Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

DIC42. SEIS AÑOS, de Nani Canovaca López

En 1960 contaba seis años. Mi ilusión era volver a estar con los abuelos. Solo les había visto una vez y era tan pequeño que apenas  les recordaba, aunque  tenía  la necesidad  de sus  manos cálidas y huesudas y sentirme acurrucado por ellos.
Esa Navidad mis padres me prometieron que los Reyes Magos nos harían un gran regalo. Pasajes en tren directo a Madrid y más tarde, otro hacía los olivos de Jaén.
Preparamos las maletas y ayudaba en lo que podía o más bien entorpecía, pero estábamos  tan ilusionados que no importaba lo que hiciera. Conocí a mucha familia, recogí aceituna con todos  y pude gozar del cariño de aquellos viejecitos que me dieron tanto.
Cuando terminé mis estudios,  volvimos para hacernos cargo de la poquita tierra que se convirtió en nuestro orgullo.
Hoy mientras recuerdo todo esto, de nuevo me dirijo a ese país a ganarme un sueldo. La ventaja  es que conozco el idioma y las costumbres, los amigos y parientes que me acompañan lo tienen más crudo.

 http://misrelatosyotrascosas.blogspot.com.es/

DIC41. LA HUIDA, de Dylan Martínez

La fría noche obliga al caminante a buscar refugio entre los establos del lugar, cansado se recuesta plegando sus alas; mecido con el murmullo de bueyes y mulas, sueña con un niño que tiene el Universo en los ojos y los pies en la Tierra. Dios de los mendigos, del pan y el hambre; Hijo de los hombres atormentados, afligidos, perseguidos.
Un niño con cicatrices en la frente y una eterna llaga en el costado.
Despierta sobresaltado, se pone en pie, Egipto le espera.

DIC40. VENGANZA VACÍA, de Pablo Fidel Moncayo

Aquella navidad, con treinta y dos años, disparé a mi padre por la espalda. Fue en un callejón a trescientos metros de mi antigua casa. Tuve cuidado y planificación. Caso cerrado. Ningún policía se preocupó de un borracho muerto, conocido en el barrio por buscar a algún primo que le pagara unas copas en algún tugurio mugriento. Creí que la venganza me permitiría seguir adelante. Pero nada ha cambiado. Ella sigue muerta.
Aquella navidad, de niño, mi madre me regaló una pistola de juguete. Era plateada, futurista, con luces rojas y sonidos espaciales. Con esa arma disparaba a mi padre cada vez que ella recibía una paliza. El anhelo de que una bala de verdad saliera de aquel trozo de plástico se disipaba cuando él terminaba con mi madre y empezaba conmigo.

DIC39. COJO, MEDIO CIEGO Y SIN UNA OREJA, de Zoe C. Grant

Aquella navidad, de niño, le pedí a Papá Noel, en la carta, que me regalara una mascota. Mi viejo me despertó el viernes de víspera bien temprano y me llevó al refugio de animales de mi barrio. Me dijo que allí el gordinflón del Polo Norte me había dejado mi obsequio para que yo lo eligiera. Con mi renguera que enlentecía mis pasos, vagué por los pasillos contemplando los miles de animales solitarios encerrados en las frías jaulas, hasta que me topé con el indicado. Le faltaba la mitad de una oreja, aunque mantenía en alto el extremo restante, una cicatriz le cruzaba el cerrado ojo derecho y una pata trasera brillaba por su ausencia. Lo miré por unos segundos como él hizo conmigo, cada uno sopesaba al otro.
—Este —indiqué, mientras apuntaba con un dedo en alto al castigado espécimen.
—¿Seguro? ¿No quieres uno… perfecto? —me preguntó con una leve vacilación en la voz.
—Este es perfecto para mí —afirmé, mientras pensaba que ya sus amigos no lo elegirían para jugar al fútbol ni lo invitarían a andar en bicicleta.

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DIC38. MUÑECO DE NIEVE, de Susana Revuelta

Al muñeco de nieve lo han decorado este año los niños con especial interés: sus ojos son dos caramelos, la nariz un pirulí ¡nada de zanahorias!, la boca un corazón de gominola… Por una vez se ha librado de la apestosa pipa del abuelo. Acostumbrado a que le dejen solo en el jardín, hoy se siente el rey de la casa: la familia al completo está reunida en torno a él.
Y ello gracias a la señora Jones, que esta noche improvisando lo ha elegido para presidir la mesa de Nochebuena. Todo va bien hasta que llegan los postres y ve acercarse una amenazadora cuchara a su cuerpo de merengue.

 estelasdetinta.blogspot.com

DIC37. 1984: ORO, INCIENSO Y MIRRA, de María Elejoste Larrucea

Oro: dos padres jesuitas visitan a los presos, como dicta el evangelio. Entregan un fajo de billetes al alcaide, como reclama la coima colombiana. Salen tres religiosos y huyen por la selva hacia Venezuela, como apremia el sentido común.

Incienso: durante un mes, el capitán mercante recobra fuerzas y repone el alma escondido en la sede de la compañía de Jesús. Aires de esperanza soplan hacia Europa en valija diplomática.

Mirra:  los funcionarios del ministerio de exteriores no piden pasaporte al jesuita pálido y enclenque procedente del vuelo Maracaibo-Madrid.

Nochebuena: Tres coches del ministerio viajan al norte, y se detienen en un portal de Bilbao. Una familia recibe el mejor de los regalos: El padre ha renacido, los reyes este año se adelantan y los camellos se quedaron en el oeste. La estrella vuelve a brillar. Feliz Navidad.

DIC36. NAVIDAD ROJA, de Teresa Elena Hernández Villagómez

Había llegado Navidad y no tenía nada que festejar, frente a sus ojos, se deshacía una botella de ron borracha,mientras adentro, se evaporaban el divorcio, el desempleo y sus dolores constantes. La soledad era la única invitada a la mesa de viandas de “caliente y sirva”.
Entonces entre el ardor de la garganta y la gelidez de su corazón, pasó por la tibieza de los recuerdos de aquella navidad roja, la que pasara en casa de sus abuelos paternos a los siete. Cerró los ojos y desprendiéndose de su cuerpo, voló como ave a su pasado.
Ahí estaban los parientes y el turrón, las campanitas y los leños ardiendo, las estrellas diamantinas y sus zapatitos de charol. Aspiró los olores, disfruto los sabores y se llenó de la magia y las luces de ese momento ensoñador.
Nunca pudo y nunca quiso volver, su única amiga la encontró en esa especie de delirio, todos estaban preocupados mientras ella se quedó fuera de su realidad en un sanatorio psiquiátrico. Nadie comprende que ella es feliz, allá en su navidad roja.

DIC35. MI TREN ELÉCTRICO, de Ricardo Ramón González Ramos

Había humo; lo veía pero nunca olí si no era el de nuestra cocina.
Me dijeron que era de carbón pero tenia que enchufarlo.
En la estación nunca hubo nadie y siempre luz.
Jamás llegaba tarde porque controlaba la velocidad. Fui el fogonero, el maquinista, el guarda vías y hasta jefe de estación. Ni mi primo Ángel en su estación de Las Barrietas del ferrocarril de Traslaviña a Castro lo consiguió.
Sin duda fue el regalo de reyes más deseado.
Hoy en el siglo XXI después de más de 50 años ese tren Josfel sigue vivo en Canarias. Llegó en avión. ¡Quién lo podría suponer! Mi sobrino Unai me lo agradece cada vez que le visito en su casa rural de Caserones.
No me cobra. Nunca un regalo cundió tanto.

DIC34. NAVIDAD.NAVIDAD, de Fernando Andrés Puga

A dúo cantan los hermanitos.
Villancicos.
 No desafinan, no se equivocan, no se despeinan.
¡Son un amor!
El día que fuimos a vaciar la casa de los viejos, lo encontré en el doble fondo del último cajón del ropero de nuestra habitación.
¿La desmesura de mi grito de alegría? ¿Eso fue lo que te desequilibró aquella noche junto al pino excesivamente ornamentado? Lo querías con todas tus fuerzas, pero el gran paquete junto al árbol tenía pegada una etiqueta con mi nombre. Al lado, otro regalo. Nadie prestaba atención, pero había desilusión en esos dedos que desenvolvían sin deseo tu paquete, mientras no apartabas los ojos de la gran caja que tenía entre mis manos.
Mamá no tenía idea. Papá lo buscó por todas partes, pero no hubo caso. No estaba. Un huracán de envidia lo había hecho desaparecer.
No volvió Papá Noel al año siguiente. Ni al otro… ni al otro. Desde entonces, no más que regalos de ocasión junto al artificio de un abeto de plástico.
Está roto el Scalextric, aunque bastante entero. Sólo faltan dos autitos y algunos tramos de la pista. Voy a ver si lo reparo para que lo usen los chicos.

DIC33. MELCHOR, de Paloma Casado Marco

Fue el año en el que el virus de la sospecha cundió en la clase de primaria inoculado por algún compañero con hermanos mayores. Pronto comencé a padecer los síntomas del final de la inocencia, y afiebrado por la duda, acudí a los cuidados paliativos de mamá: su jarabe de entusiasmo y sus tiritas para cubrir los abscesos de incredulidad.
 -¿Cómo vamos a ser Reyes Magos los padres?
Decidí, como he hecho ante los retos importantes de la vida, conocer la verdad por mí mismo, y  la noche de Reyes esperé despierto hasta escuchar el excitante fru- fru de los envoltorios, para presentarme ante la puerta del salón, y encontrar a Melchor colocando los regalos en solitario. Cuando me descubrió, solo me atreví a preguntar con voz temblorosa:
-¿Dónde están los otros dos?
-Están repartiendo en otros pisos para ganar tiempo, ya sabes que esta noche tenemos mucho trabajo. Y tú, ¿qué haces aquí? No deberías estar levantado a estas horas, ¡ale! a dormir.
Con el corazón desbocado volví a la cama. Y aunque cerré fuerte los ojos, me fue imposible conciliar el sueño pensando en cuánto se parecía la voz de Melchor a la de mi tío Javier

DIC32. ME ROMPIERON EL ALMA, de Jesús Urbano Sojo

Contaba yo con ocho años y pensaba que era el niño más afortunado del mundo, hasta que aquel funesto día de Navidad comprobé que me equivocaba. Vi cómo mi madre se lo montaba con el hermano de mi padre, en la cocina, y mi padre sabiendo tal hecho, pasó del tema, sisó unos billetes de la cartera de su hermano y se fue al bingo. Lo peor vino luego. Me sentí hundido, defraudado, porque ya no podría confiar nunca más en mis padres. Me habían engañado, ya que aquella Navidad, de niño, mi hermana me dijo que Papá Noel no existía.

DIC31. UN GOLPE A LA INFANCIA, de Javier Sánchez Campos

Días antes de Nochebuena, mi padre me presentó al espía que no sabía espiar con la misma devoción que mi madre me había presentado al escritor sin obra. Yo les pregunté por la relación de estos tipos con la Navidad. Rieron de manera nerviosa. Mi padre se retorció las manos hasta crujir sus dedos. Contestaron que todo tiene que ver con todo pero que nada con nada. Repliqué que no comprendía, que a mí sólo me importaba comer jamón y recibir mi coche teledirigido. Respondieron, esquivando mi comentario, que lo siguiente era presentarme al astrólogo ciego y al músico sordo, para que comprobara lo felices que eran. Les dije, enfurecido, que no me importaba ninguno de esos bichos raros, que se podían ir todos a tomar viento, que sólo quería jamón y juguetes. Cruzaron su mirada como viles estafadores y me castigaron sin Navidad.

 http://laideaquetorciolaesquina.blogspot.com.es/

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