Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

BOY7. EN OTRA PIEL, de Sara Lew

Ven querida, acércate, quiero tocarte. ¡Qué cutis tan suave! ¡Qué rasgos tan armoniosos! Siéntate aquí conmigo en el sofá. Cuéntame tus periplos en el bosque. ¿Has visto un dócil animal a la sombra del camino? ¿Has oído, tal vez, sus tímidos aullidos de advertencia? No temas. Mis manos están tan agarrotadas como mi voz. Mis ojos tan turbios como mis reflejos. Y mis mandíbulas tan débiles como los dientes que ya no tengo. Soy el lobo dentro de tu abuelita. Ella yerra por el monte, desperdiciando mi cuerpo.

BOY6. CAPERUCITA, UN LOBO LADINO Y EL IRACUNDO PERTINAZ, de Miguel Pereira

Caperucita Roja, como todos los días guardó en la cestita: miel, huevos, rosquillas y leche. Tras ello emprendió el camino canturreando y saltando por el estrecho sendero que separaba su casa de la de su abuela. El lobo, sabedor del desenlace, eludió salir al encuentro y, por ello, el final fue más feliz de lo habitual, salvo para los árboles del bosque que sufrieron la ira de un leñador frustrado.

BOY5. SUPERVIVENCIA, de Susana Revuelta

¡Fuera! ¡Parásito! ¡Fueeeraaa!
Y así a picotazos la cría de cuco es expulsada por su hasta entonces mamá, furiosa al sorprender a aquel bulto de plumas empujando al resto de huevos fuera del nido.
Magullado por la caída y herido en su orgullo, el polluelo avanza a saltitos entre la hojarasca. No encuentra lombrices, pero enseguida choca con una bolita blanca, se la traga y empieza a sentirse mejor. Descubre otra, y otra más allá, así hasta llegar a un claro del bosque, donde escucha unas voces infantiles que no le infunden ningún temor. Se acerca confiado y ve a una niñita bostezando, aburrida de cortar flores para adornar sus trenzas rubias.
—¿Queda algo de pan, Jamsel? —pregunta a su hermano, que anda muy concentrado afilando una rama con su navaja nueva.
Es de noche y hace fresquito, pero ninguno de los dos tiene prisa por volver a casa, no sea que a su madrastra se le ocurra alguna tarea. El niño ensarta una goma a su talla y contempla satisfecho el montón de ramitas apiladas a sus pies.
—Haremos una hoguera y saldré a cazar con mi tirachinas, no te preocupes. He oído unos trinos muy cerca de aquí.

BOY3. BLANCANIEVES Y LOS ENANITOS DE JARDIN, de Paloma Casado

Me encanta salir al jardín para jugar con los enanos. Desde allí no oigo “la chapa” que me mete mi nueva “mamá”. Dice: “Voy a erradicar los desórdenes alimenticios de esta casa” o “acabarás tus días con obesidad mórbida”, y todo porque ella es flaca como un espárrago y se pasa el día mirándose en el espejo. No soporto a esa cursi.
Dice que como siga así no voy a encontrar a ningún príncipe que quiera besarme. ¿Y qué me importa? Yo ya tengo novio; es Pulgarcito el vecino de enfrente. Es muy pequeño y esmirriado y en el colegio nos llaman la “O” y la “I” para reírse de nosotros, pero todo lo que tiene de pequeño lo tiene de valiente. Le ha robado unas botas al cartero, un grandón de malas pulgas, y va por ahí dando zancadas de gigante.
Ahora me está llamando la bruja: “Blancanieves, toma la manzana”, cuando sabe que me muero por un bocadillo de nocilla. Haré que me la como para que se calle y la tiraré cuando no me vea. Menos mal que escondí unas galletas de chocolate debajo de un enanito del jardín.
–Voy mamá.

BOY2. TARDE TONTA, de Nieves Martínez Menaya

– no , por favor!,- exclamó Gretel despavorido- a lo que Hansel añadió:
– si, querido, más diálogos para deleitar al jurado del REc.
– Qué podemos hacer?
– pues cambiarnos de cuento.
– si, pero…..
– sí, pero qué!
– En los cuentos no hablan, sólo suceden cosas. Te imaginas una caperucita «Lulú»

charlando en un bosquecillo con un lobo «Nabokov»? o a una cenicienta
con un zapato en la mano y despeinada?
-. Esa es la parte del cuento que yo quisiera conocer, precisamente.

……………..

– Hansel…. tú no crees que ella se hacía la dormida?
– quién es ella
– pues ella, La bella
-,,,,,,,, tal vez la manzana estaba envenenada ¿¿?¿

………………………

– que me corten la cabeza si no estaba apañado lo del príncipe.
– Era guapo
– el príncipe
– no, el sapo

……………

.Cómo serán los cuentos chinos?
-raros-
raros como qué
– pues no sé, como la muralla, como los jarrones….
– no sabes qué decir

. Oye, por qué no dejamos de chatear y te vienes conmigo a este lado del espejo.?
– Aunque nuestra historia acabe sin perdices?
– aunque nuestra historia acabe sin perdices
– Allá voy ….Zas!!!

BOY1. EL CASTING, de Eva García Martín

La cola era larga y variopinta: las princesas y Caperucita murmuraban sobre la escasez y falta de calidad de príncipes azules; brujas y hadas intercambiaban desesperadas hechizos inútiles; los lobos habían hecho manada y miraban hambrientos a los siete cabritillos que escuchaban, desconfiados, a los tres cerditos constructores.
La cigarra cantaba en playback y la hormiga, después de tanto trabajar, estaba parada: Alí Babá y los cuarenta ladrones tenían secuestrados todos sus depósitos. La gallina Marcelina ya no ofrecía trabajo, el genio de la lámpara había recortado deseos, Aladino vendía ilusiones piratas sobre la alfombra voladora, la cola de la sirenita estaba manchada de chapapote, Pedro ya no bromeaba sobre el lobo, Garbancito y Pulgarcito tuneaban las botas de siete leguas y Hansel y Gretel traficaban con el chocolate de la casita.
A Pinocho no paraba de crecerle la nariz y, aún así, eran muchos los que apostaban por él: al parecer, la gente seguía creyéndose cualquier cuento. Se rumoreaba que tenía futuro.
― ¡Atención, por favor! ¡Desalojen el recinto! ― sonó por megafonía ― Ya tenemos intérprete para la película.
Asombrados e indignados, escuchamos que el papel principal se lo darían a un héroe virtual que ni siquiera existía.

ABR128. LA HIJA DEL COMISARIO, de Oscar Rodríguez

Aparqué mi dos caballos junto al puente levadizo del reconvertido parador y blandiendo mi espada me encaminé a su encuentro. Mientras caminaba por un angosto pasillo flanqueado por oscuros caballeros y pulcras damas, me percaté de una mirada inquisidora, de su enfado por mi tardanza. Cuando llegue a su altura, señaló a una deslucida doncella.
Llevamos demasiado tiempo esperándote, y creo que tras tu desafortunada huida, es hora de que te adjudiques esta batalla, querido Alonso.
Escoltado por la policía, exterioricé: En realidad Don Lorenzo, estoy aquí, vestido de semejante guisa, ya que me ha sido imposible escapar de ellos y de su influencia.
Mediante una suave palmada en mi espalda, me poso al lado de su hija, la cual sollozaba al creerse abandonada, e indico al clérigo que comenzase.
Después de reverencias, bailes y viandas, dimos por concluida nuestra boda medieval. Al salir del parador, disfrazados en el asiento trasero del llamativo vehículo, Don Lorenzo dialogaba amistosamente con sus compinches uniformados. Fue entonces cuando mi alma de caballero penetró por el tubo de escape, acarició el vientre de mi particular Dulcinea y decidió que jamás volvería a cabalgar entre molinos de viento.

ABR127. NOBLEZA OBLIGA, de David Vivancos Allepuz

Asió con determinación la empuñadura, tiró de la espada y la extrajo del pecho del rey. La apoyó sobre la alfombra y descansó en ella. Contempló, con exultante satisfacción, la mirada vacua del moribundo, antes de que éste exhalara el último suspiro, tendido encima del cadáver del mastín. Un cruento espectáculo. Toda esa sangre. La del anciano soberano, la de los demás, confundidas en un mismo charco oscuro y viscoso. La que teñía sus guanteletes, la sangre que, en un acto reflejo, trató de eliminar frotándolos contra el peto metálico.

Recuperado el aliento, bajó la visera del yelmo y regresó sobre sus pasos. Apartó a puntapiés los miembros cercenados del príncipe y los de los infantes. La armadura volvió a ocupar su lugar, trabajosamente, junto a la chimenea de piedra. Convencida de que ya nadie, nunca más, volvería a arrojar colillas en su interior.

ABR126. EL DRAGÓN, de Yolanda Munoz Martinez

Todos a una como fuente ovejuna gritaron, los caballeros de la Reina.
-Dijo el, mi Reina no tengáis miedo, no penséis que vuestra vida corre peligro. Mientras mis caballeros y yo, estemos en palacio, no dejaremos que el dragón queme vuestra hermosa cara.
La Reina cogiendo su espada –Dijo,… si tú estás en palacio sé que no he de temer nada, pero si de lo contrario aceptas el traslado, que el Rey te ofreció… todo cambiará.
Debes de estar tranquila mi Reina, porque aún no llegaron los papeles del traslado.
EL Dijo, he de decirle que no me iré, no podré estar lejos de usted mi Reina. La Reina sorprendida le dice… ¿De veras? ÉL dijo pues claro, mi Reina.
Cerrar las puertas, ventanas, y balcones, se oye el rugir del dragón gritaban los caballeros, al oír las voces él –Dijo, por favor quedaos en vuestra habitación allí estaréis a salvo. Cerró la puerta, y corriendo por los pasillos del castillo se reunió con los demás caballeros.

El dragón ya había llegado al castillo, abriendo su boca llena de fuego, devastando todo a su alrededor.

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ABR125. EL CAPÍTULO PERDIDO, de Òscar Pareja Bañón

-Querido Sancho, ¿ha olfateado el olor de las casas dónde la muerte está presente? Es diferente al resto. Es rancio, oscuro, húmedo. En ellas no hay vida, ni recuerdos de ella. Por muy fermosas que por fuera sean, la podredumbre del abandono se apodera de sus paredes, de sus muebles y de los que en ellas se guarecen. Mi amada Dulcinea debe ser salvada de lugares así. Nosotros mismos, mi querido Sancho debemos recuperar las para la vida.
-Pero mi señor… no se ha fijado en las letras que ahí se anuncian….
-Sancho, apreciado escudero, la cercanía de la muerte, le acongoja el alma y se apodera de su mente. Su cara me recuerda a la de los gigantes que nos vencieron en el pasado. Debe ser valiente y enfrentarse a ella, antes de que haga perecer a sus seres queridos. Ellos se lo agradecerán. Sí, he leído las letras que ahí se escriben. La Parca se encuentra entre ellas Entremos y derrotemos la por nuestros seres amados. Y ella no debe envolver un lugar como éste.
Hidalgo y escudero, seguidos por otros héroes, entraron en la Biblioteca a gritos de:“ Por la vida y la literatura”.

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