Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

SEP72. FRUTA PROHIBIDA, de Karina Delprato

Atardecía… Sentada, observaba fijamente esa estrella…esa, que a pesar de  la distancia nos hacía sentir cerca. Unas gotas bailarinas bajaban  por mi mejilla,  se entremezclaban con las hojas del frondoso árbol… el de la fruta prohibida.
Recostada sobre su lastimado tronco, el viento susurraba tu nombre. El agua caía más fuerte envolviendo mi cuerpo, abrazándome con un manto cristalino. Me acurruqué, miraba  con dulzura esa manzana tentadora, roja como tu boca, prohibida como tu amor. De repente comenzó la tormenta  desatando una locura en ese paraíso verde .Comenzaba a  brotar ese olor particular de tierra húmeda. A lo lejos, se veía el alto pastizal lleno de girasoles. Sus movimientos eran feroces, sus colores amarillentos danzaban volando con el aire; como látigos se movían las ramas del árbol que me protegía del aguacero. Sin esperarlo cayó sobre mi perceptible cuerpo esa delicia sensual, su hechizo estremecía todo mi ser y con mi boca la saboreé, sintiendo que mordía tus carnosos labios,  dejé deslizar su jugo acariciando mi cuerpo junto a las gotas pesadas que caían de las hojas, se impregnaba en mi piel erizada una fragancia dulce que me  recordaba tu aroma. En ese atardecer como fruta madura sentí el placer.

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SEP71. MOMENTO MÁGICO, de Pilar Pastor

Cada tarde salía al porche y, sentada en su vieja mecedora, esperaba serenamente a que empezara la función.  Los últimos rayos del sol se abrían paso entre  los surcos de su arrugada piel, devolviéndole la vitalidad que los años  le habían arrebatado.
Entre suaves balanceos escuchaba el silencio del atardecer y observaba la grandeza del entorno, sin perder de vista la colina, en cuya cumbre lucía, majestuosa, la silueta del árbol. Aquel era el escenario.
La función acababa de empezar.  Multitud de luces, de cálidos colores, desfilaban por la pasarela celeste exhibiendo sus vaporosos trajes. Ella seguía todos sus movimientos porque sabía que la estrella de la actuación estaba a punto de aparecer … y su visita sería breve.
El momento mágico había llegado. El gran disco rojo, brillante, cautivador,… se vislumbraba entre las ramas del árbol de la colina. Sin pestañear apenas, se embriagaba intensamente de su belleza, sabía que pronto se desprendería del árbol, como la fruta madura, y caería rodando lentamente por detrás de la colina.
Y así fue. El  sol, como cada tarde, acababa de ocultarse y ella tendría que esperar al día siguiente para recoger otro fruto de vida, otra razón para seguir viviendo,…

SEP70. EL GRAN LABERINTO, de Belén Molina Moreno

Viajo por el laberinto universal y, antes de seguir por cualquiera de los vericuetos que se abren ante mí, reposo bajo el árbol conocido como Solarsis. Ofrece frutos de varios colores y tamaños. Éste es un territorio extraño y desconozco el color de la madurez.
Los frutos más cercanos, los merkur,  son pequeños y amarillos. Cojo uno. Pica tanto que quema. Lo tiro y grito. Alcanzo otro algo más arriba, un afridta de un plácido color verde, que me alivia la quemazón. Su tacto sosiega y su aroma inunda. Presumo que aún no está maduro.
Los terre, de un bello  color azul, cuelgan de la rama superior. Los ignoro por su textura cambiante, a veces fluida y a veces rocosa. Estirándome un poco, llego a los marti  de rojo intenso,  que parecen estar en sazón. Arranco uno, su olor es áspero y su gusto erizado; un ejército de espadas ha invadido mi boca. Lo escupo y, a mordiscos salvajes, devoro todos los frutos azules. He liquidado los terre en un inútil intento de aliviarme.
Me levanto y no sé qué camino tomar, porque no tengo donde ir.

SEP69. REBELDE, de Maricarmen Brun Martín

No, no y no…
Había nacido rebelde. Se negaba con todas sus fuerzas a ser un  eslabón más de la disparatada cadena  de la sociedad de consumo.
No quería que lo arrancaran del seno materno antes de haber madurado, no quería rodar de mano en mano, de cajón en cajón, de camión en camión, de frigorífico en frigorífico; no quería ser llevado por extrañas cintas transportadoras, ni manipulado por horrendos guantes de goma, para  terminar en una bandeja, en la estantería de un supermercado, con sabor a nada, cubierto de papel film, y con una etiqueta que marcaba un precio astronómico.
Cuando llegó la temprana recolección, se camufló como pudo entre las frondas que le dieron la vida. Quería aguantar hasta el final, cumpliendo debidamente con su misión. Soportó el viento, la lluvia, los insectos, mientras crecía en tamaño, belleza y sabor. Su piel aterciopelada adquirió unos preciosos tonos amarillo-rojizos y una notoria redondez, signos evidentes de que su destino se estaba cumpliendo.
Y llegó el día en que una mano lo arrancó del amado árbol que le dio el ser.
-¡Que bien sabe la fruta que ha madurado en el árbol!- Decía una voz, mientras saboreaba aquel magnífico ejemplar de melocotón.

SEP68. PENETRA EN MI HUERTO…, de Christine-Kistila Cleret de Langavant

_”Sueño en tu huerto y quisiera tanto perderme en ello: sus colinas y valles, sus riachuelos y arbustos, sueño en tu huerto y tanto quisiera que me invites en compartir sus frutos…”
_” Sueño yo también en tu huerto y su árbol tan enhiesto: se ruboriza mi corazón enamorado al invitarte a probar mis frutos ya maduros, toca y sopesa mi tierra entre tus dedos; tanto quisiera iniciar este viaje contigo”
_”He visitado tu huerto tan lleno de sorpresas gustosas y me has dejado recorrer la senda entre tus manzanos y los bosquecillos en sus esquinas… pero también entreví en la sombra de una roca, al abrigo de un musgo tupido, un manantial adonde quisiera desalterarme”
_”Ven mi amado, penetra en mi huerto, en la sombra mi fuente te espera, iniciemos este viaje entre sabores y aromas. Las almas de nuestros cuerpos, los cuerpos de nuestros espíritus,  se irán abrazando en un amor inmenso”

EL JURADO YA ESTÁ… MADURO

Lo primero: gracias de nuevo a tod@s por respetar la selección del jurado y seguir haciendo de Esta noche te cuento un espacio tan especial. Creo que tod@s tenemos la impresión de que hay algún relato que se nos escapó, porque siempre hay relatos que parece que fueron escritos para nosotr@s… podría haber tantas selecciones como participantes, supongo. 
Nosotros intentamos reflejar en nuestra selección el gusto más general y por eso os puedo confesar que todos los relatos mencionados o seleccionados tienen que haber sido propuestos por, al menos, 2 de los 4 miembros del jurado.
También aprovecho la ocasión para responder a algún comentario: no haber sido reconocido anteriormente en este concurso no es condición para ser seleccionado, pero es uno de los criterios que proponemos y barajamos habitualmente y que los miembros del jurado pueden usar o no libremente; los que han sido ya jurado pueden certificar que el jurado es completamente libre de votar al relato que quieran.
Finalmente, comentaros que nuestros ganadores del mes pasado han aceptado gustosamente el reto de ser jurado en septiembre, y en esta ocasión estará formado por Mar González y Jose Mª P. Carpintero por parte de los participantes; y por parte de los organizadores, Mari Carmen Cobo representando al Molino de Bonaco y Juan Antonio Morán representando al Sendero del Agua.
Y con casi 70 relatos en una semana… esperándonos ya como fruta madura…

SEP67. TRAS LA BARRA, de Javier Urraca García de Medinabeitia

Tenía una gran experiencia, se le notaba por como se movía detrás de la barra y sin duda alguna, era especialmente fantástica preparando los gin-tonics de sus clientes. Con el primero, siempre se esmeraba, era su forma de atraerlos, de ensimismarlos, de engatusarlos con sus finos y ágiles movimientos retorciendo la corteza de limón cerca de sus narices, para que la nube de gotas microscópicas llegara a impregnar las mucosas de sus clientes con ese aroma del que a uno le era imposible escapar a otro garito. Y esta era su estrategia, la tela de araña con la que cada noche tejía su  trampa, su cazamariposas con el que copa tras copa, maduraba a sus presas hasta extraerles la última moneda de sus bolsillos. Y cuando daban con su cabeza en la barra de mármol era cuando más disfrutaba, cuando anotaba mentalmente una muesca más en su larga lista. Los odiaba y lo hacía desde que aquel bruto de cejas pobladas que tenía por padre le obligaba aun siendo una niña,  a servir “soles y sombras” a los otros bestias del palillo en la boca. ¡Zash! Patada al taburete y borracho al suelo, este era el final de cada escena.

SEP66. LA "V" DE VIOLACIÓN, de Amparo Martínez Alonso

Zumm zum zumzumm zum zummm.
(Me gustas como la fruta madura, como la miel, como la caca de vaca)
Zuumm zumm zuzummm zuuu zum zuzu zumm…
(Contigo, zummmbando a mi lado, el mundo se me figura un apetecible estercolero…)
…zu zum zuzum zummm.
(…o el basurero más deseado)

—¡Mamá, en el frutero hay dos moscas jugando al caballito!
—¿Jugando al caballito?
—Sí. ¡Ven!
La madre entra en la cocina. Observa cómo su hijo de cuatro años se respinga  para no perderse el juego de las moscas. En la mesa de formica, el frutero parece un “cuerno de la abundancia” raquítico. Sobre el único melocotón, dos moscas copulan.
Al trasluz se ven planas, como sombras chinas, como cuando de pequeña, Victoria jugaba a proyectar sus manos sobre la pared, formando animales, palmeras y la “v” de Victoria. Recuerda también otra sombra, una silueta familiar, enloquecida…  Y se siente pequeña, insignificante como una mosca.
Las moscas se separan. El macho, ruidoso, zumba alrededor del melocotón. La hembra se frota los ojos con las patas.
—Mira, mami, ahora juegan al escondite.

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SEP65. REVANCHA, de Vidal Fernández Solano

Cuando Blancanieves abrió la puerta, contempló sorprendida a una anciana que portaba un cesto de fruta.
—Buenos días, mi joven y bella dama. ¿Serías tan amable de ofrecer un poco de agua y una silla a esta pobre y cansada anciana?
—Por supuesto, pasad.
Una vez sentada a la mesa y refrescado el gaznate, la anciana escogió la más roja y brillante de las manzanas que llevaba y se la tendió a Blancanieves, a quien se le hizo la boca agua.
—Toma, querida. Has sido tan amable…
—¿Es para mí? ¡Hace tanto que no como fruta madura…! ¡Voy a traer un pedazo de tarta de arándanos que acabo de preparar y merendaremos juntas!
Blancanieves volvió con un pastel, un par de platos y un enorme cuchillo. Cuando levantó el cuchillo, la anciana vio su propio rostro reflejado en el iris de aquellos preciosos y cautivadores ojos.
Y fue lo último que vio.

 http://matematicasparatodosgratis.blogspot.com

SEP64. EN EL MOMENTO JUSTO, de Carolina García

El dolor zumbaba entre los versos del poema que no lograba escribir, mientras el vaso regaba de lágrimas la lustrosa barra del bar.
No se percataba de la multitud que la ahogaba. El bullicio que hacía eco en el vacío de su pecho, le sabía demasiado lejano.
Su mirada se arrastraba a tientas entre botellas y recuerdos, hasta que colisionó de frente con unos ojos negros vestidos de muchacho desamparado.
Se untó las retinas con esa imagen, y le regaló una mueca torcida a las comisuras enfermas que ya se sentaban a su lado.
Él la notó.
Ella desesperó. La vería como una joven con maquillaje corrido, manos convulsionadas y  pupilas deshidratadas.
Con un rápido movimiento tomó el abrigo y la desilusión del respaldo del asiento, y caminó apresurada hacia la puerta. Pero antes de llegar al umbral, una mano decidida y estremecedora le timoneó la cintura hacia un deseo diferente.
En la oscuridad de la esquina más estrecha del salón, el muchacho abrigado de ojos color noche le acarició y le acunó el corazón, como si fuese una fruta madura, evitando que caiga y termine hecho trizas.
El bullicio les sabía lejano. Casi inaudible.

SEP63. INMADURO, de Fernando Andrés Puga

– ¡Tomatelás, nene! Andate a tu cuarto y cerrá bien. ¿Okey? ¡Y pará de llorar de una vez, maricón!… ¿Qué estás esperando? ¡Dale! ¡Andate de una vez, querés!
No me fui. Me quedé detrás de la puerta cuidando de no hacer ruido. Del otro lado seguían los golpes.
Cuando el silencio llegó, entreabrí con cautela y me asomé.
Aquel hombre yacía boca abajo. Ella le había clavado un cuchillo en la garganta y la sangre fluía incontenible. De pie, lo veía morir sin perturbarse. Corrí y no me detuve hasta caer exhausto en el banco de una plaza. Me recogió una camioneta que tenía los vidrios polarizados. Lo recuerdo. No supe por dónde me llevaban.
Con el tiempo, lo que vi entonces en aquella habitación se tornó confuso; se mezcló con lo que creí haber visto, con lo que me dijeron que pasó, con imágenes de películas, con noticias policiales. Tal vez lo que aquí cuento no sea del todo cierto.
Ya no tengo ocho años, pero sigo sin entender. Dicen que me desmayo cuando veo sangre. Es posible. Será por eso que prefiero hacer mis trabajitos con un rifle y desde lejos. Por cierto, tengo buena puntería.

SEP62. RUISEÑORES MUDOS, de Enrique Moreno Martínez

Salieron del refugio cuando se les acabó la comida y el agua. Lo primero que hicieron fue buscar a Roko. Pero no acudió a sus llamadas, seguramente estaría escarbando en las petunias del vecino. El sol brillaba como nunca; hacía calor. Ella dijo que no se escuchaban los pájaros cantar. Él comentó que estarían en el carrizal, comiendo trigo.
Cuando sus ojos se acostumbraron de nuevo a la luz, ella se fijó en él y se rió de su rostro.
       -¡Tu cara es como un higo maduro, está arrugada y fofa!
       -Pues la tuya parece un melocotón sonrosado –contestó el niño también riendo.
Ella gritó mientras se ponía las manos en la cara. Lloriqueó al comprobar que le ardía mucho, y que estaría muy fea.
       -Pareces un melocotón maduro –continuó riéndose el chico- como los que le dábamos al abuelo que se quedó sin dientes por comer tantos.
Ella se metió la mano en la boca para comprobar que todavía tenía dientes, y vio estupefacta como dos se caían al suelo envueltos en sangre. Lloró. Él la consoló. Fueron al columpio en donde antes el roble daba sombra, cogidos de la mano.
       -No se escuchan los pájaros cantar…

 lalibretadegarbancito.blogspot.com.es

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