Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

SEP79. A VECES ES MEJOR NO VOLVER, de Mari Carmen Brun Martín

Hacía mucho tiempo que la abuela había fallecido y desde entonces no habíamos vuelto a la casa que esta tenía en la sierra.

Aquel fin de semana decidimos ir.

La casa, a la que daba acceso un precioso jardín, estaba en lo alto de una colina desde donde se divisaban las oscuras aguas del pantano y del que se contaban historias espeluznantes.

Cuando llegamos a nuestro destino, bajo un cielo amenazante, una sensación de insufrible tristeza nos invadió.

Todo era desolación. La vegetación del jardín había sido sustituida por la maleza y era imposible imaginarse que allí, en otro tiempo, hubiera existido vida. Después de un trueno que hizo temblar la tierra, el sentimiento de tristeza fue sustituido por el de terror.

Nos costó mucho abrir la puerta de la casa, una bofetada de olor a polvo y moho nos sacudió la cara…

De repente, un relámpago iluminó la estancia y mientras que la abuela nos sonreía desde el retrato que colgaba de la pared, un grupo de murciélagos surgió de dentro de la chimenea dándonos un susto de muerte.

Pusimos en venta la casa y no volvimos jamás.

MARI CARMEN BRUN MARTÍN

SEP78. LA VUELTA AL COLE, de Marga González Acinas

Dice mamá que hoy es un gran día porque voy a volver a ver a mis amigas y al profe y a tocar el violín en el conservatorio.
Yo la creo, porque casi siempre razón pero… en el pueblo no se estaba mal.
Mamá dice que allí no debemos estar mucho tiempo porque nos asilvestramos y nos aburrimos.
Pero yo allí puedo tirarme con la bici por las cuestas y chillar como una loca jugando al tepillo. Además no tengo nunca prisa, porque la abuela me llama desde la ventana cuando tengo que volver.
También se puede pescar pececillos, bañarse en el río, hacer concurso de escupitajos, coger mariposas y otro montón de cosas.
Ayer lloré un poquitín despidiéndome de los abuelos, pero casi nada porque ya soy mayor.
Hoy con mi uniforme nuevo y los zapatos relucientes estoy más contenta; sobre todo porque voy a jugar con la mema de Marieta que es mi compa de pupitre, escuchar las monsergas del profe procurando dormirme con los ojos abiertos y tocar la mierda esa del violín que suena como un gato con el rabo pillado por una puerta.
¡En fin la típica vuelta a cole!

SEP77. PAPEL MOJADO, de Rafa Heredero García

La romántica idea, propia de otros tiempos, de que un barco albergase un ejemplar de cada libro publicado, y que, convertido así en la mayor biblioteca jamás imaginada, pudiera navegar por todos los océanos como un triunfo sobre la era digital, se hizo realidad una vez que se fletó el Odisea.
Sin embargo, el júbilo con el que todos celebramos esta conquista, y la emoción con la que se acudía a los puertos a contemplar la octava maravilla, como fue distinguida la inmensa nave, parecieron desvanecerse cuando esta, una noche en alta mar, no pudo resistir el embate de los celos del aparato eléctrico provocado por una tormenta, y el Odisea, junto con sus pesados tesoros, acabó hundido en el silencio.
Con esa pereza que nos invade al enfrentarnos a una pérdida irreparable, nadie fue capaz de reaccionar al desastre, de intuir que los libros necesitan nuestra compañía, que no pueden permanecer mucho tiempo callados. Pero, poco después, empezaron a aparecer en las playas hojas sueltas de algunos libros, como heraldos encargados de sacudir esa desidia. Entonces comprendimos que nos estaban regalando otra oportunidad, y cuando miles de millones de páginas regresaron del olvido para ser rescatadas, ya estábamos preparados.

SEP76. LA COCINERA, de Sara Lew

Como todas las mañanas, después de preparar el desayuno para los Villasierra, Clotilde se quedó sola en la finca. Cuando los forajidos entraron apenas tuvo tiempo de esconderse sin ser vista en la despensa. Y allí, entre embutidos caseros y hogazas de pan, deseó que fueran a por la caja fuerte que la señora mandó instalar detrás del retrato de Don Alfonso, y se llevaran el dinero y las joyas. “¿Qué otra cosa si no buscarían de valor en la casa?” pensó para animarse. No sabía que los peligrosos fugitivos estaban hambrientos y necesitaban provisiones para volver a adentrarse en el monte.

SEP75. SI PUDIERAN VOLVER, de Maribel Martínez Montoro (Yashira)

Casi estamos solos, se han marchado todos. En poco tiempo se marchó mi padre, mi madrina, mi tío y mi tía. Ya antes había marchado mi abuela, fue la primera casa vacía, pero pronto tuvo vida, mi primo la llenó de pájaros. Esta noche, al pasear bajo la luna, respiro la soledad; recuerdo las largas tardes bajo la higuera, la gran higuera de la familia, mis tíos hacían ramilletes de perejil mientras nosotros correteábamos y mi abuela renegaba porque pisábamos el barro y lo metíamos en casa.

Tiempos que no volverán, el pasado no regresa. Regresan los pájaros, las hojas nuevas, las lluvias, pero ellos no. Les añoro, añoro la época en la que el sol era brillante en la huerta. Hacíamos hogueras, juegos, había maíz y cebada, grandes campos de cebada con los que, al llegar agosto, hacíamos castillos, las alpacas de paja se convertían en torreones y los saltamontes invadían nuestros dominios. Ahora miro alrededor, desolación, las ventanas cerradas, la tierra abandonada, la tristeza incrustada en cada terrón, hasta en la vieja palmera se nota el peso de la nostalgia.

SEP74. TERNURA, de Belén Sanz

Me abrazó. Como lo había hecho montones de veces desde que empezamos a considerarnos amigos. O quizá no. Un beso, una caricia, atusarme el pelo… pero un abrazo que no estuviera ligado a un saludo después de tiempo sin vernos o a una celebración, aquella fue la primera vez. Lo sé porque cuando me estrechaba contra él, a pesar de esperarlo porque me lo debía, me quedé sorprendida. Ese contacto tan sincero, ese intento de prolongarlo en el tiempo, esa satisfacción de sentir que era nuestro momento como si nadie más nos viera, sí, era la primera vez que me abrazaba de aquella manera. Pero había algo más. Había nostalgia. Y es que, tal vez, justo en el momento en que se dio cuenta de que era la primera vez que nos abrazábamos así, comprendió que también, sería la última. Y aquella añoranza por los momentos que había desaprovechado para demostrarme ese cariño y la certeza de que ya nunca más volvería a tenerlos, hicieron que aquel abrazo fuera la consolidación de una amistad que, aunque de muchos años, nunca habíamos considerado tan valiosa como en ese momento supimos que era. Besó mi cuello y volvió con ella.

SEP73. LA NO FELICIDAD, de Raquel Ferrero Puchades

Después de diez años en la trena se lo está pensando. Ha salido a la calle y ellos siguen teniéndolo todo y él vuelve a no tener nada. No soporta ese sosiego heredado que no han conquistado. No aguanta esa calma que jamás habitará en él.
Sabe que no puede controlarlo, que disfruta destrozando el orden establecido, que adora romper su paz melosa, dinamitar el silencio, contemplar el reflejo del horror en sus ojos, deleitarse con los gemidos apagados, con las súplicas yermas. Pero, esas caras desencajadas y esos gritos vuelven y duermen a su lado, y ya en la mañana le siguen adonde quiera que va como sombras pesadas y leales. Su vida se golpea dentro de círculos de odio y contrición.
Por eso cuando el Gonza le ha llamado hoy proponiéndole atracar el banco donde trabaja su cuñado, un escozor en la boca del estómago le ha avisado de que ese regusto sigue ahí.
Si la cosa sale mal, la muerte puede ser un gran final. O en el peor de los casos cogerá el dinero, será uno de ellos y fingirá ser feliz. Porque ya ni siquiera ella le espera para suavizarle la vida.

RELATO FUERA DE CONCURSO POR SER JURADO EN ESTE MES

SEP72. DULCE HOGAR, de Rafa Olivares

Encontré la casa igual. Los elementos de decoración ya estaban pasados de moda pero en su día era lo que se llevaba. Ella no estaba, todas sus cosas sí. Su ropa, sus zapatos, sus bolsos, sus cartas, sus libros, sus apuntes, su bisutería, sus perfumes, sus llaves, sus tarjetas -ya caducadas-, su agenda, sus vendas, sus apósitos, su mercromina, sus discos de vinilo, sus peluches… Y sus fotos, las de soltera, las de sus padres, las de los compañeros de claustro, aquéllas con aquel estúpido novio…
En el suelo de parqué del dormitorio observé unos rodales que no recordaba y que me resultaban incompatibles con su exagerada obsesión por la limpieza. En eso había salido a su madre.
Después de revisar toda la casa recuperando recuerdos sólo eché en falta dos objetos, su diario y el cuchillo grande de cortar carne. Curiosamente algo me hacía recordarlos juntos vagamente en otro lugar y en otro momento que ahora me resultaba difícil concretar. Había pasado tanto tiempo… Exactamente veinte años y un día.

http://potajedepalabras.blogspot.com.es

SEP71. COSAS DE LOS DIOSES, de María Rojas

Tenía el corazón acogotado de andar dando tumbos entre fieros hechizos. Así que un día, decidí volver. Me afeité el bigote, me puse la mejor camisa y el pantalón arrebolado. Cargué con lo poco que tenía y con la esperanza florecida, emprendí el regreso. Mas los dioses, caprichosos, ya habían marcado para este negrito correrías en mundos oscuros y propensos al olvido.

SEP70. UN, DOS, TRES, de Yolanda Nava

No hay entradas, su prestigio ha llenado el recinto y hay gran expectación ante el anuncio de su nuevo truco. Sólo él conoce su entramado. Para aumentar la emoción, se presenta en un escenario vacío, nada de telas, ni atriles, ni cajones. Nada. Pide una voluntaria, una joven menuda de aspecto delicado se ofrece como tal, después pide al público una prenda amplia y un amable caballero ofrece su capa. Ruega a la joven que se tumbe en el suelo y la cubre con la prenda. Después formula -mientras agita su varita- las palabras mágicas, y levanta la capa bajo la cual no hay nada. En los rostros de los espectadores se refleja una mezcla de admiración y miedo. De nuevo agita la varita sobre la capa mientras dice: “cuando cuente tres, estarás aquí otra vez”. Uno, dos… Todo ocurre muy rápido: una punzada fuerte, un dolor agudo… Las recomenciones de su médico tamborilean en su cabeza: más deporte, menos tabaco…
Lo último que ve es su varita rodando por el escenario.

SEP69. SEPTIEMBRE, de Nieves Martínez Menaya

Volver, volver, volver…. para qué volver de un verano en el que las chicas de la playa le habían llamado por su nombre. Volver, volver, volver… para qué volver a ese colegio en el que nadie le habló de los vasos comunicantes. Para qué volver; no volvería. No iba a volver a aquel colegio en el que todos sabían que calzaba un número pequeño de zapato, donde en la clase nadie se había percatado de que su voz no volvería a ser la misma; a ese en el que cada tarde, y a la vista de todos, su padre le esperaba puntual en una esquina. Volver para morder el polvo, para aprender cantando, para llenar el aire de absurdas letanías desgastadas. El viaje inútil a un mundo conocido…

…Uno de Septiembre. Volvería. Y volvió. Una vez más, frente a la puerta, se detuvo un instante, aspiró el aire fresco y girando hacia un lado su visera de American Patrol, comenzó a caminar, advirtiendo a su paso que el niño que él fue ya no le seguía. Por fin, todo iría a cambiar. Y sintió que de pronto ahora el mundo era suyo.

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