Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

55. MAR ADENTRO

El tabernero observa al hombre que entra como si lo trajese la tormenta: camina con ese balanceo de las gentes de mar. El forastero paga cuatro copas por adelantado: si la ves vacía, llénala, impone desde la jerarquía momentánea que le otorgan las ocho monedas que ha dejado sobre la barra. Están solos, la tormenta y ellos: son esas horas de nadie que crecen en todos los bares de los pueblos pequeños.
El hombre bebe en silencio, soportando sin ayuda el peso de unos recuerdos estropeados por tanto alcohol y tanta lluvia. Cuando termina la última, sale de la taberna intentando mantener la dignidad de la línea recta, dejando tras de sí un endógeno olor a sal. El tabernero apenas lo entrevé difuminarse mientras lo devora la lluvia. Él, que nunca ha visto el mar, reconoce claramente el graznido de unas gaviotas sobre su cabeza, y escucha entre los truenos la sirena de un barco que acaba de zarpar.

54. La nueva urbanización (Daniel Irazu)

La nube que nace en los montes desaparece la luz del día.  El vendaval araña la tierra, levanta piedras y arranca las matas de tomillo de las laderas. Mientras, el valle se asfixia con el polvo de arcilla que trepa en remolinos hacia el cielo.

La tormenta descarga en las cimas; abajo llueve sangre cuando amaina el viento.

La madre teme el silencio que sigue a las últimas gotas. El niño en sus brazos llora por instinto; se calma con los trinos en la acacia, y se asusta de nuevo cuando los pájaros entienden el rumor que viene de lejos y emprenden el vuelo.

Ve el frente de lodo por una ventana; baja la persiana, atranca la puerta de la calle, y cierra las demás del pasillo.

Se esconden de la muerte, abrazados tras la pared más lejana.

La avalancha avanza lamiendo las fachadas de las casas que ahora le sirven de cauce; busca el desagüe que antaño recrecía el caudal de río.

La primera ola revienta los muros de ladrillos interpuestos en su camino.

Al entierro acude el alcalde y el concejal de obras. Salen de la iglesia cabizbajos, por eso, en el atrio, el viejo sólo escupe al suelo.

53. MAREMÁGNUM (Beto Monte Ros)

El reporte meteorológico informa que es inminente el azote del huracán a la ciudad. Un padre ordena al hijo mayor ir a buscar a los abuelos y traerlos a la casa. El muchacho sale, pero primero pasa a asegurarse que su novia está bien, ella no se encuentra, se ha integrado a la defensa civil, donde ejerce de voluntaria. Fue asignada a ayudar a los que corren peligro en las márgenes del rio; algunos se resisten a abandonar sus hogares y han tenido que llamar a la policía, la que tarda, porque han acudido a atender una denuncia: dos hombres se pelean en un centro comercial, donde el gerente pide calma e informa que tan pronto pase la emergencia estarán abastecidos nuevamente. Los vecinos se ayudan en los preparativos de protección y los familiares se telefonean entre sí. El joven ha vuelto trayendo a los viejos, quienes besan a un pequeño que, abrazado a su mascota, observa por la ventana cómo la lluvia que se ha desatado empapa a un indigente que duerme en el portal de la iglesia. Les saluda y pregunta si alguien se ha acordado de los perros de las calles.

52. APOCALYPTO ( Modes L. Marcos)

«Soy Dios.

Aclaremos conceptos. No soy EL DIOS.

Él está en otro nivel.

Yo me limito a ser dueño de un pequeño universo, donde mis deseos primordiales se satisfacen al instante, y punto.

Pero, en ocasiones, hay acontecimientos que me sobrepasan.

Como la apocalíptica tormenta que desde hace unos segundos, o quizá eones, ha comenzado a desgarrar mi morada cósmica.

Rayos z y explosiones estelares golpean con una magnitud, más allá del espacio y el tiempo, los límites de mi mundo.

Las galaxias se doblan, se comprimen, se retuercen…

Es tan aterradora la inmensidad del poder que me azota que, por primera vez en mi existencia, siento que soy menos que nada.

Y descubro mil formas diferentes de dolor, y siento en la boca el sabor pastoso de mi propia sangre.

Después, regresa la calma.

Pero ya no me importa,  porque he muerto.

Y en el lugar donde yo lo fui todo, se erige ahora un desolador agujero negro.»

 

El hombre enciende un cigarrillo, comienza a silbar y sale de la casa.

En el suelo del salón su novia llora, sabiendo con total certeza que, tras la paliza recibida, acaba de perder al bebé que llevaba en sus entrañas.

51. Revuelo

La tormenta explotó. Las amigas caminaban por el paseo central de la feria; pronto se volvió lago. La música calló. Las estrellas se ocultaron. Luces de  farolas  y atracciones dejaron de brillar. Una ola  de granizo golpeaba; en esa oscuridad sombría intentaban no separarse.
La muchedumbre, despavorida como ellas, pretendía protegerse. Se pisaban  unos a otros sin detenerse ante nada.
Primero gritó María; alguien  la abrazaba tirando de ella.  Elena, en un esfuerzo desesperado e inútil intentó agarrarla. Carlos su novio, que soportaba  empujones en   la salida multitudinaria  de una atracción, la   buscaba  paranoico con la luz del móvil; Elena, sin éxito,  intentaba avanzar hacia él, y acercarse a las amigas.
La camisa empapada  la hacía sentirse desnuda; se   avergonzaba. Tropezó.   Rodaba torpemente entre los   charcos. Un hombre joven, asiéndola  por la cintura la   puso en pie. Excitado, le manoseaba el pecho; la  empujó hasta el suelo de la espesa arboleda.
Tumbada junto a ella reconoció a María; embarrada y  desnuda parecía muerta.
El adolescente forzó a Elena.  Enloquecido intentaba violar de nuevo  a  su amiga inerte, pero  aparecieron otros muchachos. Se pelearon entre ellos por  las chicas; abusaron de ellas.
El agua ahogaba a las jóvenes bajo la tormenta.

50. NIMBUS ( Esther Gómez )

Toda su vida había transcurrido entre valles, montañas y bosques, vivir sólo le había conferido un carácter retraído.

Como cada mañana salió a caminar. El paseo templaba su espíritu y serenaba su ánimo, disfrutaba de aquella naturaleza.

El olor a tierra mojada se instaló en su nariz como preludio de lo que iba acontecer, para entonces había abandonado las empedradas calles. Un silencio sepulcral se apoderó de todo el valle. El ritmo se hizo denso y lento, ni el aire se atrevía a moverse, los animales enmudecieron de miedo.

El cielo estaba cubierto de grises nubarrones que eran interrumpidos por la fugacidad de los rayos dando segundos de eléctrico resplandor y desgarrados truenos.

Era como si la tierra y el cielo se uniesen presas de un amor imposible, dando suelta a su pasión y en lo más alto de su clímax produjesen ese maravilloso espectáculo de luz y sonido. Comenzaron a caer cristales de hielo que chocaban contra el suelo para después dar paso a una furiosa lluvia que caía sobre su cuerpo. Empapado de agua comenzó a reír, a correr, a gritar abandonando su soledad.

Con los primeros nimbus, se le ve abandonar el pueblo para encontrarse con ella.

49. «Atormentada» (María José Escudero)

Además, el humo del aceite me afecta severamente a los ojos -concluyó la abuela a voz en grito desde la cocina. Primero había declarado que estaba harta. Harta de teñirse las canas en casa.Harta de cuidar a los nietos. Harta de cocinar los domingos para nueras y yernos…Que necesitaba tiempo. Tiempo y atención.Expresado esto, su pulso se aceleró, se dejó arrastrar por un arranque emocional y explotó como un globo. Se dolía de aquel trabajo gris que nadie valoraba, y terminó diciendo cosas difíciles de olvidar.

Ni mis padres ni mis tíos se dieron por aludidos hasta que, pasados treinta segundos de aquel comunicado urgente, un ruido de cacharros se escuchó como un trueno. El cielo estaba despejado y la predicción meteorológica local descartaba perturbaciones, sin embargo, hubo un momento que, incluso, nos faltó laluz.

En el comedor se vivieron momentos de desconcierto. El abuelo, alarmado, sólo quería saber por qué lagrimeaba, pero ella necesitaba desenredar abiertamente las verdadeas razones de aquel repentino llanto.

Pasada la tormenta, nos sentamos a la mesa y comimos, y callamos. No fuimos capaces de cantar  «el cumpleaños feliz», tampoco de entregarle el paraguas y la plancha que le habíamos comprado.

48. Algo inservible (Jerónimo Hernández de Castro)

Como cada noche, Jonathan Andrews se sentó junto a su esposa. La mujer respiraba con dificultad, ahogada por la enfermedad que seguía su curso.
– Jonathan …
– No te fatigues. Descansa…
– Antes de que me vaya de tu lado debo decirte algo. Sabes cómo te amo, pero no quiero ocultarte más unas cartas que encontrarás en la arqueta de arce. Toma esta llave, te lo ruego. Deberás abrirla y perdonarme.
– Lo haré querida, sé fuerte. Ahora debo ayudar al señor Franklin. Volveré pronto.
El hombre salió al galope bajo la tormenta, hacia la pradera de Filadelfia donde el padre de los Estados Unidos realizaba sus experimentos.
– ¡Jonathan! ¿Cómo sigue su esposa?
– Estable señor. Quizá tarde un tiempo en reunirse con nuestro pequeño. Pero no se preocupe, es mi deber ayudarle. ¿Ha traído la cometa?
– Sí, agradezco tu sacrificio y más hoy en que todos los rayos del cielo parecen a punto de caer sobre nosotros. Si la naturaleza de esos fenómenos es como intuyo, quizá algo metálico e inservible podría atraerlos a la cometa.
– Descuide señor Franklin, tengo lo que necesita.

47. Brainstorming en Lucro S.A (María Elejoste -Mel-)

–Bienvenidos, mi nombre es Jou Kert y estoy aquí por petición  del director general. Tomen  asiento y abran las carpetas azules. Encontrarán  información financiera, balance y previsiones económicas.

Transcurrido un minuto de susurros y exclamaciones. El asesor se atusa el cabello y prosigue.

–Están ustedes a punto de quebrar, a menos –espera un instante deleitándose  –que hagamos algo. Necesitamos ideas revolucionarias  para recortar gastos o aumentar márgenes.

El director de producción propone, con un hilillo de voz, incrementar las horas de trabajo. Todos le miran con miedo pero Kert aplaude con energía. Envalentonado, el director de calidad, sugiere flexibilizar los controles.

–Perfecto –sonríe Kert –especialmente en los productos que se exportan.

El responsable financiero habla de bajar sueldos a los operarios y el de organización propone despedir a las mujeres embarazadas.  Y así, en una media hora ya han calculado un ahorro de un millón de euros. Palmotean emocionados.

–Han hecho ustedes un trabajo excelente para salvar a la empresa, se merecen una gratificación, digamos unos cincuenta mil cada uno, y así siguen ahorrando medio millón.

Todos aplauden ajenos a la lucecita roja que desde hace algo más de una hora retransmite imagen y sonido a “caza corruptos sin fronteras”.

46. BRAINSTORMING

Mientras desciende por el sendero de la Ermita no puede dejar de mirar el cielo. Los nubarrones que asoman detrás del Serantes anuncian tormenta y de la buena.  Se apresura, intentando no resbalar con las piedras sueltas. ¡Sólo falta que se rompa  un tobillo o algo y le pille la lluvia en medio del monte!

Ahora se arrepiente de no haber avisado en casa de que iba a subir a San Telmo, pero es que no quería que le encasquetasen al chucho. Lo que quería era pasearse tranquilo y no tener luego que andar eliminando garrapatas, ¡que ese bicho las  pilla todas!

El retumbar del trueno le hace retomar esa idea que le ronda la cabeza desde que empezó ingeniería: ¿habrá alguna forma de inventar un teléfono inalámbrico que se pueda llevar al monte por si ocurre un contratiempo o que te avise del tiempo que va a hacer? ¡Imagínate! ¡Un teléfono en el bolsillo!

–“Naaaaaa, ¿quién iba a querer un trasto así? – piensa, mientras en las aguas del Abra se hunden los primeros relámpagos.

45. Rata

Abandonó el barco como una rata. Sabía que nos íbamos a pique. Evitaba el naufragio. El agua. La lluvia de mis lágrimas. No me di cuenta hasta que se fue, él era quien nos hundía porque hemos vuelto a navegar en paz.

44. A veces el tiempo. Nunca Dios.

Su conciencia no podría soportarlo, pero continuaría con la ceremonia. El sacerdote miró fijamente los ojos tristes de la novia. Después al viejo cacique sonriente, vestido de frac. Prosiguió:
– Quien tenga alguna objeción que hable ahora o calle para siempre.
Esperó unos segundos, aunque la anciana madre del novio, tampoco el médico, los guardias civiles ni el tendero, se atrevieron a protestar.
En la calle aguardaban los familiares de la prometida. Las nubes ocultaron el sol. El cura concluía las nupcias cuando comenzó la tormenta. El primer rayo cayó sobre la espadaña.
El segundo destrozó la iglesia por completo.

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