Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

47. OLVIDADO ( Esther Gómez )

Estaba pasando unos días en la vieja casa familiar, acababa de heredarla y tenía que poner algunas cosas en orden antes de venderla. Cargada de nostalgia subió al desván. Olía a cerrado. Empezó por abrir las ventanas para orear, los rayos del sol irrumpieron en la estancia.

Varios objetos ocupaban el espacio. Una caja de libros llamó su atención, escogió uno al azar, al abrirlo encontró una hoja en la que había escrito un poema :

Me veo en tus ojos, tus ojos que son dos almas desvalidas de mirar ilusionado.

Inspiro lentamente todo tu olor y con él quiero llevarme todo tu ser, que es como un mar azul, extraño e infinito.

Nuestros cuerpos se funden en un abrazo cubierto de agua salada

Me veo en tus ojos, tus ojos que son dos corazones de deseos encendidos.

Toda mi esencia se estremece, se reconoce y quiere permanecer allí hasta el final de los tiempos.

Me veo en tus ojos, tus ojos que se miran en mi.

A mi amado A. M. que da sentido a mi vida.

Saborenado aún esas dulces palabras se quedó perpleja al ver que aquellas siglas no pertenecían a las iniciales de su padre.

 

46. El mapa del tesoro (Luisa Rodríguez)

Hacía más de diez años que no sabía nada de mi primo Juan, por eso recibí con sorpresa su llamada. Estaba tan alterado que tardé varios minutos en entenderlo: el mapa había aparecido.

De golpe sentí el olor de los veranos de Fisterra, cuando todos los nietos seguíamos a la abuela hasta la playa como al flautista de Hamelin, embelesados por sus historias. Entre ellas, la del escritor escocés, rescatado de un naufragio, que vivió en el pueblo hasta reemprender su viaje a las antípodas.

Se rumoreaba que guardaba en un libro el mapa de un tesoro y que había tenido que enterrarlo para evitar que se lo robase un marinero cojo al que siempre acompañaba una exótica ave.

Con la ilusión de ser los afortunados, cavábamos en la arena con nuestras palas y rastrillos, pero quien finalmente lo encontró fue Juan, durante unas obras de rehabilitación, en el hueco de una de las vigas de madera de la casa familiar que había heredado.

Aunque nunca sabremos quién lo escondió allí, si Stevenson o la abuela, tenía trazada la ruta que nos reuniría a todos, por primera vez en mucho tiempo, aquel verano.

 

45. PAPEL CON VIDA

Unos pocos papeles explotan mi atención. Me ayudo bajo la luz poco viva del techo y del ritmo repetido de la música para recordar y sentir escribiendo en ellos.

Es muy fácil sentir y hacer correr por la imaginación como una película miles de fotogramas, unos ya vividos en la realidad; otros que se viven por primera vez aunque no sean reales y sí lo parezcan.

No es fácil expresar y más con tinta esos fotogramas, esos instantes y muchas veces parte de nuestras vidas.

Pero esos pocos papeles, como otros muchos millones ya escritos ayer, hoy y mañana, pueden llenarnos de vida, hacernos reflexionar, entrar en razón, aunque sea por un instante.

Que sigan haciéndose muchos más, porque aunque finjan vida, incluso la que no nos guste, la construyen. Este simple papel es eso, porque le he dedicado una pequeña parte de la mía, una página, una más.

44. Entre las páginas

Abres el libro y escuchas las voces que se esconden en su interior. Voces polifónicas, voces que enhebran historias, voces que captan emociones y recuerdos. Recuerdos en sepia de imágenes escritas para ser oídas:

“No sé cómo pasó, cuando empecé a perderlo. No lo sé. Recuerdo la frase escrita en su interior, en tinta roja, en la esquina de la página, dónde Ezequiel y Laura se besaban, dónde se daban una nueva oportunidad, después de la última derrota. La recuerdo anotada en aquella arista, al final de la página: <<Los libros si se dejan, se pierden y ya no vuelven a encontrarse>>, y percibo, los restos de una lágrima sobre la hoja, una mancha pequeña, suave, como de humo, que amarillea la historia, que rememora sensaciones, emociones, recuerdos que fueron escuchados, alguna vez por mí y por ella, al narrarnos las buenas noches cada anochecer. Pero lo perdí”.

Cierras el libro y todo desaparece, sólo queda la añoranza, esa extraña e instantánea amante del presente, esbozando imágenes, recuerdos, provocando exclamaciones, palabras, oraciones e, incluso versos – o besos-. Cierras el libro y todo se apaga, incluida la vida.

43. Entre las páginas… (Blanca Oteiza)

 

Como en un libro de páginas usadas por la lectura el olor me embriaga y me seduce como el príncipe de los cuentos infantiles a la princesa.

Es en esas tardes de sol rojizo en el horizonte, cuando sentada en el viejo sillón de cuero desgastado que reposa rodeado de modernos muebles como si fuera una pequeña isla de nostalgia entre tanto minimalismo de diseño, me gusta perderme entre letras que bailan ante mis ojos formando palabras que me hacen viajar a los rincones más escondidos de mi imaginación.

Mis hijos me preguntan siempre cuándo voy a deshacerme de él, pero yo quiero seguir conociendo mundo mientras descanso en mi querido butacón.

42. EL SECRETO DE PAPÁ (Edita N.T.)

Los cajones de papá no se pueden tocar. Esa prohibición hace que sean irresistibles y las dos hermanas los tienen perfectamente controlados: en uno se guarda el dinero, cuando hay; en otro, viejos documentos manuscritos, incomprensibles para ellas; en el más grande, libros relacionados con la agricultura, cargados de imágenes, y que ya se saben de memoria. Pero al que permanece siempre bajo llave, no han podido acceder.

Una víspera de Reyes, rebuscando posibles y, seguramente, escasos regalos escondidos, encima de un armario aparece una pequeña llave, que acaba abriendo el cajón misterioso. Las dos niñas tiemblan de emoción y miedo. La sorpresa es triple: El sí de las niñas, La dama de las camelias y El método Ogino. Aunque los títulos no les dicen nada, las dos reconocen al unísono los libros mentados por su padre de vez en cuando; los que leía de joven a escondidas, una y otra vez, hasta las tantas, sin luz eléctrica, después de trabajar todo el día en el campo. Ni se atreven a tocarlos.

41. EXORCISMO LITERARIO

Coloca frente a él las cartas de su exnovia. Sentimientos desbocados y juramentos de amor eterno se desparraman frente a sus ojos. Comienza a trocear los folios mentirosos, a cachos pequeños y digeribles. Sin prisa, traga cada uno de los pedazos de celulosa. Acaba y eructa con fuerza. Durante unos segundos está genial: el exorcismo ha funcionado. Al minuto su dolor acecha de nuevo.

40. AWAKENINGS (Fernando da Casa)

Terminé de leer el libro y suspiré profundamente. “Awakenings”, de  Oliver Sacks. Lo cerré y reposó sobre la mesita, satisfecho de haber realizado un buen trabajo. Entre sus páginas se esconde algo más que buena literatura.

 

–Deberían existir cientos, miles de libros como este –pensé.

 

La ventana de la habitación, pequeña y triste, hermoseaba el paisaje de los valles cántabros con mayor intensidad. Podía oler los colores de la tierra mojada, sentir la alegría de contrastes entre la lluvia y el sol. Un arcoíris firmó el armisticio entre ambos, mientras los animalillos aplaudían el acontecimiento saliendo de sus madrigueras.

 

–La vida no es esperar a que pase la tormenta, sino aprender a bailar bajo la lluvia –dije en voz alta, como si él pudiera escucharme–. Qué frase más bonita, debo leer algo de Vivian Greene –concluí.

 

Desvié la mirada hacia la cama y me pareció advertir una leve sonrisa adornando el cansado rostro de mi padre. Sus labios mostraban un rubor inusual, ¿había sonreído de verdad? Tres años postrado en cama, olvidado por todos… Los médicos esperaban, desesperanzados, el punto después de la coma.

 

–Solo yo sé que lo tuyo son puntos suspensivos, papá. Algún día llegará el despertar…

39. EL IMPRESOR

No había dormido en toda la noche.La montaña de paquetes crecía,amontonados en pilas ordenadas al costado de la máquina.
Parecían multiplicarse mientras pasaban las horas .Lo invadían todo.
Aún le faltaban quinientas hojas por imprimir;el olor a tinta se le pegaba en la piel y le ardía en las narinas.
Necesitaba parar porque sentía cada vez más pesados los párpados,la visión se le estaba llenando de manchitas negras que bailoteaban en el aire.
Sabía qué era eso,el médico le había dicho hace mucho.Se fregó los ojos mirándose al espejo,se lavó la cara.
Tomó un mate y continuó.No dejaba de decirse que debía terminar antes de las seis de la tarde.Ella vendría a esa hora a buscar el trabajo y él era un hombre de palabra.
El vaivén del rodillo y el traqueteo de la Minerva lo nanaban peligrosamente.De pronto,todo quedó a oscuras.
No sintió nada más que la sangre caliente corriendo por sus manos y cayó.El aneurisma lo bordaba todo.
Su mujer lo encontró tirado entre las páginas prontas.Cuando lo llora aún se pregunta  si el precio pagado por la palabra empeñada no fue demasiado.
La imprenta ya no tiene quien la atienda.

38. MADRID-KATHMANDÚ ( Begoña Heredia)

He visto cientos de veces amanecer sobre los montes de Kathmandú. Sin embargo jamás había visto nevar en la ciudad. Esta población, de clima templado, me sobrecoge y hoy me sorprende con un gélido invierno. El sol es tan brillante que produce un efecto de miles de diamantes flotando en el aire. Exaltados, los niños descubren esos copos de nieve que se traducen en pura diversión. Los ancianos con sonrisa torcida en sus labios, hablan y arengan sobre este fenómeno. Yo me destilo entre las páginas de este libro que quisiera terminar pronto para verle nacer en los escaparates de Madrid; el regreso, anhelada vuelta a mi civilización, a mi mundo. Observo a Dhansara y en sus ojos oscuros siento la felicidad. Mujer de dulzura infinita y sabiduría ancestral, me hace sentir pequeño cuando recuerdo mi ciudad. El trepidante caminar por la Gran Vía, no es comparable con este arcano disfrutar de la vida. Es posible que mi novela sea interminable o quizá no cabe en mi historia anterior. Yo ya elegí. El punto y final está aquí. Amo este país y las manos de mi esposa, que delicadas se pasean por cada capítulo de mi vida. Adiós Madrid.

37. LA ESCRITORA (Yolanda Nava)

Siempre deseó ser escritora. Llenar páginas y páginas con sus historias. Tendría que disponer de mucho tiempo para plasmar las andanzas de los numerosos personajes que bullían en su imaginación. Había empalagosas princesas. Aguerridos guerreros. Madres llenas de ternura. Viejos cargados de nostalgia. Ardientes amantes. Perturbados y mafiosos. Todos le urgían, atrincherados en las yemas de sus dedos, a ser los primeros en ver tecleadas sus andanzas. A veces la sorprendían en el mercado o en mitad de una importante reunión, con su última aventura; o le robaban horas de sueño empecinados en susurrarle versos de perfecta rima. Pero había uno de aspecto melancólico, que nada le pedía. Rodeado de libros e inmerso en la lectura, parecía diferente a todos los demás. Seducida por su misterio fue en su busca. Un escritor anónimo ha alcanzado el éxito narrando por fascículos, la apasionante historia de amor que un personaje de ficción y una joven real disfrutan. Dice haberlos hallado atrincherados al final de una fila de locos, héroes y heroínas.

 

36. VERSOS DE PLOMO (Ángel Saiz Mora)

 

Mis padres decidieron vender el viejo cortijo del abuelo, donde pasamos tantos veranos. No es agradable desalojar el hogar de un muerto, pero yo me proclamé encargado de la parte más lúdica, su pequeña biblioteca. Siempre me había preguntado cómo un hombre de aspecto rudo y modales toscos podía pasarse horas embebido en la poesía, con las cejas muy juntas y esa boca abierta en cada palabra que torpemente repetía su bigote poblado, como si una fuerza interior le obligase a ser sensible a trompicones.

Uno a uno hojeé cada volumen. Ningún libro era nuevo, aunque estaban especialmente ajados los de un determinado poeta. Las manchas de humedad seca me recordaron una vez más sus largas lecturas con ojos emocionados.

Dentro del más deslucido de los libros hallé suelta la fotografía gris y sepia de un grupo de soldados, todos sonrientes, menos uno con el bigote poblado. Tras ellos, una pared llena de impactos. En esa página, tres versos premonitorios subrayados:

Orden terminante de apuntar a la cabeza.

Tramposa obediencia debida, muerte en su conciencia.

No hay misericordia para quien fusila a un poeta.

 

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