Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
1
6
horas
1
0
minutos
5
7
Segundos
0
4
Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

SEP84. ENVOLVER, de Òscar Pareja Bañón

Lágrimas desbordadas lo transportan a esbozados recuerdos de fuentes de agua, a escapadas fugaces, donde fue robado su primer beso.
Al cerrar sus ojos, la voluntaria ceguera, lo devuelve a espacios oscuros, a ventanales de lugares con encanto, al primer encuentro entre sábanas anónimas.
Mantener la calma, ahora sin él y con él en su mente, será un espejismo en el desierto, una utopía sin futuro, una improbable vuelta.
Otros recuerdos lo bombardean de sonrisas perdidas, de vaporosas caricias, de palabras que envuelven momentos especiales, únicos y que no volverán.
Romper, aceptar la ruptura definitiva del amor de tu vida, es lo más duro. Es otra muerte. Todo pierde su sentido y el caos te acecha, cual ave de rapiña, preparado para alimentarse de tus recuerdos de eternidad con él.
Rencor.
Odio.
Toda una historia iniciada y acabada en cinco palabras. Ese es el resumen de los años compartidos, de los momentos vividos y con el deseo inexistente pero real, de su imposible regreso.
“O él o yo, decide”. Le miró a sus pétreos ojos grises y las actuales lágrimas diluyen el sonido de aquel “él” que lo ha envuelto de soledad y silencio, cual Hércules tras sus victorias.

SEP83. A ¿CASA?, de Esperanza Tirado Jiménez

Volvemos a casa, le informaron sus padres con gran entusiasmo.

Durante dos semanas la actividad fue frenética en el complejo de bungalows playeros que la familia regentaba.

Papeleo, maletas, órdenes, consejos y reuniones de última hora con sus socios locales, reservas de avión,… Mil preparativos en los que él no tomó parte. Tan solo llenó un macuto con algunos de sus ‘tesoros’. No sabía qué llevarse. Su casa estaba allí, en los bungalows. La playa enfrente, el mar azul, el sol dorado, el pueblito de casas bajas multicolores,… Allí había vivido hasta su adolescencia y allí era feliz.

Pero aquella estancia era temporal. Sus padres deseaban volver a su país, a su ciudad, a casa. Ese país, esa ciudad, a él le resultaban algo extraño, oscuro, lejano. Más lejano que los casi 10.000 kilómetros que tenía el ancho océano que separaban su isla, -su casa-, de su nuevo destino.

Llegó el día. Una lágrima rodó por su mejilla al alejarse de la playa y de su vida. En el avión sintió mariposas, de mareo y de tristeza infinita. Su madre le abrazó, intentando consolarle. No había consuelo posible. Presentía que cuando aterrizaran nada sería como en su isla.

SEP82. COMO UNA ESQUIRLA, de Javier Palanca

Se dice que Víctor Balbuena volvió ciego de la guerra.
Según los médicos, a causa de una esquirla de metralla alojada en su cerebro. Según él, no era más que vista cansada; un hartazgo de visiones insoportables que transformaron la miseria humana en resultados.
Aquel día, con la nieve blanqueando el pueblo, y cuando intuía que la frialdad de sus dedos anunciaba los últimos suspiros de sus agotados pulmones, me hizo llamar.
Ya junto a su lecho de hierro forjado,me dijo, con palabras entrecortadas por la fatiga, que su peor condena había sido no volver a discutir con mi padre tras la contienda, que no había vuelto a tener un contrapunto como él en aquellass tertulias del casino y en las entonadas lidias en fiestas.
Yo, desconcertado y emocionado, le pregunté si no había sido peor la ceguera, y fue entonces cuando él me regaló la complicidad:
-Tienes los mismos ojos verdes de mi añorado amigo Eladio.

SEP81. VOLVER A ELEGIR, de Antonio Nieto Díaz

Últimamente no visito a mis clientes. Desde hace años, estos parecen no necesitarme; como si el mercado de nuestro producto estuviera consolidado y, sin apenas publicidad, la mayoría terminan en nuestra Asociación.
No obstante, Felipe Miñones, un pensionista que gozaba de una vida tranquila, no paraba de invocarme. Tanto fue su insistencia que, para no perder la costumbre de lo que fue mi trabajo en otros tiempos, acudí a valorar su petición.
Felipe ofrecía su alma por volver a aquella situación cuando eligió a Anita, su actual mujer, en lugar de Paquita su novia de adolescente. Estaba convencido que eligió la peor de las alternativas y quería negociar.
Me dio “pena” y accedí. El primer año de su nueva vida fue agradable; el segundo no tanto, y el tercero inaguantable. A tanto llegó su desesperación que volvió a llamarme para un nuevo trato: deseaba volver con su esposa inicial. No accedí a su petición por piedad.

SEP80. SÍNDROME DE ULISES, de Manuel Montesinos

He llegado a casa, a mi casa de siempre, con mis muebles de siempre, mis mandos a distancia, el agua corriente y el supermercado. He llegado a casa y sólo pienso en volver a sus ciudades ruidosas y a sus coches atestados de gente transitando carreteras polvorientas.

He vuelto a casa y mi corazón busca la bravura del río, la bondad de sus habitantes y la protección de sus dioses. Necesito su música, la cadencia del dromedario, el fraseo de la serpiente y el compás de las estaciones húmedas.

Si no vuelvo olvidaré cómo leer el horizonte y las variedades del té. Dejaré de tropezar con los tesoros de agua potable y los lugares donde la mitad de la gente piensa que todo irá bien, y la otra mitad cree en la magia.

Sueño que el viento me transporta a fronteras de mil dialectos y arena tibia donde los pies no se queman y las heridas las cura la tradición oral. Sueño con el tacto de sus ropas tintadas en el cielo por fuegos artificiales.

Ni siquiera he desecho mi equipaje. Mañana prepararé todo para volver a cualquier lugar donde me lleve mi voluntario ser.

http://montesinadas.blogspot.com.es/

SEP79. A VECES ES MEJOR NO VOLVER, de Mari Carmen Brun Martín

Hacía mucho tiempo que la abuela había fallecido y desde entonces no habíamos vuelto a la casa que esta tenía en la sierra.

Aquel fin de semana decidimos ir.

La casa, a la que daba acceso un precioso jardín, estaba en lo alto de una colina desde donde se divisaban las oscuras aguas del pantano y del que se contaban historias espeluznantes.

Cuando llegamos a nuestro destino, bajo un cielo amenazante, una sensación de insufrible tristeza nos invadió.

Todo era desolación. La vegetación del jardín había sido sustituida por la maleza y era imposible imaginarse que allí, en otro tiempo, hubiera existido vida. Después de un trueno que hizo temblar la tierra, el sentimiento de tristeza fue sustituido por el de terror.

Nos costó mucho abrir la puerta de la casa, una bofetada de olor a polvo y moho nos sacudió la cara…

De repente, un relámpago iluminó la estancia y mientras que la abuela nos sonreía desde el retrato que colgaba de la pared, un grupo de murciélagos surgió de dentro de la chimenea dándonos un susto de muerte.

Pusimos en venta la casa y no volvimos jamás.

MARI CARMEN BRUN MARTÍN

SEP78. LA VUELTA AL COLE, de Marga González Acinas

Dice mamá que hoy es un gran día porque voy a volver a ver a mis amigas y al profe y a tocar el violín en el conservatorio.
Yo la creo, porque casi siempre razón pero… en el pueblo no se estaba mal.
Mamá dice que allí no debemos estar mucho tiempo porque nos asilvestramos y nos aburrimos.
Pero yo allí puedo tirarme con la bici por las cuestas y chillar como una loca jugando al tepillo. Además no tengo nunca prisa, porque la abuela me llama desde la ventana cuando tengo que volver.
También se puede pescar pececillos, bañarse en el río, hacer concurso de escupitajos, coger mariposas y otro montón de cosas.
Ayer lloré un poquitín despidiéndome de los abuelos, pero casi nada porque ya soy mayor.
Hoy con mi uniforme nuevo y los zapatos relucientes estoy más contenta; sobre todo porque voy a jugar con la mema de Marieta que es mi compa de pupitre, escuchar las monsergas del profe procurando dormirme con los ojos abiertos y tocar la mierda esa del violín que suena como un gato con el rabo pillado por una puerta.
¡En fin la típica vuelta a cole!

SEP77. PAPEL MOJADO, de Rafa Heredero García

La romántica idea, propia de otros tiempos, de que un barco albergase un ejemplar de cada libro publicado, y que, convertido así en la mayor biblioteca jamás imaginada, pudiera navegar por todos los océanos como un triunfo sobre la era digital, se hizo realidad una vez que se fletó el Odisea.
Sin embargo, el júbilo con el que todos celebramos esta conquista, y la emoción con la que se acudía a los puertos a contemplar la octava maravilla, como fue distinguida la inmensa nave, parecieron desvanecerse cuando esta, una noche en alta mar, no pudo resistir el embate de los celos del aparato eléctrico provocado por una tormenta, y el Odisea, junto con sus pesados tesoros, acabó hundido en el silencio.
Con esa pereza que nos invade al enfrentarnos a una pérdida irreparable, nadie fue capaz de reaccionar al desastre, de intuir que los libros necesitan nuestra compañía, que no pueden permanecer mucho tiempo callados. Pero, poco después, empezaron a aparecer en las playas hojas sueltas de algunos libros, como heraldos encargados de sacudir esa desidia. Entonces comprendimos que nos estaban regalando otra oportunidad, y cuando miles de millones de páginas regresaron del olvido para ser rescatadas, ya estábamos preparados.

SEP76. LA COCINERA, de Sara Lew

Como todas las mañanas, después de preparar el desayuno para los Villasierra, Clotilde se quedó sola en la finca. Cuando los forajidos entraron apenas tuvo tiempo de esconderse sin ser vista en la despensa. Y allí, entre embutidos caseros y hogazas de pan, deseó que fueran a por la caja fuerte que la señora mandó instalar detrás del retrato de Don Alfonso, y se llevaran el dinero y las joyas. “¿Qué otra cosa si no buscarían de valor en la casa?” pensó para animarse. No sabía que los peligrosos fugitivos estaban hambrientos y necesitaban provisiones para volver a adentrarse en el monte.

SEP75. SI PUDIERAN VOLVER, de Maribel Martínez Montoro (Yashira)

Casi estamos solos, se han marchado todos. En poco tiempo se marchó mi padre, mi madrina, mi tío y mi tía. Ya antes había marchado mi abuela, fue la primera casa vacía, pero pronto tuvo vida, mi primo la llenó de pájaros. Esta noche, al pasear bajo la luna, respiro la soledad; recuerdo las largas tardes bajo la higuera, la gran higuera de la familia, mis tíos hacían ramilletes de perejil mientras nosotros correteábamos y mi abuela renegaba porque pisábamos el barro y lo metíamos en casa.

Tiempos que no volverán, el pasado no regresa. Regresan los pájaros, las hojas nuevas, las lluvias, pero ellos no. Les añoro, añoro la época en la que el sol era brillante en la huerta. Hacíamos hogueras, juegos, había maíz y cebada, grandes campos de cebada con los que, al llegar agosto, hacíamos castillos, las alpacas de paja se convertían en torreones y los saltamontes invadían nuestros dominios. Ahora miro alrededor, desolación, las ventanas cerradas, la tierra abandonada, la tristeza incrustada en cada terrón, hasta en la vieja palmera se nota el peso de la nostalgia.

SEP74. TERNURA, de Belén Sanz

Me abrazó. Como lo había hecho montones de veces desde que empezamos a considerarnos amigos. O quizá no. Un beso, una caricia, atusarme el pelo… pero un abrazo que no estuviera ligado a un saludo después de tiempo sin vernos o a una celebración, aquella fue la primera vez. Lo sé porque cuando me estrechaba contra él, a pesar de esperarlo porque me lo debía, me quedé sorprendida. Ese contacto tan sincero, ese intento de prolongarlo en el tiempo, esa satisfacción de sentir que era nuestro momento como si nadie más nos viera, sí, era la primera vez que me abrazaba de aquella manera. Pero había algo más. Había nostalgia. Y es que, tal vez, justo en el momento en que se dio cuenta de que era la primera vez que nos abrazábamos así, comprendió que también, sería la última. Y aquella añoranza por los momentos que había desaprovechado para demostrarme ese cariño y la certeza de que ya nunca más volvería a tenerlos, hicieron que aquel abrazo fuera la consolidación de una amistad que, aunque de muchos años, nunca habíamos considerado tan valiosa como en ese momento supimos que era. Besó mi cuello y volvió con ella.

SEP73. LA NO FELICIDAD, de Raquel Ferrero Puchades

Después de diez años en la trena se lo está pensando. Ha salido a la calle y ellos siguen teniéndolo todo y él vuelve a no tener nada. No soporta ese sosiego heredado que no han conquistado. No aguanta esa calma que jamás habitará en él.
Sabe que no puede controlarlo, que disfruta destrozando el orden establecido, que adora romper su paz melosa, dinamitar el silencio, contemplar el reflejo del horror en sus ojos, deleitarse con los gemidos apagados, con las súplicas yermas. Pero, esas caras desencajadas y esos gritos vuelven y duermen a su lado, y ya en la mañana le siguen adonde quiera que va como sombras pesadas y leales. Su vida se golpea dentro de círculos de odio y contrición.
Por eso cuando el Gonza le ha llamado hoy proponiéndole atracar el banco donde trabaja su cuñado, un escozor en la boca del estómago le ha avisado de que ese regusto sigue ahí.
Si la cosa sale mal, la muerte puede ser un gran final. O en el peor de los casos cogerá el dinero, será uno de ellos y fingirá ser feliz. Porque ya ni siquiera ella le espera para suavizarle la vida.

RELATO FUERA DE CONCURSO POR SER JURADO EN ESTE MES

Nuestras publicaciones