Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

FOBIAS

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en FOBIAS

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LAS FOBIAS. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
30 DE SEPTIEMBRE

Relatos

FEB110. ESA NO SOY YO, de Miguel Angel Serantes Conde

Se vio en el espejo pero no se reconoció. Esa mujer de rostro ajado, de mirada cansada y de grandes surcos sobre la piel no podía ser ella.
Se puso un sujetador que realzaba sus pechos. Dejó caer desde su cabeza un nuevo vestido de Carolina Herrera, se ceñía a su cuerpo como un guante. Un cinturón de piel con las letras D&G puso la guinda. Se colocó los pendientes de oro blanco a juego con la gargantilla, el anillo de casada y una gran pulsera en la que estaba grabado el nombre de su hijo. Se arregló el cabello recogiéndolo en una coleta. No olvidó el ligero maquillaje que estilizaba sus pómulos, el lápiz de labios color rojo pasión, ni el toque de rímel.
Se miró de nuevo, se paseó y se recreó en lo que veía. Ahora sí se reconocía. Ahora sí que veía a la mujer que todos elogiaban, e incluso admiraban. Esa de la que todos esperaban algo. Esa mujer de rostro aterciopelado, de piel tersa y de mirada…cansada.

FEB109. LA MIRADA EN SUS MANOS, de Javier Palanca Corredor

La exposición ya estaba colgada y no quedaban eventos promocionales que le ahogaran el tiempo. Ahora podía dedicarse al retrato que sentía que le debía a su madre y que comenzaba a urgir. El velero que surcó los mares de la consciencia, con tanta destreza, empezaba a navegar entre ocultas lagunas.
Preparó un lienzo de 90×60 y comenzó a pintar de memoria. Ya el primer día estaba el bosquejo completo. En dos días concluido el retrato. Había sido tan fácil como entrañable, pero algo le causaba desazón: ¡La mirada! Era demasiado triste y cansada. No podía dejarla así, y a pesar de sus capacidades, se gastó una semana entre toques y retoques hasta estar satisfecho y conseguir que sus verdes ojos fueran como una visión de las selvas amazónicas donde perderse.
Eufórico, llamó a su hermana para asegurarse de que estaban en casa y llevarlo inmediatamente. Clara le dio la vuelta al calcetín en apenas unos segundos. Según ella, “mamá”, parecía haber perdido la vista en apenas una semana. Dorian colgó el auricular con una mano sudorosa mientras la otra ya alcanzaba los pinceles.

FINALMENTE, EL CHAT… SERÁ EL DOMINGO

Nos han advertido que nuestra cita coincidía con otros eventos que alguno de nuestros finalistas se verían en la obligación de elegir. Como estamos a tiempo y aún no era oficial, convocamos a todas, a todos para el  
domingo 24 de febrero a las 12 de la mañana 
en el chat que se habilitará en nuestro blog.
Allí conocremos, finalmente, nuestros dos relatos ganadores de la 2ª convocatoria y, si aprecen por allí, felicitaremos en directo a l@s afortunad@s.
Coooorre la voz…

FEB108. RETRATO DE UNA PIEDRA RODANTE, de Mercedes Daza

Un humeante café, dos vueltas con la cuchara al azúcar que nunca añado y el cigarro que arrojo hacia la pared que me impide ver la luz. En breves instantes siento el calor y el crepitar de unas cortinas que se deshacen más rápido que la última calada. Bob Dylan dispara un ¿Qué se siente? que se clava directo al corazón. Le respondo que no sé si son mis sueños desparramados por el suelo, besos fugitivos o el retrato de la envidiable pareja de Freewheelin los que me han impulsado a mandarlo todo al traste. Sé que me escucha pero insiste repitiendo la misma pregunta.
Contemplo la escena con unos ojos que lloran vencidos al humo. Pinto mis labios, me suelto el pelo y bailo al compás de las llamas frente al espejo. Le reto con mis cánticos y movimientos desinhibidos. He perdido el reflejo de esa niña para encontrarme una mujer en ropa interior, subyugada al ritmo de la vida.
Seis minutos de éxtasis interrumpidos por el revuelo de vecinos que golpean la puerta. Selectiva, sólo invito a la fiesta a unos apuestos bomberos que seducidos por la música me cantan a coro: “NENA, estás LIKE A ROLLING STONE”.       
                                                    

FEB107. 1919, de Evelyn Pérez

Fue un matrimonio pactado. El noviazgo epistolar. No se conocerían hasta el enlace. Una de las cartas incluyó, por expresa petición de ella, un retrato. Esto tornó su sereno conformar en ilusión desmedida.
No se trataba de una pintura, sino de una novedosa fotografía en color. El hombre posaba, según rezaba la anotación al dorso, en junio de 1919 en una de las encaladas calles de Granada.
Alto, apuesto, rubio, con unos ojos que se adivinaban claros, podrían ser azules, si no lo eran, a ella le parecieron el mar donde naufragar el resto de su vida.
Se casaron. Consumaron el matrimonio.
Volvió a mirar el retrato, buscando algún rasgo que la reconciliase con las ilusiones que hasta la noche anterior había mantenido, con la vida que había soñado junto a él, entonces se dio cuenta, demasiado tarde, que aquel hermoso joven no proyectaba ninguna sombra.
Se giró sobre la almohada y lloró. Lo hizo en silencio. Para que a su lado él, no despertase.

FEB106. JACULATORIA, de Javier Ximens

¡Ahí está!, embutida en un traje corto y generoso de escote. Y él con la mirada en su culo.
Mi Manolo me quería. Cuando fallecí, sacó mi fotografía y la puso sobre el televisor. Desde aquí veo la mesa, el sillón y, encima, el Sagrado Corazón en su vitrina. He sufrido al verlo padecer con el Betis y cenar sardinas en lata.
Una noche bajó la vecina que tendía la ropa chorreando. Se desabrochó tres botones de la blusa y al poco apareció él con el salero.
Sólo habían pasado siete años cuando Manolo empezó a salir los domingos. No se lo reprocho, yo me encuentro más ajada y él tan fresco, pero esta mañana me extrañó que limpiara por primera vez el polvo, sacase la imagen de la vitrina, la colocara mirando hacia la pared (cuando sabe que así se puede vencer), y que pusiera la mantelería de Lagartera.
Ahí están, comiéndose un pollo frito. No paran de reír, pero… ¡Será golfa!, pues no va y se tumba despatarrada en el sillón, ¡cacho pendón! y… ¡Ah!, ¿pero qué haces Manolo?, ¿adónde me llevas? ¡No!, ¡otra vez al cajón de la cubertería, no!
¡Sagrado Corazón de Jesús, en vos confío!

http://ximens-montesdetoledo.blogspot.com.es/

FEB105. LA FOTO PARA EL NOVIO DEL PUEBLO, de Elena Duce Pastor

Sabina caminaba resuelta por la calle Alcalá. Caminaba con paso seguro aunque se miraba los pies cada dos pasos. La razón de prestarse tanta atención es que estrenaba zapatos nuevos. Y no se los miraba porque fuesen bonitos, sino porque le hacían un daño terrible. Desde que llegó a Madrid del pueblo se había tenido que acostumbrar a los zapatos de señorita, frente a las tradicionales alpargatas que se usaban en su pueblo y que eran mucho más cómodas.
Subió al estudio del fotógrafo y se repintó los labios en el espejo de la entradita. Quería salir guapa en la foto porque era la que le iba a mandar a su novio del pueblo, que la esperaba desde hacía un año allí. Se carteaban y se decían cosas bonitas, siempre dentro de la decencia, claro está. A ella le costaba mucho escribir y leer, por eso le ayudaba la hija de la señora donde trabajaba.
El fotógrafo la colocó frente a un papel pintado que representaba un palacio, la sentó en un banco y preparó la foto. Sabina sonrió pese al dolor de pies y a las ganas de que esto acabase pronto para poder echar la carta al correo.

FEB103. MUERTE POR CHOCOLATE, de Félix Valiente

Podría inventar una justificación para su retrato. Escribir, por ejemplo, acerca de momentos pasados que aventurasen motivos sobre lo que hacía, o imaginar aquello que no explicaría lo que nunca sucedió o tal vez no se supo.
Ella mataba.
Quizás mató siempre, desde antes de matar, cuando nació y la vida le fue impuesta, cuando empezó a negar el mundo sin saberlo, dulcemente, sin prisa ni odio premeditado.
Poniéndose el delantal lloraba siempre. Después calmada y resuelta seguía la misma receta, los mismos ingredientes y una nueva víctima: harina, huevos, leche, levadura, veneno, cacao y chocolate líquido para un delicioso y mortal bizcocho de chocolate.
Amasaba, descubriéndose a sí misma cada nueva vez.
Mezclaba, repitiendo en susurros inaudibles el nombre del siguiente.
Horneaba, imaginando el bocado de placer y la explosión de chocolate desparramándose en la boca con fecha de caducidad.
La lista no paraba de crecer. Desde el maltratador del sexto hasta el banquero hijo de puta que sólo habitaba en el segundo por temporadas. Esta vez la invitación a merendar de la inocente y risueña vecina pastelera sería para el pederasta que vivía en el cuarto.
La muerte más dulce posible en el mundo más cruel imaginable.

FEB102. NARCISO ENGAÑADO, de Elena Casero Viana

Ya veo que tú no eres diferente de los demás. También te asusta mi rostro. Odio que me miren con los ojos desorbitados como si vieran un ser repugnante. Me asquea que no se atrevan a tocarme. O que lo hagan, cuando se lo ordeno, con las yemas de los dedos, suavemente, como si el roce les fuera a herir sus delicadas manos. Y cuando me acerco, se hunden, espantados, en el fondo del sillón. Vosotros, hombres considerados, cultos, que veneráis mi retrato, su voluptuosidad, su incitación al placer y os sumergís en su perfección; que suspiráis por el rostro que os muestra el deseo supremo de la belleza y el goce de la inmortalidad, me amáis hasta que esta confusa maldición que vive dentro de mí os arranca el velo de los ojos y me veis tal como soy.
Podéis llevároslo, no lo quiero contemplar nunca más. Detesto ver cómo me consumo en vida, mientras él rejuvenece en cada uno de vuestros desprecios.

FEB101. DORIAN, de Òscar Pareja Bañón

Poesía. Poesía es lo que reflejan mis ojos al verme. Sensaciones. Sensaciones que no se pueden describir con palabras, ya sean escritas o dichas. Mis ojos retienen la vida, el tiempo y su misterio. Me miro y no puedo desear otra cosa que no sea la profundidad de esa mirada. Tiemblo ante el silencio de mis jóvenes labios. Imagino un beso y suspiro ( ). Mis contornos, mis arrugas, son huellas trazadas por un artístico pincel sobre la eternidad de un blanco y anónimo lienzo. Vivo y, sin embargo, muero. Poco a poco, casi sin tiempo para deleitarme con mi propia belleza. Mi corazón no late con la misma intensidad que antes. Podría decir que ya no me pertenece. Se quedó atrapado entre el volumen y la textura de los colores que conforman mi retrato. Mi vida ha dejado de existir. Así lo he decidido. No soportaba tanto dolor causado. No podía seguir así. Mi imagen dibujada tiende a dispersarse, a nublarse, casi a desaparecer, como el tic-tac de un reloj de bolsillo. Como el primer amor. Vuelvo a suspirar. Esta vez, sé que es el definitivo. Unos pasos se acercan. Una puerta se abre. Detrás, sólo aparece mi nombre.

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