Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

83. Mejores amigas

Pilar se alegró de que a Marita la despidieran del trabajo, sintió un vacío en el estómago, parecido al que sintió cuando vio a Luis, el novio de Gabrielle, besar a otra chica en la salida de emergencia del Oasis. Entonces no supo si decírselo o no decírselo, pero el placer que experimentó en aquel momento hizo que se le escapara un poco el pis y una dicha tibia le corriera por los muslos. En realidad, no sabe qué es lo que le pasa. Marita y Gabrielle son sus amigas, las quiere de verdad y, sin embargo, no puede evitar alegrarse por cada pequeña derrota que les precipita hacia la lona. Volvió a ver a Luis con otras chicas y a experimentar las mismas fugas placenteras, a celebrar en secreto los suspensos de Marita en sus oposiciones, a sufrir, también un poco, por cada éxito que sus amigas obtenían en su vida. Hoy, de luto riguroso, abraza a su padre cuando le dice si no es un poco exagerado, pero, contesta, qué menos puede hacer para consolar a su mejor amiga por la muerte de su madre y, mientras se da la vuelta, esboza una sonrisa socarrona camino del cementerio.

82. «Sistes» que no hacen gracia

–¡Ho-tia pu-ta!

–Caramba con el mocoso…

– Viene de pasar dos días con su padre. Siempre igual, no tiene en cuenta que a esta edad son una esponja.

–Un siste, mami: “Ahora la dejó el maromo, me patto”.

–¿Es eso cierto?

–Pues sí. Le llegó rápido la noticia… Te lo iba a contar hoy. Tan buena gente que parecía Luis y ya ves, solo quería aprovecharse de mi separación reciente.

–Mamá, papá dice que se rompió tu piñón, y se ríe. ¿Me lo enseñas?

–¿El piñón?… Ah, entiendo. ¿Cómo se habrá enterado de mi hemodiálisis? Que se ríe, el muy cab… Veremos quién ríe el último. He grabado esta conversación y la añadiré a otras pruebas que presentaré al juez pidiendo que le retiren la custodia compartida por mala influencia.

81. EL TÚNEL DE LAVADO SE SIRVE FRÍO (Ana María Abad)

Nunca conseguí aprender a nadar. De pequeña le tenía un miedo cerval al agua de la playa o de la piscina, incluso la bañera me producía una extrema inquietud si me detenía a pensar sobre qué tipo de monstruos podían ocultarse al acecho bajo la espumosa superficie, y me quedaba muy quieta intentando identificar cualquier ondulación sospechosa o el roce de algún apéndice extraño contra mi piel. Por el contrario, la lluvia siempre me produjo una curiosa sensación de bienestar, ya viniera de las nubes o de la ducha.

Mi marido se burla a menudo de lo que él llama mis manías, sin tener en cuenta las suyas propias, que no son pocas. Pero claro, lo suyo son “originalidades” mientras que lo mío no son más que “chifladuras”.

Hoy, harta ya de tanto pitorreo, aprovecho que se ha quedado traspuesto en el coche para detenerme en una gasolinera y entrar en el túnel de lavado. Los chorros de agua que azotan la carrocería me transportan al séptimo cielo, pero él se despierta aterrorizado, chillando y manoteando como un poseso.

Yo disimulo las carcajadas mientras compongo mi cara de chiflada más inocente y finjo no saber nada de su original claustrofobia.

80. Del viejo maestro a su joven alumno (María Rojas)

Déjeme llegar sin tropiezos. No me cargue borracho, Joven Olano, que no vaya mi cuerpo dando bandazos como badulaque sin destino. Llame a Murillito, para que ensamble mi cajón con colas de milano, al doctor Casas, para que con su voz estentórea me verseé linduras y a Guillermina, para que ponga firmes mis partes.

No permita, Joven Olano, que el general Lourido asome sus galones y que el mal nacido de Fonnegra entre echando chambimba.  Déjeme recrearme en mis cosas,  no me importune en mi muerte.

Recuérdeme tomando aguardiente, charlando y encarnando niños dioses, que estoy seguro, me sacarán del infierno.

Lo bueno, Joven Olano, es que usted se va a morir primero y, por esta cruz, que su cajón, sí que se irá dando tumbos.

 

 

 

 

79. CHIMI (Alicia Alguacil Agudo)

Llevábamos más de dos meses familiares y amigos, ayudando a María,  tenía obras en su finca y corría prisa terminarlas,  pues allí se celebraría la comunión de su único nieto.

Solo faltaban dos días para el evento cuando apareció un hombre, que se creyó con el derecho de insultar a todos los que allí estábamos y gritando a todo lo que daba su voz dijo: “por mis huevos que esto se termina hoy, (tú señalando al trabajador que María había contratado)  hijoputa  coge esto y llévalo allí y luego…”

Sin levantar la cabeza del suelo el trabajador obedecía, conocía bien a  este maltratador y sabía que cuanto más le insultaba,  más se engrandecía riéndose del pobre hombre que llevaba más de cinco horas al sol y no podía dejar el trabajo, necesitaba el dinero.

Los que allí estábamos, le recriminamos su actitud,  pero lejos de amedrentarse, la emprendió a insultos con todos, su vocabulario soez, lleno esa tarde toda la finca de pena y silencio.

78. La madre de Maxi (Patricia Collazo)

Para cuando llegamos a la ESO, pocos eran los compañeros de clase que podían presumir de que sus padres siguieran juntos. La gran mayoría estábamos acostumbrados a peregrinar de casa de mamá a casa de papá, tener dos cumpleaños y jugar las cartas hábilmente para conseguir lo que quisiéramos.

Aquellos cuyos padres no se habían separado solían ocultarlo para no desentonar. Todos menos Maxi. Él se jactaba de tener la familia perfecta. Unos padres unidos, abiertos, comprensivos. Una verdadera fortuna.

Por eso ahora, cuando voy a buscarlo cada tarde para salir juntos y me abres la puerta, procuro mirar para otro lado, pero mi ojo izquierdo termina traicionándome. Insiste en colarse en tu escote, siempre tan tentador, aunque yo intente dirigirlo a tus ojos, simulando atender a lo que me estás diciendo. Que Maxi no está en casa, que no regresa hasta la noche, que le dirás que estuve buscándolo. A continuación, repites la frase que todo lo desbarajusta: «Mi marido, tampoco». Lo haces justo antes de clavar tus uñas bermellón en mi camiseta, debajo del cuello y arrastrarme hacia adentro. Y justo antes de que consiga confesarte que ya sé que Maxi está de Erasmus desde hace cinco meses.

77. Cría loros

No sé qué le ha dado a mi marido con el loro del vecino, que está todo el santo día con él. Antes eran muy amigos, pero ahora, si sale a la terraza es para ver al pájaro a solas. Le he pillado ya varias veces susurrándole al oído que sólo tenga ojos para él. Creo que traman algo, porque si les miro, Curro se pone a andar sobre el alambre con la bici en miniatura para disimular. Hoy, cuando he salido al balcón, me he encontrado al vecino con la cara ensangrentada y al loro en el hombro de mi marido con sangre en el pico, en continuo parloteo: «Para él, ojos para él».

76. Ni puta gracia (La Marca Amarilla)

Juan se resignaba a recibir las humillantes collejas que le propinaba Marcelo en el recreo, collejas amenizadas con las risas de sus cuatro palmeros. Este martirio duró un par de largos trimestres en los que nadie, nadie, dijo o hizo nada. Nada, hasta que un profe nuevo pilló a Marcelo ejecutando su ritual de autoafirmación con Juan y le ordenó que acudiera de inmediato al despacho de la Directora.

Entonces sí, entonces muchos compañeros de Juan se mofaron aliviados al comprobar que por fin Marcelo pagaría por sus odiosas maneras, incluso a sus compinches se les escaparon unas sonrisas traicioneras.

Pero Juan no se alegró pues intuía que Marcelo era también, seguramente, otra victima. Sospechaba que las heridas de las que alardeaba como propias de batallas entre gallitos de barrio no se correspondían a dichas fábulas. Y pudo comprobarlo cuando tras una semana de expulsión, el matón regresó corderito y con un moratón en el pómulo izquierdo por culpa de “una puerta del armario que se quedó abierta”.

Esa mañana, en el recreo, Juan se acercó a Marcelo y le dijo:

– Si tienes problemas con los armarios de tu casa, podemos hablarlo.

75. Mal ajeno ( Nuria Rodríguez)

 

Mi útero se ha convertido en un jodido campo de minas incompatible con la vida.
Debería haber sido un lugar seguro y acogedor, donde mis bebés se tendrían que haber desarrollado sin complicaciones en vez de convertirse en un amasijo amorfo de células, carne y sangre condenados a una fría batea de hospital.
Hasta tres veces he pasado por lo mismo, y en cada una de ellas, un odio oscuro y perturbador se ha ido apoderando de mi, hasta convertirme en un ser gris, preñado de hostilidad.
No soporto a las parejas felices, en especial a la que forma mi hermana con su marido, el típico cuñado de manual. Siempre usan adjetivos ridículos para referirse el uno al otro y son tan asquerosamente empalagosos que pueden hacer que te suba el azúcar en sangre a 500.
Sin una pizca de empatía hacia mi sufrimiento, nos dan la noticia de que están embarazados, que forma tan absurda de decirlo, tuve que contender una arcada por el asco que me produjo. Arcada que se tornó en una sonrisa de satisfacción al ver como, de entre sus piernas, brotaba un hilo de sangre cada vez más abundante.

74. DIOS POR LA NOCHE

A la casa se entra por detrás, pero la ventana del baño da a la plaza. Corre, cacho puta, con la cabeza gacha, agacha, agáchala, merecío lo tienes, agachálala. Fina mira tanto por la ventana que ha metido una silla en la bañera. Mira, Fina —se regocija—, mira quién asoma su cara de gorrino cochino, el señor cura párroco, roco, rocorro, ¡saco de ladillas y gonorrea! Orina en la bañera, mascullando insultos y juramentos. Y es que, desde lo de su hijo, ya no es ella. ¿Dónde vas a estas horas? A comer pollas pa quitarte la hiel del boquino… ¿Se te secó el huerto tuerto? ¡El coño te secaba yo! A Fina se le mató un hijo hace cinco años. Apareció colgado de una viga. Era un poco raro y comenzó a rumorearse en el pueblo que abusaba de menores. ¡Mira, Fina! —se grita y abofetea—. ¡Otro hijoputa que hablaba de tu Felipe! Hoy hay desfile file de filetes. Le ardió la granja zanja que se joda, zanjao. ¡A buscar peonás! Fina se carcajea y sacude y palmea sus muslos. Odia las noches porque no pasa nadie. Cada uno está en su casa. Y Dios en la de todos.

73. El maratón

Un hombre desconocido menudo y enjuto va en cabeza. Se prepara para el esprint final. El corredor
favorito se pone nervioso, intenta alcanzarlo y no contempla una derrota. Acelera. Son aún dos
vueltas al circuito. Sin embargo, el hombrecillo al que le va la vida en la competición es veloz y los
deja a todos atrás. Su fuerza y tesón lo catapultan al primer puesto. Desde una de las salidas se ve
avanzar hacia el campeón una pareja de la policía de fronteras que le arresta. El segundón se ríe
para adentro. Y ahora sí, el vencido aspirante de nuevo a vencedor recupera el brío y la creencia en
la justicia divina. Le espera el escalón más alto del podio flanqueado por los dos finalistas y jaleado
por el público que se le entregará sin condiciones. Los vítores se suceden, las felicitaciones del resto
de participantes no le dan respiro, se deja llevar a hombros, le rocían con champán, le dan palmadas
en la espalda. Se pierde en la fiesta, los flases, la emoción, las risas, el regocijo, el ictus.

72. Pérdida de patrimonio (Alberto BF)

No miento si digo que mi palacete es el más señorial de toda la provincia, y según algunos expertos, de todo el país. Aún recuerdo con emoción el día en que pasó a ser de mi propiedad como herencia de mi bisabuela.

Ha puesto al pueblo en el mapa, convirtiéndose en visita obligada para todo turista que se precie, sobre todo desde que fue declarado bien de interés cultural. Las películas y series que se han rodado en su interior han sido un gran éxito, y las caras de admiración de turistas y vecinos se suceden al acercarse a sus alrededores.

 

No las soporto.

 

Cada vez se me hace más desagradable vivir allí con mi familia, mientras esas hordas de mediocres babean observando absortos mi lujoso patrimonio.

 

Pero hoy, por fin, acabará este martirio. Al encender la mecha dinamitaré las sonrisas en esas estúpidas caras.

Aunque vea mi palacio volar por los aires, contemplar la decepción reflejada en los ojos de esos necios merecerá la pena.

 

Me entristece, eso sí, que mi mujer y mis hijos fallezcan en este lance, pero en todas las guerras hay pérdidas dolorosas. Tras mucho pensar en ello, creo que compensa.

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