Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
1
7
horas
2
1
minutos
5
8
Segundos
1
0
Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

M3. ANSIA CANINA, del Equipo VIENTO

El mundo se paró en aquel preciso momento en que ella dijo «No». El torbellino creado por el huracán de la derrota arrastró a Tomás al fondo de un pozo de hondura casi infinita. Aquel tonto sentimental fue buscador de quimeras y poeta de suspiros; un fracasado que nunca supo amar. 

Bajaba bien muerto, aún con sangre por el disparo. Algo asustado por lo que se había hecho; pero orgulloso, y mucho, de su valentía. Mientras caía veloz dejó de recordar la imagen de aquella mujer ingrata. Se distrajo. Le adelantaron hombres, mujeres y hasta un perro blanco de esos lanosos que se tiran de los barcos para bañarse en el mar.

Al final resultó ser cierto que las palabras se las lleva el viento. En un viaje triste y sin retorno a ese cementerio donde reposan las promesas incumplidas, necias declaraciones de amor y mentiras piadosas; a ese lugar perdido donde los sentimientos rotos, como briznas de hierba arrancadas por el dolor, son sólo restos y despojos de los corazones engañados. En el fondo de esa sima maldita Tomás encontró al perro.

El animal se relamía y de su boca asomaba la cola de un pez de falsas escamas.


M2. DE FLORES Y DEMONIOS, del Equipo FLORES

Despreocupada, aspiraba el aroma de las flores mientras sus pies se hundían en la suavidad del verdor que envolvía aquel jardín. La vida era fácil en semejante paraíso, pero Eva se preguntaba si aquello duraría siempre. Era feliz, aunque últimamente veía cosas extrañas, como aquel animal tan raro parecido a ella, pero con formas redondeadas y flexibles, que se enroscaba en los troncos y la aturdía con su intenso olor a azahar.
—La fragancia de las flores es exquisita en esta parte del jardín— susurró el ofidio mientras se deslizaba con soltura y voluptuosidad entre las ramas —.Además, las rosas aquí son hermosísimas, quizá poco menos que tú, Eva.

—No sé quién eres—se sonrojó ella acercándose-. Dios me dijo que no hablara con desconocidos.
—También te rodeó de belleza para que alabaras su obra, aunque siendo tú la más preciosa flor de este Edén, nadie hay aquí que pueda contemplarte—replicó él sibilino—.Para que veas cómo te admiro, toma esta naranja. Si la comes, vivirás joven y bella eternamente y los hombres caerán a tus pies.
―¿Qué es un hombre?
—Shh… anda, come un poco… así… ahora duerme.

Eva despertó con la cabellera revuelta, una flor cicatricial en el costado y el cálido cuerpo de Adán sobre ella.

M1. LABERINTO VEGETAL, del Equipo BOSQUE

Procuró borrar las huellas. Lo venían siguiendo desde el día anterior, cuando los perros descubrieron el cadáver de Cristina, escondido entre matorrales del viejo bosque de álamos y tejos, allí donde el pueblo se perdía de vista y el terreno iba ascendiendo hacia el sur. Era un bosque cerrado, lleno de caminos antiguos que semejaban ríos rojos entre romeros y flores de jaras.

Había tenido el tiempo justo de coger una alforja gastada por el tiempo, donde guardó unos pocos alimentos enlatados. Y luego, bordeando un pintoresco lago, se fue internando en una maraña de colores y fragancias silvestres. Sabía que corría con ventajas respecto a esos policías de ciudad, él conocía al dedillo esos terrenos montañosos poblados de árboles y animales…algunos salvajes. De tanto en tanto hacía un alto para escudriñar la oscuridad y apantallaba sus orejas intentando captar cualquier sonido extraño que le alertara de algún peligro. Anduvo durante toda la noche, hasta que, exhausto, tropezó con unas raíces de árbol y cayó de bruces, golpeándose en la cabeza. Antes de perder la consciencia apenas tuvo tiempo de vislumbrar unas palabras que, impresas sobre una cinta plástica, aparecían vagamente iluminadas por un rayo de luna: “Terreno precintado por investigación policial”.


M9. EL CORTEJO, del Equipo INFANCIA

Javito pasa con su bicicleta entre los olivares, zigzagueando con esfuerzo el empinado camino que lleva hasta la era. Allí, en lo más alto del pueblo, recoge flores para Paloma, la niña pequeña de Nicolás, el aparcero de aquellas tierras. La misma con que, tras años de arduo cortejo, sueña en convertir en su esposa cuando tengan edad. Nada será fácil en la vida de Javito.

Suspira. Un espléndido panorama se divisa a la luz de la aurora: torres y molinos salpican las verdes llanuras. En la lejanía, el mar y un cerro nevado. Ahí abajo, entre rosas y begonias, emerge, blanca, la casa de Paloma.

De repente observa que delante se detiene un Mercedes con chófer y desciende su rival: Sotirios, el apuesto y moreno hijo del dueño y señor de todas las tierras de la comarca, llevando un hermoso ramillete de orquídeas amarillas.

“¡Mala puñalá le den!” masculla Javito. Enfurecido se lanza cuesta abajo con la bici con la intención de sacudirle bien la badana. La ira nubla sus ojos. Desciende rápidamente, pero tropieza con una piedra. Tres vueltas en el aire le proyectan directamente sobre la capota del Mercedes.

Al abrir los ojos, en el blanco aséptico, un hermoso ramillete de orquídeas amarillas se burla de él.

M8. LA FIEBRE DEL ORO LÍQUIDO, del Equipo FUEGO

Desde la autovía, antaño sinuosa y peligrosa carretera transitada por carros cargados con su preciado cargamento de aceite, se contempla la silueta del orgulloso castillo de las Navas, que, todavía regio, se alza entre olivos. Ignora el viajero que esa fortaleza no existe realmente, que solo es producto de millones de años de leyendas, de montesinadas corregidas y aumentadas por las gentes del lugar, morenos labriegos que, de tanto aspirar polen de olivo, se embriagan y trazan mentalmente siluetas quiméricas para burlar un día más la monotonía. Así, como el aldeano, el forastero se deja invadir por el engaño, que le parece singular y glorioso. Pero lo que sí saben tanto viajeros como lugareños es que, a pesar de que las descripciones del castillo son dispares, hay algo que coincide en todas las conversaciones: la magia que impregna este territorio aromatizado por flores de olivo. Dicen que los días en que el sol aprieta se estira intentando fundirse con el fuego de sus rayos, y al nacer la aurora, pretende elevarse y volar.

M15. REFLEJOS, del Equipo ESPEJO

En la casa de los arcos, de techo blanco y paredes de cantos redondos, que está justo en la plaza del lago, frente al monte de nieves eternas, se inauguró una novedosa exposición.

Comentaba a la prensa su mentora, María Alicia Arrope, que, por fin, había encontrado la ocasión de mostrar públicamente su trabajo de tantos años. Los presentes la felicitamos y ella, alegre y con esperanza, brindó por el éxito.

—¿Qué representan para usted estas obras?, —le interrogó Ángel Estévez Pérez, un rubio y garrido periodista.

—Representan lo que son, espejos-hechizos, de pequeño y gran formato. En ellos trabajo el volumen, la perspectiva y la luz. Si se fija bien, algunos gotean ternura, y aún huelen a azogue. Pero, sobre todo, manejo con equilibrada justicia, ese mundo de turbias y revueltas ficciones que tanto atrae a la gente-contestó ella- con virtudes de artista. Los espejos expuestos no solo los vendo, sino que también los alquilo, asesorando al interesado sobre sus fisgones y problemáticos reflejos.

«Bienvenido a Mis Cristales Conjurados. Son para erradicar espejismos y erigir La Imago Del Aura.»

—Cuando quiera se lo demuestro señor Estévez. Quizás, consiga así, liberar el gran peso que arrastra su alma…

NOV136. ¿FÁCIL O DIFÍCIL?, de Esperanza Temprano

Todas las tardes me sentaba a jugar con Violeta. Tenía dos años, apenas levantaba unos palmos del suelo y siempre llevaba consigo su bolso de princesa:
─¡Qué difácil!─ decía con grandes aspavientos y unos ojos muy abiertos cuando le enseñaba a hacer un puzzle o a colorear el ratón de la libreta sin salirse de la raya.
A partir de entonces fue difácil mostrarle el mundo, acompañarla al colegio día tras día y ver cómo su mochila se cargaba de deberes, risas e ilusiones; comprobar cómo su ropa se quedaba pequeña y cambiaba las muñecas por los libros, las tardes en el parque por las noches de fiesta, y el calor de casa por el frio de los más necesitados.
Difácil fue verla partir rumbo a un campo de refugiados de un país en guerra y recibir la noticia de que una bala perdida fue a parar a su frente.
Difácilmente pasa una noche sin que hable con ella, sin que compartamos silencios y sienta sus caricias en el aire mientras sus cenizas reposan en su bolso de princesa apostado en la butaca del salón.

http://elrastrodelapalabra.blogspot.com.es

NOV135. PALABRAS HABITADAS, de Mei Morán

El azúcar era la sal. Al gato le decía araña y atendía los requerimientos del abuelo sólo cuando le llamaba nube. Con él hablaba ese idioma y así se entendían. En una helada, el anciano tropezó y falleció sin que estuviera previsto. Óscar lloró a boca abierta la gran pérdida y no había consuelo. Pasó como una pelota de unas manos a otras y acabaron llevándolo a un orfanato. Allí le quisieron enseñar. Los números, las letras y las palabras. Como nadie compartía su lengua se parapetó en un silencio inaccesible. Si respondía era con gestos. En sus paseos al campo se dirigía a los gorriones y comunicaba a su manera con las martas.
Al centro llegó una niña pelona y desdentada. La sentaron a su lado en la clase. Le regaló plumas, hojas del otoño y le prestó su colección de caracolas de mar. Óscar las acercaba a su oído y pasaba horas escuchando el sonido de las olas. El día que ella le preguntó su nombre él puso su dedo índice encima de un cumulonimbo. La nena sonrió y después de unos segundos contestó que a ella, aunque pareciera una estrella, podía llamarla luna.

NOV134. NICENADA, de Jesús Bueno Rodríguez-Brusco (IGNACIO URTIAGA)

Angelito garabatea fantasías en pleno examen de Matemáticas.
Doña Marga duda: plástico, madera o metal. Alineadas junto al borde de la mesa, las tres reglas. Engancha la de madera y atraviesa el aula sin tocar el suelo, como los fantasmas del Comecocos.
Un segundo después está a la altura de Angelito empuñando el instrumento cual espada del medievo. Cuando dibuja la parábola en dirección a su cabeza, Angelito balbucea aterrorizado: “Nicenada”. Ante los atónitos pares de ojos que observan la escena, Angelito ya no está. Y la regla restalla contra la mesa.
La profesora mira contrariada su arma. Luego el asiento vacío y el papel emborronado de palmeras del alumno.
Tras un denso silencio, Molina, el enorme vacilón de la segunda fila, no puede contenerse, rompe en una carcajada. Un suspiro después, doña Marga levanta de nuevo su brazo… y lo baja tras oír: “Nicenada”. Molina también se ha esfumado.
A kilómetros de allí, en una modesta escuela junto a unas palmeras, María, la dulce docente de Primaria, observa intrigada cómo la pequeña clase se llena poco a poco de alumnos que aparecen de la nada. Sonríe y piensa para sí: “Por fin sé dónde buscar mi varita mágica”.

UN NUEVO LENGUAJE … DE PAUL AUSTER

—Verá, estoy en el proceso de inventar un nuevo lenguaje. Teniendo que hacer un trabajo como ése, no puedo preocuparme por la estupidez de los demás. En cualquier caso, todo es parte de la enfermedad que estoy tratando de curar.

—¿Nuevo lenguaje?

—Sí. Un lenguaje que al fin dirá lo que tenemos que decir. (…) Considere una palabra que remite a una cosa: «paraguas», por ejemplo. Cuando digo la palabra «paraguas», usted ve el objeto en su mente. Ve una especie de bastón con radios metálicos plegables en la parte superior que forman una armadura para una tela impermeable, la cual, una vez abierta, le protegerá de la lluvia. Este último detalle es importante. Un paraguas no sólo es una cosa, es una cosa que cumple una función, en otras palabras, expresa la voluntad del hombre. Cuando uno se para a pensar en ello, todos los objetos son semejantes al paraguas, en el sentido de que cumplen una función. Ahora, mi pregunta es la siguiente: ¿qué sucede cuando una cosa ya no cumple su función? ¿Sigue siendo la misma cosa o se ha convertido en otra? Cuando arrancas la tela del paraguas, ¿el paraguas sigue siendo un paraguas? Abres los radios, te los pones sobre la cabeza, caminas bajo la lluvia, y te empapas. ¿Es posible continuar llamando a ese objeto un paraguas? En general, la gente lo hace. Como máximo, dirán que el paraguas está roto. Para mí eso es un serio error, la fuente de todos nuestros problemas.

Puesto que ya no cumple su función, el paraguas ha dejado de ser un paraguas. Puede que se parezca a un paraguas, puede que haya sido un paraguas, pero ahora se ha convertido en otra cosa. La palabra, sin embargo, sigue siendo la misma. Por lo tanto, ya no puede expresar la cosa. Es imprecisa; es falsa; oculta aquello que debería revelar. Y si ni siquiera podemos nombrar un objeto corriente que tenemos entre las manos, ¿cómo podemos esperar hablar de las cosas que verdaderamente nos conciernen? A menos que podamos comenzar a incorporar la noción de cambio a las palabras que usamos, continuaremos estando perdidos.

PAUL AUSTER. Ciudad de Cristal. Edit. Anagrama

NOV133. EL ANDALÉ DE TOMASSA, de Elena Casero

Sonó en un día de mis tres años un ruido seco y quebrado en la galería de los vecinos de abajo (mi casa). En ese instante comenzó mi infancia que había estado incubándose en un mundo de transición entre los angelitos del limbo de donde yo había venido y los sucesos inconscientes.
Aquella tarde, mientras yo merendaba pan con vino y azúcar, mi madre, con toda probabilidad, estaría pasando el andalé por la casa, dejando el suelo de ladrillos rojos reluciente como una patena. Más tarde supe que aquel ruido seco fue provocado por la súbita muerte de mi abuela Tomasa, que tuvo la ocurrencia de levantarse de la cama para ir al retrete en busca de un orinal. La muerte, ya de por sí irrespetuosa, le sobrevino en un momento tan poco afortunado, con una estrepitosa coincidencia de factores escatológicos.
Entre unos sucesos y otros — en los que podríamos incluir los alifafes de mi tía —, en mi casa se pasaba el andalé diseñado por mi abuela Tomasa todos los días, hiciera frío o calor. Y en el invierno se colgaban los abrigos y los sombreros que protegían nuestras ideas en el bengalero del recibidor.

NOV132. RILLANTO, de Luis Molina

Amaneciste mal, el rostro pálido y caliente, el cuerpo tembloroso. No supe que hacer, pero pedí ayuda.
Él vino, te revisó, tú estabas muy quieto. Se volvió hacia mí y con un movimiento de cabeza me dio el diagnostico. No me daba esperanzas.
Te abracé, le pedí al supremo te ayude, tu mirada triste penetró muy dentro mío, como agradeciendo. No me iba a rendir, lo intentaría todo.
Así pasaron días y noches interminables, hasta aquel amanecer en que me despertaste de un lengüetazo, tus ojos tenían otro brillo, tu cuerpo ya no estaba febril, querías levantarte, tu cola mostraba alegría y yo…
No cabía en mi gozo, con un rillanto explotó mi alegría dejando atrás el dolor, ya no te perdería.
Te abracé, elevé mis ojos al cielo y agradecí.

Nuestras publicaciones