Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

OCT63. PIES DESCALZOS SOBRE LA ARENA, de Mª Carmen Rodríguez Rodríguez (Rotsita)

Una muchacha  por la orilla del mar al atardecer paseaba,
 cogiendo piedras marinas y conchas vacías caminaba,
mientras sus pies descalzos en la arena su huella dejaban,
a cada momento una ola  de las profundidades marinas salia,
mojando así sus pies desnudos, y hasta su vestido de seda mojaban,
a ella esa humedad le gustaba.
El sol ocultándose en el horizonte…
ya casi no quedaba luz del día,
 y la muchacha paseando por la orilla del mar seguía.
De  pronto la ola que sus pies mojaba,
 en la arena una estrella de mar depositó,
ella sorprendida, en su mano la cogió
 ¿que significaba aquella estrella marina?
Mientras… al cielo con emoción miraba,
ya la estrella polar en el firmamento con intensidad brillaba,
 ¿que era aquella casualidad?
 ¿ que era aquel suceso que a orilla del mar se producía?
Ella paseaba por la orilla, y la estrella en su camino se cruzó,
y en el cielo… la estrella polar su camino alumbraba.
En un momento tres estrellas allí se juntaron,
la estrella polar  en el cielo brillaba,
la estrella  de mar que en su mano ella tenia…
 y otra casualidad era, que la muchacha… de nombre Estrella se llamaba.

 http://maryluna.mundoforo.com

OCT62. EL CAZADOR, de Dylan Martínez

Entre la espesura del bosque, soportando la tensa espera, miró al cielo, allí estaban; las lágrimas resbalaron por su cara, intentó recordar cuándo había sido la última vez que se había sentido así  y no lo recordó, quizá porque fue en la adolescencia, en la infancia, cuando la vida no podía volverse amenazante ni cruel, cuando no se pensaba en la enfermedad, en el abandono, en el dolor, en las dudas, en la soledad, en el miedo.
Allí estaba él, mirando las tres estrellas, deslumbrado por su brillantez, recordando las historias que su abuelo en noches como esta le contaba sobre el Cazador mientras que agazapados, acechaban en la oscuridad cualquier atisbo de movimiento.

OCT61. OSCURIDAD, de Rafa Heredero García

El Contador de Estrellas, encargado de vigilar el cielo cada noche, es elegido por los Sacerdotes siguiendo el rito de una ancestral ceremonia. Si descubre, al realizar sus cálculos mistéricos desde el observatorio, que tres estrellas han desaparecido, sabrá con certeza que una muchacha núbil ha perdido su virginidad. Así ha sido siempre. Deberá acudir al templo para comunicarlo, y allí, sobre el gran mapa cósmico que domina la cúpula, se borrarán las estrellas apagadas y el Cartógrafo Celeste trazará, entre los huecos que ha dejado otra noche de pecado, las líneas invisibles que dibujan el Triángulo. Este será comparado después con los diseños que la Adivina realiza tras cada nacimiento, y que son custodiados desde entonces por el Guardián de la Virtud junto con nuestros nombres.
Y la impura es descubierta.
Harán tañer con furia las campanas hasta que sea encerrada en una estrecha celda que no tiene ventanas, donde están prohibidas las antorchas, y allí pasará el resto de su vida sin contacto con ser humano alguno. Yo no sabía que el castigo podría resultar aún más duro. Por eso te lo cuento tantas veces, mi niña, para que cuando nazcas nunca le tengas miedo a la oscuridad.

OCT60. FUEGOS ARTIFICIALES, de Carmen Martínez Marín

Había días de todos los colores en la casa de Juan, encerrado en ese campo extenso sin árboles, sin nadie, sólo él y los pájaros que atravesaban las tonalidades de su existir. Al cerrarse el día se sienta en el porche, en los días de sol, de lluvia o con el cielo encapotado en las noches de copiosas nieves.  Juan tiene unos prismáticos heredados de su tío, el almirante, que mientras estuvo embarcado le escribió infinidad de misivas contándole los nombres de las constelaciones, estrellas y  luceros, incluido, el del alba. Todo lo  avistado en alta mar en su travesía de los días con sus noches.
        Ahora es, cuando Juan mira la bóveda del mundo en su oscuro y trémulo cielo, en su soledad de ermitaño sin cueva. Abandonó hace mucho tiempo la idea de surcar los mares emulando a aquel lobo de mar que fue el almirante.  Decidió asilarse en aquel labrantío que, sólo se parecía al mar porque compartía el mismo cielo.
        Ayudado por sus notas, los prismáticos y una pequeña linterna, busca cada noche a Altair, Sirius y Naos. Las tres estrellas que estaba empeñado en calcular su distancia en años luz. Si las noches, no son claras, tira cohetes de fuegos artificiales para iluminar su ilusión.

 http://aymaricarmen.blogspot.com/

OCT59. EL ERROR, de Karina De Paolo

Golpes de patadas en la puerta,  manos arrancándola de la cama. La venda en sus ojos, la mordaza en su boca. Los gritos llamándola por un nombre que no es suyo.
Su cuerpo siendo arrastrado hasta un vehículo, el viaje soportando el manoseo, los insultos, las vejaciones. La llegada hasta ese lugar helado, silencioso, húmedo.
La sensación de su cuerpo desnudo sobre la superficie de metal donde la están esposando. El baldazo de agua fría, la electricidad punzante de la picana en sus lugares más íntimos.
Las preguntas.  Las respuestas que no conoce.  Sus lágrimas.
El sonido de un teléfono que suena a los lejos.
Alguien que entra dando órdenes. Enojado, exasperado.  Insulta a todos y les reprocha que se hayan equivocado. Esta mujer no es la que están buscando. Las torturas, que por fin, paran.
Esa  voz que imperante le dice al oído que lo entienda,  pero tiene que borrar las pruebas.
Siente el frío del revólver en su sien. En la desesperación de rogar por su vida se descorre levemente la venda de sus ojos.  Lo último que puede entrever son esas tres estrellas que brillan en el hombro, de quién sin piedad, ejecuta el disparo.

 http://palabrasdesindel.blogspot.com.ar/

OCT58. CRÓNICA DE UN DÍA CUALQUIERA, de Joaquín Valls Arnau

Cada mañana me despido de ti con un beso en cada mejilla y un breve abrazo. Luego permanezco tras la reja y te observo mientras cruzas el patio, esperando a que vuelvas la cabeza y me dediques una sonrisa, como hacías al principio.
No imaginas cuánto me gustaría, por una vez, tornarme invisible, dejar mi cuerpo abandonado sobre la acera y acompañarte hasta la clase. Pasaría el día entero a tu lado y quizás obtendría por fin las respuestas que me niegas cuando te pregunto. Sabría así con quién juegas, si compartes tus cosas, si te dejan las suyas, si te aprecian. Te escucharía leer en voz alta y seguiría tu trazo en los primeros dictados. Comprobaría si estás atento o si, como sospecho, prefieres dejar que tu mente, traspasando las cristaleras, vuele hasta el jardín para hacer compañía a los pájaros; o acaso hasta el cielo, allí donde se encuentran tus estrellas preferidas, ésas que forman la constelación de Orión.
A las cinco recuperaría mi forma corpórea para estar de nuevo en la calle cuando salieses. Allí me encontrarías, puntual como todos los días, con mis manos aferrando los barrotes de la verja, buscando tu mirada.

OCT57. TRISTE SOLEDAD, de Rafael Urbano Ojeda

Todas las noches salía al porche para hablar con ellas. Era su momento más feliz del día. Antonio, un anciano de noventa años, vivía solo en una casita en el campo. Su única compañía eran sus continuos recuerdos, una maldita artritis y tres estrellas que cada noche compartían con él su triste soledad. En cuanto anochecía, Antonio se arreglaba, como si fuera de paseo, se sentaba debajo de la parra de su porche y hablaba con ellas. A cada una les puso un nombre, eran para él como la familia que ya no tenía. Les contaba lo feliz que fue en esa casa, en otro tiempo, con su mujer y su hijo, que el implacable destino le arrebató. Una noche faltó a la cita y las tres estrellas, inquietas, observaron una luz brillante que se entremetía por la parra al encuentro de ellas. Desde ese momento, fueron cuatro.

OCT54. 13 RAZONES, de Miguel Pereira Rodrigo

El zumbido de una mosca en el oído; la carne seca sobre el plato a precio de oro en aquel restaurante tan caro; esa breve mueca que añora una sonrisa en la cara del patán de su jefe; desfallecimiento de las pilas del mando del televisor aquella apática noche de lluvia;… interrumpiendo la enumeración se disparan en su mirada las imágenes sobreexpuestas: la luna asoma entre las frondosas ramas, un ciervo en la carretera, el volante girado, los cuerpos centrifugados, gritos enmudecidos, amasijo de hierros, ruidos de sirena, la vida en ámbar y rojo…
Empuja el respaldo de madera con el desdén de un pie cansado; intenta caer un cuerpo frenado por esa soga que férreamente abraza su cuello, mientras la silla se pronuncia rotunda contra el suelo; péndula la carne todavía fresca; da dos descoordinadas patadas de braza al aire; sonríe por última vez, casi sin fuerzas, a sabiendas que pronto estarán las tres estrellas brillando en el firmamento.

 http://cuentospigmeos.blogspot.com.es/

OCT53. BAJO LAS MISMAS ESTRELLAS, de Antonia Toscano López

Volvía tarde aquella helada noche, tan tarde que le acompañaba el ritmo acompasado de sus pasos y su sonoro eco en el silencio de las esquinas. El acordeón en bandolera le pesaba dolorosamente sobre su espalda estremecida y encogida por el frío y sus manos le colgaban desnudas como carámbanos bamboleantes a lo largo de su cuerpo. Estaba deseando soltar todas aquellas monedas que la gente que poblaba animadamente las calles llenas de luminosos escaparates, habían depositado en su gorro de lana, aunque aún no era Navidad. Hizo un gesto para colocar sus ateridos huesos y al levantar la cabeza se dio cuenta de lo limpio y oscuro que era el cielo y recordó a su familia lejana, allá en los Cárpatos, el cálido cuerpo de su mujer, el alboroto de sus hijos y a su padre señalándole con el dedo el cinturón de Orión, el collar de perlas azules que brillaba en aquel momento en el cielo. De pronto se sintió solo en mitad del universo, de pronto comprendió que también sus vidas estaban latiendo bajo las mismas estrellas. Aquella noche su felicidad fue grande, pero no tanto como su añoranza.

  antoniatoscanolopez.blogspot.com

OCT52. LUZ, de Silvia Asensio García

Embarcamos al amanecer en el portaviones con rumbo desconocido. A la llegada  y ya en el campo de batalla el ruido de las sirenas era una orquesta desafinada amenizada de fondo por las chillonas ametralladoras y las explosivas granadas que parecía que cantaban a capela.
En la lejanía se veían los tanques deslizándose como si de lagartos gigantes se tratara. Detrás de la trinchera aguardábamos agazapados el momento más propicio para cruzar el campo enemigo como si fuera  el  “Rubicón”.
Miles de luces parpadeantes surcaban el cielo e iluminaban la noche otoñal más oscura y sangrienta. Sólo pude ver 3 estrellas: las del uniforme de mi capitán haciéndome un torniquete en mi maltrecha pierna.
 Después mi vista fue perdiéndose  en el vacio hasta que se diluyó del todo. Doscientos soldados perdieron la vida. Yo, tuve suerte, sólo perdí la pierna.

OCT51. LA PRUEBA DEL ARQUERO, de Ana Fúster

La ondulante arena de la Media Luna Vacía trababa los pies de los jóvenes aspirantes, que sentían cómo la inquietud transformaba sus manos en agua: aquella noche iban a ser sometidos a la prueba de agudeza visual que determinaría su ingreso en el real cuerpo de arqueros.
Pronto el capitán detuvo la marcha y ordenó que formasen. Después fue aproximándose a los jóvenes de uno en uno y susurrándoles algo al oído. Shafik veía cómo sus compañeros miraban al cielo y murmuraban una palabra. Cuando llegó su turno, el capitán le pidió que fijase la vista en un punto de la constelación del Féretro, aquella que otros pueblos llaman el Carro, y le dijese cuántas estrellas veía. “Tres”, respondió sin dudarlo.
Shafik jamás fue admitido en los arqueros reales, y hasta la misma noche de su muerte Mizar y Alcor, las dos estrellas que le habían arrebatado su destino de gloria, parecían mofarse de él desde su dualidad incontestable.
Cuando cientos de años más tarde el astrónomo Liebknecht descubrió una estrella que llamó Sidus Ludoviciana entre Mizar y Alcor, los huesos pulverizados de Shafik danzaron con el viento sobre las dunas de su tumba de arena.

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