Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

SEP31. CON LA FRENTE MARCHITA, de Esther Gómez

Es un oscuro barrio de paredes grises y ropa tendida, en el portal los diferentes olores de guiso componen una densa sinfonía, la banda sonora de todo el edificio sale de una vieja radio, suena un tango.
Allí reside Amanda Durán, hace más de veinte años que vive sola. Desde aquel día que su marido fue a comprar tabaco y no regresó, a partir de ese momento, su corazón de treinta años se vistió de negro, sus cabellos de blanco, la mirada perdida en algún inalcanzable horizonte. Nunca más volvió a pintar sus labios.
La cama de matrimonio parece burlarse de ella, dándole a elegir entre los dos lados. Estaba recostada cuando un escalofrío recorrió todo su cuerpo, supo que algo sucedía. Sintió sus pasos lentos y vencidos, que aún conservaban cierta arrogancia, subir las escaleras. El inconfundible olor a madera, a ron y a taberna impregno todo el espacio, clavándosele como un puñal en el estomago. No se asusto cuando el sonido seco y abrupto del timbre rompió el silencio.
A lo lejos la música sigue sonando “volver con la frente marchita” en la puerta llaman insistentemente. Puso su cuerpo en posición fetal y respiro profundamente llenándose de olvido…

SEP30. LABIOS DE NORIA, de Federico González

Al subir, no sabían realmente dónde ascendían. Siempre las ideas que conducían a la magia eran de ella. Y subió, tras ella, a la noria.

Juntos, ya en el vagón, se elevaron arrullados por el vaivén de aquel juguete único. Juntos, en el aire, se aferraron a la ternura, con la carne valiente de los labios.

La noria dibujó entonces un beso circular, un redondel íntimo de labios que se tocan, que se unen, que se sienten, que se muerden, que se mojan, se buscan, se apartan, se penetran, se invaden, se desean, tiernos, temblorosos, sabios, lúdicos, sensuales, labios que giran una, dos, tres veces, que bajan al suelo y suben, un girasol de labios que se abrazan, una noria de labios, labios de noria.

Cuando sus labios dejaron de girar, buscaron la aparente firmeza de la tierra. Era ahora esa tierra sobre la que caminaban la que no dejaba de girar, incansable, con la indestructible certeza del tiempo. Sus labios, sobre la noria de la tierra, viajaron sin que pudieran evitarlo en vagones distintos, mirándose, a lo lejos, sintiéndose, a lo lejos, deseándose, desde lejos. Sin poder bajar sus labios de la noria poderosa del olvido.

SEP29. CENA PARA DOS, de Rosa Barrera Groba

Ricardo sirve la cena: revuelto de verduras con champiñones y una ensalada de colores.
Aurora sigue sentada en el sofá, la mirada fija en un punto, abstraída. Las noticias cuentan los sucesos del día.
Aurora no está por la labor de acercarse a cenar. Ricardo come solo. El vino está frío y lo comenta con ella:

-Aurora, este vino está exquisito, lo trajo un día Juan, ¿recuerdas? ¡Él solo tiene buenos vinos!

Ricardo está acostumbrado a que ella hable poco. Saca un queso enorme de postre, en trocitos para despistar su dentadura postiza.

Terminada la cena, se sienta con Aurora y la arropa con la manta de cuadros. Acaricia a su esposa. Se deja acariciar sin decir nada. Como cada noche… ese momento especial.

Afuera golpean la puerta y se oyen gritos desde la escalera. Abre la mirilla: ¡la policía! Nace un silencio.
-¡Abra la puerta!

Ricardo abraza a su esposa como quien espera un final.
Derriban la puerta de un golpe, dando paso al horror: Aurora es casi un esqueleto, lleva muerta una semana.

Ella sale en féretro; el destino de Ricardo un centro social pero no atiende a razones…su vida no tiene sentido sin Aurora. Cuesta volver a empezar.

SEP28. ÍTACA VERANIEGA, de Juan Pedro Ortega Sánchez

Pone el marcador a la página y cierra el libro. Se toma unos segundos antes de levantarse y devolverlo al estante. Allí se cubrirá de polvo. Observa los lomos de los innumerables libros que ha ido acumulando en su biblioteca personal. ¡Hay tantos que no ha leído! ¡Tantas cosas que no ha hecho este verano!
Termina de preparar la maleta. Ha esperado hasta el último momento. Le quedan varias horas de curvas y atascos. Se siente cansado sólo de pensarlo. Por la mañana, volverá al remo. Nuevas aventuras y tribulaciones le esperan, indeseadas, desagradables. Tendrá que aguantar a cómitres, enfrentarse a leviatanes. Deberá soportar las galernas administrativas, los huracanes burocráticos.
Al menos le queda la esperanza de que dentro de un año podrá regresar a su Ítaca veraniega.

SEP27. OLVIDAR, de Patricia García Roldán

No quiero recordarlo y menos revivirlo, pero aquí estoy . Ya llevamos tres veces esta semana, yo me niego , pero me empujan a ello.
Sé en el fondo de mi corazón que si lo hago toda esta pesadilla acabará, pero rehúso hacerlo. No sé qué es ,pero por ahora no me siento con fuerzas… si esperaran tal vez algo de tiempo…
Quizás sería capaz de volver a esta casa y contarles con todo lujo de detalles como aquella madrugada en la que él volvió lleno de whiski y oliendo a perfume barato , le maté.
__Sí señores __ Les diría . __ No fue premeditado , pero yo ya estaba harta de sus palizas ante mis negativas cada vez que volvía borracho a casa, y coloqué la escopeta ,que él mismo me había enseñado a usar, en el lado derecho de mi cama.
Cuando sentí cerrarse la puerta de golpe acaricié el arma para cerciorarme de que seguía allí.
Entonces él entró y babeando quiso meterse en mi cama.
__ Grité : ¡ Mamá , mamá!. Pero ella ,como hace desde que cumplí los doce, se hizo la sorda. Cogí la escopeta y apoyándosela en el pecho disparé.

SEP26. VUELTA AL MUNDO, de Josefa Reche

Cuatro años preparándose para la travesía: consiguió el velero, lo acondicionó, se preparó física y psicológicamente, estudió exhaustivamente las cartas de navegación, aprendió técnicas de pesca ya que el viaje no tendría escalas, adquirió potabilizadores de agua, confeccionó velas de repuesto, aprendió a guiarse por las estrellas por si fallaban los instrumentos y leyó en tres ocasiones la enciclopedia del mar de Jacques Cousteau.
Zarpó el dos de mayo con una confianza ciega en sus posibilidades de llevar a cabo la hazaña. Se sentía como el capitán Nemo. Un auténtico lobo de mar. En el puerto le despidieron como a un héroe. Sintió un orgullo que enardeció su corazón.
Al tercer día de navegación, se produjo el terrible descubrimiento que le hizo desistir de su sueño, que jamás retomó. Lo apuntó en su cuaderno de bitácora: “Cinco de mayo. Compruebo que horror que he olvidado la cerveza, ¡Hala! Pa casa”.

SEP25. LA RUPTURA DE HUMBERT HUMBERT, de Juan M. Sánchez

Ajustándose la corbata frente al espejo, aquel primer madrugón de septiembre se le hacía algo penoso. Echaba de menos la vestimenta ligera de las últimas semanas. También añoraba la imagen de aquel cuerpo desnudo que no solía madrugar y que reposaba, perezoso y sensual, sobre un mar de caóticas sábanas.
Su idilio estival se había terminado, pero sus recuerdos lo tenían algo confuso. Sabía que tantas caricias habían tenido precio a pesar de un creíble despliegue de arrumacos; incluso la escena de llantos del aeropuerto tenía cierta apariencia. Tratando de olvidar el desconcertante recuerdo, se dijo que, con o sin amor, al menos su dinero sirvió para el bienestar de una familia entera, a la que no le faltaría de nada en varios meses. Eso le daba razones para no sentirse culpable.
Lo abrumaba saber que debería reanudar otra relación el verano siguiente, ya que, tras tres veraneos seguidos con la misma pareja, los trece años se le hacían un tanto excesivos.
De camino al instituto donde trabajaba, leyó una noticia que le hizo pensar en la rigidez del Código Penal.

SEP24. LA CARTA, de Salvador Esteve

Una làgrima surcaba la mejilla de Lucrecia, sorteando caprichosamente rugosidades de maquillaje, saltando por la comisura de sus labios sobre la fria acera. Por cuarta vez leia la carta de sus padres, en ella le decian los orgullosos que estaban y le daban las gracias por el dinero que les mandaba todos los meses. En un principio sus padres fueron reacios a que abandonara el pueblo para irse a la ciudad a cientos de kilometros. Con el tiempo se fueron haciendo a la idea. Les había contado que trabajaba como dependienta en unos grandes almacenes y que, de vez en cuando, actuaba en pequeños papeles en obras de teatro, su gran sueño era ser actriz. Un automovil frenó bruscamente al lado de Lucrecia y le hizo una señal. Lucrecia guardó la carta en el bolso, secó sus làgrimas, forzo el contoneo de sus caderas y con paso tranquilo se dirigio al coche, mañana seguro que sí, esta vez sí, se plantearia volver.

SEP23. NO VOLVERÉ, PORQUE JAMÁS ME FUI, de Modes Lobato Marcos

« Querido diario: hoy mami me a dado para desayunar chocolate con churros. ¡Que ricos estaban!.
Despues han venido a casa Anita y Clari y hemos cogido las vicicletas y nos hemos ido a pasear por la orilla del rio. Bueno y tambien hemos hablado de los chicos que nos gustan y esas cosas.
Yo les e dicho que no se si es amor o que sera, pero que cada vez que veo a Josito, me pongo nerviosa como una tonta.
Y nos hemos reido mucho y luego hemos hecho un pazto de secreto entre las tres.
Por la tarde mami me ha comprado un vestido de color rosa. ¡Precioso!.
Luego he estado con estas otra vez y hemos jugado a la conba y al escondite.
Para cenar habia macarrones que son mi plato faborito, y he ido a la cama y papa me leyo un cuento y mami me echo vic vaporus en el pecho, y les he dicho que los quiero mucho a los dos.
HOY A SIDO EL MEJOR Y MAS FELIZ DIA DE MI VIDA.»

Mientras, mi anciano cuerpo flota inerte, mecido por las olas del mar, en la orilla de la playa.

SEP22. RECORDANDO A KAVAFIS, de Fernando da Casa de Cantos

La megafonía de la estación anunciaba constantes salidas de autobuses hacia cualquier punto del mapa. Dolorosas despedidas precedían a alegres reencuentros. Enfurecidas huidas vaticinaban apasionadas reconciliaciones.

Situado en la cola de los adquirentes de un billete de esperanza hacia un futuro mejor, Homer miró a su alrededor. Quiso cruzar su mirada con la de algún transeúnte al azar, jugar a adivinar su destino y trazarle un pasado y un presente mejor que el suyo.

Regresaba a casa después de cinco años. Celos incomprendidos, un portazo y adiós. Se marchó como volvía, sin equipaje y sin dinero, dispuesto a entrar en batalla con lo puesto. En el camino acumuló diversas vivencias limpiando ciscones de negros hornos, sirviendo dudosos brebajes de flor de loto y haciendo ciclópeos esfuerzos por no sucumbir ante hambrientas cuarentonas que frotaban sus cuerpos contra el suyo cuando trabajó de monitor de calipso y otros bailes tropicales.

Encontró la mirada que buscaba. Una dulce niña de voz angelical le sonreía. Hipnotizado por su belleza, solo reaccionó cuando ella le regaló un poema de Kavafis: Ítaca.

Homer lo leyó. Cuando terminó, la emoción vertida en cientos de lágrimas revelaba que aún no debía regresar. Decidió acumular más experiencias.

SEP21. ALIENÍGENAS, de María del Carmen Guzmán Ortega

Buenos días, base. Ya es por la mañana, pues por la escotilla del este se puede ver la claridad que asoma por el horizonte, roja, como en nuestro planeta. Me tomaré mi desayuno en bolsitas y empezaré a reparar la nave.

¡Hombre, un sol, un único sol, como en nuestro planeta! Bonito amanecer, sí señor. Pero… ¿qué es eso que viene por ahí?
Son muchos, muchos vehículos de color marrón, en fila, como un ejército… ¡Y vienen hacia aquí! Están bajando ¡y traen armas como las de los estúpidos de anoche!

Definitivamente, estos alienígenas de dos piernas y dos brazos no tendrían ni media bofetada de mis cuatro manos ni media patada de mis cuatros pies.

Y ahora que ya está reparada mi nave, levanto el vuelo, me las piro , y a casita. ¡Meteos vuestro planeta donde os quepa, monstruos horrorosos!

SEP20. CONSECUENCIA, de Beto Monte Ros

Al salir de la cárcel no sabía adónde ir, por eso volvió. Desde entonces, se sienta en las escalinatas que conducen a la iglesia. Es domingo, promete ser un buen día. La ve venir por la plaza con un niño, agarrados de las manos, su corazón da un brinco. Ella se detiene a conversar con la señora que vende flores, a la que sus anchas caderas revelan que alguna vez tuvo un cuerpo de sirena. El chico se divierte con el señor que recoge los desperdicios de la calle, un tipo al que le falta el ojo izquierdo, a quien mortifica apuntándole con un globo que sale disparado por la presión del aire. La mujer se acerca arropada por el olor de las flores que ha comprado, se coloca a su lado, busca una moneda y la deposita en el sombrero que muestra a los que pasan. Él se acuerda de ella, la chica que todos pretendían y que un día le dijo, “si paso de curso me acuesto contigo”, pero ella no reconoce, en el mendigo que extiende su mano, al hombre que fue su maestro, en la escuela del pueblo.

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