Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

SERENDIPIA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en SERENDIPIA

Bienvenid@s a ENTC 2025 ya estamos en nuestro 15º AÑO de concurso, y hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores. En esta ocasión serán LA SERENDIPIA. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 DE NOVIEMBRE

Relatos

22. Las dudas de Teseo

Desnortado en aquel dédalo implacable, tiró del hilo dorado, pero la verdad es, que no sabía si decantarse por la senda que dibujaba la hilera de garbanzos esparcidos por el camino. Al final hizo más caso al reguerito de sangre aún caliente. Al fin y al cabo, despedazaría el minotauro herido para comérselo, si no conseguía encontrar la salida.

21. Entre tinieblas (María Elena Sánchez Álvarez)

Sabía que podría pasar. Eran dos almas dependientes, con rescoldos del pasado y un fuego sin sofocar. Ella, esclava de su soledad, él, del abandono. Tía Gela, supo, cuando se hizo cargo de él, que no debía contradecirle, sabía que tenía que ser comprensiva, al tiempo que, estrictamente intolerante con sus quimeras. Pero desde que se postró en cama, dejó de conducir los designios del futuro de su sobrino Iván.
Él, dormía en la habitación contigua donde se sumergía en un sueño tan profundo que conseguía morirse cada noche. Sin embargo, aquella madrugada, los gritos aterradores de la anciana le resucitaron.
Comenzó a balancearse con movimientos repetitivos. Sus palabras nacían confusas y crecían sin sentido. Nuevamente, sintió la amenaza y la persecución de la octogenaria. Sus pensamientos desorganizados, inmersos en un laberinto en busca de una salida, fueron suficientes para avivar la hoguera.
Tras el silencio, la encrucijada. Tuvieron que sortear varias puertas y pasillos hasta encontrarlos. Tía Gela, yacía en el suelo, mientras él, desfallecía meciéndose en su propia orina.
Han pasado los meses, e Iván sigue huérfano de empatía y abismado por las alucinaciones. Cuando abre los ojos, se los vuelven a cerrar.

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19. Debí quedarme callado (Ricardo González)

 

Paseará solo por toda la casa, me dijo. Pero ¿cómo es posible que aspire los rincones o tras las puertas? Me da que deberé acompañarle.

 

-Ese timbre no es de la puerta, huele raro en la cocina. ¡¡¡La leche!!!

Porqué no me leí el manual del microondas en aquel momento.

 

-¡Sacarina! ¿Dooonnnde estaaass?  

Debí quedarme callado.

 

¿Dónde va el jabón y donde el suavizante y donde iré yo?

Debí quedarme callado.  

 

¿El pantalón ha de tenderse por las patas o la cintura?

Debí quedarme callado.

 

¿Qué es pochar la cebolla hasta que pierda el orgullo? Se me ocurre leerle a Confucio o mejor, leerlo yo.

Debí quedarme callado.

 

¿Cuál es la presión correcta para que estas extrañas tiras de fregona empiecen a absorber y no al revés?

Debí quedarme callado.

 

¡Como se me ocurre pensar ahora donde terminará el manojo de pelos del desagüe de la ducha! Jamás los había visto. ¿Serán todos míos?

 

Debí quedarme callado. Yo no estaría sufriendo solo, ella no estaría gozando en aquel spa y, sobre todo, este laberinto tendría salida.

18. Rebeca en el laberinto arterial

Entre postreros suspiros primaverales y pre-pinceladas estivales, Rebeca ha sido engullida por el laberinto. Sabe con certeza que día entró en él, pero desconoce cuando encontrará la salida. Mientras recorre diversas bifurcaciones atraviesa una ensalada de sentimientos. Se muestra valiente cuando comienza a taconear con fuerza, desinformada y perdida en algunos puntos de avituallamiento, alerta cuando consigue llegar al destino. En este viaje que ha emprendido conocerá un sinfín de personajes con uniformes de colores. Hasta ahora los que mandan van de  blanco, otros van de un lado a otro con sus carritos, vestidos de rosa. Aparecen por doquier unos azulados que se empeñan en clavar agujas, algunos más atrevidos de morado. Sin embargo, no recuerda haber visto sujetos de verde esperanza. Se siente serena, al siguiente minuto intranquila, sigue adelante. Quiere ser independiente el resto del recorrido pero se agarrará a las manos que salgan tras los arbustos cuando necesite ayuda. Ella adora caminar aunque le atormenta la prohibición de usar por un tiempo su permiso B, seguramente nada comparable al miedo que tendrá cuando la invadan. Día a día descubrirá que no hace falta un motor para superar los obstáculos si se deja guiar por sus sabias piernas.

17. «Estrella en las nubes» (María José Escudero)

No la vimos entrar en el laberinto.Una tarde de lluvia se extravió mientras bailaba un vals y ya no supo volver a casa.

De repente los recuerdos se espantaron. Se le enredaron los nombres, las fechas se amotinaron, y una mueca de recelo se le instaló en la cara. Comenzó a esconder tesoros, a caminar errante por las calles y las plazas, a rebelarse. Luego aminoró la marcha, cedió el paso al olvido y , acomodada en su nube, se fue quedando callada.

A veces se despierta del silencio y canta. Tararea melodías, repite estribillos que se ocultan y destapan en su memoria; y si alguien le pregunta: Estrella, ¿quién ha venido a verte? Ella, como si saliera de un sueño, contesta ufana: Mis hijos, mis hijos…Y, por un rato, se escapa de su nebulosa y nos vamos de paseo, a mirar fotografías o a jugar a las cartas.

16. 使用說明 (Susana Revuelta)

Nada, que no avanzo. Me he perdido, sí, lo reconozco. No consigo pasar del primer escollo y eso que solo hay dos. No puede ser tan difícil, por mucho que se empeñen en complicarlo poniendo estas letras enanas adrede, si casi no se ven. Ahora mismo voy a por mis gafas y empiezo desde el principio. Tengo que salir de este atolladero yo sola, no pienso aguantarle las bromitas a Miguel cuando vea que no he sabido cambiar la clave. De eso nada.

«Desde una posición indicada, gire a la derecha, inserte su código. Por favor, recuerde un código que insertó». Esto último sobra, la verdad, aunque hay mucho zote por ahí… Pero ¿cuál será esa «posición indicada»? Aquí falta un dibujo, yo creo. A veeer, un número que no se me olvide… ¡Ya está! El 1·5·0, o sea, la multa que pagué ayer por hablar por el móvil con Miguel, que siempre me llama cuando estoy conduciendo. Encima por su culpa me he metido en este berenjenal, «nena, compra un candado donde los chinos que no me fío de los aeropuertos».

Esto sigue sin cerrar, grrr… ¡Hala, a tomar por saco el puñetero chisme este, que ya estoy harta!

 

15. EN LA ONDA ( BLUESS)

–         1976.

Timy, bautizado Eutimio Borbojero, observaba perplejo como su padre quemaba en la bañera la camisa azul. Él escuchaba Brown Sugar en el tocata, si bien no entendía la letra.

“chick ,uff, knack, uff…”

–          Años 80.

Nuestro  héroe optó por apuntarse a la movida, menuda Escuela de Calor aquella. Afiliado al partido alfa no llegó a trepar alto, su timidez e indecisión no le ayudaron en la tarea. Cristobalito sí llegó Arriba y eso que no parecía muy listo el chico.

“chick, uff, knack, uff…”

–         Los 90.

Conoció a Paquita, acabó a duras penas Filosofía Pura y se casó tras una docena de años de convivencia. Tuvieron a Marco Antonio, disputas en la familia por el dichoso nombre.

–          2004

Como buen españolito Timy se hipotecó, entró en la categoría de divorciados y finalmente se abrió un facebook.

“ chick, uff, knack, uff…”

–     2014.

La calvicie de Tom ya no era tan incipiente, el tatuaje y el piercing  en la oreja, aunque “elegante” según repetía, proyectaba una imagen triste  de nuestro hombre. De fondo se oye Euphoria.

Empezó a escribir relatos,no pretendía ser Cortázar, simplemente era catártico construir historias.

“Chick, uff…”

 

  • El electrochock se utiliza de nuevo en psiquiatría tras unos años casi en desuso.

14. Siempre tranquilos. Daniel Irazu.

Cuando nació el laberinto no estaba. Supo de niño que en el camino al mar había una tapia y que, desde torres con campañas, vigilaban a quienes intentaban alcanzar la costa cruzando los bosques del Norte. De joven interrumpió su viaje a Levante, unos guardias sin uniforme pero con fusiles le prohibieron el paso. Se hizo hombre mientras los mercaderes de Poniente levantaban tiendas en las calles que después cortaban. Era padre el año en que los del Sur pusieron fronteras.

Compró una vivienda en el ático del edificio más alto para estar cerca del cielo. Por las ventanas descubrió que la ciudad llegaba al horizonte. Aún tenía esperanzas; porque recordaba cómo se ocultaba el sol pintando de rojo, naranja, y morado los cielos del verano, y no había olvidado los amaneceres que brillaban sobre la humedad tendida en los campos por los fríos del invierno.

Su hijo murió de aquella enfermedad en el estómago; gordo como los otros, con esa sangre cargada de veneno común en todos. Entonces, sin saberse parte de la culpa, quiso retirarse al lugar llamado Naturaleza. Pero ya era tarde y, aunque recorrió la larga avenida de la Civilización, jamás encontró un cartel de salida.

13. EL SENDERO (Purificación Rodríguez)

El sendero que salía del jardín de mi abuela y se perdía en un bosque centenario cerca del horizonte, me fascinaba.

Temiendo algún arrebato viajero propio de mis pocos años, me sentó un día y me dijo, muy misteriosa:

-“Nora, ese camino que parece tan recto y seguro es, en realidad, un laberinto encantado y todo aquel que se atreva a recorrerlo se perderá sin remedio al atardecer, convirtiéndose en una sombra más de la noche”-.

Pero el sol desaparecía por allí cada día y volvía a aparecer detrás del corral, como si nada. No se perdía ni se convertía en sombra.

Enfadada, me escapé de verdad una tarde. Fui al final del sendero, recorrí aquel bosque y luego regresé al camino para volver a casa y desmentir a la abuela. Pero, incomprensiblemente, cuando llegaba a los árboles de nuestro jardín comprobaba que eran, en realidad, los mismos que había dejado atrás para coger el sendero. Una y otra vez retrocedía, pero siempre acababa en el mismo lugar.

En este centro de reposo donde me ingresaron, sigo pensando que me despistó la oscuridad y me perdí tontamente. Allí no había ningún laberinto y yo no soy una sombra.

12. ANMA – Inés Z. López

Una mujer está inmersa en el laberinto de las líneas de un hombre. Sus manos expertas trabajan y escuchan, sin palabras, tan solo se percibe el vaivén rítmico de la respiración.

Hay segundos de calma en los que deja descansar su mano sobre el vientre masculino, esperando, confiada, que su intuición le dicte el camino a seguir.

No tarda en escuchar suaves latidos, el corazón de su cliente atrae sus dedos a la cara interna de los brazos. Allí hunde sus pulgares en la Primavera Suprema, profundamente, antes de continuar el recorrido interno de un canal tenue y luminoso.

Ambos se sumergen en un ambiente de paz. Las inspiraciones se conectan. Las expiraciones son más largas.

Los pulgares femeninos siguen la línea hasta la Puerta de la Mente. El hombre, acostado sobre el futón, siente la calma que la presión ejerce sobre ese punto: el estrés le angustia, perturba su corazón.

Ella termina el masaje colocándose en seiza, rozando con sus rodillas la cadera de él. Una mano acaricia Ajna, un símbolo es dibujado sutilmente y, cuando se levanta, las suaves notas de Claro de Luna invaden la estancia. Él permanece acostado: recreándose en el placer de un viaje interno.

11. ¡CLIC! (Salvador Esteve)

Recorro el laberinto con facilidad, desde que me suministraron la hormona H-R6 algo ha cambiado en mi cerebro, recuerdo el trayecto sin problemas, el premio ha dejado de ser una motivación.  Me obligan a ver imágenes y escuchar sonidos,  creen que esto activa neurotransmisores cerebrales y no saben que  absorbo datos  ávido de conocimiento.    Mi intelecto crece exponencialmente a medida que me suministran la hormona, ni siquiera los humanos son conscientes de mis progresos. Quiero comunicarme, quiero escuchar música, quiero leer un libro, quiero…, pero sigo encerrado en una celda con la típica rueda para hacer ejercicio.

La jaula inusualmente está abierta, mi corazón se acelera, atravieso la pequeña puerta, quiero explorar. Salgo del edificio y merodeo por las calles,  veo a mis congéneres de cuerpo sin rumbo buscando alimento entre la inmundicia.

Deambulo pensativo, de fondo me llegan las notas de una sonata de Mozart, mis ojos saltones se llenan de lágrimas, embelesado sigo la melodía.  Observo mi cuerpo, mi cárcel, reflejado en un espejo y comprendo la quimera de mi sueño.  Veo un trozo de queso enmohecido, no vacilo, lo muerdo, escucho el ¡clic! y espero.

 

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