Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
4
5
horas
1
2
minutos
0
1
Segundos
0
4
Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

JUL143. ABRAZAR SIN QUE TE ABRACEN, de Mercedes Daza

Lo maté tantas veces… Tantas como las mil noches en las que compartimos cama y alguna que otra quimera. Le envenené con cada uno de mis sueños apilados en la repisa de la cocina; Le ahogué en la bañera en la que inconsciente limpiaba su arrepentimiento; Le dejé asfixiarse con los insultos e improperios que brotaban de su boca. No dudé en estrangularlo con el pañuelo con el que sequé mis lágrimas tintadas de tristeza.
Y aunque preferiría no hacerlo, le solté las riendas. Aquel animal herido de un zarpazo hizo trizas mi corazón. Recogí los trozos desparramados por el dormitorio, los cosí y lo guardé en el bolsillo de mi delantal. La mil y una noche, con el puño izquierdo apretado y entreabriendo despacio la mano derecha donde escondía el corazón, lo dejé caer. De nuevo, el sonido del desamor se confundió con el de mis rodillas clavadas en el suelo, rogando que no me abandonase.

JUL142. JUEGO DE NIÑOS, de Concha García Ros

Preferiría no hacerlo –pensó suspirando, mientras lanzaba la última canica al caudal del río. Va por ti, viejo amigo. Que volvamos a vernos.
Recordó cuando él y Ariel jugaban en esta misma orilla y, cuando encontraron aquella bolsa enmohecida detrás del sauce. No recuerda quién la vio primero, tampoco importó, porque decidieron compartir las canicas sin dudarlo, como lo compartían todo.
Esas canicas de colores que contenían deseos por cumplir, pero que también exigían un precio por ellos. Entonces no lo sabían. Era sólo un juego, la imaginación desbordada de dos niños pequeños.
Ariel las había usado todas, había vivido una vida intensa y divertida, pero corta, demasiado corta.

JUL141. CRISIS, de Cándido Macarro Rodríguez

– ¿Ya no escribes?
– Pues…no.
– ¿No te viene la inspiración?
– No es eso.
– Si escribir te encantaba…
– Ya…pero…
– Como si lo viera. Una afición pasajera… un capricho…que te has hartado…
– ¡Qué va!… si disfruto con ello.
– Ahora sí que no te entiendo.
– ¿Cómo te diría? Con la escritura he descubierto una ventana por la que mostrar al mundo un trocito de mi alma ¿Entiendes?
– Más o menos. Pero eso mismo debería animarte a seguir escribiendo.
– Ese es el objetivo…y el inconveniente. Cuando uno expone sus sentimientos corre el riesgo de… no gustar.
– ¡Acabáramos! ¿Miedo a la crítica?
– Sobre todo a la indiferencia.
– O sea ¿que por eso este mes de Julio no mandas tu relato a ese concurso en el que participas mensualmente?
– Creo que sí.
– ¡Pamplinas! Ya te estás poniendo a escribirlo.
– Preferiría no hacerlo, nadie se fijará en él.
– ¿Y cómo estás tan seguro?
– Lo presiento.
– ¿Y tu pasión por la escritura? ¿Y tu satisfacción personal? ¿Dónde queda todo eso? ¿Acaso no es más importante que todo lo demás?
– Pues… quizás tengas razón. ¡Ahí va mi relato!

JUL140. TIEMPO, de Antonio Diego Araujo Gutiérrez

Aquella divagación le hizo sonreír: conocía a la perfección los intrincados mecanismos que posibilitan la exactitud del tiempo, y sin embargo no tenía ningún control sobre la relatividad con que las horas y minutos transcurrían entre las cuatro paredes de su taller. El sonido de la campanilla del portón le devolvió al mundo real. Un hombre vestido con traje de corte antiguo entró en el local, caminando como sí cargara un peso sobre los hombros. Extrajo del interior de su chaqueta un reloj de bolsillo y lo dejó sobre el mostrador. El relojero lo observó con admiración, con la mirada fija en la esfera nacarada sobre la que resaltaban dos agujas doradas que, curiosamente, señalaban hacia el interior.

– es un reloj increíble, señor, no he visto nada parecido.

– sé que no me creerá, pero sus agujas avanzan hacia el pasado. Quiero que lo detenga.

– preferiría no hacerlo, señor, mis manos no están hechas para quitarle la vida a estas criaturas. Me gustaría comprárselo.

– quédeselo. Se lo regalo.

El hombre se alejó del mostrador, esbozando una sonrisa amable, cerró la puerta y se marchó con un andar ligero, como si hubiera dejado atrás el lastre de sus recuerdos.

JUL139. HAZLO POR MI, de José Ángel Gozalo Molina

La música nupcial comienza a sonar en el órgano interrumpiendo de golpe el murmullo de las conversaciones, y todos los presentes se dan la vuelta para verte entrar vestida de blanco.
Yo te espero de pie en el altar, intentando contener el temblor que parece haberse adueñado de mis manos, luchando también por ahogar mis emociones para que nadie se percate de la guerra que se está librando en mi interior.
Recuerdo como si fuera ayer, la noche de verano cuando te pedí que te casaras conmigo con la luna como única testigo. Estábamos los dos desnudos, tendidos sobre la arena de la playa y las olas nos besaban los pies.
Hoy, viéndote caminar hacia mí con tu sonrisa radiante, descubro que estás todavía más hermosa que en mis mejores sueños.
Mientras dura la ceremonia, yo me noto el centro de todas las miradas. Especialmente compasivas, son las de tus padres y mi mejor amigo, tu hermano, quién conoce mejor que nadie el amor que siento por ti.
Preferiría no hacerlo, pero hacia el final, surgiendo desde mi garganta como dolorosas espinas, mis labios pronuncian las palabras que hieren de muerte mi corazón:
Yo os declaro marido y mujer

JUL138. SESENTA SEGUNDOS, de Mercedes Marín del Valle

Me he levantado sin pereza aunque he dormido mal esta noche. Después de una ducha revitalizante me he puesto el vestido más bonito que he encontrado en el armario. Uno blanco, tipo ibicenco que confeccionó mi madre. Blanquísimo que azulea, con la falda llena de volantes y puntillas y los hombros cubiertos por un fino encaje que deja adivinar mi piel. Es un rito, una costumbre sagrada, vestirme con lo que más me gusta en días tan desasosegantes como este.
El autobús está lleno como es habitual y aunque he conseguido sentarme, los nervios no me dejan para los pies.
Al llegar me he sentado frente a él, sola frente a él, que ha hecho una pregunta.
Es todo lo que recuerdo, que ha hecho una pregunta y que las cintas de raso de mi vestido volaban con la brisa como si quisieran escapar del lugar.
Lo he mirado fijamente y él con sus ojos ha insistido en que le conteste.
En sesenta segundos eternos, he recorrido palmo a palmo los renglones con la mente pero no he hallado la respuesta.
Preferiría no hacerlo señorita, me ha dicho solemne, pero no me deja otra opción. Tendrá que volver en septiembre.

JUL137. DE PROFUNDIS, de Antonia Garcia Lago

Hubiera preferido no hacerlo. Era el último vestigio de humanidad en aquel mundo.
Lo lanzó al agua, y esta se fue tornando oscura. Truenos, relámpagos y vientos azotaron las costas y levantaron espumas cenicientas. Eran las pruebas de lo vivido: las guerras, con su color rojo y sanguinolento, las traiciones, que espumaron de verde los rápidos, las envidias, amarillas como el último tono del cielo en poniente, la frialdad azul del desamor helado. La negrura del odio, allá donde la sima era más insondable.
Todas las caídas, las angustias, los grises de la indiferencia, los marrones de la intolerancia.
Se arrepintió de su trabajo. Había polucionado lo anodino con aquel despojo. Contempló abrumado el triste efecto, hasta que percibió que en un pequeño recodo algo comenzaba a brillar y agitarse, minúsculo pero con la fuerza de lo que renace. Vislumbró en la última página del libro que se deshacía, como una palabra pujaba por sobrevivir. La fue deletreando con emoción mientras el agua iba transmutándose en colores limpios de esperanza.

JUL136. CERTIDUMBRE, de Mei Morán

Se lo había prometido. Y ahí andaba, luchándolo. Si sonaba el móvil se ponía a silbar evitando así caer en la tentación de sacárselo del bolso. El ordenador procuraba no tocarlo para no mirarle el correo. Pero aquel día anduvo olisqueando todo el día la carta urgente que llegó por la mañana. No la abrió porque así lo habían acordado. La escudriñó durante mucho tiempo y al final le pareció percibir un perfume de aftershave. El aroma le pareció animal y empezó a imaginarse un ejemplar de hombre con mirada lasciva que no sacaba por nada los bigotes del escote de su novia. Las horas dilatadas de espera le sirvieron para componer una historia de traiciones y vileza imperdonables. Nada más cruzar la puerta le cruzó la cara. Ella le abandonó. Y él lo sintió mucho. En su soledad mostraba arrepentimiento y lamentaba sus actos. Sin embargo, estaba seguro que nadie se habría resistido ante pruebas tan concluyentes.

JUL134. Y ES QUE HOY…, de Ana María Cuevas Calonge

Lo miro acostado en el piso sin moverse. Se ve tan inofensivo. Finalmente guarda silencio, dejo el sartén sobre la mesa. Me inclino hacia él, no hay sangre en su cabeza, no veo marca de los golpes.
Durante cuarenta y cinco años lo cuidé, lo obedecí, aguanté sus golpes y malos modos. Levanté las cosas que él tiraba, le cociné
Mucho tiempo lo quise, aunque hace mucho que ya no.
Si ya se había ido ¡caray! Y volvió para seguir molestando. Siempre enojado, pidiendo, exigiendo.
¡Con las veces que le pedí a San Judas que encontrara otra mujer y se quedara lejos!

Ahora ya viejo, le entró el sentimentalismo y quería que lo acompañara de día y noche.
Yo, ya me cansé.
Así que ahora, que comía su merienda y me gritaba, un trocito de comida se le fue chueco y
¡Quería vomitar! En el piso limpio de mi cocina. ¡Eso no! Tuve que taparle la boca para que no escupiera, se resistió. Tuve que usar toda mi fuerza y controlarlo con el sartén. Tosió y luchó hasta que cayó al piso.
Siempre he limpiado sus desastres y hoy…preferiría no hacerlo.

Blog = Del otro lado del diván

JUL133. UN DESVAN DESORDENADO, de Ana Tomas Garcia

Me acerqué demasiado al filo del abismo intentando acabar con todo y conmigo mismo, pero empañando mis ojos, como si de un vértigo repentino se tratara, aparecieron contundentes los cientos de buenos recuerdos que, bien doblados, permanecían guardados entre la maraña de malos pensamientos, invasores desde hacía tiempo de aquel desván desordenado en el interior de mi cabeza. Revolotearon unos instantes susurrándome al oído con insistencia: Seguro que preferirías no hacerlo, como una letanía maravillosa que me tuvo en trance un buen rato, preferirías no hacerlo, preferirías no hacerlo… Logrando convencerme de dar marcha atrás.
Así que arrojé al vacío aquella pesadumbre negra como un cuervo, que voló seguramente lejos, muy lejos, dejando un espacio diáfano donde antes estuvo su nido, y comencé a sacudir las telarañas de aquel artesonado complejo y magnífico, recolocando mis cosas en un ambiente ahora muy distinto.

Nuestras publicaciones