Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

NEPAKARTOJAMA

Un relato con menos de 200 palabras inspirado en el tema que te proponemos

Bienvenid@s a ENTC 2024 Este año, la inspiración llega a través de conceptos curiosos de otras lenguas del mundo. El tema de esta última propuesta es el concepto lituano NEPAKARTOJAMA, o ese momento irrepetible. Y recuerda que el criterio no debe ser poner menos palabras sino no poner palabras de más. Bienvenid@
Esta convocatoria finalizará el próximo
31 de DICIEMBRE

Relatos

453. LIENZO POR DESCUBRIR, de Hoja Caída

¡Gracias!
Por ofrecerme cada día  un espectacular lienzo…
Un lienzo que varía cada día, no se decirte cuál de ellos me gusta mas…
Si en el que predominan los tonos verdosos con multitud de vida y color…
Si en el se produce una lluvia cubriendo todo a su paso de colores naranjas, marrones…
O en el que parece que el lienzo está vació y desnudo pero en realidad alberga mucha vida.
¡Gracias!
Por ofrecerme paz y tranquilidad siempre que necesito desconectarme del trepidante tren de vida en que nos hemos subido.
¡Gracias!
Por lar ricas castañas, las setas, los hongos….
En fin… gracias amigo bosque por darnos tanto, cuando nosotros te damos tan poco… y muchas veces pasamos por delante de ti y no nos detenemos a mirar el exclusivo lienzo que nos has preparado.

452. LA PARTIDA, de Cima

Aquí hay un claro, venir a verlo. Todos acudieron al reclamo y comprobaron, efectivamente, que había una pequeña abertura entre los inmensos monumentos que formaban el paisaje. 
            Cuando cenaron decidieron irse a dormir pronto y hacer una excursión por el bosque al día siguiente.
            Unos gritos despertaron al grupo. Uno de ellos los estaba llamando con la cara desencajada. Conforme acudían les iba enseñando el motivo del alboroto. Sorprendentemente, el paisaje había cambiado.
            Totalmente atónitos, decidieron salir a investigar. Dando una vuelta se dieron cuenta de que los árboles habían cambiado de sitio. Resolvieron subir a una cima cercana para tener una mejor visión del conjunto.
            Cuando llegaron a la cumbre y miraron hacia abajo contemplaron una vista magnífica formada por el bosque frondoso y el riachuelo que lo atravesaba. No vieron nada extraño, pero de repente uno de ellos gritó: mirar, allí, mientras con el brazo extendido señalaba hacia abajo, donde un árbol estaba avanzando unos metros.
            De repente uno gritó: Ya lo tengo. Y apresuradamente les explicó al resto que lo que estaban viendo no eran movimientos aleatorios, hipótesis reforzada con un dibujo que estaba realizando en el suelo, sino que estaban observando una partida de ajedrez.

451. EL SILENCIO, de Albatros

Eduardo, al penetrar en el frondoso bosque cercano al río de su vida, buscaba el silencio necesario para restablecer su propia armonía.
Avanzó por entre las columnas de robles, hayas, chopos, abedules, y notó como se interrumpían las hermosas sinfonías, que producían las criaturas que allí habitaban.
Sobre el bosque cayó un silencio que penetró hasta su interior. Aspiró con fuerza el oxígeno que desprendían sus plantas, y aquel aroma le sumergió en sus dudas y quebrantos, intentando encontrar una respuesta a tantas cosas que le agobiaban.
Vació su alma y al hacerlo, encontró los motivos para poder encarar la vida con alegría. Con el espíritu ya más sereno, volvió a escuchar el canto de los petirrojos, copetones y mirlos, mientras sobre una rama, un búho con su mirada fija lo veía todo.
Que los sonidos del bosque hubiesen vuelto a la normalidad, le indicó que el silencio logrado en su interior, había sido una magnífica forma de hablar consigo mismo. 
Sólo los árboles continuaron en silencio. Sólo el rumor de las ramas, cuando el viento las mecía, o al atardecer el grito de algún macho durante el cortejo a la hembra, daban señales de una vida intensa, pero silenciosa.

450. EL LOBO, de El Lobo Malo

—Mamá, papá dice que en el bosque hay un lobo muy malo que se come a las niñas desobedientes que entran en él, pero yo sé que es mentira.
—¿Por qué, cariño?
—Porque Laura va muchas noches con chicos al bosque y nadie se la ha comido.

449. ¿AMULETO?, de Fresno del Río

Cuando el sol se besa con el horizonte el bosque se torna misterioso, la humedad recela de los helechos y las oquedades de los árboles parecen terribles ojos, el lobo aúlla y la lechuza ve lo invisible. La noche se nos había echado encima, haciendo imposible encontrar el camino de regreso. Te miré asustada, pero ni te vi ni me viste.
Hacía frío allí y nuestros cuerpos temblaban bajo las ligeras ropas de verano como pequeñas hojas otoñales empujadas por el viento, pero ése no era el único motivo. Uno buscaba a tientas la mano del otro para infundirnos seguridad y un poco de calor, mientras lamentábamos no haber aprendido a trepar como enredaderas.
Un ruido sonó a nuestras espaldas y nos separamos. Corrí, tropecé, me arañé, me levanté, lloré y rodé… Debí de perder la consciencia.
 Amanecimos en el fondo de un barranco a escasos metros el uno del otro. Me encontraron de madrugada aferrada a un tronco y cubierta de musgo, tierra y hierbas, pero al fin y al cabo… ilesa. Lo poco que quedaba de ti, apretaba con fuerza en su mano un pequeño amuleto que yo solía llevar conmigo y del que siempre te burlabas.

448. EL MENSAJE, de El Bosque de Tallac 2

Abril de 2288. Ya no queda resto de la exuberante vegetación que cubría nuestras tierras, ni de los espesos bosques que jalonaban nuestra geografía. Toda especie vegetal y animal ha desaparecido. No queda rastro de vida. Antes de los experimentos nucleares éramos muy felices en nuestro valle, en comunión con nuestro entorno, inmersos en un bosque de armonía y felicidad. Todo se tornó gris, el paisaje, desolador. Tierras humeantes, infértiles laderas, descubiertas ahora a la vista, dejaban entrever  estériles y ennegrecidas estampas de ausencia.
Nos queda poco tiempo. Las radiaciones del impacto han fulminado también nuestros cuerpos. Será inminente la desaparición de todo resto de vida en el planeta. Es éste un mensaje de advertencia a los futuros visitantes de este planeta, antes azul, la Tierra, para que no cometan los errores que llevaron a sus antepasados a arrasar tan extraordinario paraíso. Fue un planeta habitado, maravilloso, donde la vida se presentaba en sus múltiples variantes. Pero la avaricia, la codicia, los intereses económicos y el afán de destrucción del ser humano, entre otros, terminaron por arrasar todo cuanto había. A vosotros, futuros habitantes de este planeta: “ aprended a respetaros y a respetar la Naturaleza como nosotros no supimos”.

447. EL OTRO CAMINO, de Principe Azul

Había seguido el cartel de anuncio de los Cien Montaditos en la primera encrucijada, en lugar del que decía Casa de los Siete Enanitos. La pobre Blancanieves seguía perdida en el bosque.
Sentada en la puerta del local, ajada y echada a perder, cantaba desafinada y decía \»vasito, vasito, ¿quién es de entre todas la más gorda y borracha?\». Parecía que llevara allí meses abandonada.
La subí a mi caballo y la llevé por el buen sendero. Hacia la casa de los enanitos.
-Buenos días Siete Enanitos, os traigo a esta doncella. Está algo indispuesta, pero es buena chica –les dije-.
Se quedaron muy intrigados pero aceptaron.
Regresaba ya de camino a casa cuando una voz me preguntó: “Caballero, podría decirme si ha visto a una chica muy hermosa, llamada Blancanieves.”
-No la he visto, Príncipe Azul. Pero puedes venir conmigo a la taberna de los Cien Montaditos. Yo invito. –le dije.
-Sé dónde está Blancanieves, pero para contártelo antes tienes que hacer una cosa –le dije.
-Lo que sea –respondió.
-Quédate aquí. Comiendo y bebiendo sin parar durante un mes. Luego lee lo que pone en esta servilleta.
En la servilleta escribí: Está en casa de los Siete Enanitos.

446. ECHAR RAICES, de Duendecilla

Caminaba por el casi inexistente sendero observando cómo las hojas muertas lo cubrían todo. En primavera el bosque rebosaba vida por todas sus ramas, pero el invierno daba paso a una estampa moribunda, marchita, justo como se sentía ella.  Ya no le quedaba nada. Todos sus seres queridos ya no estaban. Mientras aún vivían se había aferrado a la vida pero ahora ya no le quedaban fuerzas para nada, sólo un miedo atroz a morir. El crujir de las hojas era lo único que se escuchaba y a cada paso que daba notaba como el bosque le echaba sobre los hombros el manto de la soledad. Sin darse cuenta su espíritu se fue entremezclando con el del bosque. De pronto se paró, se quedó muy quieta. Sus pies se hundieron en la tierra húmeda cual raíces y la humedad de la tierra comenzó a ascender por ellos. A medida que ascendía, su cuerpo se iba endureciendo y retorciendo formando nudos. Sus brazos se alzaron al cielo y de ellos brotaron ramas sin hojas. Ahora formaría parte de la esencia del bosque, de alguna forma se había marchado pero al mismo tiempo su esencia nunca moriría.

444. LOS ÁRBOLES DE MI NIÑEZ, de Hoja Verde

Es una hoja de plátano caída en el barro. Es un viejo tronco hueco para jugar al escondite. Es la Procesionaria de los pinos. Es un abeto que se adorna con luces de colores por Navidad. Es un par de palmeras junto a mi escuela, con cuyas palmas barremos el suelo. Es un acebo con bolitas rojas. Es un manzano caído que usamos de asiento en verano. Es un chopo junto al río, que da sombra cuando vamos a la hierba. Es un tejo bajo el que esperamos el autobús. Es un nogal al que trepamos. Es un “ocalital” que desde casa se oye si sopla el sur. Es un avellano tras el cual se entra a la fuente…
…son los árboles de mi niñez.

443. KARMA, de Ánade Azulón

Me topé con él al salir de la panadería.
En cuanto pude le pregunté por su hermana.
-Murió hace casi un año.
Una vez más no supe qué decir. Sentí unas cucharadas de cemento solidificándose en mi paladar. No tuve fuerzas para confesarle cómo llegué a querer a su hermana, cómo sigo queriéndola. Aunque ella nunca lo supiera.
Debió notar mi dolor.
-No te preocupes. Hemos podido contactar con ella y está muy bien. Ahora es pato en Laponia.
Me hice a un lado con la excusa de buscar la sombra. Hubiera deseado preguntar si sabía exactamente en qué bosque de robles estaba, o si era de esos ánades salvajes y libres que emigran hasta las marismas de Oyambre.
Me imaginé acariciando sus plumas sedosas, rozando su pico con mis labios.
Pero el hormigón seguía endureciéndose en mi garganta y sólo pude abrir la boca para aspirar al límite de la asfixia una bocanada de aire. Apenas tuve fuerzas para despedirme
 Siempre me sale todo mal, pensé, no entiendo lo que dicen los patos, y ni siquiera hablo lapón.

442. PLUMAJE, de Jara Sarmiento

Tenía la cabeza y el cuerpo pequeños, comía poco y andaba a saltitos. Por eso, y porque se distraía en la clase de Matemáticas, siguiendo el vuelo de los pájaros a través de la ventana, lo apodaban “gorrión”. En todas las familias hay un vago y en ésta eres tú, dijo su madre cuando lo expulsaron del colegio. Lo dejó por imposible. Y él se internaba todos las mañanas en el bosque cercano. Volvía a casa con la caída de la tarde, para comer algo y dormir. Cuando fue mayor, se ofreció a José “el rata” como espantapájaros por un cuenco de arroz y un jergón en el cobertizo. Pasaba los días en mitad del sembrado, cubierto de pájaros que comían de sus manos, cada día más ave y menos humano. Un atardecer de primavera, dejó de hablar, movió los brazos y desapareció en el cielo junto a una bandada de vencejos.

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