Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

DIC21. RESUMEN DE FIN DE AÑO, de Héctor Ramón Romero

¡Como llovía! aquella Navidad, …de niño los recuerdos quedan grabados en el alma y , como el fuego, si te quemas, dejan huellas en la piel
Aquella mañana llegó a nuestra casa, el hermano de mi Madre, después de haber pasado la noche en el hotel tres estrellas del pueblo. Para mi, siendo un niño de ocho años, ese ¨tío¨era un perfecto desconocido, según dijo mi Madre, él era un importante hombre de negocios de la gran ciudad y, venía a exigir la venta de nuestra casa, porque era parte de la herencia que le dejaron los abuelos. Se caía como fruta madura que a ese hombre, enfundado en un impecable traje azul marino, el viaje por la vida no le había enseñado nada.
Hallábase este ¨tío¨, discutiendo acaloradamente  las cláusulas con el abogado de mi Madre,cuando de repente todo cambió como el viento, el tío cayó, como herido por un rayo, en medio de esa tormenta emocional, un infarto hizo justicia familiar. No hubo flores en su entierro,ni música en esa Navidad,asi, como lo trajo la lluvia, asi la tierra  se lo tragó.

DIC20. REGALO DE NAVIDAD, de Héctor Hernández

Aquel diciembre, cuando tenía yo ocho años, mi padrino nos invitó a cenar a su casa para celebrar la primer posada de la temporada navideña. Como casi siempre, mamá no quiso ir, así que solo fuimos papá y yo. Después de la cena, atraídos por el ruido de los cohetes que los muchachos tronaban en el patio, salimos a ver. También allí había mucho licor y todos se veían muy contentos. Estábamos en medio de esa algarabía cuando, de pronto, papá se desplomó junto a mí y no volvió a levantarse. Yo no sabía lo que era una bala perdida, pero escuché a mi padrino decir que eso había matado a  papá.
Luego del funeral, cuando hubimos llegado a casa, mamá se animó a quitarse las gafas oscuras. Me abrazó y con su voz quebrándose me aseguró que todo estaría bien. Los moretones en sus ojos ya casi no se notaban y, según me dijo entre sollozos, las quemaduras de cigarro en mi espalda cicatrizaban bien.

DIC19. EL OLOR DE SU ASESINO, de Inés Zapirain López

La ciudad está repleta de luces de colores. No bebería; pero he decidido volver al pasado, y la Navidad es perfecta.
Camino absorto entre las calles. Recuerdo. Medito cosas extrañas. Especulo si en el más allá existirá alguna bebida espirituosa o algún alucinógeno. ¿No dicen que elegimos a nuestros familiares? Pues estar colocado sería una buena razón para elegir a los míos.
Mi infancia fue caótica: tenía ocho años cuando papá decidió cambiar de sexo, mamá comenzó a prostituirse, y mi hermano enloqueció creyendo ser abducido cada noche. Mi único consuelo era mi hermana; pero murió aquella Nochebuena. Encontraron a Mara con los ojos desorbitados y los labios morados.
La Navidad y sus símbolos comenzaron a asustarme. Dejé de hablar, de comer. Nadie me ayudó. Me marché a los quince, y ahora, tras una década, vuelvo por una razón: Mara.
El destino me arranca de mis pensamientos trayéndome un aroma inconfundible. Reconozco ese olor rancio, el traje rojo, la ceja partida…, es él. Sin mediar palabra arrastro a un hombre disfrazado de Santa Claus hasta el callejón. Entonces, sin testigos, aprieto con fuerza, esperando a que sus labios cambien de color. Sí. Acabo de encontrar un sentido a mi existencia.

DIC18. EL REGALO QUE SIEMPRE ESPERO, de Claudia Elcira Díaz

Otra noche mas,una noche mas.y todavia recuerdo mi primera navidad. Donde el dolor de mi corazon, sigue cobrandose mi tristeza. La mesa siempre en estas ocasiones, la visto de blanco haciendo juego con las servilletas, quiero hacer de esto el simbolo de la paz, en vez de una paloma.Yo todavia espero que aparezcan mis padres,que la guerra nos tuvo que distanciar.Aquella navidad,de niño era esperar las doce, y con mis padres abrir los regalos que papa noel nos traia. Pasaron los años…¡la mesa siempre estara igual!…hasta que parta de este mundo, con la esperanza de volver a verlos.Es el regalo que siempre espero, desde que nos distancio la desgracia. No espero otros regalos, tuve aquellos que me hicieron feliz de verdad.y parece que escucho el crujido de aquellos papeles de regalos, de colores vivos, y los moños que no queria desarmar. y escuchar, la sirena anunciando que llego la navidad, dia que nacio nuestro señor jesucristo. La mesa siempre esta en espera,pero tengo…¡la fe!…que siempre cristo estara en mi puerta, ya que el tambien vivio su propia crucificcion.

DIC17. ¡QUÉ BONITO ERA EL MES DE DICIEMBRE…! de Marcos Santander Llona


Sobre todo su final. Desde principios a los árboles les salían unos frutos como luces, caros, muy caros, frutos para solo ver. Casas, tiendas, escaparates se poblaban de figuritas, bolas y copos de nieve que referenciaban una religión, la VER-DA-DE-RA, my friend. Tristura total.
Yo, en diciembre, también deseaba lo mejor a aquellos a los que deseaba el bien, más o menos como siempre, y lo peor para hipócritas automáticos que se encarrilaban a sabiendas, conscientes, de que después de diciembre estaba el enero de otro diciembre en este puto calendario de la vida. En la resaca de la conmemoración de esa otra religión laica y atea, preparábamos las fauces para deglutir, de manera pomposa, lo que días antes podíamos haber adquirido por la mitad de la mitad de la media vida.
La víspera era la apoteosis, y las bocas lentamente manipuladas iban desgranando dimes y diretes de sordomuda y corta felicidad, y el cura de turno se llevaba a la andorga el trozo de turrón robado de otros muchos hogares en los que iban sonando, a golpe de zambomba y pandereta, los sones de un hambriento villancico para celebrar que estábamos vivos, desde aquella Navidad, de niño. . .

DIC15. AÑORANZA, de Gloria Arcos Lado

Aunque lo intentaba con fuerzas, por mucho que echaba la mirada atrás, no era capaz de  recordar  ninguna Navidad de cuando era niña.
  Sólo podía  recordar que había festejado  esas fiestas con  14 o 15 años.
  Quizás pensaba, se debía a lo precario de su economía familiar. Sólo acudían a su frágil memoria el día de Reyes, que en su hogar era sagrado, pues siempre aparecía algún regalo sobre sus únicos zapatos.
  Hasta que no fue mayor de edad, no fue consciente de lo que tanto le había costado  a su querida madre, su único Rey Mago, hacer realidad las inacabables esperanzas de sus cinco hijos, con tan breves ingresos.
   La mujer hacía verdaderas maravillas, y cuando no tenía con que pagar los regalos, cosía vestiditos para el  único muñeco que poseían, Vicentito.
    Completaba los regalos con canicas, soldaditos de plástico, cuadernos y colores, imprescindibles para el Colegio, a los que añadía algún cuento, envueltos todos ellos en papeles y cintas de colores.
   Sin embargo, sí recordaba que su mayor regalo habían sido unos patines,  con 14 años. Pese a ello añoraba esas lejanas mañanas de Reyes, siempre llenas de sorpresa, aunque nunca se hicieran realidad todas sus expectativas.

DIC14. 1978 a.C. (año Crítico), de Aurora Royo Cañadas

Aquella Navidad, su madre, con el corazón roto, le sacó de la niñez con una noticia que nunca, nunca se les olvidaría. “Los Reyes Magos son pobres, hijo. Han repartido tantos juguetes a los niños que ya no les queda dinero para más. Pero no te preocupes, yo te seguiré haciendo los regalos que los Reyes no pueden traer. Lo que pasa es que mamá también es pobre. No podrá comprar lo que quieras, sino lo que necesites. ¿Lo entiendes, verdad?”

Pues claro que no lo entendía. Era un niño de siete años. No sabía lo que era la paga extra ni la crisis ni el paro. Sólo sabía que a partir de ese día la Reina Maga le iba a llenar los cajones de calcetines, pijamas, camisetas…  Todo lo que pudiese servirle para capear el crudo aire del Cierzo. La Reina Maga tampoco podía pagar la calefacción.

DIC13. LA NOCHE DE LA REINA, de Montaña Campón Pérez

Cada cinco de enero la abuela ritualizaba un piscolabis para los Magos: turrón del duro, tres copitas de jerez, y agua para los camellos. Tan insignes invitados apenas comían un bocado de turrón, apuraban el jerez y derramaban el agua. Fueron infalibles siempre, nos dejaban los regalos pretendidos y a la abuela… un poco piripi.

DIC12. UN CUENTO DE NAVIDAD, de Ginette Gilart

Erase una vez una niña a la que no le gustaba nada, nada la Navidad. No soportaba ver las calles iluminadas, los escaparates de las tiendas llenos de juguetes y tampoco a las niñas de su clase, eufóricas por la llegada de las fiestas que suponían para ellas reuniones familiares y regalos abundantes.
En su casa, la Nochebuena no se distinguía mucho más de las demás noches; un mantel distinto, una cena un poco especial, algún regalito y nada más. Ella disimulaba como podía su decepción, pero por la noche, en su cama, se echaba a llorar y llorar.
Unas Navidades, de sus lágrimas creyó ver saltar una chispa, era un ser minúsculo, tal vez un duendecillo o un hada buena que le susurró:”No llores más, duérmete y sueña, sueña lo que desees y tu sueño se cumplirá»  La niña obedeció y se durmió plácidamente.
Al año siguiente, todo cambió. En esa casa brillaba una estrella. Era la niña, que de tanto soñar, se había rodeado de una luz radiante que repartía sonrisas y buen humor a su alrededor. Había conseguido ablandar y alegrar el corazón de los que allí vivían.

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DIC11. UN REGALO INESPERADO, de Nuria Casado Marco

Todas las Navidades, estrujaba su cerebro, para complacer a sus pequeños el día de Nochebuena, con los pocos medios de que disponía. Sus regalos nunca coincidían con los deseos de ellos, pero lo paliaba con grandes dosis de imaginación, dedicación y amor. Recordaba sus navidades de niña en el pueblo, en las que la escasez de dinero no era obstáculo para la diversión, y por ende, se afanaba en preparar envoltorios de colores, papelitos con mensajes enigmáticos, lacitos imposibles, que enterraban la sorpresa final siempre exigua. Pero aquellas navidades serían distintas, el día 23 de diciembre aquellos hombres les despojarían de su casa. Miró tristemente su hogar, pensando que debía luchar por ellos hasta el final. Aquel día se levantó temprano, y rodeada de sus escasas pertenencias y de sus hijos, se sentó a esperar el fatal desenlace. Cuando oyó voces que cuyo volumen fue creciendo según se acercaban. Se asomó a la ventana, y comprobó emocionada, a una marea humana agolpándose a la entrada de la casa, e impidiendo la entrada a toda persona ajena a la misma.  Tendría que darse prisa para preparar su particular fiesta, aunque el mayor regalo ya se lo habían hecho.

DIC10. MARCADA, de Mayte González-Mozos

  “Te llevaré a visitar bellas ciudades revestidas con luces mejores que ésta”. Y ella, que llegaba tarde a casa, echó a correr. Al día siguiente, él, le propuso viajes a lejanos países donde hay trineos, y la nieve es protagonista. Y mi prima, seguramente, levantaría sus ojos glaucos cargados de timidez.
      Una mala mañana de Navidad él fue a buscarla entre los columpios. La llamó aparte y puso una pulsera en su muñeca izquierda, que ella nunca enseñó. Un atardecer escarlata, en el rincón más apartado del parque, a la vez que se oían villancicos, le dijo: “no hables de esto; a todas les pasa”. Y un buen día después de Reyes, mientras él disimulando esperaba a mi prima frente al colegio, fue detenido.
     Ahora, cada vez que llega la Navidad; y ella que ya es toda una mujer, no quiere saber de calles iluminadas, de regalos, de promesas ni de hombres. Sólo a mí me explicó el porqué.

DIC08. SOTIRIOS VISITA EL SENDERO DEL AGUA, de Sotirios Moutsanas

Toc… Toc…
—Señor Bill, le estábamos esperando, bienvenido al Sendero del Agua. Hemos hecho lo que nos había pedido. Ya tiene la mejor habitación  con vistas y hemos adquirido el mejor pescado, y carne de primerísima categoría. Normalmente la gente viene por unos días, pero como usted reservó por un mes nos ha sorprendido gratamente.
En los días venideros mi relación  con Juan fue explosiva. Es casi imposible encontrar dos personas  enamoradas  con la literatura, locos por el senderismo, y entusiasmados por el juego de ajedrez a la vez. Durante nuestros partidos, de cada tres juegos le dejaba ganar uno. ¿Tendrá razón mi  psiquiatra  que dice que tengo el síndrome de mal perder? Pasábamos horas juntos, leyendo cada cuento y expresando nuestra opinión. Muy pronto ya tenía su plena confianza  y contestaba los mensajes como Jams.
—Bill, cuando remitan el ganador de aquella Navidad de niño, me lo notificas.
—Descuida, Juan…
¡Aquí está! Ahora jaquearé el nombre, y podré el nombre del glorioso.
¡No! ¿No puede ser?
—Bill, ¿por qué lloras? ¡Vaya, Sotirios ganó el concurso!
—¡Gracias a Dios! A ver si este pesado nos deja en paz.
—Bill, deja de lloriquear como una niñita y echemos una partida.

 http://en.wikipedia.org/wiki/Sotirios_Moutsanas

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