Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

DIC75. EL APÓSTATA, de Eduardo Iáñez

El anciano, de nariz gruesa y prominente, gesticula incansable frente otro hombre de avanzada edad y aire patriarcal, objeto al parecer de airadas palabras que soporta en silencio con una mirada entre comprensiva y recriminatoria. La firmeza del tono del
discurso ha concitado a un buen número de curiosos. Rodean instintivamente al
venerable señor de larga perilla y guedejas rizadas, y cuando el primero concluye su alegato, se vuelven hacia aquél, esperando sin duda una respuesta. Aunque nadie parece sentirlo, hace frío y una espesa capa blanca cubre el lugar.
—No quiero volver a discutir el asunto… —logra comenzar; pero el anciano se reserva aún una última andanada.
—Pero ¿es que no lo ves? —le espeta—. ¿Acaso no quieres comprender que nada tengo yo que ver —dice mientras apunta con su bastón a cada uno de ellos— con tu escuálido Oliver y tu pusilánime Pip, con tu sensato Copperfield y tu vitalista Pickwick…?
—Me veo en la obligación de repetírtelo —insiste el caballero con una franca sonrisa—: si quieres entrar al Parnaso, deberá ser junto al resto de tus hermanos.
—¡Paparruchas, Charles! —brama Scrooge volviéndole la espalda, mientras Uriah Heep no logra contener una lágrima de admiración.

DIC74. AQUELLAS NAVIDADES, de Luis Molina

La imagen me sobrecoge, la familia reunida alrededor del árbol, la mesa servida y los regalos esperando la hora de ser abiertos.
Cierro los ojos y mi mente se retrotrae al pasado, la vidriera repleta de juguetes, desde la calle sólo quedaba mirarlos, eran inalcanzables para el magro ingreso de mi madre, miraba arrobado aquellos que nunca podrían ser míos, luego regresar soñando que algún día quizás…
Pasar por casa de amigos donde veía largas mesas repletas de delicias, con música y algarabía. Entrar a casa donde dos platos en la mesa me esperan junto a ella que me mira con una sonrisa, no hace falta más. Comemos en silencio…
Suenan campanas anunciando las doce, tras un beso me da un pequeño paquetito, un autito rojo ilumina mi rostro, un abrazo y un beso…
-¡Papá!
Abro los ojos, mi hija me acerca una copa mostrándome el reloj, comienzan a sonar campanadas entre besos, abrazos y saludos.
En un rincón donde sólo yo lo veo, aquel niño me mira sonriendo mientras se encoge de hombros, han pasado tantos años…

www.luismolin.blogspot.com

DIC73. QUERIDA HELEN, de Ander Balzategi Juldain

Arrinconada en el buzón, encajada entre extractos de bancos y folletos publicitarios encontré un sobre desvencijado, con franjas azules, blancas y rojas recorriendo su contorno. Su sola visión produjo un aleteo en mis entrañas, los sellos americanos, el «Air Mail» intercalado, la tinta del franqueo. Y luego esa sinuosa caracola, casi exagerada, desplegando la hache de Helen. En seguida lo supe, no hacía falta remitente.
Cinco años después, cuando la lengua de los vientos había sofocado mi ardor y las cicatrices de tus heridas yacían soterradas entre nuevas caricias, justo en las navidades en las que iba a nacer mi hija, aparecías tú. Se me atragantó la respiración. Vi la fecha en el franqueo, nunca te olvidaste te mí. ¿Qué vericuetos de la fortuna habían retenido tu carta? No había suegra malvada, ni elipsis con sentido. ¿Podía un simple error burocrático o la desgana de un funcionario desvanecer nuestro amor? No, me dije gritando en el portal de mi casa, nunca lo permitiremos. Temblando, abrí el sobre. Era tu letra. En seguida leí, «será mejor que cada uno sigamos nuestro camino«, el resto se disipó. Tiré la carta, mis manos entrelazaron mi vientre y juro que noté un suspiro.

DIC72. SUPER NAVIDAD, de María Sergia Martín (Towanda)

Hoy hemos bajado los cuatro al súper. Recuerdo, cuando eran más chiquitines, cuánto les divertía llenar el carrito…
Ahora bajamos Samu o yo, solos, aprovechando las horas de mayor aglomeración.
Al padre y al niño les gusta la Navidad; sobre todo por los dulces. Malena y servidora somos más de salaos, así que nos hemos distribuido las secciones. Había degustaciones de ibéricos, patés y mariscos, por lo que nuestro desfile frente a las promotoras ha sido incesante, tanto que nos lanzaban miradas amenazadoras. Pero ¿qué diantres me importan?

Mi hombrecito no ha parado de reír con la boca atiborrada de polvorones. No voy a olvidar ese pícaro gesto al esconderse varias bolsitas de turrón cortado en su cazadora, ni el guiño de su padre consintiendo emocionado. Hace mucho que no les veía tan felices. Creo que hasta ha vuelto el color a sus mejillas.
Esta madrugada decidí que, nada ni nadie, nos iba a arrebatar estos días. Estamos juntos…es Nochebuena… Basta de llantos, números, ajustes y culpas porque hoy es día para sonreírles. Se lo merecen, Samu, lo merecemos todos, y no vamos a permitir que nos roben también las ilusiones de nuestros hijos. ¿Y mañana?, preguntas… Mañana Dios dirá.

DIC71. FLORES PARA LA MEMORIA, de Javier Ximens

Cuentan en los Montes que en la Navidad de 1948 —cuando los rencores iban bajo palio—, Olvido huía de los guardias civiles que el alcalde había mandado en su persecución por habérsela visto llevando leche y mazapanes para los guerrilleros. Quiso la Providencia que el parto se presentara en tales circunstancias, de modo que —con dolores silenciosos— la mujer parió una hermosa niña entre las retamas y la tuvo que dejar allí ante el cerco de los guardias. Se enternecieron los hombres y dejando la cacería llevaron la criatura a la casa del regidor. Como su mujer estaba seca de maternidad acordaron quedarse con ella.

Que la madre muriera fusilada en la cárcel de Talavera por ser del maquis o por intereses ajenos nunca se pudo demostrar.

Desde entonces —todos los 25 de diciembre—, el viento de la sierra tañe en las campanas de la iglesia los gritos del parto, y aquellas retamas maternales alumbran navideñas flores blancas. En el pueblo se las conoce como «Las flores de Olvido» y en sus pétalos se forma un rocío seroso, dorado y con sabor tan triste como difícil de olvidar.

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DIC70. UN MAL SUEÑO, de Plácido Romero

De repente abre los ojos. La vela que hay sobre la mesa se ha consumido y su despacho está a oscuras. Comprende que se ha dejado vencer por el cansancio. Después de que se fuera el escribiente, se había puesto a revisar unas cuentas. Ha tenido un sueño… tan absurdo. Por unos instantes permanece sentado, reflexionando.
Por fin se levanta y, a pesar de que no se ve nada, se mueve por la oficina con habilidad. Busca a tientas el gabán y se lo coloca. Cuando sale a la calle, el frío aire nocturno le termina de despertar.
Mientras camina en dirección de la taberna donde suele cenar no puede dejar de pensar en todo lo que ha ocurrido: la visita de su estúpido sobrino y la discusión con el escribiente. Y después el sueño. ¡Baf! ¡Tonterías! Marley sí que es feliz: consiguió librarse de todas las preocupaciones.
El tabernero, cuando le ve, lanza un gruñido.
–Creí que ya no vendría, señor Scrooge. ¿Lo de siempre?
Asiente sin decir nada. Advierte que la taberna estaba más vacía que otras noches. ¡Malditas fiestas!

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DIC69. BENDITA CENA, de Raquel Ferrero Puchades

Esta cena va a superar a todas las demás. Mi tío Antonio ha escondido la botella del vino caro debajo de su silla y le ha escrito su nombre. Su mujer le ha guiñado un ojo al amigo de mi hermano; no sabe que es gay. Mi padre se ha comparado una peluca rubia y ha puesto a Rafaela Carrá. Por debajo de la puerta de la cocina sale humo, mi madre se ha encerrado y grita que se quiere morir. A la abuela Carmen se le ha roto el vestido de terciopelo que se pone todos los años, Tobi quiere morderle el michelín porque cree que es una salchicha. Mi hermano Daniel está llorando en el baño porque ha pillado a su novio haciéndole caritas a mi primo. Mi hermana lleva cuarenta y cinco minutos con el móvil y solo se ha movido para enchufar el cargador. El abuelo es el único que parece feliz, tiene los cascos puestos, los ojos cerrados y fuma un puro más grande que su mano. Yo estoy hartándome de chocolate en un rincón del salón. Solo mi tío ha dicho hace un rato: «Qué niño más raro”, pero nadie le ha escuchado.

DIC68. EL 23 NO ES NAVIDAD…, de Rosa Barrera Groba

Ángela se acerca a la puerta grande, la nº 23.
A lo lejos suenan villancicos, el aire frío congela ese tórrido almacén de emociones que fue su corazón.Su gorro de lana, recogido en los despojos de una tienda del callejón 23. La bufanda, que es un regalo de hace años y que no puede olvidar por muy gélido que esté el motor que la mantiene viva.
En su mente, visualiza su vida en diapositivas, como sucede cuando te vas a morir: un túnel donde ves una luz al final. Las imágenes se detienen un rato en los 23 años donde sí hubo luz pero la vida apagó cada bombilla que pudiera adornarla, quedando calles oscuras y noches bajo cartones, tristeza y soledad.

A la puerta del comedor social, alguien la toma de la mano. Una voz masculina bajo el uniforme de voluntario de la ONG:

_¡No quedes ahí fuera! somos una familia, es navidad, todos tenemos derecho a vivirla, ¿no crees?

Ángela siente luz en su corazón que deja de ser un iceberg y su alma menos pequeña. Los ojos de Daniel aparecen por navidad, como veintitrés mil veces hubo deseado…ahora hay mucho que contar. Y es 24, Navidad.

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DIC67. INERTE, de Esther Gómez

Venía de un país muy lejano, con su mirada perdida observaba el ir y venir de la gente. Aquella ciudad que le era extraña, en la que no reconocía ningún olor, ningún sabor, albergaba su última esperanza.
La Navidad sólo hacía aumentar su nostalgia.
Arrastraba los pies cansados de deambular en ninguna dirección, en su mano derecha portaba una maleta cargada de infortunio, apenas le quedaba dinero para los
próximos dos días, ese era su futuro más lejano, se sentía perdido e ignorado.
Sus pasos le habían llevado hasta aquella plaza, habitada en su mayoría por seres-estatuas, eran personas que hacían de la inmovilidad su medio de vida.
Con el estómago vacío, la soledad y la tristeza pronto se hicieron dueñas de su corazón. Sin nada que perder, compro pinturas para embadurnar su cuerpo, quería hacer de si mismo la mejor escultura. Según iba cubriéndose de falso granito por fuera, sentía calor por dentro, aquella coraza externa le hacia sentirse a salvo, por fin había encontrado su lugar.
Se posicionó, paralizó su cuerpo y su mente, alcanzando un estado de paz, de donde nunca más regresó. En el silencio de la noche se puede escuchar el latir de un corazón.

DIC65. COPOS DE HIEL, de Modes Lobato Marcos

Nieva.
Y yo soy un paria. Un desarraigado que sólo busca refugio y calor.
Pero el frío congela el corazón de los hombres. Y todos me ignoran, me rechazan, me desprecian.
Hay una niña. Una niña que me abre sus puertas. De par en par.
Yo acepto la invitación, entro, y me alojo en su pulmón izquierdo.
Por cierto, mi nombre es Cáncer.

Nieva.
Y esta tos no me deja dormir.
Me levanto de la cama, cojo la muñeca que me regaló Papá Noel, y voy al salón.
En la mesa hay una carta. La leo un poco, pero no entiendo nada.
Oigo a mami en el cuarto de baño. Qué raro, parece que llora.
Cuando salga le preguntaré qué quiere decir \»maligno\».

Nieva.
Y miles de copos blancos asaetean el ataúd de la niña.
Y yo mastico dolor. Y mi alma vomita impotencia por no haber podido salvarla.
Salgo del cementerio. Y corro. Y corro.
Llego a un puente, me encaramo, y salto al vacío.
Mi cuerpo gana velocidad, el suelo sube a mi encuentro, reviento contra el asfalto, y …
Y descubro que un Ángel de la Guarda no puede morir.

DIC64. HAVE YOURSELF A MERRY LITTLE CHRISTMAS, de Beatriz Carilla Egido

Echa un vistazo por la ventana para comprobar que su muñeco de nieve aún no le ha abandonado. 

—A mí lo que más me gusta de Navidad es el cuento —farfullaba su vecinito ayer tarde, mientras le ayudaba a colocar la zanahoria que hoy amanece desmayada en la nieve. Las nubes se han desayunado al sol y Paula hace lo propio con mamá y las galletas de jengibre. Sus miradas cómplices se sostienen con un grueso hilo de tristeza desde hace un año, cuando él se marchó a trabajar al otro lado del globo terráqueo. Pero un suceso extraordinario durante la cena de Nochebuena cambiará su estado de ánimo. Tras un ligero temblor que sacudirá los cimientos de la casa, el pavo relleno y sus corazones, una copiosa nevada de virutas de confeti caerá sobre sus cabezas lentamente, al ritmo de un villancico interpretado por Sinatra. No imaginan que antes de viajar al Círculo Polar Ártico, papá envasó trocitos de espíritu navideño en una bola de nieve para agitar en caso de emergencia. Y que gracias a su extravagante idea, una atónita niña salpicada de pecas creerá en la magia de la Navidad.

http://anatomiadelamatrioska.wordpress.com/

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