Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

ANIMALES

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en ANIMALES

Bienvenid@s a ENTC 2025 Comenzamos nuestro 15º AÑO de concurso. Este año hemos dejado que sean nuestros participantes los que nos ofrezcan los temas inspiradores, y el 5º de este año serán LOS ANIMALES. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
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Esta convocatoria finalizará el próximo
15 de AGOSTO

Relatos

SEP42. ¡QUÉ INJUSTA ES LA VIDA!, de Cándido Macarro Rodríguez

Jorge había salido de cacería.
Depredador de playa décadas atrás aguardaba una presa que ya nunca llegaba.
Se agitaba incómodo sentado en la orilla.
La razón no era otra que su trasnochado y minúsculo bañador tipo slip, ridículamente pequeño por donde se le colaba la arena y le provocaba intensos picores.
 La talla del bañador nunca varió con los años, pero la de Jorge había crecido a la par que su vanidad y su obstinación por negar lo evidente.
Por detrás, la exigua prenda cubría sólo una mitad y dejaba al aire la otra, sin poder delimitar si era el “cu”, o era el “lo” la peluda parte que asomaba fuera.
La prominente barriga le caía en cascada hasta el inicio de sus escuálidos muslos y una profunda y permanente marca de calcetín rodeaba sus “jilgueriles” canillas adornando al desfasado quijote.
Incapaz de soportar más el picor decidió incorporarse estirando disimuladamente aquel diminuto taparrabos, pero por una sencilla ley física acababa menguando en el lado opuesto a donde recibía el tirón, dejando asomar, para desasosiego del resto de bañistas, sus precarios atributos, que mejor hubieran debido permanecer ocultos.
Apolíneo playboy de juventud degeneraba, ignorando las señales, en maduro casi pocho.

SEP41. MACERACIÓN EN ALMIBAR, de Estíbaliz Dilla Muñoz

-¡Cómo echaba de menos esa sonrisa!- así da gusto volver de las vacaciones. ¿Depresión postvacacional? ¿Quien yo? Si estaba deseando venir a trabajar, donde sino iba a estar mejor mirada, que por esos preciosos ojos azules. Me he convertido en 58 kilos de fruta madura. Cada palabra de elogio que me brindas mi piel la absorbe como si fuera un melocotón con esa pelusilla que al tacto resulta tan grata,  y no hace falta sacudirme mucho para caer del árbol de la soledad. Cada palabra la anoto, cada mirada la reflejo y cada vez que tocas mi brazo y me dices que está blandito y fresco, me dan ganas de pegarte un bocado. Nuestras conversaciones de tortolitos son absurdas pero endulzan nuestro día a día. De lunes a viernes aparezco con una sonrisa, sabiendo que la estás esperando, al igual que esperabas mi regreso en septiembre después del calor del verano. Alimentamos un amor eterno que sabemos nunca se consumará, pero es tan difícil renunciar a esa complicidad que creamos en cada frase, en cada risa; es como una droga, no podemos dejar de ingerirla y si seguimos consumiéndola nos hará más adictos, pero nos hace tan felices.

SEPT40. ATARDECER DE FRUTA, de Magdalena Carrillo

Aromas de albaricoques, tardes de melocotón, colores de membrillo.  Puesta de sol tras la ventana y voy cociendo poco a poco la mermelada. A fuego lento, lentísimo, se va extendiendo el aroma por toda la casa. Año tras año, toda una vida.
Escribo y doy vueltas, escribo y doy vueltas.
Con mucha delicadeza y cuidado, para que no se pegue al fondo de la cacerola. Pruebo y añado azúcar. La magia de la cocción se instala en la cocina como las palabras se colocan en nuestros labios. A solas y sin pedir permiso. Ambiente del atardecer de los largos días del verano que ya se anuncia. Imágenes de antiguas caravanas cruzando desiertos, dorados, como los albaricoques, como las arenas, como los últimos rayos de este sol que ya se oculta.

SEPT39. FRUTA DE SU TENTACIÓN, de Teresa Elena Hernández Villagómez

La primera mordida fue simple, tan dulce que ni la cáscara restó sabor a la pulpa suave y voluptuosa que paladeaba.
El néctar le escurría por las comisuras en un festín lujurioso, después encajó de nuevo la dentadura en esa suave fruta madura, tan jugosa y apetecible como su olor lo adelantara.
Lentamente deleitó sus sentidos con esa insospechada tentación, paso a paso, sin prisas, bocado a bocado hasta saciar su antojo.
Un grito acompañado de tres golpes secos en la puerta lo interrumpieron: ¡Policía!.
Salió entonces de su trance y se dio cuenta de lo sucedido. De sus labios escurría sangre fresca y horrorizado  soltó de sus brazos a la joven que había conocido apenas un par de horas atrás.
Ella yacía en la cama con la ropa desgarrada y la carne cercenada a mordiscos.
En su delirio, esposado y sin posible defensa, él sólo gritaba que había sido culpa de ella, ella que era fruta de su tentación.

SEPT38. SIEMBRA, de Teresita Bovio

Burbujas de colores alteradas hormonas explotaron en mi sangre cual pimpollos
Rojo  río inundó la tierra nueva de promesas, el virginal surco con amor fue abierto  Comenzó el milagro de amorosa siembra. Primero fue un latido y luego una certeza
Germinó la semilla regada con estrellas Sin anuncios mi cuerpo desató la tormenta.
Y el viejo río amigo derribó las compuertas, un torrente carmín arrasó la cosecha.
Sumidos en la pena, mi cuerpo tierra yerma segó todos mis sueños
No hubo frutos madures guardados en mi cesto

SEP37. LA ABUELA, de Luz Hernández Baute

Sentada en la mecedora acaricio la piel reluciente de la última  criatura de la saga. El contraste de mi mano arrugada con  su delicada carita me traslada a las  tardes de cosecha de mi infancia. Madre colocaba debajo de los  melocotoneros dos grandes cajas, la roja, «para hacer mermelada«, la azul, «para poner en almíbar\. El olor a la fruta nos perfumaba varios días. Más que los melocotones. De pequeñita creí que la ropa y los zapatos nuevos que madre nos traía  también se recogían de árboles de alguna otra parcela. Cuando encuentro mi infancia escondida en los pliegues de mi piel, nueve décadas revolotean debajo de mis párpados y mis suspiros se perfuman con esencia de melocotón.
 Las risas de las mujeres de la casa  escapan del calor de la cocina y  me despiertan a la niña, que se retuerce inquieta. Yo le canto una nana, otra vez, como me encomendaron cuando fueron llegando los nuevos vástagos. Fue la primera vez que me sentí melocotón, como fruta madura que cae en la caja roja.

SEP36. LA MUSA DEL BODEGÓN, de Ricardo J. Gómez Tovar

Se presentó ante él con la plenitud de una fruta madura, alumbrada por encendidos colores perfumados por embriagadores aromas, aunque en el bodegón que reflejaba sus últimos años de vida artística la recordaba mucho más verde. Afirmaba haber venido a quedarse en su estudio, un desangelado cubículo en el que apenas cabía él y cuyos angostos límites no podían tolerar más que aquellos que han nacido con máculas de pintura en la retina. Deslumbró, encandiló, fascinó y cegó con sus múltiples capas de ocre, rojo y granza, sin dejar ni por un instante de mirarle a unos ojos que evitaban la exuberancia de su mirada. Ninguna de estas tretas dio resultado hasta que la recién llegada le descubrió su lienzo. Él se quedó entonces absorto ante aquella naturaleza muerta llena de vida, tan rebosante de madurez en su técnica como en la lozanía de los frutos recreados en la pintura. Buscó ahora la mirada que había evitado, absorbiendo su osadía, esa encarnada y jugosa máscara que aunaba el talento deseado y la inspiración perdida. Después avanzó hacia ella con avidez y le tapó los ojos con una mano. El espejo le vio estampar orgullosamente su firma en la tela.

 www.ricardogomeztovar.blogspot.com

SEP34. AMOR INFINITO, de Ricardo Médano Peyrac

Tú eres fuego, abrasador, apasionado y volátil. Yo soy hielo, inmutable, densa y helada.
Necesito de tu pasión y de tu amor porque mi corazón se está petrificando. Tú necesitas mi frío para que tus propias llamas no te consuman. Nos acercamos con tiento. Te deseo. Te excito. Oigo tu crepitar y avanzo un poco más. Estás tan cerca que siento tu calor y me resquebrajo. Tú sientes que tus llamas comienzan a menguar…
¿Habrá fruta madura en nuestro amor? ¿Alguna vez podremos subsistir unidos en cuerpo y alma? Tú te apagas… yo me deshielo… vida mía.

 http://ricardo-coraz.blogspot.com.es/2011/12/kit-kat.html

SEP33. UNA LECCIÓN, de Javier Sánchez Campos

Las letras se desprendieron del libro que ojeaba. Parecía que, al igual que a la fruta madura, se les agotara el tiempo.
Escaparon de las hojas como si bajaran por un tobogán, descendieron por el ca-mal de mi pantalón y huyeron de la salita. Pensé aplastarlas, pero la curiosidad me pudo. Opté por seguirlas.
Al instante llegaron a la cocina y se colocaron frente al pozal de la basura. Entonces iniciaron una especie de ritual para buscarse unas con otras. Eran tremendamente ágiles, eficaces como un adjetivo bien puesto.
A los pocos segundos habían formado una oración:
“Aquí deberían terminar los libros sin alma”
Y las 27 letras se metieron dentro, entremezclándose con otros desperdicios.
Nunca más volví a escribir.

 http://laideaquetorciolaesquina.blogspot.com.es/

SEP31. VENGANZA, de Raúl Gómez Lozano

Los Vientos Desesperanzadores trataron de disuadirlo, pero no había caminado durante trescientos años y llegado al desierto de cristal para detenerse precisamente allí. Observó la última Manzana de la Existencia que le quedaba. Hacía tiempo que había perdido su madurez y su piel ajada le recordaba al pellejo quemado de su hijo agonizante por culpa del cáncer, semejante a un melocotón podrido. La engulló.
Avanzó hasta alcanzar el Templo Espejo y no se amilanó ante la imagen que le devolvieron las Puertas Diamantinas: la de un viejo decrépito con el vientre putrefacto infestado por moscas y con nidos de gusanos en lugar de ojos. Entró, y allí, majestuoso, encontró dormido al gran astro. Sonrió al pensar que era como una  enorme naranja que no envejecía, no como la uva pasa en la que se había convertido su vástago. Cogió  la caja mágica que le ofreció el Hechicero Negro a cambio de su alma y la abrió. El templo se hizo añicos cuando el sol se introdujo en ella y él, satisfecho al fin, sonrió. Los gritos de aquella humanidad que había quedado en tinieblas le llegó a los oídos, pero no le importó. Ya nada le importó.

 http://lacallejueladelaspalabras.blogspot.com.es/

SEP30. UN DÍA CUALQUIERA, ÉL…, de Inmaculada Rodríguez Flores

Disfrutaba mordisqueando sus carnosos labios. Daba igual su forma de comenzar a besarla:
En las mañanas, saboreando su nuca y libando su cuello hasta pasar al mentón y, desde allí, comenzando a jugar con esos dos trozos de rubíes.
Al mediodía, justo al entrar en casa, donde cogía cualquier manjar de la mesa y lo depositaba en su boca para así degustarlo mejor.
A media tarde, en esa hora en la que no se sabe bien qué hacer, y en la cual comerse a besos las cerezas de sus labios era siempre su mejor opción, mientras sus dientes perlados y juguetones, su mirada traviesa y sus manos —habilidosas, deseosas de provocar placer— le apresaban.
Al llegar la noche, cuando su cuerpo, recién duchado y oliendo a jazmines, retozaba — al igual que un pañuelo de seda que se había dejado caer para disfrutar de su visión mientras zigzagueaba en el aire— provocando en él miles de deseos, algunos de los cuales fue capaz de cumplir, como el de dibujar delicadas enredaderas en su cuerpo, con el simple pincel de sus labios, beso a beso, sorbo a sorbo, degustando su suave piel de melocotón, oloroso, delicioso, como fruta madura, perfecta para degustar.

SEP29. FRUTA EN SAZÓN, de Gloria Arcos Lado

Me acercaba a la vejez como fruta madura, jugosa, sabrosa,  en sazón,  pero  con el temor de que ese viaje hacia  la plenitud  fuese demasiado rápido.
    Temía  que  no me diera tiempo a saborear todo lo que había aprendido, y no tuviera tiempo a aprehender  lo que había encontrado por el camino de la vida,  a veces amargo, y otras dulce y amable,  pero siempre interesante.
  Cada vez la balanza se inclinaba más hacia el lado de la veteranía,  la vejez y  la experiencia, pero no pensaba dejarme arrastrar hacia el camino más  fácil, el de dejarme ir.
   Me negaba a creer que con  los años no tuviera ya nada que aprender, nada que recibir de quienes me rodeaban.
   El simple contacto con mis hijos así me lo hacía entender, ellos con su manera sencilla de afrontar la vida, con toda la naturalidad, conseguían siempre desarmarme.
    Y es que a veces la fruta que empieza a madurar acapara  todas las posibles esencias y propiedades que algún día puede llegar a albergar, mientras que la fruta en sazón es de hecho  la más sabrosa, pues encierra en sí misma todos los aromas y los sabores prometidos.

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