Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
4
1
horas
1
7
minutos
2
4
Segundos
5
6
Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

120. Amnesia (Juanjo Montoliu)

El náufrago apenas recuerda nada. Lo encontramos en una balsa a la deriva, en un mar en calma, con agua y suficientes viandas para aguantar un mes en alta mar. Iba bien vestido, completamente rasurado, con las uñas limpias y el cabello cortado al cepillo. Durante el interrogatorio, su rostro parecía sincero. Hablaba de un naufragio, de olas altas como castillos, de marineros que tapaban sus oídos ante cantos de sirena. Eso, y poco más. Permaneció serio todo el tiempo, hasta que entró María. Entonces, dibujó una amplia sonrisa y dejó los ojos perdidos en algún lugar al otro lado del espejo. Yo diría que, en ese momento, era feliz.

 

119. Dos puntos cardinales

En la isla de las mujeres había dos puntos cardinales: Porunlado y Porelotro. Un día apareció un niño Porelotro. Ellas lo miraron y él se quedó mirando. Una alargó los brazos y dijo mi niño, y él extendió los suyos y repitió mi niño. Lo llamaron Alteración X21. Alteración creció intentando adaptarse a aquella realidad. Cuando empezó a oler demasiado, usó flores silvestres; cuando salieron pelos en su cuerpo, utilizó cera caliente, y cuando su voz se volvió grave, ya no supo qué hacer. Se echó al mar en una balsa, con una inmensa confusión y un mapa con dos flechas. Una apuntaba Porunlado y señalaba al Sol, y la otra Porelotro e indicaba la Luna. Miró al frente y vio el Sol, y creyó ir en la buena dirección. Al cabo, llegó a la isla de los hombres. Estos notaron que atraía a las abejas, tenía poco pelo y sufría amigdalitis, y lo llamaron Down X21. El muchacho supo entonces quién era y, aunque lo trataron bien, solo se quedó el tiempo justo para descansar, cargar la balsa con provisiones y despedirse de los amigos. ¿A dónde vas?, le preguntaron. ¿A dónde vas?, repitió, y puso rumbo Haciaotrositio.

118. Viaje sin retorno

Los cinco amigos habían decidido atravesar la ría para acercarse a la que denominaban “La Isla de las Mujeres”.
Corrían por la comarca viejas leyendas que hablaban de un lugar paradisíaco, en el que los hombres encontraban el solaz que iban buscando y disfrutaban de un placer salvaje, sin ningún tipo de cortapisas.
Animados por tan buenas referencias, decidieron viajar ese fin de semana a la isla de las “diosas del amor”, para disfrutar de los mejores días de su vida.
Pero lo que no sabían es que no existía viaje de vuelta.

117. El Purgatorio

Allí sentada mira los fantasmas de su pasado y recuerda sin recordar. Busca en su memoria y tras saltar las lagunas que no son más que un borrón en su pasado, busca la felicidad en un album de fotos relleno a la mitad. Cada día, la isla de su cautiverio se hace un poco más pequeña y sucesivamente ve retornar sin respuesta, aquella botella que muchas veces lanzó al mar con sus sueños de libertad. Día tras día sus labios palidecen en la sequía de un desierto cuando oye el sonido de sus propios lamentos. Hasta que llega el momento en el que sin querer recordar, comienza a recordar.
Allí sentada mira los fantasmas de su pasado y recuerda sin recordar…Hasta que llega el momento en el que sin querer recordar, comienza a recordar.
Allí sentada mira los fantasmas de su pasado y recuerda sin recordar…Hasta que llega el momento en el que sin querer recordar, comienza a recordar.

Allí sentada mira los fantasmas de su pasado y recuerda sin recordar…Hasta que llega el momento en el que no necesita recordar.

116. En la isla de las mujeres (Montesinadas)

Kuba va despertando, es la hora de levantarse, hay que salir pronto para recolectar el Taku del que sacará la semilla que mezclada con la fruta machacada y fermentada dará el vino. Después decidirá los grupos de siembra y organizará el trabajo de su marido Elbo que hoy debe poner trampas alrededor del huerto para atrapar serpientes.

A kuba le gusta Elbo, su fuerza física, su piel, su sexo. A Elbo le gusta Kuba su inteligencia, su valentía,  sus pezones. Es un hombre satisfecho que trabaja siempre para ayudarla. Kuba sabe que debe protegerlo como a sus hijos, es lo natural en estas islas.

La marea está alta y Elbo juega en la playa a peleas adolescentes, a la caída de la tarde, cuando cesa   la lluvia de estrellas, va a pescar. Tomarán vino y pescado en la cena y harán el amor una vez más.

Elbo es un hombre feliz en esta isla, con su choza de barro rojo. Mañana es un día importante, al despertar,  acompañará a su hijo mayor a buscar paja para hacer la  cama donde desvirgará a la mujer para la que trabajará el resto de su vida.

115. MIRA TÚ DONDE ESTABAN ( PURI OTERO )

Me han dejado sola, ya no se donde buscarlas, subí a las altas cumbres y baje por lejanos valles, pregunté en la obscuridad de la noche y en la luz del día llamandolas a gritos y solo escuché la voz del silencio.
Desolada caminé por la playa con la mirada perdida en el horizonte, de pronto surgió de entre las aguas un hombre con su cuerpo cubierto de escamas y encaminando sus pies hacia mi, dijo:

—Tú busqueda ha terminado,yo se donde se encuentran.

Subimos a una barca que estaba en la orilla y me llevó mar adentro. Después de varias horas de navegación llegamos a una isla, se acercó y me mandó bajar.

Cuando puse mis pies en la arena pude oir un gran alboroto que surgía de entre las palmeras, de forma sigilosa me encaminé hacia allí y fué grande mi sorpresa cuando las ví riendo,bailando, jugando, amándose entre ellas y ajenas a todo lo que les rodeaba.

Contagiada por su alegría las llamé:

—Musas,musas, porqué me habéis abandonado.

Una de ellas me dijo:

—Únete a nosotros, estamos disfrutando de la Primavera.

Y me fuí con ellas.

 

114. MUJERES

Mujeres, mujeres, mujeres. Lo pronunciaba suspirando mi abuelo tres veces cuando se le iba la vista mirándolas de reojo, para que mi abuela, bastante sorda, no lo escuchara. Después se me quedaba mirando guiñándome con su enrojecido ojo. De lo último que me acuerdo antes de que nos dejara me produce todavía una grata sonrisa.

– Mira Andrés, y no le digas nada a tu abuela aunque ella esté ya de vuelta en la isla de las Mujeres, donde mejor están todas ellas es solas, por eso ya no caben en la isla y nos siguen importunando.

Debe ser por eso que ya tengo la casa llena, pero no me quejo en absoluto: mi madre, mis tres hijas y la primera nieta que ya gatea por toda la casa son únicas, no puedo estar más seguro.

113.LLÁMAME ISLA

Reposa Carmen Miranda su cabeza en los almohadones del sofá tras quitarse el enorme tocado de frutas. Un gato, más grande incluso y  más sonriente que el de Cheshire,  se atusa los bigotes y enseña los dientes.  Carmen Miranda cierra los ojos y se convierte en una isla. Deja que las olas azoten con suavidad su cuerpo desnudo de obligaciones, problemas y pensamientos negativos. Sólo se deja mecer por la sensación de sentirse viva. Deja al sol que abrace su cuerpo de arena y que el viento peine sus cabellos de madreselvas y jazmines. Carmen Miranda se ve a sí misma como una isla y sonríe. Una sonrisa tonta y feliz. El gato que está acurrucado a sus pies mientras Carmen Miranda se transforma la mira, ronronea y se esponja.

112. Hijos de Neptuno

Las mujeres traían las redes al atardecer porque esa era la hora en que nadaban hacia a la costa. Las tejían en invierno diestras e ilusionadas a la luz de los quinqués, con agujeros grandes por donde se colaban las medusas y las morenas. Los hombres faenaban meses enteros en aguas lejanas. Ellas guardaban silencio y esperaban la caída de la noche para extender las mallas. Una a una, se apostaban a lo largo del rompeolas y con cada embate de mar se acercaban a la orilla, empinándose casi con peligro para saber si alguno había entrado en la urdimbre. A medida que se enredaban, ellas les amarraban y raudas se los llevaban a sus casas y les inventaban nombres para el tiempo que les tenían apresados. Tenían el pelo negro, ensortijado y aunque eran de piernas pesadas de cola de pez partida, estaban bien dotados. Las siguientes eran semanas apacibles, de calles vacías y de féminas felices. Los soltaban en la bahía antes de que volvieran los maridos con los barcos cargados de pescado.

111. Isla Isabel, por Javier Ximens

 

Era hermosa de cintura para arriba, quizás la más lozana de las mozas, pero una enfermedad infantil le había dejado las piernas quebradas. En la treintena tuvo un hijo. Su padre dijo que la había forzado un vagabundo que pasó la noche en el pajar. Nadie vio al forastero. Su madre calló. Isabel, sin embargo, anheló el hijo.

Cuando las mujeres de rosario le quitaron el niño fruto del pecado y lo entregaron en el hospicio de Talavera, ella se marchó a dos leguas de la aldea y se puso a llorar. Poco a poco se fue formando una laguna a su alrededor. En el centro, donde Isabel soportaba su pena, brotó una isla de sal. Allí vivió muchos días, los pájaros le llevaban la comida y el rocío el agua. Los escasos vecinos que pensaron en ir a socorrerla desistieron para no desatar la ira y ser también desmembrados del pueblo.

Un día dejó de llorar. Ante el recelo de que desapareciera la laguna, las frecuentes oraciones y el sacar a pasear los santos trajeron las lluvias. Diluvió. Al descampar, Isabel no estaba. La isla permanece. Espera.

110.Silencio, se mira…

El pato tenía medio cuerpo metido en el agua. Varias ondas se iban ensanchando a su alrededor. Las mujeres se bañaban al fondo. Desnudas y  sonrientes tocándose de forma libidinosa. Se acariciaban el pecho y jugaban a lanzarse espuma a la cara. Tenían el pelo largo y los ojos serenos. Se escucharon sus risas unos segundos, luego se cortaron repentinamente al sumergirse. El pato seguía con medio cuerpo en el agua. Al fondo silencio y burbujas que subían del fondo del estanque. Las plumas del pato se movían y conseguían mover el escaso aire de aquella jornada desquiciadamente calurosa. La nada era aquello. Todos sucedía bajo el agua. Arriba sólo había silencio y medio pato sacudiendo parte de su cuerpo. Dejó de moverse en medio segundo, el tiempo de  dar dos pasos hacia atrás para ver otra perspectiva del óleo. El lienzo se había comido de repente media vida.

109.ORIGEN

En la Isla de las Mujeres destacó una por encima de todas. Olivia era gorda, espaciosa, grande como una casa. Todo en ella se mostraba redondo y colosal. Sus carnes caudalosas terminaban en unos pies pequeños siempre engarzados en deliciosos zapatos de tacón. Ella era desmedida. También su risa. Una risa elefantiásica en alcance pero cascabelina en intensidad. Cuando reía temblaban los cristales y todos sentíamos un inexplicable alborozo. Cuando comía lo hacía sin remordimientos, engullendo ingentes cantidades sin perder la exquisita elegancia en el manejo de los cubiertos. Entonces nosotros también terminábamos saciados. Su apetito solo era comparable con el hambre que sentía por la vida y sus andares voluptuosos levantaban la fecundidad de los huertos cercanos al río. Contagiados, amábamos cuando ella amaba. Pero cuando se fugó con un ingeniero francés que arribó para terminar con el aislamiento de la isla, no solo el gran puente quedó sin terminar. Ya muy lejos, instalada con su amante  en un hotelito de Loubressac, Olivia  agitó una noche sus pestañas con coquetería y un huracán perfumado arrasó  el atolón.  A los hombres se los llevó el fortísimo viento. A las mujeres ni se les movió el pelo. Bueno, un poco sí.

Nuestras publicaciones