Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
1
2
horas
0
1
minutos
4
0
Segundos
1
4
Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

DIC03. ¡ABRACADABRA! ¡ZAS! ¡NATIVITY!, de Marcos Santander

Escondido tras cienes de contenedores de basura de muchos colores como las luces que nos ciegan cada once por doce, apareció por aquellas fechas el hombre que era millones de hombres. Aquellos remolinos sustantivos y tristes de infinitos leds fríos, por tanto azules, hicieron trucar la parsimonia creadora de unas manos, a menudo gélidas de suciedad y (des)apareció la palabra, el verbo y hasta su predicado. El sujeto hacía tiempo que no daba señales de vida. (Des)apareció, quizás para nunca, la intimidad de aquellas noches de búsqueda y cava con los cuerpos invertidos escarbando en los infiernos para encontrar junto a melocotones olvidados algún cielo que llevarse al de la boca. Quizás (des)apareció también todo vestigio del veinticinco para solo quedar el «In The Year 2525» de Evans como génesis de un nuevo paradigma (Des)apareció, por aquellas fechas la honradez trufada de apoteosis lumínica, y solo quedaron rampantes por las fachadas del mundo minúsculos hombrecillos que apenas hablaban un millón de lenguas. Pero eran tan insignificantes que también (des)aparecieron.

DIC02. HERMANA MAYOR, de Susana Revuelta

A Catalina le olían las manos a lejía y el aliento a ajo. Solía venir por navidades a ayudar en la cocina y mientras la veíamos trajinar nos aseguraba que el barco de su marido estaba ya cerca y que muy pronto recibiríamos nuestras ansiadas bicicletas. La mía sería roja, con una cestita delante.
Pero en mi casa las paredes hablaban. Con la oreja pegada al tabique del comedor, descubrí aquel año que el esposo de Catalina no era capitán, sino un gandul que se había esfumado cuando nació su hija, se asustaría al ver un bebé con bigote. Y que los Reyes eran los padres, bueno, mi madre, que a mi padre no le gustaba ir de tiendas. Enseguida informé a mis hermanos pequeños para que revisaran los juguetes de sus cartas y se fueran olvidando de las bicis.
Aprovechando su estupor les convencí de que a Catalina, la pobre, nadie le regalaría nada, así que rompimos nuestras huchas para comprarle un frasquito de perfume. Me las apañé para rellenar con agua de lavanda uno que encontré por ahí y lo envolví en papel de regalo.
Con el dinero del botín conseguí los patines que llevaba dos años pidiendo.

DIC01. ILUSIONES, de Juan Antonio Morán (JAMS)

Cuando murió su esposo, hace ya veinte años, se mudó a un apartamento pequeño para estar menos alejada de su hijo Pablo. Desde entonces, cada navidad recibe una felicitación sin remite que nunca ha pensado devolver al correo. La primera vez la guardó porque la destinataria real, muy probablemente inquilina anterior del inmueble, se llamaba María, como ella, y porque le agradaba recibir una felicitación en aquellas fechas.

Después se limitó a coleccionarlas, atesorando los detalles que Eva, la desconocida que las firmaba, añadía cada año en una hoja suelta. En 1994 aún estudiaba en Hamburgo. En el 98 anunciaba su traslado a Graz, la convalecencia de un accidente de tráfico y su boda con el médico austriaco que dirigió su recuperación. En el 2003 llegaron los mellizos, Roger y Bernard -enviaron foto- y al año siguiente la preciosa Minna, que había nacido con una deficiencia congénita en el oído. Este año la felicitación hablaba de un viaje para cerrar heridas, y advertía que antes de terminar las navidades pasarían a verla.

Aunque no quiere ausentarse de casa, ha salido a comprar unos dulces y un pequeño marco plateado. Dicen que en los próximos días es posible que nieve.

NOV159. MALAS PALABRAS, de Hector Ramon Romero

Nací y crecí en un territorio en guerra,… me hice hombre a los ponchazos a los tumbos,esquivando bombas y minas,sintiendo a cada paso dado, el silbar de las balas perdidas,que buscaban sin cesár y sin emociones un cuerpo para cumplir su misión.Hoy, exiliado aquí, en esta patria nueva ,siendo todavía un hombre joven,con una vida entera por vivir,no me adapto a las costumbres de este país,tán moderno, tán pacífico, donde la vida pasa por conseguir el artefacto electrónico más sofisticado. Entonces cuando me invitan a hablar sobre mi pasado, se horrorizan cuando escuchan de mi boca las malas palabras que a continuación les detallo,:Guerra,Hambre,Desolación,Destrucción,Abandono,Huérfanos,Soledad,Indiferencia,Locura y Muerte.

RELATO FUERA DE CONCURSO

Blog = Rocehoremor

NOS QUEDAMOS SIN PALABRAS …EN NOVIEMBRE

…no creo que tenga que convenceros de que este mes de noviembre ha sido muy especial… Particular como ninguno. 
Los relatos han sido completamente inesperados y nos han obligado a trabajar especialmente por crear o descifrar nuevas formas en este código conocido de nuestro lenguaje habitual. Al jurado, que lo formamos Arantxa Portabales, Modes Lobato, Rafa Olivares, Antonio Toribios, Juancho Plaza y JAMS les hemos hecho pasar por varios cursos acelerados de semiología, semántica y nociones básicas de etimología científica… O sea que van a sufrir lo suyo…
Y ya sabéis que ha sido un mes de hechos sorprendentes. 
Hemos combinado un tema que, pese a la preciosa ilustración de Juan Luis López, no ha despertado el interés de otros dejando el número de relatos participantes en 158 (37 menos que el mes anterior) con el despegue hasta las 69000 páginas vistas, superando la barrera de las 3000 visitas diarias en los últimos días de mes: los relatos del millón y las festividades correspondientes han tenido la culpa. Los comentarios han ascendido también, rondando los 4500.
Vaya pandilla que nos hemos juntao en esta plaza…
Gracias por seguir por aquí.

NOV158. LAS CUESTAS DE JAÉN, de Juan Pedro Ortega Sánchez

Ayer estuve jaeneando. Lo de siempre: café con churros en el Montana, un paseo por la catedral y por Metrópolis, una visita al museo y a El Corte Inglés. Dejé el coche al final de la calle Santa María del Valle y subí por la avenida de Madrid.
La vi cuando estaba a la altura del parque de la Victoria. Llevaba un insinuante minivestido veraniego. Comencé a seguirla. Todos los ojos se volvían hacia la Freya giennense. Algunos también miraban al monstruo de grasa que arrastraba los pies detrás de ella.
Poco a poco me fue ganando distancia. Caminaba de forma enérgica. En mi mente se habían abierto paso toda clase de fantasías, que deseché rápidamente: era un ser patético, un gordifeo que apenas podía caminar. ¿Es que acaso tendría fuerzas para intentar otra cosa? Tanit se estaba burlando de mí.
Bajé al centro comercial y devoré un magnífico plato combinado en el Goffy. El jaeneo no había sido del todo estéril.

NOV157. O POR LAS MALAS, de Javier de Pedro Peinado

El día de su jubilación, decidió inventarse una palabra para regalársela a sus alumnos. No quería una palabra bella o sonora, sino algo que pudiera aceptarse en la rutina atropellada de las conversaciones del patio y que adquiriera allí mismo el significado que mejor le quedara. Después de darle muchas vueltas, encontró lo que buscaba: Torgo. Entusiasmado por su hallazgo, decidió liberarla en el recreo, junto al patio de los pequeños. Pero estos, aunque la repetían excitados al principio, la abandonaban en cuanto otra cosa reclamaba su atención. Tampoco los mayores se mostraron receptivos a su iniciativa; ni siquiera los otros profesores, que parecían pensar que la jubilación le llegaba muy a tiempo. Antes de irse, sintiéndose vencido y rechazado, colocó varios carteles con un texto que era un ladrido de rabia: ¡PUES PROHIBIDO TORGO!
Y entonces llegó el éxito. La palabra floreció. Algunos preguntaban su significado y otros aseguraban conocerlo y sonreían con suficiencia. Poco a poco fueron desapareciendo los primeros, ya que para evitar la marginación y la burla, casi todos decían conocer bien el vocablo y se manejaban entre sobreentendidos y miradas de complicidad. Cuando le contaban todo esto, el viejo profesor se limitaba a sonreír.

NOV156. OSCURO TRABAJO, de Antonia Garcia Lago

Chicas, chicas, al salón.
Y fueron saliendo: la abierta A, con su largas piernas y su corto talle, la B, siempre de perfil, para que vieran que era rellenita, la C, tan metida en sí misma que parecía mirarse los pies eternamente. La O, muy cerrada a decir de la mayoría, pero profunda como un pozo. La H, siempre descansando sobre una silla tardó en aparecer, la J, como un mango sin paraguas, la X, misteriosa e incógnita. La V, equilibrista nata, triunfaba por su esbeltez. La F, recostada en su gemela E, que sí tenía las dos piernas, la K, vociferante como una sirena de barco, la M, tan anclada a tierra , la Ñ, con sus delirios de señora encopetada, la Q, que se vestía con cola, para mostrar distinción, la sinuosa S, que levantaba silbidos y murmullos, la U, con fama de guardarlo todo . Terminó saliendo la Z, decían de ella que no sabían si iba o venía. Los escritores las escogían, las mezclaban, las utilizaban a su antojo y luego, negro sobre blanco las abandonaban.
Ellas dormían mientras tanto, esperando que una musa volviera a apremiarlas: Chicas, acabó el descanso. Todas al salón.

NOV155. ANCLAJES DE PADRE, de Vicente Fernández Almazán

Por una de esas cosas del crecimiento, mis hijas, cuando se enfadan, se quedan centrifugadas junto a la lámpara del techo. La primera vez que levitaron lo achaqué al divorcio con su madre; pero ahora, viéndolas tan antipáticas, pienso en los gravinautas que adoptamos en el desguace. Ya ni duermo. Paso las noches comprobando cierres de ventanas y haciendo recuento de niñas y animales. Enfoco con la linterna la cofradía que marcha flotando sobre mi cabeza, mientras pienso qué habré hecho mal como padre. Sólo quieren girar al revés como gravinautas, escupir como gravinautas y escaparse del instituto volando con esa manada de imbéciles. Sé que se avergüenzan de mí, de los saquitos de arena que escondo en sus mochilas y de las advertencias sobre el viento de levante. Estoy cansado de peleas y castillos en el aire. Con su madre no puedo contar (ahora va de moderna y prescinde de botas plomadas). No sé cómo preparar la caída; porque algún día caerán… Sólo sé que debo seguir mirando al cielo, con brazos abiertos, para poder recogerlas cuando empiece a nevar. No veo el momento de librarme de este dolor de cervicales.

NOV154. SINÓNIMOS, de Concha Morales Peinado

El niño debe dedicarse a la música. Es una recomendación. El virtuosismo lo lleva escrito en sus manos. No lo malogren. Su forma de caminar, de moverse por los pasillos del colegio, no deja lugar a dudas: es un artista en ciernes. Cada vez que habla, sus frases son cadenciosas, rítmicas. Mira y sus ojos desprenden vibraciones entremezcladas con acordes desbordantes de sensibilidad. Háganme caso, potencien estas habilidades. Nunca he visto un caso tan claro de futuro encaminado hacia las nobles artes que ensalzan la eufonía, el compás, la asociación de sonidos armónicos. Sus ideas son puro equilibrio, simetría, proporcionalidad…
Disculpen, no recuerdo los datos de su hijo. ¿Su apellido es…?
– Einstein. Albert Einstein.

NOV153. EL COSTE DE LA VIDA, de Pablo Vázquez Pérez

Se juntaron en los bancos de la plaza. Un hombre volvía de la estación de tren. El mayor venía de la entrada de los grandes almacenes. Las mujeres de la puerta de la iglesia. El más joven estuvo tocando la armónica en la zona comercial.
Fueron sacando lo que llevaban en los bolsillos de su ajada ropa. Casi todo eran monedas e incluso algún billete. Habían conseguido unos noventa euros. Será suficiente con esto, dijeron.
Le pidieron al más viejo que escribiera, porque su letra era la más bonita. Con la mano temblorosa, anotó unas frases:

“Para Jero, de tus amigos y tu perro Kein.
Murió en la calle, sin que lo supieran su mujer ni sus hijos.
Nosotros nunca te olvidaremos.”

Contaron las palabras. Ahora les faltaría dinero. Reescribieron la esquela.

“Para Jero, zurdo y tuerto.
Tus amigos y Kein, te recordaremos.”

NOV152. CUANDO NO SE DEBE MOLESTAR A LUNA, de Luisa Mª Pérez

Cuando Luna estaba apinsada no se la podía molestar. Eso lo sabíamos todos, y en la escuela también, además de en la piscina, en las clases de teatro, en el parque… Lo sabía la logopeda, los vecinitos y vecinitas de la calle y, si me apuras, las tenderas del mercado. Pero la jovenzuela que intentaba vender aparatos de osmosis puerta a puerta no. Así que, cuando le insistió que avisara a su mamá para que pudiera hablar con ella, recibió de Luna la respuesta más soez de la semana; qué digo de la semana, de su corta vida laboral:

– ¿Por qué no te metes la carpetita azul por la boca a ver si vomitas y de paso te callas un rato?

Nuestras publicaciones