Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

NOV140. ACTITUD DE POMPILIOS Y RALUCAS ANTE EL CÁNCER, de Ignacio Feito

Cuando los pompilios escuchan cáncer, a no tardar se ponen en manos de los médicos y circulan por las carreteras atentos a los consejos que se muestran en los carteles de asociaciones y organismos y siguen con atención los espacios publicitarios, de modo que se acaban curando normalmente y de viejos lo cuentan a sus hijos cuando salen para presenciar una partida de petanca.

Los ralucas con cáncer lo miran con alegría o displicencia. Andan siempre buscando a esta y al otro que sanaron antes que ellos y van a celebrarlo sorbiendo vasitos de Masari y marchando al anochecer al RetraPark donde bailan barriguai y bailan tastofjony mientras se clasifican unos a otros formando grupos según la fisonomía de su quebranto, los del pelo cándice, los de gran pisarriba, los carentes de upa, y, cuando amanece, están curados y exhaustos porque se curan de risa.

Las numas se dejan habitar, se cuelgan carteles en blanco y se quedan quietas de incertidumbres, hay que visitarlas enseguida de modo que se pueda besarlas de frente y de oblicuo y decirles palabras nuevas muy a menudo porque ellas solas no sienten que se curan, necesitan que tú se lo digas cada día.

NOV139. DESACELERACIÓN ECONÓMICA, de Alvaro Varela Plaza

Había pasado la noche en vela meditando aquellas palabras, tratando de buscar la forma de engañarme a mí mismo, de conseguir que sonara menos… nefasto.
Ahora, el murmullo acalorado del hemiciclo corta la respiración y censura mis últimos intentos de improvisar la comparecencia.
Las luces del techo se antojan cegadoras, reflejadas en el atril de caoba. Todavía sigo sentado en el butacón azul del pasillo. Me pregunto si mi discurso arrancará los más sinceros aplausos o sumirá la sala en un estrepitoso abucheo.
Creo que me han llamado en varias ocasiones antes de que el ministro de mi derecha me saque del trance con un codazo nervioso.
Me levanto y bajo despacio los pocos escalones enmoquetados que me separan del centro. El micrófono está abierto, y mi respiración agitada retumba en los altavoces.
De repente, todo queda en silencio. Despego los labios y luego, aguardo un instante. ¿Existirá esta palabra?
Suspiro, y luego, entono en voz alta –Nos encontramos en una etapa de desaceleración económica…

NOV138. GUASAPEANDO, de Cándido Macarro Rodríguez

Quizás hablar de una sola palabra inventada se nos quede muy corto cuando nos referimos a los smartphones, para mí misteriosos y desconocidos artilugios del demonio.
Sí. En lo que a estos aparatitos se refiere lo que se ha inventado es todo un lenguaje totalmente ininteligible para los no iniciados.
Así, por ejemplo, cuando dos jóvenes en edad de merecer interrelacionan gracias a que son un saco de hormonas en plena efervescencia, es relativamente sencillo interceptar la siguiente conversación mediante guasap, sustituyendo el arcaico “mirarse a los ojos” por verse a través de la cámara del móvil:
Ella le manda señales:
– Mlas mzo jdío!
Y él, como no puede ser de otra forma entra al trapo como un Miura:
– T tmb. m mlas. Q psa? Qrs Rllo? T aptc fllr?
Pero ella que en el fondo es una calientabraguetas le responde:
– N pdo Tngo l rgla
Él, resignado a su suerte y en espera de una ocasión más propicia, contesta:
– N imprta M ago 1pja
¿Nos hemos enterado los profanos? Malamente porque utilizan un lenguaje críptico de palabras inventadas que sólo los de su especie conocen.
El mundo va demasiado deprisa a partir de los cuarenta.

NOV137. MODICIDIO, de Tíndaro del Val

Me detuvieron por combinar traje de rayas con camisa de cuadros. Pasé aquella noche encerrado en un calabozo, junto a un par de señoritas en leggings de leopardo y un turista con sandalias y calcetines blancos. Al día siguiente me llevaron ante el juez. Vestía una toga cuidadosamente planchada con cuello de terciopelo y puñetas de encaje de bolillos. Me sentaron en el banquillo de los acusados y leyeron los cargos: “Modicidio en primer grado”. Los testigos empezaron a desfilar: mi jefe me acusó de no saber combinar nunca el color de la corbata, y mi vecino me llamó asesino porque me vio tirando una camisa de Armani con manchas de tomate. Además, durante el registro de mi domicilio incautaron un chándal beige, dos riñoneras y varias chaquetas con hombreras. El juez dictó sentencia: dos años de prisión. Protesté airadamente. Cambié de abogado. Hasta hice una huelga de hambre. Pero no sirvió de nada; al parecer mis reivindicaciones estaban pasadas de moda. Ahora sólo me queda esperar a salir de la cárcel. Aunque podría haber sido mucho peor si hubieran investigado los montículos de tierra del jardín trasero de casa.

M19. EL EMPUJONCITO, del Equipo PALABRAS

Siempre ha costado hacerte reaccionar, hasta para sacarte de la cama temprano casi debía utilizar una palanca.
Por eso un día te despertaste gritando “susurro”. Después, en la oficina, Laura te dejó caer al oído un “sígueme”, más que elocuente. Aunque no reaccionaste.
Y tampoco lo hiciste cuando te dijo, otro día, que las llevaba rojas. Y fíjate que esa mañana te habías despertado musitando “bragas”.
En las jornadas siguientes, vinieron “cita”, “cachonda”, “cómeme”, etc, etc, pero no hubo manera de que fueras capaz de espabilarte.
Hoy te has levantado declamando “chevirilein” tres veces seguidas y luego has visto esa misma palabra escrita en el vaho del espejo del baño. De camino al trabajo la has encontrado impresa en anuncios, carteles, y hasta en menús del día.
Has llegado al despacho inquieto, pero te has puesto a la faena, y ya habías conseguido relajarte cuando ha entrado Laura. Le ha dado la vuelta al cerrojo y te ha regalado un sensual striptease, tras el cual te ha preguntado si te gustaba su “cheverilein”, y tú lo que has hecho es exclamar “¡Mi madre!”.
Por eso aquí estoy, en el asilo, esperando que te decidas a venir a ver a la bruja de tu madre con buenas noticias.

M18. ULISES, del Equipo VOLVER

Ulises espera, paciente, el regreso de su amada. Penélope. Ítaca está vacía sin ella. Aunque él no es Ulises, ella se llama María, y Santander evidentemente, no es la isla de Ítaca.
Hace tiempo que casi no siente la vida pasar. Una bata con olor inclasificable y cajas vacías de pizza y comida china, amén de incontables latas de cerveza barata, son sus fieles compañeras actuales.
¡Qué valiente se sintió aquella noche en que se atrevió a pedir su mano, al más puro estilo de galán de cine! Y luego todo sucedió tan rápido…. ¿Dónde estás Penélope?
El teléfono insiste en su llamada. Aunque lo coge con intención de arrojarlo contra la pared para hacerlo callar, al moverlo suena su voz. Paralizado sólo es capaz de escucharla sin decir nada. Mañana a las 4 de la tarde, en el Palacio de la Magdalena.
¿Habrá sabido desde el principio que iría? No tiene las fuerzas ni el valor para negarse a la cita propuesta, piensa mientras su mano sudorosa sostiene un ejemplar de la Odisea y ensaya (pero solo en su mente) las palabras que acerquen de nuevo el corazón de María al suyo.

-«Te fuiste como reina, vuelves como mendiga».
-«Mi viaje ha sido una Odisea. Ahora regreso a Ítaca».

M17. GEMELAS, del Equipo INSECTOS

Esa noche, los animales del monte habían huido de alguna amenaza oculta que solo ellos podían sentir. Al día siguiente, sus cuerpos sin vida aparecieron desperdigados por los caminos a los que parecían haber acudido para morir. Luego fueron las aves las que, tras un vuelo circular, se precipitaban hacia el suelo. A la salida del pueblo encontré extraños insectos devorando el cuerpo de una paloma y, a unos pasos, el de un mirlo. Seguí avanzando y por el camino observé el rastro mucoso y maloliente de un líquido que se acercaba lentamente hasta el río. En la superficie, cientos de peces, algunos exhalando su último aliento y otros muertos, mostraban en sus branquias los mismos insectos que antes devoraban a las aves.
Todo parecía querer llevarme hasta la casa de Rosiña. Desde que quedó sola tras morir su hermana gemela no mantenía relación con nadie de la aldea. Y esto ocurrió hace algunos años. Sus famosos conjuros que en otra época curaran niños y ancianos, bendijeran cosechas, y trajeran buenaventuras, ahora solo parecían traer malos presagios y sucesos de lo más oscuros y extraños.

Recuerdo la última vez que vi a Rosiña con su hermana. Recuerdo ver el bien y el mal juntos de la mano.

M16. JUNTOS Y REVUELTOS, del Equipo PREFERIRÍA NO HACERLO

Lo peor cada mañana no es oír los aullidos del despertador recordándome de lunes a sábado que soy un puto becario sin sueldo. Ni ver al viejo partir en dos las galletas para que duren toda la semana. Ni siquiera el bochorno que siento cuando guardo en el bolsillo las monedas que deja mi madre debajo del llavero en el vestíbulo, con una nota para que no olvide sellar la bonoloto y que yo, seguro de que nunca logrará un premio, me gasto en cigarrillos.

No. Lo deprimente es levantarse temprano los domingos y lidiar con la abuela. Desde que nos mudamos a vivir con ella, me hace rezar el rosario y me recrimina desde el trono de su mecedora: «¡No pongas los pies en el sofá!». «¡Baja el volumen del televisor!». Como no tienen dónde ir, mis padres se han resignado y la ignoran, pero me obligan a podar los setos del jardín para contentar a la vieja. Yo, aunque preferiría no hacerlo, obedezco y arreglo los rosales y los nardos, mientras noto en mi pantalón el sobre con cianuro que no me decido a echar en su sopa y que me convertiría en dueño y señor de la casa.

M12. ERROR DE CÁLCULO, de Equipo NÚMEROS

Nadie conocía a Hernández como ella. María amaba las palabras pero más aún a Hernández, ahora que comprendía el motivo profundo que guiaba su comportamiento. Fue por casualidad en su primera cita. Seis platos, seis bebidas. – No pienses en nada diabólico. El seis es el primero de los números perfectos y esta noche tiene que serlo.

El día que le regaló un ramo blanco de margaritas, con un número impar de pétalos, supo que había encontrado el hombre de su vida y se convirtió en su cómplice matemática, aunque no entendiera sus algoritmos. Tras un noviazgo salpicado de veladas áureas en días capicúas, descubrieron que su intersección les elevaría a la máxima potencia. La boda se celebró el único día matemáticamente perfecto: el 28 de junio. Y el viaje de novios se prolongó desde el 7 de julio al 8 de agosto, en conjunción con la cábala y el karma numérico.

Su vida en común era un círculo de perfección, al menos hasta que las primeras nauseas indicaron que 1+1 esta vez sería 3. La inicial perplejidad de Hernández se tornó en pánico… la teoría del caos estaba a punto de entrar en su vida, no sabía nada del tema y se sentía como un auténtico primo.

M14. OFRENDA INESPERADA, de Equipo PRINCESA

Cuando arreció el monzón en el mercado de Kampot, me resguardé bajo un cobertizo. Al final del callejón se exhibía un cartel indescifrable con la imagen de una joven ataviada con los lujos de las princesas Jemeres, respetadas por su poder adivinatorio. Entré. Su rostro moreno, iluminado por un grano de arroz de oro incrustado en su mejilla, mostraba la sonrisa serena de las estatuas de Angkor. Me senté frente a ella subyugado por el infinito oscuro de sus ojos, ante los que mostré una mezcla cutánea de miedo y atracción.

Sobre la mesa, un cuenco con anís estrellado de Phnom Penh, láminas de jengibre de la India y agua turbia de los frondosos arrozales del río Mekong.

Cuando me señaló el pequeño y oscuro altar repleto de cestos y bandejas a los pies de Buda, le advertí que no tenía nada que ofrecer. Lanzó las láminas de jengibre al cuenco intentando leer su significado. Los efluvios del sándalo me despertaron un calor asfixiante, y un deseo lúbrico por poseerla. Huyendo de mi mirada primitiva, se fue desplazando hacia la imagen de Buda. La seguí, intentando esquivar las cestas y cortarle el paso, pero en la oscuridad no distinguí el pozo donde me esperaban cientos de serpientes ávidas de ofrendas.

M13. VIENTO Y DESTINO, del Equipo CABALLERO

Hallábanse, escudero y caballero, a Barcelona de vuelta, más al cruzar aguas turbias que llaman Delta del Ebro, arrastrados fueron por crecida inesperada. Hambrientos y doloridos iban contando sus penas a través de la ribera de aquel río infinito. Ya de noche, un aullido hambriento y traicionero, asustó a los dos corceles separándose amo y siervo.

Rocinante, más tranquilo, parose a la vera del camino.

– ¿Qué es aquello oscuro y alto que diviso en lontananza? ¡Un gigante! Voto a bríos. Dijo Alonso lanza en ristre, recorriendo veloz el trecho hasta arremeter contra el humo

Maltrecho, y en el cerro, lo encontró la bella Rosa, mesonera del Molino.

¿Qué hacéis vos, caballero, tirado en esa posición tan rara coronado de hojarasca?

– Hacer huir al gigante que en su poder tiene a Sancho y a vos, bella dama, tenía presa

– Ese Sancho que decís, apareció en mi despensa después de devorar morcillas, queso, pan y de Juan, la mermelada. Descansad pues buen caballero esta noche en mi posada y mañana, Dios mediante, junto a su escudero tendré el honor de acompañarle, desfaciendo aqueste entuerto.

Y así fue como amo y siervo, llegaron hasta Cantabria y vivieron para contarlo en su camino de vuelta, en busca del mar abierto.

M11. EL REFLEJO DEL TIEMPO, de Equipo RETRATO

No había podido terminar el retrato de mi último cliente; había fallecido. Pero la impresión dejada en mí me obligaba cada tarde a añadir un detalle a su imagen. Pasaron algunos días y las pinceladas surtieron su efecto. Un rostro severo de rasgos duros presidía el cuadro. Me recordó a un gringo delante de una pared de cal blanca antes de ser fusilado en la Revuelta mejicana. Una tarde, bajo la luz difusa del taller, al mirar el lienzo me pareció ver cómo el hombre del retrato movía los labios. Salí espantado de la habitación, cogí el pico y la pala y sin saber porqué me dirigí al cementerio. Aparté las flores aún frescas de encima de la tumba y me dispuse a cavar. Pronto di con el ataúd. Lo abrí. El cadáver había desaparecido. En su lugar hallé un espejo. Miré y se me heló la sangre. Reconocí la figura del lienzo. Vi un semblante agrio, muchos años ensartados en las numerosas arrugas y el peso de una vida miserable. La mía.

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