Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

95. El 13 de Mayo la virgen María…

No era una isla. No. El internado estaba rodeado de calles y plazas, de iglesias y capillas. Tan rodeado, que al amanecer, la cabeza de la niña estallaba con el tañido de cientos de campanas que parecían competir para despertarla. De mujeres si era. Mujeres que como ella recién abrían los ojos a la vida, y otras, que entre rezos y lamentos, los cerraban un día para ser veladas entre las gruesas paredes de ese convento construido con piedra, cal y canto.

Los obligados silencios y las estrictas rutinas no podían sino acrecentar sus sospechas y sus ocultos deseos. ¿Qué clase de dios era aquél que exigía sufrimiento? ¿Qué clase de mujer, su divina madre, que demandando avemarías miraba impávida el dolor de las castigadas? ¿No era ya su orfandad tremendo suplicio?

Allí seguía la escalera. No lo pensó. En un tris llegó a lo más alto. Al otro lado una angosta senda separaba el muro del río. Sonrió feliz. Un largo paso, un brinco y caería al río. Sus aguas la acercarían al hogar. Sus hermanos felices la abrazarían. Su padre, dichoso, la alzaría en sus brazos. Y brincó.

94.La playa (julio chipuli).

Desde la playa todo parecia como salido de un viejo cuento de aventuras, el azul del cielo, las nubes gordas y estaticas, lo dorado de la arena y la tibieza del mar.

Por un momento cerre los ojos y desee que no fuera un sueño, era tan perfecto, tan en paz, tan calida su brisa sobre el rostro y la suavidad de los aromas salinos…que por un momento y tan solo por un momento pense en estar muerto….ocasionalmente me encuentro con mas gente caminando sobre la playa, solemos platicar de cosas banales y graciosas, pero nunca preguntamos o cuestionamos esta realidad, no por temor a la muerte, sino por temor a perderla…es tan extensa, tan llena de vida, que no deseo pensar en nada mas.

Y asi siguio su camino, el veia una playa, yo veia una pequeña estrella moviendose en un cumulo de almas en el universo….despues de todo cada quien tiene su propio cielo.

 

 

 

93. ÁNGELES Y DEMONIOS (Rafa Olivares)

Sucedió hace varios siglos, para ser exactos a mediados del XXI. El proyecto de la ONU por un mundo mejor, proponía una isla del Pacífico para ser habitada sólo por mujeres. La continuidad de la especie estaría en ella garantizada por científicas que seleccionarían y clonarían exclusivamente células hembras.

La sociedad de aquella época lo tomó con más escepticismo que rigor y no faltaron las chanzas estereotipadas. Que si sería la isla más limpia del planeta,  que si no habitarían en ella cotorras o loros porque no soportarían la competencia, que si sólo se cultivarían palmeras con frutos multifunción, … Ellas no se arredraron y siguieron adelante con la idea que, durante milenios, demostraron viable y positiva.

El principio del fin comenzó cuando sus dirigentes decidieron que necesitaban una religión que moderara y contuviera las ansias de las más progresistas. Crearon sus diosas, sus iconos, sus santas -todas vírgenes, por supuesto, aunque la palabra careciera de significado en aquella ínsula-, y su demonio, sin cuernos pero con rabo.

Un día, las más aguerridas embarcaron en busca del maligno para acabar con él y disipar así su diabólica amenaza.

La atracción por el pecado y el efecto llamada hicieron el resto.

92. La última fuga

Mirta abre con pesadez sus ojos de escamas grises, escondidos entre los párpados colgados y los pliegues de su frente.  No atina la llave entrar a la cerradura. Es extraña la puerta de su casa, ha conseguido, de repente, gran altura; su propio cuerpo parece diferente, sus dedos de rosario se tornan tersos, sin esas magulladuras provocadas en el transporte colectivo de regreso a casa, después de hacer fila por tres horas para cobrar su pensión. Abre la puerta, ha estado en el mismo lugar varias veces, sabe que no es Alicia y que Antonio, su esposo, la espera con café preparado, una vez que termina su viaje. Ella vive en dos mundos, el dolor la lleva a uno y el aroma a café la regresa a su esposo.

Es un lugar de encuentro con mujeres que ha conocido durante toda su vida. Todas parecen felices; pero Mirta comienza a extrañar. No puede regresar a su otro mundo. Por fin llega el aroma añorado, vuelve a su hogar, con Antonio. No comprende… sus parientes y amigos están reunidos… Los aromas de las flores, los cirios y el café le muestran una realidad inesperada.

91. Las mujeres y la guerra

La mujer del alcalde hizo que la mujer del pope tocara las campanas para reunirnos en la plaza. Temimos que nos llamara para anunciar una nueva requisa. Ya estábamos hartas de entregar nuestros cerdos y gallinas, nuestra cebada, a los austríacos, que a cambio sólo nos daban un inservible trozo de papel.

La sorpresa fue mayúscula cuando la mujer del alcalde nos dijo que la guerra, esa guerra que creíamos iba a durar siempre, había acabado. El emperador se había ido y el Imperio había dejado de existir. Serbia, después de todo, era la vencedora.

La guerra había durado mucho tiempo. Algunos hombres llevaban ya seis años fuera, acudieron voluntarios para luchar contra los turcos. Dos años más tarde, los demás fueron llamados cuando los austríacos invadieron nuestro país. Luego se llevaron a los chiquillos, a los ancianos, a todos los hombres. Hasta Dušan el Manco y el loco Petar se fueron.

Pocas nos alegramos con el anuncio de la mujer del alcalde. Aquellos habían sido años duros, pero también años de libertad. Años sin hombres. Sin aguantar sus borracheras, sus palabrotas, sus salvajes acometidas nocturnas. Nos habíamos acostumbrado a vivir sin hombres. Estábamos mejor sin ellos, solas.

90. La Isla de las mujeres.

Hace ya más de doscientos años que no existen las guerras; los libros hablan de ellas sí, pero nadie las conoció.

Nuestros conflictos se solucionan a base de diálogos o, en el peor de los casos en la «mesa de sabias» de nuestro poblado.

No existen normas; fueron suplidas ya hace mucho tiempo por el respeto y el sentido común; y los límites del amor fueron ya  borrados para siempre.

Todos somos distintos e iguales a la vez y todos tenemos un lugar importante y necesario en nuestra  sociedad.

Los más débiles son atendidos con dedicación, el dolor no existe  y la palabra “egoísmo” fue borrada del diccionario hace mucho tiempo.

Sí, vivo un mundo gobernado por mujeres, «La isla de las mujeres» la llamamos.

La tolerancia y la fortaleza se han hecho con el control;  y la humanidad ha vuelto a recobrar la cordura que antaño  perdió.

89. LAS CHICAS DE GEORGIE DANN

Grabado está entre acordes que lleva el viento, que Ulises fue advertido acerca de los peligros de oír el canto de las Sirenas. Ya fuera por orgullo, o por no contravenir el ritmo de sus andanzas, nuestro héroe ordenó tapar con cera los oídos de sus remeros, y luego se hizo atar a la aguja más alta del navío. Si por mor de aquel canto hechicero, imploraba su libertad, sus hombres sólo debían seguir a lo suyo; esto es: remar acompasados, en formación de tres por cuatro. Tal cual.

Gracias a esta estratagema, Ulises, ebrio de posteridad, pasó a la historia por ser el primer hombre que oyó aquel vociferar histérico; que aprendió el boom-boom de su estribillo; y que supo extender su épico legado, durante generaciones, entre chiringuitos playeros.

Desde entonces, cada vez que alguien pasea por la orilla del mar, los descendientes de los descendientes de aquellas hembras festivaleras, litigan por sus derechos de autor precipitando su arrullo marino.

Se aconseja no escuchar ese vaivén de olas durante mucho rato.

88. Tan profundo como el mar (Candela)

Nada es al azar. La vida te va arrastrando a donde tu subconsciente quiere. Uno no es dueño de su destino, sino al revés.
Esa era la reflexión que hacía Idoia cada noche antes de acostarse:»nada es al azar…»Intentaba buscarle un sentido a ese pensamiento que le aturdía cada anochecer,pero como si de un laberinto se tratara, se sentía atrapada.
Aquella noche, tras un largo y duro día, decidió adentrarse en sus sueños.Decidió dejarse llevar,decidió que atrás quedaba el miedo,decidió que ya era hora de enfrentarse a la verdad.
Tomó aire y cerró sus ojos,cerró su mente y cerro también su alma. Se sintió bien y llegó al sueño con una sonrisa en sus labios.Y perdió la conciencia…
Allí estaba ella, en su isla. Sentía como la brisa le acariciaba su frágil cuerpo,el olor a coco y mango la embriagó, le hizo volver a su infancia,a sus orígenes..y allí estaba ella, su abuela. Su rostro no había cambiado,desprendía la misma dulzura y la misma paz.De mirada profunda como las aguas de aquel mar.
Su corazón latía con fuerza, se agitó su respiración…sus lagrimas asomaron.
Lo había conseguido,había regresado,no había vuelta atrás…y se unieron en un cálido y eterno abrazo.

87. La Isla de las Mujeres (Javier Ignacio Pérez Andrés)

Al principio pensé que chateaba con una persona solitaria como yo. Tras unos meses, me envió un billete para visitarla. Ignoraba donde vivía: -lo importante es conocernos,averiguar que tenemos en común-decía.
Cuando ví que recorrería medio mundo, en avión y en barco, casi me echo atrás, pero mi espíritu aventurero me empujaba haca delante.
En el barco percibí que todos éramos hombres. En el bar, las conversaciones giraban en torno al mismo tema. Todos viajábamos por el mismo motivo.
Nadie del barco decía quien les pagaba, tampoco eran claros con el destino. Fuimos congregándonos en el salón. Compartíamos sobre las mujeres cuando alguien dijo: -parece el puto guión de una película de miedo-. Se hizo un silencio al qe siguieron ruidosas carcajadas. Reían, pero salvo los inconscientes, nadie las tenía consigo.
Por megafonía se anunció la próxima llegada y nos hicimos un sitio en cubierta. ¡Ni planeado!.La niebla engulló el barco durante diez interminables minutos. Afloraban los nervios cuando reapareció el cielo azul, pudiendo divisarse una colorida isla.
Todos sonreímos. El muelle estaba repleto de mujeres chillando, con collares de flores y un enorme cartel dándonos la bienvenida.
Pensé: «Somos una carabana de hombres!

86. En la Isla de las Mujeres (Jesús Lara Vanegas)

Hoy por hoy tengo vagos recuerdos de aquel horizonte azulado.
Hoy por hoy, sin ni siquiera esperarlo, escucho atónito el chocar de aquellas olas, el resurgir de sus sonidos y el llorar de sus cantares.
Naúfrago, durante un par de horas que pasarían a ser días, y un par de días que pasarían a ser meses. Luchaba si cesar dando brazadas al azar en un intento por volver a ver a mis chiquillos, sonriendo en la proa de mi barco.
Prisionero de mi propio egocentrismo, queriendo descubrir lo que estaba descubierto, perdía a las dos únicas personas que realmente me faltaba por descubrir: mis hijos..
Sus voces me llamaban sin descanso desde aquella costa blanca, y a medida que me acercaba a aquella isla, llantos al vacío y cantares moribundos retumbaban en mis oídos, en un intento de que alguien les liberara de aquel infierno.
Hoy por hoy, no se si tuvieron la misma suerte que yo, pero algo de lo que estoy seguro es de que buscaré sus diminutos cuerpos ya sea en aquel horizonte azulado o en aquella isla desierta que parece haber sido conquistada por miles de mujeres naúfragas…Aunque hayan pasado más de veinte malditos años…

85. Nefertino, el del alma libre para amar (María Rojas)

Nefertino navega en un barco destartalado en el que transporta madera.

Algunas veces se desvía de su ruta para adentrarse en la isla de las manjarinas. Es el único marinero que trata con esas peces, de colas tentadoras y voluptuosas.

Asegura Nefertino, un maestro en las ciencias amatorias, que en uno de sus viajes, haciendo gala de su don de encantador, se las echó al bolsillo. Cuando las visita les prepara una bebida de flores de quereme,  y como las manjarinas son golosas, abren sus boquitas, y se lo beben todo. Después, dichosas, hablan en tropel, hasta que vencidas de amor se zambullen entre sus brazos.

Nefterino no se complica la vida. Las ama y se va.

84. La caída del conquistador

Cuando la marea nocturna me dejó en la orilla de aquella playa desconocida, decidí arriesgarme y me adentré en tierra virgen para explorar la exótica naturaleza. Enredé en mis manos las suaves lianas, y me erigí firme sobre arenas movedizas. Descubrí parajes de vertiginosas pendientes, y encontré sabores dulces y prohibidos. De todos los puertos a los que había arribado anteriormente, ninguno se resistió tanto a mi salvaje conquista. El hallazgo de una sola amazona cambió el objeto de todas mis expediciones: una esclava en cada isla, que luego dejaba abandonada. No me importó caer en la tentación de recibir nuevas lecciones de monta, y me convertí en un discípulo obediente, hambriento de enseñanza. Pero, iluso de mí, cuando llegó el momento de regresar extenuado por tan deliciosa experiencia, ya no supe encontrar el camino de vuelta. Aún sigo prisionero.

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