Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

RAME

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

ENoTiCias

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta penúltima propuesta es el concepto balinés de RAME, la belleza del caos. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
días
2
4
horas
1
1
minutos
0
3
Segundos
0
6
Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de NOVIEMBRE

Relatos

29. PRECIPITACIÓN (Rafa Olivares)

Sus riñones vuelan hacia Toronto; allí permitirán a su receptor prescindir de las dos sesiones semanales de diálisis y recuperar una vida normal. El corazón ya debe de estar llegando a Leipzig, donde una joven podrá, por fin, acompasar sus latidos a los de su novio. Su hígado, en viaje a Sidney, devolverá a su destinatario el color bronceado de su piel. Las córneas ya están en Toulouse, donde permitirán recuperar la vista a un chico de trece años. Y los pulmones, con destino a Denver, evitarán el ahogo y la sensación de asfixia de una profesora jubilada. Entretanto, Ireneo Ripalda, el donante, de vuelta de su letargo, se pregunta qué habrá ocurrido durante su último ataque de catalepsia.

28. El dragón

El dragón

Estaba allí; pero no estaba allí; en realidad no estaba en ningún sitio. A su alrededor todo se había apagado y el mundo se había sumido en el silencio más absoluto. Sabía que estaba viva porque le palpitaban las sienes pero toda la sangre de su cuerpo le había abandonado de repente .-“¿Paloma?”.- La voz sonaba lejana e irreal.- “Paloma, ¿me escuchas?”.- La miró sin verla; la bata blanca, el frío y aséptico metal y, de repente, la cegadora luz de la revelación.- “¿Sí?”.- “Vamos a plantarle cara, Paloma; y lo haremos juntas”.- ¿Cómo podía ser? Ya le había tocado todo: el mezquino divorcio, las dos mayores con su adolescencia revenida, el pequeño con un diagnóstico de TEA; su madre señalándola con el dedo de la culpa; y ahora esto. Sintió una mano apoyada en su brazo, sacudiendo el recuerdo.-“¿Paloma? Espabila, que salimos ya”.- Suspiró, entrecerró los ojos y se dejó bañar por la cegadora luz reflejada en el agua; se sentó en el barco con sus siete compañeras y hundió el remo con decisión; el dragón con el lazo rosa se deslizó potente y suavemente hacia la meta; sonrió.

27. MATRIOSKA

La guerra no es capaz de destruirlo todo, incluso algunas cosas, como el atardecer con olor a pólvora, se tiñen de un color mortecino y hermoso. A esas horas salimos sonriendo a sobrevivir, y ella juega con nosotras, sus gráciles muñecas rusas, y tampoco le importa que nos vean, casi abandonadas y medio en cueros, ir y venir de noche, calle arriba, calle abajo, alrededor del cuartel general donde nos piropean y alimentan tanto los soldados del cuerpo de guardia como los caballeros del club de oficiales, y tal vez así ellos nos dan la protección que ella nos niega y que nos damos unas a otras, salvo en pleno invierno, cuando, tras palparnos las enaguas en busca de algún billete escondido, nos recoge a todas haciendo un ovillo en torno a sí, la mamita, que además es la más vieja en el oficio.

26. La calma y la noche.

Nos conocimos en la universidad, donde sobresalía tanto en lo bueno como en lo malo. 

Una mañana, en clase de mecánica, la profesora, sufriendo su actitud crítica ante la explicación del teorema de Mohr, le dijo que si prefería dar la clase. Ella no dudó en aceptar el reto, y su desempeño dejó claro que jugaba en otro nivel. 

Sin saber muy bien como, nos hicimos amigos, aunque años después me confesó que se fijó en mí porque no necesitaba un novio, sino alguien que le aportase la calma necesaria en determinados momentos.     

Se graduó con el mejor expediente del país, y luego completó un máster mientras me ayudaba a terminar la carrera. Su trabajo nos llevó por todos los rincones del mundo. Las empresas se la disputaban, pero a ella solo le importaban los proyectos que incluyeran algún desafío a su altura. 

Con el tiempo, su ansiedad intelectual pareció remitir, y empezamos a pasar más tiempo juntos, visitando museos, cenando en restaurantes o simplemente paseando. En uno de esos paseos me confesó, con voz temblorosa, que solo le faltaba una cosa por aprender. 

Esa noche fue la primera vez que hicimos el amor, y también se graduó cum laude.

25. Instinto

Los médicos tuvieron que rasgar la extraña película que lo contenía; era como una especie de huevo.

Mientras me revolvía entre los estertores del dolor, no pude evitar fijarme en las expresiones perplejas del equipo técnico que me atendía. Entonces miré a la criatura. Su cabeza, anormalmente grande, contrastaba con el retorcido cuerpecillo. Del centro del torso sobresalía una extremidad nueva, amorfa, inacabada… Los pies se remataban en una especie de garras con largas uñas negras. En la desproporcionada cabeza un único ojo cerrado, envuelto en legañas, rezumaba un líquido viscoso sanguinolento. Su boca era una cicatriz palpitante que no invocaba besos, tan sólo planteaba interrogantes. Además, de su trasero, surgía una incipiente cola escamada que culminaba en un aguijón afilado.

Temblé y vomité todo el nerviosismo acumulado. Quería sostenerlo, pero no tenía fuerzas. Alguien tomó la decisión por mí y, de repente, lo tenía encima. El tacto era viscoso, resbaladizo. No había un solo pelo en aquel amasijo de carne.

Sentí frío.

Pero aquel ser logró abrir ese único ojo que se clavó en los míos con la fuerza de un disparo certero. Y de manera instantánea comprendí el sentido de las cosas, de la belleza, del amor.

24. Fenómenos de circo

Cuando el circo llega a la ciudad, las calles se visten de gala y los mozos más osados se baten en duelo a muerte para cortejar a la mujer barbuda.

El director anda intranquilo por si los hombres bala-perdidas computarán como basura cósmica emitida por sus cañones.

El lanzador de cuchillos tiene fama de infalible, aunque suele temblarle el pulso si la Mona Lisa le guiña el ojo con lascivia desde el palco.

La equilibrista toma Prozac antes de subir al alambre para vencer ese Miedo al vacío existencial.

Las mujeres-payaso arrojan tartas al aire que, ignorando la fuerza gravitacional, salpican de crema al público en zigzags de alondra.

La domadora de fieras elige a un valiente cada tarde para meterse en la boca del tigre y buscar al anterior valiente que se metió la tarde previa a buscar a otros valientes pretéritos, y así hasta el infinito.

Para terminar la función el mago de negra levita, sin esfuerzo aparente, traza compases mágicos en el aire e introduce el circo entero en su chistera.

La gente aplaude a rabiar cuando, horas después, les hace aparecer de nuevo del fondo de su sombrero junto al circo en otro rincón del mundo.

 

 

23. CREACIÓN

Recién iniciada su tarea, ya pudo apreciar cómo se le rebelaba entre las manos la sustancia fuliginosa que estaba moldeando. Encendió el foco que tenía junto a él, luchando por situarla bajo la luz, cuando oyó al maestro aproximarse. Sabía que a sus espaldas, y por encima de su hombro, observaba sus gestos desmañados y sopesaba su trabajo. Le oyó chasquear la lengua en señal de desaprobación, lo que llevó a sus compañeros a alzar la mirada y clavarla en la materia esférica que sus dedos aferraban, en cuyo verdor restallante comenzaban a pulular criaturas sin nombre. Entre ellas destacaban un hombre y una mujer de hermosas proporciones ante quienes sus condiscípulos contuvieron el aliento y que el preceptor contempló con mirada esquiva. A él, no obstante, le parecieron de tal belleza que los conminó a multiplicarse y a someter al resto de seres que bullían ya en su diseño. El maestro, manifiestamente decepcionado, se dio la vuelta; pero el pupilo, ahuecando las plumas de sus alas en un frufrú de despreocupación, lo dejó alejarse mientras acunaba su creación en su asexuado regazo.

22. Entre el toro y el caballo

Herida, sin entender a la multitud de visitantes que ven belleza donde hay muerte y destrucción, les veo disfrutar del caos en que me encuentro. Hacen fotos del dolor con sus modernas cámaras en un ir y venir constante.

Solo cuando se apagan las luces, cuando el Museo cierra sus puertas, los gritos desesperados de la madre se vuelven lamentos hasta convertirse en suaves susurros de aceptación.

Por eso escapé, buscando un poco de paz. Nadie se dio cuenta de mi ausencia, al fin y al cabo siempre estuve medio escondida.

Maltrecha volé por calles, plazas y tejados. Quise comprobar que la humanidad había cambiado.

Abatida y sin esperanza regresé a mi mundo de horror ya conocido, entre el toro y el caballo.

21. Noche negra

Se entretiene esta mañana recolectando las mosquitas que, desesperadas, se enredan más y más en una telaraña junto al muro del patio y metiéndolas delicadamente en un frasco de acuarela negra seca,

«ya tenemos suficientes»

así nadie puede ver qué hay dentro. Sus ojos giran desorbitados como queriendo escapar del rostro al contemplar a las hormigas troceando en el suelo de hormigón la lagartija que aplastó ayer con un dedo.

«cómo coleaba el bichejo; ahora mojama parece»

Luego, por la tarde, mientras los otros discuten por el mando a distancia o cabecean en la sala de la tele, él sube a su habitación,

«nos está quedando un dibujo precioso; luego escóndelo bien»

a continuar con su obra. Es una noche oscurísima ―hormigas pegadas con saliva al folio― vista a través de una ventana ―vidriera de alas de mosca―. Tanto le gusta, que la fija con moco al armario.

«¡Anormal, majara! ¿Otra vez?»

―¡¡¡No me trates así!!!, solloza, angustiado. Y para acallar esa voz empieza a dar cabezazos contra la pared.

Vienen entonces los sanitarios, «cálmate», le pinchan en un brazo y, a través de la bruma, los ve despegar el papel, mirarlo, negar con desagrado, hacer una bola con él.

 

20. La preciada armonía

Al principio fue la nada; de la nada, el verbo; del verbo, el eco de un silencioso sonido que generó una gran explosión. Quizás fuera una palabra: amén.

Al principio fue la nada, luego el caos y después el orden.

La evolución y la involución de la creación: la transformación.

Tras la gran explosión llegó un desorden ordenado, una naturaleza con su perfecta geometría sagrada que se comunica, que vibra y que siente.

Al principio fue la nada, luego las ondas vibratorias se convirtieron en energía y de esos barros estos lodos.

Tras la nada llegó el hombre, el caos, la mujer, el orden… la ambigüedad, la razón y la sinrazón, la generosidad y la avaricia: la dualidad.

Antes del fin llegará de nuevo el orden tras el caos y a lo lejos un sonido, una voz quizás… otra gran explosión, una nueva realidad, diferentes dioses, distintas creencias. Un sonido estruendoso, quizás la frágil vibración de una palabra susurrada que se expande por el infinito universo sin nada contra que chocar para que el eco pudiera devolver un par de sílabas: Amen.

En ese momento, oscura lucidez, el ser humano descubrirá la preciada armonía, el orden natural de las cosas.

 

 

Jose María Escudero Ramos

www.escuderoramos.com

19. El efecto mariposa

Pasada la medianoche, el volcán entró en erupción y dejó sin luz a la ciudad. Un instante después, en la otra punta del globo, explotó un cohete al ser lanzado y, tras el estallido, un tsunami engulló parte de la costa este. Al maremoto le siguió una caída mundial de las redes sociales, algo que colapsó la comunicación global del planeta. Entonces se oyó un grito inmenso. Un grito ensordecedor de la humanidad quejándose al unísono. Y, por último, en medio de tal desconcierto, ¡paf!, un estruendo que da paso a un silencio sepulcral. Un silencio aterrador. O no, quizás fue al revés y con el silencio empezó todo. Un silencio formidable, tan reconfortante que provocó el calentamiento del magma… Pero qué sabré yo, si no me enteré de nada. Estuve dando vueltas en la cama, desvelado por el sonido de un molesto aleteo. Un fastidio. No pude dormir hasta que, convencido de que era una polilla, me levanté y, a tientas, le solté un manotazo, ¡paf! Por fin conseguí descansar, ronqué plácidamente durante toda la noche. Es justo ahora que, leyendo las noticias, levanto la vista y descubro unas delicadas alas azules aplastadas contra el cristal de la ventana.

18. LA ESTÉTICA DE LO (IN)COMPRENSIBLE (Mariángeles Abelli Bonardi)

Mientras leo toco, inconscientemente, mi medalla de San Jerónimo. En ella, el patrono de los traductores, trabaja en un pasaje de la Biblia. Me concentro en el texto entre manos y lo bisbiseo: surgen los sonidos bilabiales y explotan las tés entre mis dientes; cuarenta y cuatro fonemas ingleses convierten mi lengua en una montaña rusa…

Llego a un pasaje difícil y recuerdo a la profesora y su advertencia: «¡Ojo con los falsos amigos, que nos pueden engañar!»… Consulto el diccionario, me aseguro, traduzco esas palabras que, en principio, parecen transparentes: ‘lecture’ se vuelve ‘conferencia’, ‘library’, ‘biblioteca’, en ‘journey’ comienza el ‘viaje’, y en ‘exit’ está la ‘salida’… Llego a otra palabra; parece inofensiva pero enseguida me muestra los dientes… Disipo su mal genio dándole un buen sinónimo y continúo, así hasta terminar. Releo y me encomiendo a mi santo, pensando en la versión definitiva… ¿Es bello este caos de idiomas? Me digo que sí.

Nuestras publicaciones