Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

76. La belleza del caos

Las piezas de Lego por el piso. Una magdalena mordiqueada sobre la mesa. La voz melodiosa de la sirenita que sale del televisor se confunde con las carcajadas de los dos mayores, que dan volteretas  en el sofá. Por el balcón entra un solazo de media mañana. Charo sigue en pijama,  la cara pintada de paz y el pequeño colgado del pecho. Un timbrazo se filtra a través del estrépito. ¿Quién vendrá a interrumpirlos?

¡Ringgg! ¡Ringgg!

Charo retira la colcha inmaculada. Amanece. Una música anodina se cuela a través de los altavoces.  Tres fotos de marcos idénticos brindan desde la pared una helada compañía. En la mesilla impoluta, lamparita y vaso de agua. Unos libros, pocos, estrictamente alineados en la estantería.

¡Zas! ¡Zas!

Vuelca el vaso de un manotazo, abre los libros al azar, arroja los retratos sobre la cama y los revuelve entre las sábanas, como si hubiesen establecido entre ellos una batalla de risas y almohadas. Su voz cascada compite con la música ambiental desentonando a gritos una vieja canción de su infancia.

¡Toc! ¡Toc!

«Abra, por Dios, doña Charo. Le prometo que no vamos a ordenarle la habitación. Hoy se la dejamos como a usted le gusta».

75. Dafne

La acequia al lado del campo de las adelfas se estaba desbordando, las aguas suplicaban recuperar su cauce en la tierra natural que le había sido asignada hacia más de doscientos años y, solo apenas veinte que el nuevo propietario de la finca decidió soterrar su fluido acuoso por importunar con su murmullo la siesta, a esa deshora que el cuerpo se vence ante la pereza de vivir.

 

La lluvia no ayudaba demasiado a tragar el hastío, el recuerdo inmaculado que desconocía, esa partida de cartas al arrullo de eco, el sonido de unos caracoles enredados en la orilla de su humedad, la algarabía de los nietos que recolectaban con su risa la angustia de saber que ya no era su huerta.

 

Amanece. El sol destierra el cemento sepultando en la zanja, la azada acompaña al golpe repetitivo de la dureza del pasado.

 

El nuevo dueño da luz al canal que conduce al regadío, al abuelo, a las adelfas que reviven en el aire al lado del campo, a esa tormenta cuyo destino es sembrar recuerdos en la madre tierra fértil.

 

Se arquea y reposa en el sueño de Apolo doscientos años más.

 

74. Última cita

—¡Viene directo hacia nosotros!, gritamos en la oficina, justo en el momento en el que va a impactar en la cristalera y entonces me despierto sudando con el corazón a mil. Abrazo a mi mujer y me levanto a dar un beso a mis hijos para tranquilizarme, pero ya no hay manera de volverme a dormir, doctor.

—Tranquilo, es solo una pesadilla normal y corriente. No se imagina cuánta gente viene con la misma historia. A veces el cerebro es capaz de crear cosas inimaginables. No le dé más importancia. Bueno, es la hora, si le parece nos vemos ya para septiembre. ¿El once le parece bien?

73. NUKE

Ramé empezaba los libros por la última página y avanzaba de manera aleatoria hasta llegar a la primera línea. Entonces reconstruía la historia a su manera, casaba a enemigos, divorciaba a fallecidos o hacía regresar a los novios del viaje de bodas antes de siquiera haberlo empezado. Así mantenían intacta la ilusión y no decaía la trama, afirmaba muy convencida.

En la vida real seguía al pie de la letra la archiconocida sentencia de Pitágoras: “el orden de los factores altera el producto”: cuando todos sus compañeros de instituto fueron a la universidad ella se marchó de cooperante al primer mundo, donde adoptó una cohorte de milmillonarios y les convenció para que cedieran sus patentes a coste cero a las potencias mundiales del tercero.

A su regreso, pronto alcanzó un grupúsculo de seguidores en las redes sociales y se la rifaron en las peores universidades para que difundiera conocimientos aún no descubiertos, demostrara la cuadratura circumpolar de la tierra y errara de manera sistemática a la hora de asesorar a los lideres mundiales para solucionar los conflictos, arrastrando consigo a la humanidad a una felicidad inmensurable, segundos antes del Big Bang, cantando todos a coro:

 “What a wonderful world”.

72. CENA

Mamá me dice que no vaya a la cocina, los abuelos han venido y han querido hacer la cena. El abuelo es muy quisquilloso y, aunque se ciñe a la receta y mando por parte de la abuela, alguna que otra vez hace de las suyas provocando una pequeña revolución y entonces es cuando mejor no estar. Al final, la haya o no la haya, el resultado es siempre una variada y suculenta cena que a mis padres devuelve a su niñez, a mí confirmar que después de toda tempestad vuelve la calma con mis abuelos felicitándose por un nuevo éxito, y a todos brindar por todo lo bueno que nos ofrece la vida.

71. Último deseo

El sargento me ofrece un cigarro mientras el pelotón de fusilamiento espera. Cierro los ojos y regreso a mi infancia, a mi pueblo, alejado de esta maldita guerra. Recuerdo las flores del prado, las vacas, mis amigos, con quienes juego en el río. Mamá me llama y corro a darle un beso. Papá se acerca. Tras abrazarnos, grita que me dé prisa y me cambie, que hoy son las fiestas de la patrona. Están a punto de empezar los fuegos artificiales.

70. Éxtasis

Su mejor amiga la ayuda con el cambio. Ahora se parece a la Sandy del final de Grease, de negro y taconazos rojos. Antes de partir, se atusa los rizos rubios en el espejo de la entrada y se humedece los labios bermellón. Sabe que esta vez Antonio va a alucinar. En la puerta de casa se lleva las manos a la cabeza, qué tonta, olvidaba el bolso, donde lleva lo que necesita.   

Coge el bus. Es lo que hay si te llevan el coche injustamente por tercera vez en el mes y no tienes un puto euro para recuperarlo.  

Llega al depósito municipal contoneándose ligeramente hasta la ventanilla, tampoco quiere pasarse. Al verla, Antonio, el encargado, se pone de pie tras el mostrador y se recoloca el paquete. Al fin ella entra en razón y él no tendrá que sobornar más a los agentes para hacerla ir hasta allí.  

De pronto, afuera, el Mercedes de Antonio explota y salta por los aires y unos gritan y otros se tiran por los suelos. Sin embargo, absorta con la belleza del espectáculo, ella está a punto de aplaudir. Pero apretar el detonador escondido en el bolso ya le provoca suficiente placer.  

 

69. SELVA

Entra y enseguida empuña el machete para apartar obstáculos. Recorre el meandro de cachivaches, esquiva con destreza los montones de papeles apilados y los utensilios más dispares. Se distrae con el vuelo atolondrado de los canarios que zigzaguean en la estancia. Desde la cornisa de un armario rebosante de ropajes, mantas, zapatos y maletas bajan los pájaros a posarse sobre sus hombros. Cantan sin temor, acostumbrados al desconcierto. En el recorrido se tropieza con el gato carey que le ronronea con cariño siguiéndola a trompicones en la jungla de bártulos.

A medida que se adentra en el corazón de su morada el camino se oscurece. Periódicos de hace décadas ciegan por completo los cristales de las ventanas. Echa mano de la linterna para poder continuar. Del techo cuelgan un traje de buzo, quince paraguas. En el suelo reposa la mitad destartalada de un piano de cola que alberga a una iguana. Llega al centro de la casa. En una mecedora la espera su marido, Diógenes. Ella deja en su regazo una cesta de mimbre con frutas y vino. Los saborearán en silencio, rodeados de miles de enseres de los que nunca se van a desprender.

68. Desastre Natural

 

 

Me encerré en el baño decidida a salvar mi cita con Juan, el chico de mis sueños. Esa mañana había descubierto horrorizada un grano del tamaño de una lenteja de Salamanca en la punta de mi nariz. Apreté con saña, consciente de que la vida tal como la había imaginado dependía de la eliminación de ese divieso. Apliqué un poco de pasta de dientes como me había dicho mi amiga Jenny. Según leí en un artículo del Nuevo Vale, me hice un emplasto con tierra de una jardinera del insti. Aquello iba de mal en peor, no podía presentarme asi. Entonces recordé las palabras del abuelo.

«Ante la duda, piensa que haría el Capitán Trueno». De niña leíamos juntos sus cómics . Aunque desfigurada por un cráter lunar, había que dar la cara.

Juan fue puntual. El chico que aterrorizaba al barrio con su Derbi Variant trucada me estaba esperando. Al acercarme vi que él también sufría inflamación aguda de las glándulas sebáceas. Nos dimos la mano y todos los granos del mundo reventaron al unísono en un Big Bang de fluidos expandiéndose incontrolables. Parados en mitad de la calle, inmunes ante tanta devastación, empezamos a dejar atrás la adolescencia.

 

67. Del cefalópodo

La madre se queda embobada mirando la pantalla del ordenador. ¡Estos entretenimientos modernos son tan atractivos visualmente! Pero es la simplicidad de formas y trazos lo que la cautiva. El movimiento de los colores en ese laberinto cambiante… le parece una obra de arte con vida propia.

El chico está enfrascado en lograr su objetivo: que los puntos rojos lleguen al final del recorrido mediante la reubicación de sus paredes, facilitando así su camino hacia la salida, mientras impide el avance de los verdes. Además puede reducir el grupo adversario si consigue que un panel caiga, al trasladarlo, justo encima de un punto.

En otra parte del planeta, una joven se encarga del avance del equipo verde. Le fascina el diseño del desplazamiento de los colores… aunque es algo errático, como si fueran ratones en un laboratorio.

A miles de kilómetros, en una lujosa sala, las apuestas sobre el vencedor suben a cantidades desorbitadas entre sorbos de champán.

En la nave industrial contigua, hombres y mujeres de ambos equipos, con geolocalizador en el tobillo, corren desesperados en medio de un caos de tabiques móviles, rezando para no morir aplastados en su intento de alcanzar la meta y ganar el juego.

66. Orden y método

Llegaba tarde. Sus dedos sudorosos dejaron resbalar la leontina por cuarta vez. Se había demorado más de lo debido en el banco del que siempre salía sin dejar asuntos pendientes, las carpetas bien alineadas y la pantalla del monitor sin una mota de polvo. El director había accedido al fin a concederle el permiso que, obviamente, sería detraído de sus menguadas vacaciones, pero sus temores no se cumplieron y compareció puntual a su cita en la sala de subastas.

Estaba más delgado. Su dieta ya había dejado atrás la frugalidad para rozar la desnutrición. No era tampoco el momento de cambiar los cristales de sus viejas gafas y, en lo referente a su vida social, el ahorro también había llegado al límite. Esta vez estaba seguro de lograr su objetivo que pondría fin a tantos años de privaciones y aislamiento.

A la salida sucedió lo de costumbre. Volvió a quedarse a unos pocos cientos por debajo de la puja ganadora. La cantidad de salida había superado sus expectativas y resultaba incomprensible para un formato tan reducido. Todo era cuestión de resistir hasta la siguiente ocasión para alcanzar su sueño y ser dueño de un Pollock.

65. Estrategia menor (Blanca Oteiza)

Observa a sus hermanos mayores haciéndose el despistado con sus juguetes de niño, esperando el momento en que descubran su trampa. Ese cromo favorito aparecerá escondido entre los libros del otro. El ansiado instante llega, asoman por la puerta del dormitorio tan ajenos a la artimaña del menor de la casa. Y ahí está, el descubrimiento del robo. Comienza un insulto, un empujón y va tornando en pelea de calle. Vuelan objetos por la habitación, las camas sufren golpes, hay caídas, impactos contra las sillas y la mesa de estudio. El desorden caótico reina en el cuarto de los tres hermanos.

El pequeño disfruta mientras los gemelos se aporrean, cómo goza de estos instantes. Tan pronto termina esta guerra, ya está pensando en la próxima batalla.

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