Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

FEB131. SÓLO UNO, de Pilar Pastor

Una tarde de invierno – cuando la lluvia había cesado, y los tímidos rayos de sol penetraban por la ventana proyectando luces y sombras sobre la pared – me senté en el sillón de la biblioteca, como cada tarde, para dar paso a los devaneos mentales que me provocaban las líneas y los colores que decoraban aquella pared.
¿Fue mi exaltada imaginación, o la luz incierta de la estancia, la responsable de que aquellas órbitas, onduladas e irregulares, aparecieran de pronto ante mis ojos como dos círculos de un blanco calcáreo y resplandeciente? No sabría decirlo porque, inmediatamente, una sensación de incontrolable ansiedad, una curiosidad devoradora hizo que me levantara del sillón para acercarme a la pared y quedarme casi petrificado frente al retrato. Mis ardorosas miradas habían descubierto aquel par de óvalos blancos que se ocultaban en la cuenca de sus ojos cadavéricos y a los que toda la familia hacía alusión.
Los había visto, ahora entendía por qué la abuela se paraba delante del retrato para decirle a mi padre:
– Él sí que fue un hombre de verdad, un hombre que siempre tuvo un par de … ¡y muy bien puestos!
La tarde cayó sobre mí, las luces se extinguieron, y yo me encontré de nuevo sentado en el sillón. Inmóvil, solitario, seguí sumido en la meditación:
– No me parezco al abuelo. Sólo tengo uno, como mi padre … pero el mío es … ¡¡¡ de dos yemas !!!

FEB130. EL TIEMPO APREMIA, de Asun Gárate Iguarán

El pintor está tardando demasiado en terminar el retrato familiar. Hace casi veinte años que posaron para él aquella primera y única vez. Lo hicieron unidos, serenos y confiados, dueños de su destino. Fue una sesión de fotografías, a partir de las cuales el pintor ha ido creando la pintura. Pero ya no parecen los mismos. Y puede que sientan tristeza y vergüenza al contemplarse como ya no son. Su imagen les hará sonrojarse o perder el color. Apartarán la vista dolidos. Quizás ahora la familia no quiera el cuadro.
Mientras retoca una mano, el tono de las mejillas, los cordones de un zapato, el artista piensa que ese retrato se ha convertido en la pesadilla de sus pinceles. Duda entre continuar o abandonar definitivamente.
Hasta que una mañana temprano la mujer se presenta en su taller. El lienzo permanece cubierto por una tela y el pintor hace ademán de ir a destaparlo. Ella le detiene con un gesto, no desea verlo. Pero le pide amablemente que se dé un poco de prisa: «Don Antonio, el tiempo pasa y yo estoy preocupada por su salud«. El maestro inclina la cabeza y pregunta sin malicia: «¿La del rey o la mía?«

FEB129. VUELVO VENCIDO A LA CASITA DE MIS VIEJOS… de Fernando Andrés Puga

Al fin, después de algunos años, volví. La llave que dormía en el fondo de mi vieja mochila abrió sin dificultad la cerradura. Entré sigilosamente. Quería sorprenderla.
Anduve por la casa hasta convencerme de que no había nadie. Dispuesto a esperarla me dirigí al cuarto de mi infancia y, para mi sorpresa, estaba intacto. Al ver apoyado en la misma repisa, sin una pizca de polvo, aquel retrato lujosamente enmarcado en el que luzco sonriente el día de mi graduación, un escalofrío punzante me recorrió la espalda.
Mientras enjuagaba mis mejillas, me sobresaltó el crujido de la puerta de calle. ¡Estaba aquí! Sin titubear, abrí la ventana, salté y corrí por la acera a toda velocidad, sin mirar atrás.
Sólo atiné, en el último instante, a dejar una breve nota junto al retrato.

FEB128. MALDITA CURIOSIDAD, de Isabelle Lebais

Aquel retrato en la exposición de Adrián me impactó, tuve una sensación muy desagradable, que me llevó a preguntar por él.
 Me contó que se trataba de la portada de una novela negra que nunca llegó a publicarse. El autor murió sin terminarla.
El retrato era oscuro, siniestro, escalofriante, con el rostro de un extraño hombre, con una mirada profunda y penetrante que destilaba maldad y seguro guardaba un horrible secreto. Mirarlo me hacía sentir incómoda.
Al día siguiente Adrián apareció en mi casa con el cuadro. Era un regalo.
Después de la primera impresión, se lo agradecí sacando las mayores dotes de interpretación que pude, mientras pensaba donde demonios iba a ponerlo para que no se viese demasiado.
Con toda naturalidad y sin pensarlo dos veces, descolgó una reproducción preciosa de Jim Warren que tardé meses en conseguir, y que presidía mi coqueto salón, armonizando perfectamente con la decoración, y allí lo colgó.
Se veía desde todos los ángulos. Estaba tan orgulloso de su obra que no pude decir nada, pero… ¡Era horrible!
Ahora cuando suena el timbre, si es él, en vez de ir a retocarme el maquillaje, salgo corriendo para colgarlo de nuevo.
Y todo, por preguntar.

A LA TERCERA VA LA… PALOMA¡¡¡

Acabamos de enterarnos de que tenemos representante para el REC de mañana… Y en esta ocasión creo que es la segunda vez que la anunciamos¡¡¡

Estamos encantados de acudir cada miércoles a anunciar una buena noticia… Así que mañana a las 17,30 hs de nuestro horario peninsular en la Cadena Ser, vamos a tener la ocasión de escuchar a 
PALOMA HIDALGO
que repite en la lista de los finalistas del REC (Relato en Cadena) concurso que convoca la Cadena Ser y la Escuela de Escritores!
Hasta que podamos leer su relato podéis visitar su web o leer Cromatismo, su última aportación ENTC…
¡¡No faltaremos a la cita!!

FEB127. Y SU NÚMERO ES EL 666, de Fernando Martínez

Entré en el despacho de padre el día que dimos por finalizada su búsqueda. Enseguida percibí la ausencia del abuelo. Su retrato había presidido aquella habitación desde que inauguró la factoría, pero padre quiso sustituirlo por uno propio al tomar las riendas del negocio. Sobre el escritorio hallé la factura de Monsieur Lombard, el estrafalario pintor que mi hermano Steven importó de Europa.

Media tarde. La casucha amenazaba desplomarse sobre el pequeño cementerio adyacente. Conté cinco inquilinos mientras aguardaba para entrar en la penumbra de un taller iluminado por media docena de velas colgadas del techo. Otras tantas alumbraban el nuevo retrato de padre. Lombard me escrutaba desde detrás del caballete. Me invitó a sentarme en un tajuelo. Acepté. Empezó a pintar. Bailaba alrededor del lienzo esgrimiendo el pincel. A media noche, Lombard dio el combate por finalizado. Me invitó a salir.

Un vez fuera recordé para qué había venido. Llamé. Silencio. Entré en el cementerio buscando otra puerta. Había contado mal. No había cinco lápidas, sino seis. La luz del farol alcanzaba a iluminar dos. Me acerqué a leer la inscripción de la primera. ¡Imposible, Era de padre! La otra… la otra era mía.

http://espiralesdetinta.blogspot.com.es/

FEB126. EL RETRATO, de Jesús Coronado

Apago el cigarrillo en el portal de la casa. A María no le gustaba que fumara, decía que el olor a tabaco impregnaba las cortinas. Pobre María, el que fuma soy yo, pero la enfermedad se la ha llevado a ella.
Al abrir la puerta la soledad empieza a pesar sobre mi espalda y el silencio, ahora extraño, lo encuentro denso y difícil de respirar. Cincuenta años son muchos para compartir, y esta casa es tan grande. Entro a la cocina. Ahí sigue su taza de café, la que no pudo terminar. Su marca de carmín destaca sobre el blanco de la porcelana. Siempre con sus labios pintados.
Con lágrimas contenidas sigo enfrentándome a los recuerdos, y a la voz que resuena en mi cabeza desde que abrí la puerta. Una voz que me lleva hasta el retrato más escondido y olvidado de la estancia. Un retrato que me hace sentir viejo por momentos al mirarlo. Un retratado que al mirarme, rejuvenece al instante.

 www.conelmaramisespaldas.blogspot.es

FEB125. EL RETRATO, de Karina De Paolo

Otra vez iba a llegar tarde al trabajo, tantas salidas nocturnas le estaban costando caro a la hora de levantarse. Siempre pensaba que no había heredado nada de sus padres, un militar estructurado  y un ama de casa sumisa que la habían criado con demasiada rigidez.
Bajó del  bus y comenzó a caminar casi al trote por la Plaza de Mayo. Estaba llena de mujeres que llevaban pañuelos blancos en su cabeza. Todas sostenían carteles con fotos para reclamar la aparición de sus hijos y nietos desaparecidos durante la  última dictadura militar. Ese era un tema que en su casa estaba prohibido mencionar.
Siguió caminando distraída mirando a esas mujeres con su dolor, hasta que un impacto de frente la detuvo. Una de esas señoras se había cruzado en su camino y  la había atropellado.
La miró a los ojos para pedirle disculpas por su torpeza, pero la mujer  al verle el rostro empalideció y sin decirle nada , al borde del llanto, le mostró el retrato que tenía en sus manos.
Sintió que se le helaba la sangre.  Todas sus preguntas ya tenían una sola respuesta. La mujer del retrato  era igual a ella.

 http://palabrasdesindel.blogspot.com.ar/

FEB124. LA MODELO, de Mar González Mena

De joven, dormía siempre desnuda. Cada mañana levantaba la persiana y abría los portillos para airear la habitación. Si no hacía frío, se quedaba unos minutos mirando al exterior y planificando la jornada. Marcos aprovechó uno de esos momentos para dibujar su sensual silueta a contraluz.
Después llegó Samuel. Le conoció en la Plaza Mayor de Madrid donde realizaba caricaturas a los turistas. En apenas cuatro trazos, con la aparente sencillez que otorga la experiencia, destacó sus ojos tan vitales y esa abierta sonrisa que le enamoró.
Juntos tuvieron a Sofía, una preciosa niña apasionada por las pinturas desde pequeña. Un círculo es la cabeza. Un triángulo el vestido y cuatro palitos hacen de piernas y brazos. Pegó su dibujo en el espejo del tocador donde, cada noche, guarda su imagen. Se desmaquilla con cuidado, recupera sus arrugas, frunce el ceño y evita mirar las curvas de su cuerpo.
A la mañana siguiente la recoge, impoluta, con un toque de carmín y una favorecedora sombra de ojos. Se ciñe bajo el vestido una ajustado corpiño y, antes de irse, ensaya una sonrisa posando para el retrato de su rutina que, hace demasiado tiempo, a nadie le interesa pintar.

LA ESCENA CLAVE DEL… RETRATO DE DORIAN GRAY

-Tu arte te importa más que los amigos. Para ti no soy más que una figurilla de bronce. Ni siquiera eso, me atrevería a decir.

El pintor se lo quedó mirando, asombrado. Dorian no hablaba nunca así. ¿Qué había sucedido? Parecía muy enfadado. Tenía el rostro encendido y le ardían las mejillas.

-Sí -continuó el joven-: para ti soy menos que tu Hermes de marfil o tu fauno de plata. Ésos te gustarán siempre. ¿Hasta cuándo te gustaré yo? Hasta que me salga la primera arruga. Ahora ya sé que cuando se pierde la belleza, mucha o poca, se pierde todo. Tu cuadro me lo ha enseñado. Lord Henry Wotton tiene razón. La juventud es lo único que merece la pena. Cuando descubra que envejezco, me mataré.

Hallward palideció y le tomó la mano.

-¡Dorian! ¡Dorian! -exclamó-, no hables así. Nunca he tenido un amigo como tú, ni tendré nunca otro. No me digas que sientes celos de las cosas materiales. ¡Tú estás por encima de todas ellas!

-Tengo celos de todo aquello cuya belleza no muere. Tengo celos de mi retrato. ¿Por qué ha de conservar lo que yo voy a perder? Cada momento que pasa me quita algo para dárselo a él. ¡Ah, si fuese al revés! ¡Si el cuadro pudiera cambiar y ser yo siempre como ahora! ¿Para qué lo has pintado? Se burlará de mí algún día, ¡se burlará despiadadamente!

EL RETRATO DE DORIAN GRAY. Oscar Wilde

FEB123. CUPIDO, de Mei Morán

Se habían casado por poderes. Ella aquí, él allende los mares. Así, la foto de boda parecía un parche. Al lado izquierdo la imagen de mi madre, robada al carnet de identidad. A la izquierda mi padre, de soldado. Cada uno miraba a otra parte. Como una premonición. En casa la vida fue un infierno. Sobrevivimos la infancia llorando o jugando ensimismados. A veces, en las visitas a mis amigas, observaba los retratos de sus familias y sentía punzadas en el estómago al ver tanta felicidad gráfica. Me costó siempre mucho conformarme con aquella injusticia. El tiempo, aliado del olvido, trajo a mi padre un alzheimer. Un día, atosigado por la nostalgia, saqué la cámara fotográfica. Les hice ponerse uno junto al otro y les dije que se miraran. Mi padre, con la enfermedad ya bien incrustada, tenía, sin embargo, un aire coqueto y mostraba mucho interés. El encuadre era perfecto. Después de la sesión de fotos, ruborizado y en voz baja, papá me preguntó: -¿Y esa mujer tan guapa quién es? ¿Por qué no me la presentas?.

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