Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

JUN177. PUPILAS VERDES, de Luis Carlos Castilla Ortiz

Dentro de mi espejo hay otro mundo. Cada mañana me sumerjo en su mar de plata y navego por él. En esa singladura, unas verdes pupilas me observan y surcan el proceloso océano de mis pensamientos. Mientras me afeito, miran. Extiendo la mano para acariciarlas, pero el helado vidrio me lo impide. Abro el grifo, me despierto con agua fría, pero ellas siguen ahí, frente a mí. Todas las tardes trato de recordarlas, pero no lo consigo; quizás porque aún no nos hemos encontrado. Todas las mañanas tenemos una cita que velo noche tras noche.
Amanece y ella duerme. Me mira de otra manera, quizás más lánguida, quizás sus llamas no sean tan altas, quizás su calma me apacigüe, pero sé que ella existe. Quizás, tan sólo quizás, seas un sueño y sólo haya este mundo, pero yo quiero vivir en el que esos ojos me miran.

JUN176. TRAMPA, de Mei Hiei

La penumbra solo nos permitía distinguir nuestras siluetas avanzando por el salón. Una tenue luz se filtraba por el traga luz, intentando multiplicarse al reflejarse en el espejo apoyado precariamente en la pared derecha del fondo. Caminé hacia él, acercándome con cautela, manteniendo mi guardia en alto y empuñando firmemente las dagas de doble hoja que llevaba en cada mano.
A medida que me acercaba, mi imagen en el espejo se desvanecía y sentía mayor atracción hacia él.
—Karl, algo raro tiene el…
Quedé atrapada al otro lado del cristal. Karl giró al notar que no terminé la frase, pero no me vio. Comenzó a buscar a su alrededor, yo trataba de salir por la misma vía por la que entré. Era imposible.
La habitación absorbía mi energía rápidamente. El pánico se apoderaba de mí.
Desesperadamente, Karl trataba de buscar algún mecanismo que lo llevara al lugar a donde me encontraba atrapada. Con su espada partió el espejo en añicos, liberándome de mi encierro. Pero, ya era demasiado tarde, mi energía vital solo duraría dos segundos: “Game Over”.
Ahora tendremos que iniciar nuevamente el nivel 25. Ya sabemos que el espejo es una trampa.
-Te llamo mañana Karl, que descanses.

JUN175.DIAGNÓSTICO IRREVERSIBLE, de Antonia Garcia Lago

Entró en la habitación acongojada. Algo en su interior le decía, que iba a recibir una mala noticia.
Él evito mirarla, le ofreció asiento y le dijo con voz opaca:
He estudiado el caso con detenimiento, y por más vueltas que le he dado, la conclusión no es muy halagüeña. Ella, al borde de las lágrimas sintió como un sudor frío recorría su espalda. Quiso balbucear algo, pero no pudo.
Se desnudó. Tras unos momentos en que ella intentó no respirar ni moverse, él realizó la enésima prueba. Pinchó aquí, pinchó allá, y tras una detenida observación, de arriba abajo, por detrás, por delante, le dijo con tono de desaliento que el fin había llegado y no había solución.
Ella aguantó estoica, y cuando llegó a casa se enfrentó al espejo. Efectivamente, el precioso vestido azul esmeralda, de seda salvaje estrenado en el viaje de novios le venía estrecho. Ni el modisto más afamado había podido evitar que las costuras se reventaran y que no quedara ni una sola pinza, dobladillo, lorza o jareta que descoser, para evitar que las mollas le salieran por los pespuntes saltados.
Desconsolada, lo volvió a guardar en el armario, esta vez para siempre.

JUN174. DESILUSIÓN, de Javier Alfaro

Alicia se miraba en el espejo inmersa en un lago de desazón. Aún no entendía cómo se había enamorado de ese hombre poco cuerdo e ideas excéntricas. Abruptamente la alarma del reloj que le había regalado el conejo le saco de su letargo, era tiempo de preparar la pócima…
Él apareció puntual, estaba listo para su imperdible hora del té. Alicia le sirvió, el brebaje agregado no tardó en hacer efecto…
El creador artesanal de sombreros de copa se dio cuenta que los músculos no le respondían cuando advirtió con terror, como su amada Alicia, con las manos cubiertas de unos graciosos guantes blancos le rodeaba el cuello para estrujárselo con toda su alma. ÉL, en su terrible agonía, aún alcanzó a escuchar un crujido macabro proveniente de su garganta.
Exhausta se sentó junto al cadáver, y lloró. No por lo que acababa de hacer, sino porque se sentía extrañamente insatisfecha. Secó sus lágrimas, se puso de pie, tomó un cuchillo de la cocina, se lo puso en la garganta y degolló ese sentimiento de frustración y tedio.
En ese momento, en el que tiempo pareció detenerse para siempre, se escuchó un irónico maullido transformándose en carcajada alejarse del lugar…

JUN172. QUEBRADO, de Pilar Pastor

El espejo se quebró. Había decidido hacerlo tras largas cavilaciones. No soportaría ni un solo día más aquel rostro que cada mañana se reía de él haciéndole cómplice de sus falsedades.
A pesar de haber analizado bien su proceso de destrucción y las posibles consecuencias, sus planes no salieron como esperaba. Ahora, fragmentado en mil pedazos, reflejaba en cada uno de ellos todos los rostros que ella le mostró. Las diferentes caras de la hipocresía seguían allí, alojadas entre sus láminas reflectantes.

JUN170. AMOR DE PATIO, de Asun Gárate Iguarán

Ese día, después de ducharse, la mujer halló escrito «te quiero» en el espejo empañado. Era algo muy raro, porque vivía sola.
Pensó en su vecino. El hombre de bigote oscuro que salía al patio a fumar cuando ella colgaba la ropa. Una vez le dijo «bonito camisón», con una voz vibrante como de gondolero. En otra ocasión le aconsejó vestirse con colores más alegres, y le guiñó un ojo. Parecía lo bastante atrevido para alcanzar la ventana de su baño agarrándose a las cuerdas de tender y mirarla desnuda mientras se duchaba. Solo de pensarlo…
Se puso una blusa blanca y una falda gris. Se recogió el cabello en un moño. Sin embargo, al contemplarse en el espejo llevaba el pelo suelto y un vestido de flores, escotado hasta el inicio de los pechos. Y sonreía con los labios pintados. La mujer se vio como ya no se recordaba, como ya no se imaginaba.
Quizás el espejo tuviese razón y las cosas pudieran ser de otra manera.
Se soltó el moño y buscó aquel vestido en el armario. Se dibujó una sonrisa con carmín.
Y se asomó al patio dispuesta a quitarle las pinzas a su soledad.

JUN171. MARCISO, de Antonio Diego Araujo Gutiérrez

Narciso quedó prendado de su reflejo sobre las aguas cristalinas del estanque, no porque le embelesaran las proporciones perfectas de su rostro de adonis, sino porque soñaba con ser el que estaba al otro lado. Una lengua de espuma le tomó de la nuca y él, dejándose llevar, frunció la boca esperando el relajado encuentro de sus labios.
Cuando Némesis encontró su cuerpo inerte hizo desatar la furia de los dioses al comprobar que su venganza no había sido sino una liberación.

JUN169. NO TAN MÁGICO, de Ignacio Feito

No tardó en poner en práctica su idea. Un pequeño espejo sujeto con esparadrapos a su espalda a la altura del riñón faltante, con el bruñido hacia dentro y ligeramente oblicuo, de modo que reflejaba el riñón del otro lado. De inmediato se sintió mucho mejor, el riñón espejeaba con nitidez y parecía ser compatible. Le volvió su color natural. Hasta le pareció que comenzaba a desorinarse.
Como no se presentaba el tan temido rechazo, se aventuró a salir a la calle. Decidido a compartir su alegría, se colocó unas gafas de espejo y de este modo se iba ofreciendo a los viandantes que palmariamente carecieran de alguna parte de esas que tenemos duplicadas. Les ayudaba a colocarse adecuadamente frente a sus gafas y en un periquete, ¡zas!, trasplante y sanación.
Pronto, tan milagroso asunto atrajo a decenas de tuertos, mancos, cojos, impotentes, monosabios y monoparentales y el divino duplicador tuvo que huir a toda prisa a bordo de su coche. Aún llevaba las gafas cuando miró por el retrovisor y, en lugar de la muchedumbre alejándose, se vio a sí mismo atropellando a la vieja del paso de cebra que sucumbía una y otra vez, repetida hasta el infinito.

JUN168. REFLEJOTERAPIA, de Miguel Ángel Page

[Se encomienda la lectura del texto frente a un espejo].
Enfréntate al espejo; deja de procastinar lo inevitable, actúa ahora. Encárate a esa máquina de fabricar arrugas en low motion y registrar –fútil– cepillados de dientes. Hazlo a solas. No busques misericordia en nadie. Justo ahí. Stop. Todavía no le preguntes nada, mírate sin más. Para eso estoy yo. Toma aire. No lo sueltes hasta sentir esa quemazón en el pecho que últimamente te sobreviene. Analiza cada centímetro de ti. Hasta que queme. ¿Te recuerdas? Parece que sigues ahí. Has cambiado, de eso no cabe duda. Sin embargo, no es momento de peinar tópicos. Quiero que te mires con los ojos del principiante, de quien se prepara para el baile de fin de curso, del que es frágil como el peciolo en otoño. Respira. No te retires. ¿Piensas que aún cuentas con el tiempo suficiente? Quién sabe. Ahora las hostias se toleran mejor e, incluso, tienes ya cierta capacidad para recibirlas y no caer. Mira más adentro. Conseguir todo lo que te propusiste se encuentra a la misma distancia que hace un momento. Pero algo ha cambiado. Has dado el primer paso levantándote. Quédate otro ratito y, simplemente, mírate.

JUN167. SARGAZOS, de Juan Luís Plaza

Un manto de abandono cubre mi sueño hasta el amanecer, cuando la impertinente luz del sol se abre paso por el ventanuco de la alcoba y horada sin piedad las cuencas de mis ojos. El acre despertar me encuentra arrebuñado entre las sábanas, igual que al capitán de un barco a la deriva envuelto en su velamen. Después de la tormenta, olas de desolación acunan mi lecho, de milagro, a salvo del naufragio. Botellas vacías, ceniceros repletos, gaviotas de papel emplumadas de versos moribundos, bragas olvidadas en memoria de un voluptuoso ayer. Retazos de mi vida al vaivén de la zozobra. Y me incorporo buscando una imagen que no recuerdo, en el viejo espejo que cuelga torcido en la pared de enfrente y atesora codicioso la miseria de los últimos años. Limpio esperando encontrarme reflejado frente a frente y mirarme por fin a los ojos una vez en mi vida. Asumir un cambio necesario. Pero la mirada no me es devuelta y solo puedo contemplar, a través de la pátina que todavía recubre el cristal biselado, al otro lado, un cadáver con mortaja, el mío. Como tantas otras veces llego tarde.

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