal Liliana Madeira.
–¿Liliana Madeira? Bueno, póngame con él, digo, con ella.

23. En aquel hotel de carretera (Javier Ignacio Pérez Andrés)

-¡Escucha, no me cuelgues!
-¿Que quieres? Ya te dije que me dejaras en paz
-¡No!No me cuelgues.Estoy solo
-Bueno ¿y que quieres?
-Estaba pensando…¿Hace muchos años que nos conocemos, verdad?
-Demasiados
-Y…¿Hemos vivido muchas cosas juntos, eh?
-También demasiadas
-Me acuerdo de cuando decidimos casarnos, lo teníamos tan asumido que ni siquiera te preparé un detalle romántico. Ya sabes…una cena, pedirtelo en el momento justo, crear algo para recordar
-Ya…
-Y…estos últimos años, creo que le he prestado más atención y dado más importancia a otras personas y cosas antes que a lo nuestro
-No sé donde quieres llegar…¿Has tomado algo?
-No, ya he pasado demasiado tiempo anulado
-Verás…creo que eso me ha ido convirtiendo en una mala persona y la frustración que me produce me hace ser peor.
-… (Silencio)
-Intentaba recordar como era antes, de dónde sacaba la alegría para disfrutar de un nuevo día. ¿Cómo es posible que me halla alejado tanto de mis ilusiones?¿Qué me pasa, que cada día destrozo más mi vida, lo tapo y sigo como si nada?
-¿Yo no era así verdad?
-No
-¿Me puedes ayudar?

22. «Motorishotel de infidelidad»

Después de tres años de ausencia ,  ronda sentado, en un banco al lado de mi casa. Sigo con enérgico paso firme , fingiendo el desdén de mi gesto pero soliviantada por su indeseada presencia. Mientras me voy alejando recuerdo el punto y final , en ese cutre hotel de carretera, donde furtivamente nos veíamos para «amarnos en secreto». ! Qué ingenua fui no sabiendo que el  amor secreto se reduce a pasión! Mostré mis cartas sobre la mesa y él puso gritos sobre mis sentimientos.  Me dejó bien claro que jamás se divorciaría y remató lanzándome a  un lugar muy cercano al suelo, apuntillandome con una pregunta: ¿alguna vez te hablé de amor? ;ahí paró la discusión . Con un portazo , se alejo de mi vida y de aquel motel de la nacional 340. Y cuando ya pertenecía a mi olvido . Vuelve y sin moverse del banco,  grita mi nombre. Me giro ,con voz fuerte y segura; yo también grito: !cuerpo triste , vete por donde viniste!.

20. Rehenes de la noche (Blanca Oteiza)

La lluvia caía con fuerza contra el parabrisas amordazando la música del reproductor. La noche abrazaba el paisaje haciéndolo negro, tan sólo el neón rojo intermitente del motel se distinguía en el horizonte.

El recepcionista indiferente nos entregó la llave. La humedad impregnaba el ambiente en la noche veraniega vestida de tormenta.

El ventilador giraba moviendo el aire lúgubre de la habitación. Sentados sobre la colcha con olor a rancio, a juego con las descoloridas cortinas ya pasadas de moda, encendimos la televisión. En todas las cadenas hablaban de lo mismo. Una pareja había robado la esperanza de los enfermos, la ilusión de los niños y los sueños de los despiertos. Se habían apoderado de la inocencia de quienes nada conocen, la sonrisa de los ancianos y la felicidad de quienes nada desean.

Nos tumbamos en la cama fundiéndonos entre las sábanas. Esa noche la esperanza, la ilusión, los sueños, la inocencia, la sonrisa y la felicidad descansarían en el maletero junto a la peluca y el bigote.

19. PASIÓN EN DOS TIEMPOS (Concha García Ros)

Ese tic tac del sucio reloj de pared me ha hecho pensar que el tiempo corre. Fugaz, como anoche en el bar. Me levanto de la cama. Tan pronto como una copa lleva a la otra. Me visto mientras roncas. Tan rápido como llegamos al motel. Despego la microcámara del jarrón de la cómoda. Tan deprisa como voy a poner tu vida patas arriba. La guardo en mi bolso. Tan veloz, como el amor no correspondido se transforma en odio. Cierro la puerta sin mirar atrás.

18. ¡JO, QUÉ NOCHE!

En el páramo por el que conducía desde hacía horas no había nada, salvo la carretera salpicada de guijarros que lo atravesaba confiriéndole una extraña cualidad de espacio herido. Así que aquel hotel en el horizonte me brindó la excusa perfecta para tomar una ducha y descansar esa noche.

Era una ruina, pero el dueño-recepcionista aseguró que me daba su mejor habitación. Caí sobre la cama y debí dormir varias horas hasta que un cosquilleo en la mano me hizo despertar sobresaltado. Cuando encendí la luz, pegué un bote al ver varias cucarachas corriendo a esconderse bajo los muebles.

Como, al quejarme, el dueño insistió en que habría tenido una pesadilla porque él no criaba bichos, cogí mi bolsa y me fui sin pagar. Conduje unos kilómetros hasta que caí en la cuenta de que había arrancado en dirección contraria. Retrocedí cabreado pero, al pasar de nuevo frente al establecimiento, el ruido de un fuerte impacto me hizo girar el volante y frenar, dando bandazos, en el arcén.

Al bajarme, lo vi. Era el tipo del hotel, que asomaba por debajo del coche. Lo último que dijo fue: -“¡Hay que ver cómo se pone Vd. por un cantazo!”-.

17. Esta noche cuento que te quiero. Capítulo VII.

Emma seguía estupefacta mientras la chica se acercaba a ella con cara de incredulidad.

Emma, ¿Eres tú? ¿Pero qué haces aquí?

Emma algo recuperada de la impresión le contestó sin pensar:

Vine a por ti, Silvia.

Silvia más que sorprendida por la respuesta siguió escuchando lo que Emma decía.

Pero ya he visto que me has olvidado – El rostro de Silvia enrojecía mientras Emma continuaba recriminándole – Se que tu novio es un enfermero, que hace tiempo que estáis juntos ¿A qué estás jugando? ¿Pensabas que no me iba a enterar nunca? – Le preguntaba mientras le comenzaron a caer algunas lagrimas por el rostro.

Silvia ruborizada, no sabía que contestar pero en ese instante recordó la habitación del hotel donde quedaba con el enfermero y allí citó a Emma:

Te espero esta noche en la habitación número 10 del hotel «La traición», esta junto a la carretera que lleva al aeropuerto. Allí te lo contaré todo.

Silvia volvió a la parada de autobús y Emma secándose las lágrimas del rostro, retomó el camino hacía el hospital sabiendo que sus planes se habían trastocado por completo.

15. Esta vez lo vimos todos (Ricardo González)

Nos anunciaron la cena. Podríamos ir todos. Sería en aquel hotel de carretera.

La anterior fue a puerta cerrada.

Llegamos temprano. Leímos el menú y nos sorprendió por su calidad.

Ellos se retrasaron casi una hora. Se les veía alegres. Habrían bebido.

Al comienzo se respiraba paz pero ¡ah! Que poco duró.

Concluidos los entrantes, surgieron las primeras discrepancias.

Y subieron mucho más las voces tras los mariscos.

La carne, en su punto, les irritó y comenzaron las peleas dialécticas.

Lo realmente triste llegó a los postres. Reían como hienas…  sin ganas.

 

Para ellos solo fue otra cena. La verdadera diferencia era que tuvieron audiencia extraña.

Nosotros pagamos como siempre.

Nos fuimos contentos. Habían decidido, por esta vez y no sentando precedente, intentar bajarnos los impuestos.   

14. CAFÉ SOLO (Fernando da Casa)

–¿Sacarina?

–No, gracias.

Mientras ella retiraba el sobre de azúcar despreciado, él sorbió el contenido de la taza de un solo trago. Cerró los ojos. El aroma permanecía impregnando de sensaciones las canas que peinaban sus recuerdos.

 

–¿Me da otro sobre? Gracias.

Leche condensada y dos sobres de azúcar. “Menudo brebaje”, pensó la camarera. Fue bebido a pequeños sorbitos, acompañado de una hermosa berlinesa glaseada. Cuando terminó, pidió la cuenta y se marchó.

 

Después de una fugaz mirada a través de la ventana, viendo crecer la nube de polvo levantada por el coche que partía, retiró la taza, el plato y los cubiertos usados por el cliente goloso. Cuando fue a recoger la taza amarga, apurada varios minutos antes, el suave roce de una mano se lo impidió. Sin abrir todavía los ojos, él susurró con la mirada: “déjame disfrutarlo un poco más”.

 

Ella, turbada, retiró la mano. De repente, tomó consciencia de su vida, sin ilusiones, sin esperanzas. Sin otra alegría que atender a un autobús de turistas japoneses, por si contagiaban de exotismo aquel maldito lugar perdido en mitad de la nada. Reprimió las ganas de llorar y preparó dos tazas más. Bien cargadas. Sin azúcar. Sin leche.

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