Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

98.SUMERGIDO EN LA NOCHE (Beto Monte Ros)

Nadando entre penumbras descubre un atolón que ostenta en el centro, como faro, un gran tótem. Desconoce que está habitado por hermosas mujeres que adoran al alto fetiche y les ofrecen en sacrificios a jóvenes náufragos, que no se han liberado de sus fantasías más reprimidas. Son diestras en el arte de la sugestión y gobiernan en el islote, escondido en el mar de Euforia.

Es la primera vez que se pierde en esas aguas y la visión provoca que se desborde en su interior un torrente de adrenalina. Ansioso, avanza hacia la orilla, donde cree podrá ser salvado. El pobre tonto no sabe que pronto se unirá a los otros hombres que han sido atrapados, y que para ser liberados tienen que pagar un tributo en monedas, con las que ellas, expertas buceadoras en los océanos del deseo, confeccionan su cinturón de lastre.

97.Hombres X

Desde la torre centinela, la reina Antártica II divisó las velas rojas en el horizonte: la nave Deméter regresaba a casa con un cargamento de Hombres.

Acompañada de su séquito, descendió al desembarcadero, donde la esperaba la mercancía y una violenta revuelta. Comprendía la desesperación de sus súbditas por usurparle la primicia. Desde la época del deshielo, que dio paso a la flota colonizadora de Antártica I, no se producían nacimientos en la isla. Solo los vientres que embarcaron inseminados, concibieron una única generación de niñas. Ahora mujeres en edad fértil que debían luchar por preservar su linaje.

Cinco espadas se estrecharon contra la suya. E igual número de Hombres se añadieron a su harem de hielo. Ninguna guerrera más quiso apostar por ver, dos veces en su vida, las velas rojas.

La reina se desnudó frente a todas. Una enredadera de cicatrices y heridas frescas le caía desde la calva coronilla a los pies.  Entre sus conquistados, eligió a uno: dos metros de alto, pigmentación clara, cosecha 2096…, según lo detallaba la etiqueta del producto Hombres, seleccionado exclusivamente, por Industrias Germotrix, con espermatozoides de la serie x.

96. Herencia (Anna Lopez / Relatos de Arena)

Aprendí de madre a detener las horas. Sentadas frente a la casa escuchábamos hablar a los árboles mientras la tarde se deslizaba calle abajo. Ella entonces sembraba una idea nueva y si brotaba, sonreía mientras plantaba ilusiones que darían fruto cuando yo creciese.

Mi abuela fue quien me enseñó a coser almas rotas. Sus brazos acogían niños de rodillas peladas, jovencitas que aterrizaban cómo pajarillos caídos del nido, o alguna vecina con heridas invisibles. Estas últimas eran tan frágiles que la abuela me mandaba a jugar a la calle, pues cualquier ruido podía romperlas en pedazos.

De mi bisabuela, hija y esposa de pescadores, cuentan que podía hablar con el viento y siempre sabía cuan preñadas se izarían las redes. Yo hace años que abandoné la isla, pero siempre preparo una gran cafetera cuando el garbino anuncia trabajo extra. El lebeche me susurra las historias que escribo y puedo pasar días sin comer ni dormir, hasta que cambia el viento.

Ahora que ha germinado todo lo que mi madre sembró en mí, dibujo estrellas en mi vientre convencida de que serás niña y añadirás al legado otra brizna de esa sabiduría antigua que siempre nos ha acompañado a todas.

95. El 13 de Mayo la virgen María…

No era una isla. No. El internado estaba rodeado de calles y plazas, de iglesias y capillas. Tan rodeado, que al amanecer, la cabeza de la niña estallaba con el tañido de cientos de campanas que parecían competir para despertarla. De mujeres si era. Mujeres que como ella recién abrían los ojos a la vida, y otras, que entre rezos y lamentos, los cerraban un día para ser veladas entre las gruesas paredes de ese convento construido con piedra, cal y canto.

Los obligados silencios y las estrictas rutinas no podían sino acrecentar sus sospechas y sus ocultos deseos. ¿Qué clase de dios era aquél que exigía sufrimiento? ¿Qué clase de mujer, su divina madre, que demandando avemarías miraba impávida el dolor de las castigadas? ¿No era ya su orfandad tremendo suplicio?

Allí seguía la escalera. No lo pensó. En un tris llegó a lo más alto. Al otro lado una angosta senda separaba el muro del río. Sonrió feliz. Un largo paso, un brinco y caería al río. Sus aguas la acercarían al hogar. Sus hermanos felices la abrazarían. Su padre, dichoso, la alzaría en sus brazos. Y brincó.

94.La playa (julio chipuli).

Desde la playa todo parecia como salido de un viejo cuento de aventuras, el azul del cielo, las nubes gordas y estaticas, lo dorado de la arena y la tibieza del mar.

Por un momento cerre los ojos y desee que no fuera un sueño, era tan perfecto, tan en paz, tan calida su brisa sobre el rostro y la suavidad de los aromas salinos…que por un momento y tan solo por un momento pense en estar muerto….ocasionalmente me encuentro con mas gente caminando sobre la playa, solemos platicar de cosas banales y graciosas, pero nunca preguntamos o cuestionamos esta realidad, no por temor a la muerte, sino por temor a perderla…es tan extensa, tan llena de vida, que no deseo pensar en nada mas.

Y asi siguio su camino, el veia una playa, yo veia una pequeña estrella moviendose en un cumulo de almas en el universo….despues de todo cada quien tiene su propio cielo.

 

 

 

93. ÁNGELES Y DEMONIOS (Rafa Olivares)

Sucedió hace varios siglos, para ser exactos a mediados del XXI. El proyecto de la ONU por un mundo mejor, proponía una isla del Pacífico para ser habitada sólo por mujeres. La continuidad de la especie estaría en ella garantizada por científicas que seleccionarían y clonarían exclusivamente células hembras.

La sociedad de aquella época lo tomó con más escepticismo que rigor y no faltaron las chanzas estereotipadas. Que si sería la isla más limpia del planeta,  que si no habitarían en ella cotorras o loros porque no soportarían la competencia, que si sólo se cultivarían palmeras con frutos multifunción, … Ellas no se arredraron y siguieron adelante con la idea que, durante milenios, demostraron viable y positiva.

El principio del fin comenzó cuando sus dirigentes decidieron que necesitaban una religión que moderara y contuviera las ansias de las más progresistas. Crearon sus diosas, sus iconos, sus santas -todas vírgenes, por supuesto, aunque la palabra careciera de significado en aquella ínsula-, y su demonio, sin cuernos pero con rabo.

Un día, las más aguerridas embarcaron en busca del maligno para acabar con él y disipar así su diabólica amenaza.

La atracción por el pecado y el efecto llamada hicieron el resto.

92. La última fuga

Mirta abre con pesadez sus ojos de escamas grises, escondidos entre los párpados colgados y los pliegues de su frente.  No atina la llave entrar a la cerradura. Es extraña la puerta de su casa, ha conseguido, de repente, gran altura; su propio cuerpo parece diferente, sus dedos de rosario se tornan tersos, sin esas magulladuras provocadas en el transporte colectivo de regreso a casa, después de hacer fila por tres horas para cobrar su pensión. Abre la puerta, ha estado en el mismo lugar varias veces, sabe que no es Alicia y que Antonio, su esposo, la espera con café preparado, una vez que termina su viaje. Ella vive en dos mundos, el dolor la lleva a uno y el aroma a café la regresa a su esposo.

Es un lugar de encuentro con mujeres que ha conocido durante toda su vida. Todas parecen felices; pero Mirta comienza a extrañar. No puede regresar a su otro mundo. Por fin llega el aroma añorado, vuelve a su hogar, con Antonio. No comprende… sus parientes y amigos están reunidos… Los aromas de las flores, los cirios y el café le muestran una realidad inesperada.

91. Las mujeres y la guerra

La mujer del alcalde hizo que la mujer del pope tocara las campanas para reunirnos en la plaza. Temimos que nos llamara para anunciar una nueva requisa. Ya estábamos hartas de entregar nuestros cerdos y gallinas, nuestra cebada, a los austríacos, que a cambio sólo nos daban un inservible trozo de papel.

La sorpresa fue mayúscula cuando la mujer del alcalde nos dijo que la guerra, esa guerra que creíamos iba a durar siempre, había acabado. El emperador se había ido y el Imperio había dejado de existir. Serbia, después de todo, era la vencedora.

La guerra había durado mucho tiempo. Algunos hombres llevaban ya seis años fuera, acudieron voluntarios para luchar contra los turcos. Dos años más tarde, los demás fueron llamados cuando los austríacos invadieron nuestro país. Luego se llevaron a los chiquillos, a los ancianos, a todos los hombres. Hasta Dušan el Manco y el loco Petar se fueron.

Pocas nos alegramos con el anuncio de la mujer del alcalde. Aquellos habían sido años duros, pero también años de libertad. Años sin hombres. Sin aguantar sus borracheras, sus palabrotas, sus salvajes acometidas nocturnas. Nos habíamos acostumbrado a vivir sin hombres. Estábamos mejor sin ellos, solas.

90. La Isla de las mujeres.

Hace ya más de doscientos años que no existen las guerras; los libros hablan de ellas sí, pero nadie las conoció.

Nuestros conflictos se solucionan a base de diálogos o, en el peor de los casos en la «mesa de sabias» de nuestro poblado.

No existen normas; fueron suplidas ya hace mucho tiempo por el respeto y el sentido común; y los límites del amor fueron ya  borrados para siempre.

Todos somos distintos e iguales a la vez y todos tenemos un lugar importante y necesario en nuestra  sociedad.

Los más débiles son atendidos con dedicación, el dolor no existe  y la palabra “egoísmo” fue borrada del diccionario hace mucho tiempo.

Sí, vivo un mundo gobernado por mujeres, «La isla de las mujeres» la llamamos.

La tolerancia y la fortaleza se han hecho con el control;  y la humanidad ha vuelto a recobrar la cordura que antaño  perdió.

89. LAS CHICAS DE GEORGIE DANN

Grabado está entre acordes que lleva el viento, que Ulises fue advertido acerca de los peligros de oír el canto de las Sirenas. Ya fuera por orgullo, o por no contravenir el ritmo de sus andanzas, nuestro héroe ordenó tapar con cera los oídos de sus remeros, y luego se hizo atar a la aguja más alta del navío. Si por mor de aquel canto hechicero, imploraba su libertad, sus hombres sólo debían seguir a lo suyo; esto es: remar acompasados, en formación de tres por cuatro. Tal cual.

Gracias a esta estratagema, Ulises, ebrio de posteridad, pasó a la historia por ser el primer hombre que oyó aquel vociferar histérico; que aprendió el boom-boom de su estribillo; y que supo extender su épico legado, durante generaciones, entre chiringuitos playeros.

Desde entonces, cada vez que alguien pasea por la orilla del mar, los descendientes de los descendientes de aquellas hembras festivaleras, litigan por sus derechos de autor precipitando su arrullo marino.

Se aconseja no escuchar ese vaivén de olas durante mucho rato.

88. Tan profundo como el mar (Candela)

Nada es al azar. La vida te va arrastrando a donde tu subconsciente quiere. Uno no es dueño de su destino, sino al revés.
Esa era la reflexión que hacía Idoia cada noche antes de acostarse:»nada es al azar…»Intentaba buscarle un sentido a ese pensamiento que le aturdía cada anochecer,pero como si de un laberinto se tratara, se sentía atrapada.
Aquella noche, tras un largo y duro día, decidió adentrarse en sus sueños.Decidió dejarse llevar,decidió que atrás quedaba el miedo,decidió que ya era hora de enfrentarse a la verdad.
Tomó aire y cerró sus ojos,cerró su mente y cerro también su alma. Se sintió bien y llegó al sueño con una sonrisa en sus labios.Y perdió la conciencia…
Allí estaba ella, en su isla. Sentía como la brisa le acariciaba su frágil cuerpo,el olor a coco y mango la embriagó, le hizo volver a su infancia,a sus orígenes..y allí estaba ella, su abuela. Su rostro no había cambiado,desprendía la misma dulzura y la misma paz.De mirada profunda como las aguas de aquel mar.
Su corazón latía con fuerza, se agitó su respiración…sus lagrimas asomaron.
Lo había conseguido,había regresado,no había vuelta atrás…y se unieron en un cálido y eterno abrazo.

87. La Isla de las Mujeres (Javier Ignacio Pérez Andrés)

Al principio pensé que chateaba con una persona solitaria como yo. Tras unos meses, me envió un billete para visitarla. Ignoraba donde vivía: -lo importante es conocernos,averiguar que tenemos en común-decía.
Cuando ví que recorrería medio mundo, en avión y en barco, casi me echo atrás, pero mi espíritu aventurero me empujaba haca delante.
En el barco percibí que todos éramos hombres. En el bar, las conversaciones giraban en torno al mismo tema. Todos viajábamos por el mismo motivo.
Nadie del barco decía quien les pagaba, tampoco eran claros con el destino. Fuimos congregándonos en el salón. Compartíamos sobre las mujeres cuando alguien dijo: -parece el puto guión de una película de miedo-. Se hizo un silencio al qe siguieron ruidosas carcajadas. Reían, pero salvo los inconscientes, nadie las tenía consigo.
Por megafonía se anunció la próxima llegada y nos hicimos un sitio en cubierta. ¡Ni planeado!.La niebla engulló el barco durante diez interminables minutos. Afloraban los nervios cuando reapareció el cielo azul, pudiendo divisarse una colorida isla.
Todos sonreímos. El muelle estaba repleto de mujeres chillando, con collares de flores y un enorme cartel dándonos la bienvenida.
Pensé: «Somos una carabana de hombres!

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