Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SCHADENFREUDE

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta tercera propuesta es el término alemán SCHADENFREUDE, que viene a significar la "alegría por el mal ajeno" Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de MAYO

Relatos

28. Luna llena sobre la tierra prometida

Estampidas  de luz y humo inundan la noche ardiente, desgraciadamente, esto no es una fiesta.

Con los niños en brazos y lo imprescindible en una mochila, echamos a andar, “quizás buscando la vida o buscando la muerte, eso nunca se sabe”

Como la mujer de Lot no puedo evitar mirar atrás y veo alzarse columnas de humo en lo que hace un momento era nuestra casa.

La luna llena ilumina las hileras humanas al borde de la carretera y torna blanquecinos los aterrorizados rostros.

Tal vez tengamos suerte y podamos cobijarnos en algún lugar.

Tal vez   podamos pasar allí  una noche tranquilos, sin bombardeos, ni muertos.

Tal vez la buena fortuna permita que podamos llegar a un campo de refugiados donde nos espera el hacinamiento, el hambre y la inhumanidad absoluta, pero conservemos la vida.

Tal vez llegue un día en el que sobrevivir no sea el único objetivo.

27. AUSENCIA (Concha García Ros)

No sabré si fue el Prozac o la luna llena. Y qué más da. Al menos recuerdo llevarle orquídeas, que siempre le gustaron, a la cima donde ocurrió.

Desperté temprano, hoy todo es distinto. Soy capaz de ver su ropa en el armario y aguantar el tipo. Me atrevo a salir a la calle sin arrastrar los pies al andar. Mis ojos no están enrojecidos ni tengo la mirada extraviada. Hasta devuelvo el saludo.

Es el secreto. Sé que esta madrugada, como todos los plenilunios, un aullido quebrado se colará furtivo por mi ventana y volveremos a ser dos.

26. Pondré a tus pies el firmamento (Lola Pacheco)

 

Cuando Neil volvió a casa tras su viaje de negocios, su mujer le recibió como siempre con ojos de niña mimada:

– ¿Qué es, qué es? – preguntaba impaciente. Colocó sobre la mesa una pesada caja que ella abrió en segundos – ¡La luna! ¡Me la has traído!

Neil colgó el satélite del techo y bajó las persianas. El salón quedó invadido al instante por una tenue luz plateada y el desenfreno de los que reviven su luna de miel. Durante meses todo fluyó dulcemente en aquella estancia: cenaban a la luz de la luna, hacían el amor, escuchaban a Fiordaliso entre miradas cómplices…

Pero hace unas semanas, su mujer le ha dicho que quiere ser madre, y que sería ideal preparar antes un soleado cuarto de juegos para el bebé. Y Neil se ha visto debatiéndose entre el deseo de complacer a quien más ama y una incipiente conciencia social. Porque la humanidad podrá subsistir sin mareas ni lunas llenas, pero hacerlo sin puestas de sol…

Ahora Neil se asoma apesadumbrado al balcón buscando respuestas en las estrellas; sigue preguntándose si habrá tomado la decisión correcta, y solo tiene claro que, en caso de ser niño, se llamará Lorenzo.

 

25. LA SIEGA ( de Piluca Illana Herraiz)

Era verano, pleno mes de agosto, el día había sido demasiado largo y por eso… agotador. El calor se pegaba en sus brazos desnudos. En su mano derecha sujetaba una hoz, que movía diestramente a derecha, a izquierda y viceversa. La izquierda la enfundaba con una zoqueta que la protegía de los cortes perdidos y afilados que de vez en cuando la cortante herramienta volteaba al azar.

Estaba cansada. La siega ese año no acababa nunca y el campo se extendía amarillo e infinito a lo largo de lo que su vista alcanzaba. El sol brillaba con más fuerza que nunca, sus rayos dorados quemaban como fuego tostándole la piel y escociéndole los ojos.
Quería que la noche pintara de negro la bóveda celeste y así, sin luz para alumbrar el sembrado, poder descansar y recuperarse para la siguiente jornada. Pero el cielo, aquel día, no quería oscurecerse y cuando llegó la noche nuevos rayos volvieron a brillar en el firmamento estrellado, y aunque eran fríos y plateados también iluminaban la mieses que seguían desfilando cimbreándose ante ella.
Una vez más no habría descanso –pensó-
Bajo la luna llena, la siega continuaría…

 

24. OSCURIDAD

Tres veces golpearon en la puerta, tres guijarros lanzaron al cristal de la ventana y tres aullidos se oyeron en el eco oscuro y sombrío de la noche.

No me atrevía a despojarme de las sabanas que junto a la colcha escondían mi cuerpo. No me atrevía a deslizar ni un solo miembro fuera de ese muro de defensa. Pasaron cinco minutos o diez, quizás alguno más. Parecía que el silencio me acompañaba de nuevo y asomé los ojos por el embozo de la cama.

La luna llena iluminaba el exterior que se mostraba tranquilo. La excitación y mi continuo insomnio me pudo. Bajé del lecho y de puntillas me acerqué al tragaluz que adornaba mi estancia. Observé, miré y oteé sin que nada me indicara amenaza alguna.

Abrí el pestillo y respiré hondo la brisa de otoño, me dejé llevar por su aroma, su humedad y su sensual frescura. Todo mi cuerpo se embriagó de erotismo y deseo, mis labios se abrieron y mostraron mis blancos colmillos ávidos de almas puras y sedientos de sangre cálida.

Quizás los lobos se habían cansado de incitarme a la lucha y me dejaran volar para calmar mi hambre y mi lujuria.

23. MELÓN Y BESOS (Historia de la luna de miel) Mercedes Marín del Valle

Decidieron no salir, era muy tarde y el camino estaba oscuro. Quizá fuera el mejor día para admirar las Perseidas, sin embargo, el día de San Lorenzo ya había pasado y tanta lágrima no era posible ni siquiera para un santo.
Ella, sentada frente a él escribía notas en los márgenes de una hoja garabateada. Él, como un pinchadiscos experimentado, probaba una y otra melodía, mirándola luego y esperando su sonrisa aprobatoria.
A ella le encantaba que él la llamara y le pidiera opinión sobre sus hallazgos musicales. A él le gustaba que ella lo besara incansablemente. Él era su son y ella era su enredadera y como tales bailaban entrelazados sin prestar atención al tiempo, cuando la luna, no pudiendo consentir tanta dulzura sin estar ella presente, salió urgentemente de su casa, decidiendo de manera impulsiva, mostrarles a esos dos su cara oculta.
Cuando los novios la vieron frente a su ventana se estremecieron de gozo ante tamaño prodigio y desearon que compartiera con ellos la mesa. La luna solo quiso melón y ellos se alimentaron de besos.

22. CUENTO CLÁSICO REVISADO BAJO LA LUZ DE LA MODERNIDAD

Primero fue la amenaza de cárcel tras besar al sapo. El argumento de que podía ser su príncipe no le sirvió de nada. El funcionario le advirtió, ensayando una exagerada cara de asco, que se jugaba la libertad si volvía a tocar esa especie protegida. “Son las leyes, son las leyes”. Después la imposibilidad de encontrar perdices; lo más parecido que halló era un sucedáneo deconstruido envasado en jugo de arándanos. También fue heroico saltar las cercas pinchosas que partían el monte en trozos, bajo, otra vez, la amenaza de cárcel por invadir una propiedad privada. Pero esquivó las dificultades (se hizo grande con ellas) y fue al lugar donde su amado debía esperarla, ya transformado en humano. El halcón mensajero había entregado unas instrucciones muy claras. Nada podía fallar. Ella deseaba besarlo sin prisa, con el resplandor de la luna reflejado en sus ojos. Sin embargo, al llegar, resopló de rabia, colocó los brazos en jarra y, mirando el firmamento, comprendió que no iba a ser posible: una impenetrable nube de polución lo encapotaba todo.

21. LA HISTORIA SE REPITE

Es de noche y suenan los cohetes mientras el cielo se ilumina con mil colores que invitan a salir de casa.

Por eso, todos los niños corren por las calles buscando las señales mientras sus madres, carentes de sueños que pueblen sus madrugadas, huyen tras ellos.

            Nos contaron: Alegría, bullicio, fiestas… ganas de vivir ahora que el verano castiga con calores que no se desvanecen tras el anochecer,

            Pero… …

            Nos engañaron: Miedo, ansiedad, nuevo ataque nocturno… ganas de vivir aunque sea una vida prestada sin sentido, encerrados en sus roídos zapatos.

            Y todo sucede bajo la luna llena.

La misma, me refiero a la luna, que situada sobre Gaza llora estrellas apagadas mientras el poeta maldice

y un niño, que no regresará a su casa, sueña con estrellas brillantes.

20. Esta noche cuento que te quiero. Capítulo VIII.

Tras pasar por el hospital y comprobar desde la distancia que su padre se encontraba estable se marchó a su cita.

El hotel era iluminado bajo la luna llena de forma distinta a otras veces. Entró en él, se acercó a la recepción y allí preguntó por la habitación número 10.

La están esperando – Contestó un hombre de volumen ancho, con bigote y una camisa blanca llena de lamparones, sentado detrás del mostrador.

Emma subió, se acercó a la puerta y llamó varias veces.

Silvia abrió la puerta vestida con un camisón de trasparencias negro, dejando insinuar su cuerpo.

Pasa Emma.

Emma ojeo la habitación: Una cama, una silla, un espejo y una puerta que daba al baño era el único mobiliario que la decoraba.

¿Entonces aquí es donde tú y ese hombre sois felices?

Emma, calla – Silvia se abalanzó sobre ella, besándola en los labios con ternura haciendo regresar a Emma aquel campamento de verano.

Las dos cayeron sobre la cama dando rienda suelta a la pasión. Silvia apartó un momento los labios de Emma de los suyos, y le dijo: – Esta noche te cuento que te quiero, Emma…

 

 

18. HADARA

“El llanto es una cascada incontenible en ciertas noches de luna llena y la risa parece un tren de cascabeles bailando bajo su luz”.  -Así hablaba mi abuela, la dama más sabia de la familia, a la que jamás vimos llorar o reír cuando los demás lo hacíamos.

Una noche de cada mes, coincidiendo con el plenilunio, se iba a algún lugar recóndito del bosque que circundaba nuestra casa y no volvía hasta el día siguiente, algo más cansada pero también más serena que nunca.

Durante sus periódicas ausencias nadie dormía en el pueblo porque no queríamos perdernos la magia que,  invariablemente,  acontecía.

Algunas de esas noches, las nubes descargaban durante horas una lluvia mansa y refrescante que vivificaba las maltrechas cosechas y otras, el aire se llenaba de hermosos sonidos al paso de cientos de pájaros, mariposas  y  benéficos  roedores.

Entonces mirábamos hacia el bosque, donde sabíamos que la abuela estaría llorando o riendo bajo la luna llena.

Su nombre era Hadara, pero yo siempre la llamé Hada.

17. EL INFLUJO DE LA LUNA LLENA ( Inés Z.)

Cuando Anatole hace el amor con Emilia, le habla en francés. Piensa que en su lengua materna podrá expresar mejor sus sentimientos; cree que así traspasará su piel, la fascia, los músculos… Imagina poder llegar a esa zona pura e intrínseca de cada uno: el alma. Emilia no le entiende; pero le gusta el sonido suave de una lengua que no es la suya.

Esta noche ambos miran al cielo. Ha llegado esa fase lunar en la que ella desaparece cuando todo duerme.

Emilia abandona la casita del cementerio envuelta en sombras. Se dirige hacia la calle San Lorenzo y tuerce a la derecha. Allí se arrodilla, posando sus manos sobre una tumba.

Pronto, los susurros que salen de sus labios son llevados por el viento a través de los cipreses. Un aroma balsámico le precede. Él llega. El cuerpo de Emilia se desvanece.

Anatole sale de su escondite tras un ángel de piedra. Recoge el cuerpo de Emilia y lo devuelve a casa. Debe cuidarlo hasta que la luna cambie y ella vuelva.

Recostada sobre la cama, así, inconsciente, Anatole la mira. Siente celos del marido muerto. Sabe que por mucho que ame ese cuerpo, jamás poseerá su alma.

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