Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

86. Con dolor

Bastaba con que ella fijara sus ojos en mí para que los míos se cucaran en un gesto con el que le enviaba todo mi cariño. Cuando me señaló la manzana supe que nos la comeríamos, pese a lo que nos habían advertido. Caí en la cuenta de la gravedad de nuestra acción mirando cómo enarcaba las cejas y levantaba desmesuradamente los párpados a medida que oíamos nuestro castigo.

85. Matar al mensajero

Mi vecino Joe me dejó a su loro para asistir a la convención mormona en Utah. El pájaro resultó ser una atracción. Recitaba la Biblia con el fervor intransigente de los conversos. Cuando llegaba al Apocalipsis te señalaba con su alita acusadora, como reprochando antiguas lujurias. Una mañana hizo un alto en sus letanías para comentar asuntos más terrenales.
– No pares Joe, no pares – repetía mirándome fijamente con ojillos socarrones.
Empecé a atar cabos mientras notaba un corazón en miniatura latiéndome desbocado en la vena del cuello.
Entonces entendí la repentina preocupación de mi mujer por la salvación de su alma y los frecuentes viajes con mi vecino a jornadas de oración y convivencia. Tenía que mantener la calma, cubrí la jaula con la manta del sofá para no seguir oyéndole. Lo planeé todo al detalle. Lo hice mientras estaba viendo un documental de ornitología en la 2, creo que no sufrió. Esa noche, frente a frente en la mesa del comedor, mi mujer y yo sellamos un pacto sin palabras que nos ha permitido ser la pareja más estable de nuestro entorno.

Le encantó el pollo a las finas hierbas que preparé para la cena.

 

84. Futuro

Su reloj lleva parado desde que su esposa murió. Las manecillas están quietas: son más espadas que agujas. El tiempo surca su cuerpo, no la memoria, impuntual con el presente. La correa aprieta.

Hoy, nada más entrar en el supermercado, ha visto a una señora con un reloj como el suyo. Unas sonrisas, tears resistant, han servido de despertador. De allí se han ido con las pilas renovadas, cronometrados para volver a comprar mañana. La alarma ha saltado. Los relojes siguen sin funcionar, pero un tictac suena ahora en ambos corazones.

83. Dulce final

Cada día discuten y luego se reconcilian en la cama, hasta hacer temblar los cimientos del edificio en el que malviven. Sin embargo, hoy no hacen el amor. Hoy, tumbados desnudos, sólo se miran a los ojos en silencio, nariz con nariz. Sonríen llenos de complicidad, olvidándose de todo lo malo, incluidas las molestas gomas de los brazos, mientras esperan, espe… ran, esp… 

82. Crisis (Aurora Rapún Mombiela)

La funcionaria y el doctor se encuentran de madrugada en el ascensor. Ella lo observa disimuladamente. Le parece que tiembla, pero puede ser una interpretación errónea. Como cuando le bajó un bizcocho tras lo que creyó que era una insinuación. El doctor sale en el tercero sin despedirse siquiera. Cuando las puertas se cierran, las golpea con el puño apretado. En el recibidor de su casa, el bizcocho, ya endurecido, lo mira con desprecio. La funcionaria continúa hasta el séptimo. Sobre el mueble de la entrada, brilla su antigua alianza. Juraría haber visto a su gemela en el dedo anular del doctor. Pero podría equivocarse, ya le ha ocurrido antes.

81. DÉJATE CONQUISTAR

Él sabía mucho de pérdidas de seres queridos. Por eso su mirada, otrora capaz de derretir un corazón frío y llenarle de alegría, se había vuelto triste.

Hasta que llegó ella, altanera, indiferente, seductora, bellísima. Sus miradas apenas se cruzaron unos segundos pero fue capaz de animarle el día. Siempre había sido muy enamoradizo, pero esta vez Cupido le había producido un boquete.

Pasaron varios días sin verla. Llegó a pensar que había sido una ensoñación. Le irritaba no poder recordar con claridad aquellos ojos verdosos, rasgados y con un toque malicioso.

El día de la fiesta, se reunieron todos los residentes en el jardín. Las fuentes funcionando y las plantas y flores, crearon una atmósfera romántica y de bienestar. Los ojos vivarachos de él saltaron de júbilo cuando ella apareció, vibrante, espectacular.

Él no pudo reprimir un ladrido de felicidad cuando la gata se puso a ronronear a su alrededor.

80. EL PROFESIONAL (Fuera de concurso)

Es superior a él y no sabe cómo gestionarlo. Tras todos estos años, y con una merecida buena fama avalada por numerosos premios, se siente desbordado. Durante su formación inicial le dieron herramientas para interiorizar los personajes y vivirlos con su mente y alma. Debía olvidarse de las experiencias propias, pues los papeles que le proponían distaban mucho de sus vivencias, y conseguía recrear un mundo ficticio para hacerlos aflorar en su manera de moverse, de hablar, de mirar… Sus ojos, definidos como los más expresivos de Hollywood, habían entrado en un saloon escrutando a los forajidos, dado instrucciones silenciosas en un sofisticado robo, mentido desafiando a un polígrafo y llorado recogiendo combatientes abatidos. Pero ahora, en la recta final de su carrera, es incapaz de mantener los ojos secos en la escena donde su compañera de reparto yace en la cama de una residencia. Esta vez puede inspirarse en sus recuerdos recientes. Y le va a la contra.

79. Ver con los ojos, mirar con el corazón

 

La niña jugaba en la alfombra con una legión de diminutas muñecas. Los abuelos sentados en el sofá, leyendo ella, resolviendo un crucigrama él, observaban con disimulo a la pequeña que era la luz de sus vidas. De improviso, la chiquilla giró la cabeza buscando los ojos del abuelo para dirigirlos a la zona alta del mueble, donde se guardaban los dulces. Como sin querer, el hombre se levantó para acercarse al armario y coger una tableta de chocolate. Con disimulo partió una onza y se la acercó a su nieta. La mujer obsequió a su marido con un prolongado alzamiento de párpados detrás de sus gafas; a la hija no le gustaba que le dieran golosinas entre semana.

Enseguida llegó la madre a recoger a su retoño que la recibió llena de alegría y ojillos traviesos. Una mancha oscura ribeteaba los labios de la pequeña y mientras los abuelos suspendían la respiración atentos a la reacción de su hija, la mujer miró a los tres y no pudo sino acercarse y abrazarles con una gran sonrisa.

78. Apariencias

Sentados en un banco ella leía, él la observaba. A ella se le resbalaron las gafas, él las recogió del suelo. Él se atrevió a decirle que tenía una pestaña en la mejilla. Ella se lo agradeció, sopló y se pensó un deseo. Hablaron en consonancia, del tiempo y de naderías. A ella le entró una risa tonta, él se ruborizaba. Él se creyó enseguida enamorado, ella se distraía. Le ofreció un cigarrillo, pero a ella no le gustaba el humo. Él quiso besarla. Ella le dijo quita y se apartó un tramo. El silencio se adueñó del parque y a partir de ahí ya no sabían. Ella consultó la hora y él le preguntó si se había dado cita. Antes de responderle apareció Clara que la envolvió en sus brazos y le regaló un beso apretado como los del primer día. Ella dejó el libro en el asiento. Él se refugió extraviado entre sus líneas. Mano en mano con su novia ella abandonó el sitio. Con alguna prisa.

77. Una segunda oportunidad

Absortos, observamos cómo se va consumiendo lentamente la vela que nos separa. La llama dorada se agita de un lado para otro con la alegría que hace tiempo hemos perdido. Al lado de la vela se encuentra el documento redactado por el abogado. Esos papeles que al firmarlos daríamos por concluidos diez años de matrimonio y como víctima colateral, la custodia compartida de una niña de ocho años. Analizo el documento recordando el pasado y sopesando el porvenir. Él le dedica una mirada amarga. Ninguno de los dos quiere ser el primero en coger el bolígrafo para estampar la rúbrica definitiva. ¿Cómo habíamos llegado a esa situación? Los dos teníamos parte de responsabilidad. Hacía tiempo que las líneas rojas ya se habían desvanecido para ambos. Fui yo la que di el paso al pedir al abogado que redactase ese escrito frívolo y contundente. Después de un largo tiempo de meditación, tomo los papeles y los coloco encima de la vela. Presenciamos cómo la llama los va devorando ferozmente. Él posa su mano sobre la mía sin decirme una palabra, lo miro entre las sombras y adivino unos ojos llenos de lágrimas.

76. La última bala (Borja Iglesias)

El padre y su hijo observan cómo las olas cargadas de ceniza rompen una tras otra en la orilla. Le pide que recuerde el momento más feliz de su vida. A lo lejos se distingue ya la horda de harapientos. El hombre empuña el revólver y le pide al niño que mire al mar.

75. Cuestión de espacio (Montesinadas)

A mi novio parece que no le encajo del todo. Lo miro a los ojos y en ese abrir y cerrar los párpados, adivino lo que me quiere decir: no soy yo, es el tiempo que todo lo mata. En mi cabeza no cabe que haya otra y pienso que la única razón por la que no entro en él como antes es mi talla. Esos kilos de más que he cogido, pocos, pero suficientes para que mis muslos queden atascados, aunque él abra mucho la boca. He probado al revés, primero un brazo, luego el otro, me agarro a su garganta y meto la cabeza, pero de caderas hacia abajo todo queda fuera. No hay manera, empieza a toser, se sofoca y me expulsa, por no decir que me vomita. Ya me avisó, hace poco, cuando empezó a trabajar en el nuevo instituto y me dijo que no tragaría con todo. En un último intento he pasado de cerca por su corazón y he comprobado que me miente. Muy acurrucadita, como una mosquita muerta, hay una chica joven muy delgada que se ajusta a la perfección a sus entrañas

 

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