Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

62. Plegarias de nácar

Siendo una niña la princesa se hizo una casita en el cuarto creciente de la luna donde vivía con un precioso búho gris que compartía su vida con ella y le acompañaba a todas partes. Por las noches, salían al porche y juntos se sentaban al fresco. Se quedaban embelesados mirando a la luna llena, con el corazón henchido de ilusiones, con la esperanza creciente en un mañana perfecto. Un mañana donde los árboles se vistieran con verdes ropajes, el dorado cubriera los sueños y la música sellara la felicidad de ese preciso instante entonando plegarias de nácar.

61. MAHSATI (Dama de la luna).

La pálida luz de la luna llena refleja en el rostro de Mahsati la frialdad de infinitas noches de soledad e interminables horas de angustia en que transcurren sus azarosos días. El dolor forma parte del breviario que acompaña a su miserable vida. La guerra ha elegido su alma para, bombardeo a bombardeo, ir poco a poco deshaciéndola.  Mahsati no ríe, apenas habla y ante cualquier ruido, por mínimo que sea, horrorizada grita y hecha un ovillo, tiembla, en medio de la nada.

60. Su primera vez

Hago balance de su primer año de vida y no puedo evitar que se me escape una lágrima. Recuerdo su primer llanto, justo al nacer; me la dieron envuelta en una manta y mi beso en su frente la calmó. Su primer ruidito de satisfacción tras dormir una noche entera. Su primera risa. Me acuerdo la primera vez que se dio cuenta de que tenía un papá y una mamá; nos miraba con una sonrisa de oreja a oreja, hasta que volvió a engancharse a tu pecho. Cuando dijo su primera palabra. Recuerdo también la primera vez que observó el cielo y vio pasar una nube blanca, redonda; la vi reflejada en sus ojos cristalinos. Han sido tantas cosas su primera vez… Aunque de lo más orgulloso que estoy es de su primera vez que miró a la luna llena; de su primer aullido.

59. S.O.S. (JES LAVADO)

De la luna llena como una torta de yeso cuelga desde hace días, puede que años, un cordel plateado. Tras la caída del sol aumenta su brillo, pero nadie parece advertirlo. Bandadas de alcatraces y vuelos transoceánicos pasan junto a él indiferentes. Los pájaros porque, como es lógico, les importa un bledo; los pasajeros, porque probablemente surcan el cielo inmersos en entrañables comedias románticas o complicados balances de ventas. Legiones de astrónomos y controladores aéreos han sido incapaces de detectarlo, y atribuyen sus destellos a interferencias atmosféricas, o a despistadas auroras boreales.

Tras la luna redonda como un crêpe, en su cara oculta, el náufrago de un zepelín extraviado teje día y noche un cordel con los restos de su nave, y lo deja caer con la esperanza de que, alguna noche, un loco enamorado lo atrape y baje la luna para su amada. O que un niño osado suba a una colina y tire de él, abriendo al fin la enorme piñata que cuelga  sobre La Tierra.

58. SED (Arantza Portabales Santomé)

Bebo. ¡Claro que bebo! ¿Sabes por qué? Porque, cuando bebo, olvido que necesito estar borracha. Porque solo a través de esta niebla turbia puedo sostenerte la mirada. Y aún así, ella sigue aquí. En el aroma de las sábanas. En sus discos de vinilo. En sus libros, abandonados en la estantería del salón. “Para mi Luna. En tu treinta y dos cumpleaños. Antes de ti no era nada.” ¿Y qué eres ahora? ¿Alguna vez me has escrito algo así, Alex? ¿Alguna vez has sentido algo que no fuera esa pena inmensa con la que me miras?
Luna.
Siempre Luna.
Tan presente que ahora resulta que el fantasma soy yo. Pero aguanto, Alex. Aguanto. Bebiendo. Y entre trago y trago imagino que reúno valor. Y tiro sus libros. Y te digo que las sábanas ya no olerán a jazmín. Y entonces sí. Ya no beberé. Quizá mañana, pienso, mientras vacío el vaso. Y como cada día, me recoges y me acuestas sobre nuestras sabanas perfumadas. Sólo veo tu espalda. Y esa pequeña luna llena tatuada en tu nuca.
Me arrastro hasta el baño.
Una vez más, mi vómito sabe a ginebra.
A lágrimas.
A soledad.

57. Aprendiendo los colores

Buscaba objetos, en el parque, para reconocer los colores que aprendí ese día. Vi un contenedor de basura, azul, montado en un balancín. Me acerqué con la intención de mecerme; pero un bicho aterrizó en mi zapato. Abrió sus alas,se enredó en la agujeta y cayó al piso patas arriba. Corrí para decirle a mi mamá lo sucedido; pero escuché que decía a sus amigas: “hice que la despidieran de inmediato. Es una cucaracha insignificante; pero hay que aplastar a esos bichos porque hacen mucho daño con el tiempo”. Sus palabras me hicieron recordar el nombre del insecto. La cucaracha me agradó; sin embargo tenía que aplastarla. Levanté mi pie para matarla, ella seguía luchando para incorporarse, algo pegajoso le dificultaba la acción. La luna llena iluminó su cuerpito… Me detuve. No pude hacerlo. Recogí la cucaracha. Me acerqué a las mujeres, continuaban hablando de la cucaracha más ignorante, vulgar y mal vestida que despidieron del trabajo; interrumpí, le dije a mi madre: “no hace daño, no muerde”, abrí mi mano y la cucaracha voló hasta el pecho de mi madre quien se desplomó. La cucaracha reposó encima de ella por unos segundos e inició el vuelo.

56. Fragmentos de un diario imaginario (Nieves Mtz. Menaya)

Por aquel entonces, para mí su cara era redonda, como de caramelo y chocolate blanco. Venía en sus visitas adornada de ciervos con trineos, brujas viajeras y hadas como valkirias. Sin embargo, ese alarde de magia no dejaba de ser una luz sospechosa que yo y mis peluches tratábamos a toda costa de evitar cerrando la persiana.

Con el tiempo, ella se olvidó de mi risa de niño  y a mí me enamoró su luz de trampa,  como de roca y ángel. Testigo de mi primer cigarro en la ventana, compartíamos ambos nuestras caras ocultas en esas noches en que todo es herida. Noches de puerta con pestillo y  deberes a medias, de emisoras perdidas en transistor barato e  insomnios voluntarios desgastando su nombre enredado en  un verso; noches de fuego y posters,  besos de celuloide en una almohada muda. Torpes ensayos (….) Reina de todas las mareas, su luz efervescente rozaba con violencia los bordes de mi cama buscando más incendios (….) No fue mucho después cuando empecé a escuchar a Leonard Cohen.

55. Luna sangrienta

La luz resplandeciente de la luna llena iluminaba la noche mientras la familia se preparaba para emprender juntos una excursión por la playa al anochecer.

El anuncio de una de las tres lunas grandiosas y sangrientas del verano era la excusa perfecta para » hacer familia».

Emprendieron la marcha mientras el padre les narraba historias de «hombres-lobo» o «lobishome» como se les llamaba por aquellos contornos.

La charla derivó hacia leyendas como la «Santa Compaña» y el ambiente se transformó en algo mágico.

Cuando caminaban por las dunas de la playa notaron que alguien, a escasa distancia, seguía sus pasos.

El padre, atemorizado pidió que se callaran para comprobar si les seguían, pero sólo le respondió el silencio.

Continuaron su paseo con aprensión primero, y al ver que no ocurría nada, se relajaron.

De regreso cuando los niños inventaban hipótesis descabelladas y sus progenitores hablaban de problemas mundanos se oyó a su espalda un largo gemido, que no parecía proceder de ningún humano.

Los padres corrieron abrazar a sus hijos en un inútil intento por protegerlos.

En ese instante un animal de grandes fauces y rasgos humanos transformó una apacible noche de luna llena en una trágica jornada.

53. «Un Secreto Susurrado»

Existe una Bella Pradera.

Un Lugar inaccesible a no ser Que Hayas Sido Convocado.

Un Lugar en el que Los Árboles Guardianes y La Orla Espinosa del Bosque sellan Su Acceso.

Este Lugar Sagrado se descubre hoy Para Aquellos Que Han Oído Su Llamada: Seres Elementales, Duendes, Hadas, Elfos, Entidades Angelicales y demás Espíritus del Bosque aguardan a que El Claro sea desvelado por La Luna.

La Dama De Salom Se Hace Presente.

Las primeras hebras de La Gran Luna se enroscan perfilando ondas plateadas en Su Pelo y tejen sobre Su Cuerpo un delicado vestido de Luz nacarada y ambarina.

Camina descalza rozando sutilmente La Pradera para captar, cuidadosamente, El Último Rayo de Luna Llena que entierra en El Suelo.

Cada Invitado tiene Un Don que entregar. Y con cada Ofrenda va germinando y desarrollándose Una Planta De La Que Brota Una Flor que, henchida de Amor, segrega Un Néctar Ambrosía.

La Dama Habla:

«Sioa Dare Sei Dam Sereueieyye Tahj Ham».
«Sortidei Seiram Naradei Deam Carav Thturat»
«Sza Gnorodei Diahj»
Dharát»

(El Sol Conducirá Esta Información Al Agua Del Cielo.
Es Tiempo De Que La Valentía Humana Alcance Su Vibración Más Elevada.
Al Fin Comprenderán Lo Infinito.
Así Sea)

52. No habrá más lunas llenas (Juan Antonio Vázquez)

Enfiló el pedregoso camino que subía hasta el chamizo a pesar del cansancio que hacía languidecer sus párpados. La agitación y la claridad le habían restado horas al sueño pero también le habían llenado de razones el ánimo. Su abuelo la recibió sumido entre aromas de ajedrea e hinojo, al calor de los rescoldos, arrinconado entre piedras ancestrales, máscaras y cánticos de fondo.
 
Bashira le preguntó por qué ya no había estrellas, dónde se había escondido la nívea luz que solía quebrar las tonalidades azules que otrora tiñera la oscuridad del valle y quedó expectante de saber las razones por las que el día, de un tiempo a esta parte, no encontraba fin.
 
El chamán acogió a la pequeña en su regazo y dibujó con una rama en el suelo dos esferas, una grande y otra más pequeña; mientras, la niña se recostaba sobre su torso y cerraba los ojos.
 
Con voz pausada le explicó que el Sol se había enamorado y por eso  no se retiraba al crepúsculo. Que la Luna lo rechazaría pizpireta y que el orgulloso astro acostumbrado a regir planetas y órbitas, enfadado, los inmolaría a todos.
 
Al acabar de contárselo el viejo lloraba. Bashira dormía. 

51. Bajo la Caperuza (Patricia Mejías Jiménez)

 

Le atraía el color rojo. Así que fue tras ella. La perdió de vista al doblar la esquina. Miró hacia el cielo. En lo alto, la luna llena agudizaba sus sentidos. Podía escuchar el eco de corazón y pulmones contra la caja torácica. Hasta olía el reservorio  de deseos contenidos en medio de las piernas impúberes. “Otra zorra que lo anda pidiendo”, pensó mientras la perseguía por el callejón.

Otras veces había tenido que cerrar, él mismo con su corpulenta presencia, las rutas de escape a sus elegidas. En esta ocasión, solo bastó  un golpe de pensamiento para dirigir los apresurados pasos de la víctima hacia el riachuelo. Quedó atrapada entre las escarpadas márgenes fluviales. Temblaba al verlo acercarse desnudo y con la virilidad izada por el influjo del plenilunio. Más esas contorsiones del cuerpo femenino no eran de miedo, sino espasmos para desvestirse del humano disfraz . En ese momento, deseó haberse tomado los antipsicóticos y estar tranquilo en su celda. Ahora le tocaba rechazar, con todas sus fuerzas, las caricias forzadas de colmillos y garras de algo sobrenatural.

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