Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

BLANCO Y NEGRO

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en BLANCO Y NEGRO

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán relatos que desarrollen el concepto BLANCO Y NEGRO. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE DICIEMBRE

Relatos

JUN160. BORRANDO HUELLAS, de Amparo Hoyos Sanchis

Observó su rostro en el espejo. Con un algodón humedecido comenzó a retirar el maquillaje. Esta vez él no se había esmerado como en anteriores ocasiones y una mancha color púrpura decoraba su pómulo derecho. Se desabrochó el vestido cuidadosamente, las huellas de sus pesadas botas estaban impresas en la piel que cubría sus doloridas costillas y su espalda, en sus muslos…
En su afán por ser una buena esposa, le dijo que se relajara tomando un baño y que ella entraría a darle un masaje y así lo hizo. Provista de guantes a tal fin y aceites esenciales, se inclinó junto a él no sin antes tomar la precaución de rozar con el codo el pequeño reproductor de música que cayó a la bañera. Su cuerpo dio una sacudida y la música dejó de sonar.
Sonriendo esta vez, volvió a contemplar su rostro en el espejo…

JUN159. SUCESO, de David Moreno

Al otro lado de mi espejo habita un hombre de apariencia cansada pero muy cordial y eficaz, siempre que me asomo ahí está para saludarnos. Hemos establecido una relación divertida porque si saludo con la mano derecha, él lo hace con la izquierda; si le guiño el ojo izquierdo, él guiña el derecho; si aparezco por la parte inferior, igual hace él; si me acerco con una vela encendida me sorprende con otra. Al principio me paralizaba que nuestros movimientos fueran totalmente acompasados, luego ya me acostumbré. Ahora me cuesta pensar que un día se vaya para no volver. Y por eso, desde anoche estoy preocupado, porque o por primera vez se apresuró tanto que cuando fui a mirar ya no estaba o le pasó algo: tras unos minutos frente al espejo no vi a nadie.
Mientras sigo con mi vida no me olvido de lo ocurrido. Es fin de semana y no tengo nada que hacer. De repente me entran ganas de limpiar el trastero. Cuando estoy bajando las escaleras me asusto al ver que el hombre del espejo yace en el suelo sobre un charco de sangre.

http://microseñalesdehumo.blogspot.com

JUN158. LA SOMBRA DE LA DUDA, de Nieves Martínez

Ahora está solo y aquella luz que parpadea le anuncia que es su turno. El pasillo se estrecha, y aunque avanza con la seguridad del que no olvida nada, presiente el leve roce de una imagen que le hace detenerse ante un espejo que pregunta. Espera que sus ojos le devuelvan la mirada que apruebe el adecuado efecto de conjunto. Todo está en orden. Y en el preciso instante en que repasa los últimos detalles —los hombros, el mentón, el borde de los labios, los silencios, las pausas—, la mueca de una sombra le atormenta. Al otro lado, alguien se hace eco de una duda lejana que le invade, y como un grito sordo que separa el cielo del infierno, «ser» o «no ser» se baten en un eterno soliloquio. Ahora no es él; ya es otro. Su nombre se ha esfumado y no regresa. Ya no se reconoce. El público expectante espera a Hamlet. Se abre el telón. Silencio.

RELATO FUERA DE CONCURSO POR SER JURADO EN ESTE MES

JUN157. SIENDO DIFERENTES COSAS, de Félix Valiente del Valle

Hoy me he mirado al espejo. No me ha gustado lo que he visto reflejado en él. He pasado allí un momento (tal vez fuesen horas) tratando de adivinar quién era esa persona cuya imagen el cristal devolvía. Se me hacía un ser extraño, empequeñecido o empobrecido (no he sabido realmente qué adjetivo lo describía mejor), diluido seguramente en el reflejo opaco, perdido entre las gotas de agua reseca y los restos de pasta de dientes pegados al borde que invariablemente avejentan el espejo.
Entonces he empezado a imaginar que yo era diferentes cosas excepto yo mismo. Primero era un collar rodeando el cuello de una niña, o un lazo sujetando una melena oscura y lisa. Después fui un libro que alguien leía: yo le ayudaba a dilatar el tiempo de su existencia en una huida ficticia de la realidad. También fui un banco de un parque vacío y una estrella de mar disecada en un laboratorio o la tela de una araña olvidada en un rincón.
No supe cuánto tiempo pasó ni cómo llegué al despacho de mi padre. ¿Qué estaba haciendo allí? Solo sé que su pequeño revolver descansa sobre el tapete que cubre el escritorio.

JUN156. UN FIN DE SEMANA CUALQUIERA, de Héctor Hernández

Se suponía que sería un viaje de esparcimiento, pero en cuanto vi pasar a ese niño por la recepción, supe que pensaría en él todo el fin de semana. Al igual que yo, había entrado buscando el café caliente que ese hotel barato ofrecía a sus huéspedes. El espejo frente a mí me devolvía su imagen: delgada y tímida, de aspecto descuidado; tendría 11 o 12 años. Más tarde, mientras regresaba del estacionamiento, descubrí a su madre: piel flácida y pelo teñido de un rubio que difícilmente pasaría por natural, un cigarro en los labios ocultaba los pocos dientes manchados que aún le quedaban. Buscaba algo entre las cajas de ropas revueltas que tenía atiborradas dentro de lo que intuí sería su única posesión: un auto viejo. Imaginé que el cuarto que se permitían pagar se debiera a otra razón, que los ojos huidizos y distantes del muchacho, junto con su voz queda, fueran el resultado de las esperas que con frecuencia le imponía la madre mientras ella despachaba al cliente en turno y él deambulaba por ahí. O quizá simplemente se limitaba a escuchar, tras la puerta, como lo había hecho tantas veces y como lo haría otras más.

JUN155. JABBERWOCKY, de Rosa Yáñez Gómez

Brillaba, brumeando negro, el sol en la ciudad grisida. Giroscaba el reclamo frente a la puerta de la tiempra donde ordenaba los chistos. En las viulas se fruncían los borogobios, dos zamarrajos giroscaban su hambre, momios rantas murgiflaban y un únitico Jubo-Jubo borjeaba risotoplos de despero por su pasión conterna.
Ella entró mientras él aún girolaba en la diaria obsenación. «Galimatazo fragarante» pensó al verla y, enseguida, ella tijereteó el aire con vorpal demanda:
– Quería un luratizón, por favor, envuelto para tigalar.
– Manzona demanda: luratizón no tengo más que el propio -que galompando frumioso avisaba del rielisgo-.
Sonrisora y desalmuel seguía empujando la demanda. Necrofaba él en su pasado: «¡Cuidate del Galimatazo, hijo mío!» hacía su madre. Pero brumeaba ya negro el sol y el luratizón se le volvía turgal.
Ella asesolente alargó las manos para recoger el tigalo que sabía suyo desde las váparas lejanas de su destiago.
Sólo el Jubo-Jubo giroscó como un doblar de camerto.

JUN154. ES DE VERDAD, de Ana Rosa de Artíñano Comin

Me miro de reojo y como en las películas de miedo abro mis manos y entre las rendijas de mis dedos me observo, sin tapujos, sin verguenza, sin miedo de no poder encontrarme al otro lado y lo que vea no me guste, ahora descubro una imagen con una mirada más intensa y luminosa, un rostro más sereno y apacible y una sonrisa clara y abierta.
Mi vida un día se dio la vuelta y mi mundo quedó boca abajo, mis ilusiones que entoncés salieron despavoridas huyendo calle abajo pegando saltos, han encontrado el camino de vuelta. Me esperan agazapadas en cada esquina, llenas de un color especial que me permiten ver todo de otra manera.
Sé que ahora estarás cerca y que la imagen que encuentre cada mañana cuando me levante y me mire en el espejo me hará sonreir y estar contenta porque mi corazón vibra después de permanecer tanto tiempo marchito y sin vida.

JUN153. PARQUE DE ATRACCIONES, de David Vivancos Allepuz

Ando con dificultad, meciéndome de izquierda a derecha. Me paro delante de la noria, resoplo por el esfuerzo y contemplo, allí abajo, mis piernas cortas y combadas que no son más que un paréntesis bufo. Los pies diminutos y contrahechos que apenas me sostienen en un equilibrio inestable. Las manos y los dedos que, por el contrario, son largos como pálidos sarmientos. Con ellos palpo mi frente abultada, mi cabeza monstruosamente ancha, mi boca de pez y mis ojos de topo. Cada nuevo hallazgo en mi anatomía constituye una sorpresa y es para mí motivo de espanto y horror. Porque yo, antes de entrar en el laberinto de los espejos, no era así.

JUN152. REFLEJO PERPLEJO, de Nicoleta Ionescu

 En el dorso del espejo, leyó una inscripción:

ESPEJO, ESPEJO
ESP í r i t u  v i EJO
ESP e r o  c o n s EJO
ESP e c t r a l  r e f l EJO
ESP a n t a     mi  q u EJO
ESP a r c e  m i  c EJO
ESP e r o  d e s p EJO
ESPEJO, ESPEJO

-¡Qué tonterías depresivas!
Frotó con su bocamanga el centro de la superficie y, con la punta de una zanahoria olvidada en la mesa, escribió:

ESPEJO, ESPEJO
ESP a n t a   a l  c o n EJO
ESP u e l a    a l  t i p EJO
ESP i c h a   u n  c a n g r EJO
ESP e c i a  s u  p e l l EJO
ESP a r c e   m i   g r a c EJO
ESP e r o  s a l m o r EJO
ESPEJO, ESPEJO

Volvió el espejo para admirar su sombrero, pero solo encontró una irónica sonrisa gatuna, arrellanada en el cristal. Entendió que Alicia había cruzado ya el espejo, sin necesitar incantación alguna. Se marchó, perplejo, meditando en la gratuidad del arte.

JUN152. NO TODAS LAS PISTOLAS SON DE JOHN WAYNE, de Carlos Díaz González

El espejo se convirtió en una pistola para mí. Mi tristeza cargaba sus balas y mis primeras lágrimas afinaban su puntería. El resto era pan comido.
Quise convertir al espejo en un charco de cristales. Lo conseguí. Pero ahora la realidad es otra pistola; las heridas de mi puño cargan otras balas; la soledad de no tener nada que me mire afina la puntería…y que yo lo cuente aquí, en mitad de la quinta copa, me dispara en el centro de la esperanza.
Tranquilos, muchachos: ella no sangra.
Y yo me largo de este cuento, que noto que le está saliendo culata entre las dos primeras líneas y olor a pólvora tras los puntos suspensivos…

JUN151. DIAS DE ESPEJO, de Monica Sempere Creus

Se pasaba días, horas, mirándose en el espejo. Ahuecando el pelo, pintando la mejilla. Sonriendo, frunciendo el ceño, asombrándose del azul de sus ojos. Preguntándose si mañana sería el gran día, el día en que su vida cambiaría para siempre. Estaba segura que algo importante iba a suceder en cualquier momento. Miraba de reojo la puerta, buscando un giro en el pomo, la entrada del príncipe de novela, la media naranja, su otro yo. Contenía el aliento, suspiraba. Ajena a las depresiones de mamá, sin ningún recuerdo de papá, así pasaba sus días la niña barbuda.

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